Aviso sobre el contenido
Foro SexoMercadoBCN
    Búsqueda por Etiquetas
  
homex > Charla > El Bar de SexoMercadoBCN
Una foto en busca de una historia
Grupo Haima
La Vie en Rose
Responder
 
Visitas a este tema:   36.639
Añadir a FavoritosAñadir a Favoritos No estás suscrito a este tema Suscribirme
Antiguo 11/11/2018, 23:50   #141
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

EL CHARCO


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Por razones prácticas soy más de Air France que de Iberia, además de que parece tener un poco más de nivel de confort Air France tiene la gran ventaja de llegar a La Habana a media tarde, Iberia llega entre diez y once de la noche. En cuanto el viaje en si es más o menos igual de largo por París que por Madrid.

También hay razones emocionales, pero esto es muy particular.

Después de un viaje de rutina a Paris, unas dos horas en la sala business del Charles De Gaulle estoy en algún lugar encima del Atlántico. En esta época del año se hace de noche pronto y en los aviones te hacen aquello de que apagan las luces, ponen unas pelis y que cada uno se apañe como pueda. Yo me apaño mal. En business quepo bien en los asientos, me bebo todo lo que me dan por aquello de la humedad de un 15% en cabina, hago las comidas pero no pido cosas para picar y sobretodo, sobretodo, me aburro. He probado de llevarme libros, de llevarme música, de ver las pelis del menú, de llevarme mis propias pelis en un portátil, nunca consigo dormir en los aviones, como mucho dormitar un rato, pero nada que haga pasar una cantidad de tiempo apreciable.

Eso, me aburro.

Nos comunican que las próximas horas no nos van a servir nada, que el personal de cabina solo atenderá urgencias y que sean de verdad. Por las explicaciones de la azafata jefazo de business tiene que ver con reivindicaciones laborales y concretamente salariales. Vaya novedad, como todo el mundo. En fin, aguantarse. Por lo menos no tengo que aguantar a los niños que van en gallinero que seguramente se pondrán pesados la próxima vez que traten de tiranizar a sus padres y a las azafatas de las bonitas medias con la costura detrás de rebote, con peticiones más o menos razonables.

Eso si, me aburro un montón. Y tengo sed, sed de agua. Podría pedir a las azafatas de business que me pasen de contrabando una botellita de agua, en realidad a base de ir y volver con algunas hemos coincidido en varios vuelos y no somos unos desconocidos. Por lo menos de vista.

Creo que no, me voy a la aventura. Me levanto y con una ataque de valor cruzo la cortina que separa la tranquilidad, el silencio y el trato deferente del caos y los lavabos convertidos en pantanos. Se de uno que unas décadas atrás los hubiera innagurado…

Avanzo por el pasillo mirando a izquierda y derecha el aspecto chungo que tienen las personas que malviven ahí. Es justo el que tendría yo si la empresa no me pagara los viajes. Ya me he preocupado de mirar cuánto valen y no me lo pagaría ni harto vino. Como un avión tampoco da para tanto el campo de minas que es el pasillo con restos de cosas poco identificables y juguetes extraviados se termina pronto en el espacio que queda un la cola del avión, que no hay lavabos pero si las azafatas tienen un zulo con bebidas y algunos bocatas de plástico para la clase obrera de turista.

Hay un par de azafatas sentadas en las butaquitas plegables que tienen y que a mi siempre me han parecido los asientos eyectables que llevan los cazas y el Aston Martin DB5 de James Bond. Nos saludamos con una sonrisa ya que el ruido del motor trasero no permite mayores florituras y no es plan de empezar a besuquearse así sin vaselina ni nada.

Les pido en francés y con mi mejor cara de cordero degollado una botellita pequeñita, pequeñita, de agua. Se miran entre ellas y con cara agradable pero un poco de perdonarme la vida una se levanta y de un compartimento secreto saca una botella de agua fresquita y un vaso de plástico. Me lo da con la condición de que me lo beba allí para que el pasaje no lo vea y empiece a pedir cosas compulsivamente.

Como no tengo nada mejor que hacer y ningún sitio donde ir más que volver al aburrimiento de business acepto la imposición/invitación encantado de la vida. Eso si, de pie.

Silencio. Durante unos largos minutos no se oye más que rugido de los motores que nos empujan a velocidades humanamente poco razonables. No se está mal, es tranquilo y la noche está climatológicamente buena, la época de las grandes tormentas tropicales y subtropicales ya ha pasado. Hace más frío y hay calma. Como mucho algún saltito de vez en cuando.

De repente un “cling” y una lucecita roja que se enciende en un panel y una de ellas se levanta y desaparece a ver cual es la urgencia que le ha hecho romper la vaga momentáneamente. Nos quedamos las otras medias con costura trasera y yo en un silencio un poco incómodo. Lo suficiente como para que yo esté a punto de dar las gracias y las buenas noches e irme al aburrimiento de mi butaca.

En esas, que la señorita, me la miro bien y veo una morena de bonitos ojos negros chispeantes y sonrisa blanca, se levanta y veo que me habla aún que no oigo nada. Se lo hago saber por gentos lo que provoca que nos acerquemos a una mini distancia que en otro contexto sería prometedora. Me pregunta que de que parte de Francia soy porque no identifica mi acento, en realidad se acerca porque me sitúa en algún departamento del Sur. Le explico que en realidad de Barcelona, vivo en La Habana y que habiendo tenido las dos nacionalidades por nacimiento cuando fui al ejército perdí la francesa.

Se lo escucha con bastante atención y yo huelo sangre. Me cuenta cosas del vuelo, del avión, que vuela a 8.4 de velocidad de crucero ahorrativo, que es la prioridad, que el avión en realidad no vuela plano, que vuela con el morro levantado unos 2º para mantener la altitud estable. Me inunda de tecnicismos en los cuales me pierdo a la vez que me pierdo en sus negrísimos ojos brillantes.

Le pregunto si Air France sigue àlojandolos en el Hotel Habana Libre y cuánto tiempo están cada vez. Que ya sé que por las leyes aeronáuticas por lo menos tienen que pasar 24h para que la tripulación haga otro viaje. Me explica que efectivamente pero que a raíz de la vaga del personal de cabina la compañía los “castiga” con un día más sin poder volver a casa. A mi me sirve para averiguar que no le resulta ningún problema porque vive con una compañera de trabajo y que no tiene, ahora, ningún “petit ami”, que todos los hombres somos iguales y bla, bla, bla… Replico que hay pequeñas diferencias lo que provoca un bruhaha y bruhihi.

Me pregunta si fumo. No, no fumo. Me pone un dedito sobre los labios saca un Marlboro de algún sitio, lo enciende y se echa unas caladas antes de que vuelva la otra. Otro “cling” y las luces que se encienden, también la de los cinturones, me doy cuenta que ya estamos encima de Boca Ratón y que en realidad ya hemos empezado a bajar. Me apresura para que vuelva a mi asiento y me oigo a mi mismo, como si fuera una experiencia extracorpórea, invitándola a cenar, si no está muy cansada a un paladar y luego a tomar una copa en la disco del Cohiba, en una disco solo para cubanos que hay en G ( avenida de los presidentes ) o más tranquilo en los jardines del nacional.

Asiente y acepta, quedamos deprisa y corriendo a las nueve en su hotel. Me empuja riéndose para que me vaya de una vez a business ( pienso en mi pobre Mitsubishi cuando lo vea ) y antes de irme a toda prisa me llega para preguntarle como se llama.

Se llama Marie France!

Me voy a mi asiento muy contento del viaje y de las perspectivas, nunca se sabe pero seguro lo pasamos bien.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
3 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Lara È (13/11/2018), Medio Siglo (11/11/2018), Siroco (12/11/2018)
Antiguo 13/11/2018, 22:14   #142
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

NO ES JUSTO


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Está ahí, tendida en el sofá, débil, mira sin ver, sombra de su sombra, conozco la palidez, la he visto antes. No hay tiempo.

Respira! Por favor! Respira!

Lentamente, lo haces. Apenas una vibración.

Parece más pequeñita que nunca, encoje; ¿o desaparece? La manta que apenas te cubría ahora rebosa por todas partes. Tu espalda parece juntarse con tu pecho.
No se si sufres, tus gestos son repentinos e inquietos. Abres la boca como para buscar el aire, que te va faltando.

He temido este momento desde que fui niño, hace ya mucho. Tengo miedo.

Pondrán tu cuerpo en el suelo, vacío de ti, como un perro. Lo odio.

Mehr Licht!
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
Un forero ha dado un SmilePoint a Simon por este mensaje
Medio Siglo (14/11/2018)
Antiguo 18/11/2018, 13:21   #143
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

VERGÜENZA


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Es invierno y voy pelado de frío en la moto, pero pelado del todo. Mira si voy pelado que no llevo ni dinero ni gasolina. Desde luego desde donde estoy hasta mi casa en Sant Just no llego. Busco urgentemente un cajero para subsanar las dos cosas y veo una sucursal de La Caixa que anuncia con sus logos que dispone de cajero. Es interno, de esos que tienes que entrar dentro y encerrarte para que no venga el Coco malo y la bruja Pirula, te hagan daño y te vacíen la tarjeta hasta su tope diario.

En fin, no me hace mucha gracia porque se hace de noche pronto y entre eso y que el frío deja las calles desiertas me parece más arriesgado. Paso de largo el cajero y dejo la moto en la esquina, no tendría ninguna gracia que además me quedara sin.

Voy caminando hasta el cajero y cuando voy a entrar me doy cuenta que en el interior un indigente se está preparando sus cartones y sus harapos para pasar la noche con el menor frío posible. También lo más escondido posible que hay mucho descerebrado que sufre de aversión a los pobres y le gusta usarlos de tambor. De hecho lo llaman ir a tocar el tambor.

Hago acopio de valor como si entrara en la jaula de los leones del circo sin látigo ni nada y tiro con supuesta decisión de la puerta. En cuanto se cierra huelo a pobre. Es un olor triste, agrio, penetrante, a ropa lavada en el siglo pasado y persona con diversas capas de sudor usadas y resecadas una encima de otra. También huele a tetrabrik de vino barato. Bebido y desbebido con restos en la ropa y sus interioridades. Aliento. Huele a sucio, pero sucio pobre que hasta en eso hay clases. Los ricos huelen a sucio rico.

Cuando saco la cartera como tengo que darle la espalda tengo un ojo en destacamento no sea que haga algo raro y de repente veo sus ojos que me miran. Termino de girar la cabeza y nuestras miradas se cruzan. Me quedo helado y no es por el tiempo, es un pequeño constructor que era vecino mío en Sant Just. Vivía un par de puertas más allá de la mía, tenía mujer e hijos, una furgoneta con el nombre de su empresa grabado con un logo en los costados y en la puerta trasera. No nos conocíamos pero nos saludábamos por la calle si nos cruzábamos. No sé cómo se llama, solo era un vecino de calle de más o menos mí edad, pero de eso hace menos de un año. Es verdad que un día desaparecieron él y familia pero no le di más importancia. Solo una cara conocida. Es evidente que las cosas le han ido mal y vete a saber si la mujer y los hijos se lo han quitado de encima.

Sus ojos me miran directamente, son ojos de perro apaleado, está vencido. No me dice nada pero me reconoce y se da cuenta que yo lo reconozco a él. Ninguno de los dos abre la boca, me doy la vuelta y mientras saco cien euros noto sus ojos en mi espalda. Es algo físico. Él sigue arreglando su nido de cartones y trapos, ni siquiera tiene el carrito robado de un supermercado, que entre pobres también hay clases.

Busco la puerta de la calle y salgo a la noche que solo huele a mierda de la ciudad, la encuentro fantástica. Mientras ando hacia la esquina para poder escapar con mi moto siento vergüenza, pero no de él, de mí, y no porque me haya bloqueado y no le haya dado nada, igual se lo toma mal pero quizás hubiera debido. Siento vergüenza de tener una casa a la que volver, con calefacción y tv para cenar calentito y distraído, vergüenza por como hay vidas tan injustas y más miedo del que quiero reconocer por lo fina que es la línea que hay entre tu camita calentita y el suelo de granilla frío de un cajero automático.

Me voy encogido encima de la moto mitad por el frio mitad de terror.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
6 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Alessia (26/11/2018), angelillo (18/11/2018), JaSex (18/11/2018), Medio Siglo (18/11/2018), Reddington (26/11/2018), Siroco (18/11/2018)
mi-mensajex Perfiles Destacados de Chicas - Publicidad
Antiguo 19/11/2018, 17:15   #144
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

EL CHARCO (ll)


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Aeropuerto José Martí, La Habana. Por una vez tengo prisa en salir de aquí y uso la prebenda de business para salir de los primeros del avión, afortunadamente solo llevo equipaje de mano y me ahorraré la espera interminable delante de la cinta transportadora de maletas y puedo dirigirme a los box para pasar los trámites de pasaporte.

Siempre me han parecido las que usan en los canódromos para la salida de los perros antes de la carrera. Algunas veces se ven a turistas con tantas ganas de lo que tengan ganas que casi babean y solo les falta aullar y ladrar como los perros. Esta vez también es mi caso pero como tengo el box de “varios” que me engloba como técnico extranjero en nada paso los tramites.

Al salir del avión me han olido los perritos para ver si llevo drogas contra revolucionarias, la señorita policía no ha cuestionado mi pasaporte ni mi multivisado y los de aduanas se han limitado a echar un vistazo a mi bolsa de viaje, preguntarme porque llevo tan pocas cosas y conformarse con mi multivisado. Es lo que tiene un viaje solo para ver a la familia, no necesitas llevar cosas como si te fueras de vacaciones largas.

De todas maneras mientras estaba en la fase box he tenido el placer de ver desfilar por el box contiguo, el de diplomáticos y tripulaciones aéreas, a todo el personal del avión de Air France con el que he venido.

Sé que me ha visto no porque la haya pillado mirándome sino porque he pillado a otra azafata que iba hablando con ella mirándome y echándose unas risitas cómplices mientras comentaban la jugada. Traje de invierno, falda de tubo con chaqueta en azul oscuro, pañuelo con los colores del “Drapeau” francés, gorrito, moño que debe ser obligatorio porque lo llevan todas, medias con costura trasera, mmm… y zapatos con tacón no vertiginoso. Será para las varices. Dicho esto estará en el metro setenta y pico, morena y buen cuerpo. Las faldas de tubo es lo que tienen, si tienes un bonito culo lo resaltan, si no lo tienes también.

Las seis y media pasadas, nadie me ha venido a buscar. Me voy directo a la parada de taxis y me subo al primero al lado del conductor, a la cubana para marcar territorio.

.- Compañero, veinte cañas si en quince minutos estamos en 3ª con A en la Puntilla, en Miramar. Soy técnico extranjero y me conozco el camino perfectamente así que písale que me espera una señorita.

En los quince minutos siguientes me arrepiento de haber pronunciado estas palabras y a la vez descubro lo que puede llegar a salir de las tripas de un Lada de esos que parecen y son a la práctica un Fiat 1430.
Después de estar a punto de morir varias veces en el trayecto, con un frenazo innecesario delante de casa llegamos en el tiempo estipulado y me bajo del taxi asesino habiendo pagado la propina prometida además de la carrera. Nunca tan bien dicho. El cabrón se ríe.

Saludo a Rodolfo como se saludan los guapos hombro derecho contra hombro derecho no sea que alguien crea que eres poco hombre, le doy dos besos a Ida que se alegra de verme y me suelta un bofetón cuando le suelto un tercero en los morros y corro escaleras arriba gritando que no voy a cenar en casa. Suelto la bolsa, me quito la ropa poco apropiada y paso por el túnel de lavado. Me pongo unos pantalones más anchos y finos, una camisa más, desde mi punto de vista, caribeña y unos zapatos bonitos pero frescos. Los primeros días siempre tengo problemas con los calcetines. A mi me gusta llevarlos, me siento más cómodo, pero en el caribe son poco prácticos. Me he acostumbrado al pelo muy corto, el clima condiciona, y el polvo de La Habana también. No uso perfumes. Nunca.

Ocho menos cuarto. Escaleras abajo y camino del garaje paso por la cocina para dar instrucciones a Ida que de un repasillo al dormitorio y al baño por si las moscas. Me grita algo, intento responder con un pico como el de antes pero me hace la cobra y me sigue gritando. El Mitsu espera fiel en el garaje con las llaves en un cajón de los muchos que hay. Nunca he sabido porque los americanos querían tantos cajones.

Arranca a la primera expulsando al diablo por el escape con el tirador del aire abierto a tope para ayudar a la primera encendida después de bastantes días y salgo como Batman de su cueva gracias a que Rodo ha oído el todo terreno y ha abierto la puerta de la calle. No estoy cerca del Habana Libre pero por el túnel de 5ª, Paseo, trampa en La Palanca y todo recto a eso de las ocho y cuarto estoy dando las llaves al parqueadol profesioná del Hotel Habana Libre. Miro como se lo lleva al piso inferior y me doy cuenta que aún que a mi me gusta mucho por lo bien que va y el servicio que me da en Cuba sin romperse casi nunca y poder con casi todo no es seguramente el coche soñado por una chica que vive más que probablemente en París. En fin…

Entro como un figurín bajo la mirada escrutadora de los custodios - ¿Por qué serán todos negros? – que comprueban por mi aspecto, que no se cual es, que no soy cubano. Es una idiotez porque en el Bar del Habana Libre siempre hay cubanos, sobretodo cubanas. Me siento en una mesa esperando a la camarera que en otras circunstancias merecería un inicio de conversación y me pido un mojito, cosa de mantenerse ligero, sin angostura. La angostura es al mojito lo que es la aceituna al Dry Martini. La humanidad está dividida en dos. Yo soy de la mitad que me gusta sin y en este bar sé que por defecto es con. Es como… bueno eso.

Me dedico a mirar el personal que vendría a ser el de siempre, no es que sean las mismas personas, es que el conjunto siempre da la sensación de ser el mismo y haciendo las mismas cosas.

A todo eso por las escaleras mecánicas baja Marie France que ya me ha visto, vete a saber el rato que lleva en el piso superior escrutándome, y me saluda con la manita. Camisa ancha azul cielo - ¿de que color es el cielo? – tejanos ajustados y unas tenis ( que pijo ) que le da un aire muy juvenil. Se ha soltado el pelo y lleva pocos oropeles, mejor. Me gustan más al natural. Además según cuando así no te haces daño. Parece que tenga veintitantos vestida así pero me consta que debe tener unos diez más. Para los vuelos intercontinentales tienes que ganártelos con años de vuelos domésticos por Europa. Casi todas las compañías hacen lo mismo y más las de bandera. Además hay concurso de méritos y cosas así.

Me levanto cuando se acerca Marie France y me saluda con dos besos. Bueno…no vamos mal. Otro mojito y conseguimos trabar una conversación fácilmente. Tenemos algunas cosas en común y ella está muy interesada por como es mi vida en Cuba. Descubro que lleva como dos años haciendo el trayecto pero normalmente los llevan al hotel, duermen, toman el sol en la piscina del hotel, duermen la siesta, cenan pronto y a poco más de media tarde ya están en el aeropuerto para hacer el trayecto de vuelta. De hecho ya me había fijado que normalmente la mayoría no llegan a parar nunca motores. El proceso de enfriamiento y volver a empezar de cero es demasiado largo para el tiempo que la nave está en tierra.

.- Bueno, ¿cansada? ¿Qué te apetece hacer?

.- La verdad es que si estoy un poco cansada. Para que salga el vuelo a la hora que sale me nos tenemos que levantar a las cinco y media día si día no pero lo que si tengo es hambre!

.- Pues vamos a cenar!

.- Pero no vayamos a los grandes hoteles por favor… es que j’en ai marre… siempre desayunamos, comemos y cenamos en el hotel o en el avión. Por favor…

Lo dice de una manera que a ver quién es el guapo que le dice que no.

.- Si quieres vamos a un paladar que esté bien, hay uno no muy lejos, en Conil, que se come muy dignamente.

.- Mientras no hayan turistas… y llámame Totón. De Marie, Marión, Totón. En casa todos me llaman así.

.- A ver Totón, turistas, turistas….es que estás en La Habana! Te puedo llevar a repartos, quartiers, que incluso a mi me da cosa bajarme del coche! Ahí no hay turistas pero…

.- ¿Así que tengo que conformarme con los hoteles de siempre? Bufff…

Me lo está poniendo difícil.

.- Oye! Te gusta la pizza?

.- Si claro! Luego se me pone aquí y aquí – y con las manos me señala partes interesantes sin una gota de grasa según los tejanos que yo aprecio con interés – pero claro que me gusta.

Yo ya estoy sacando el celular y llamando a Rodo – mi salvador habitual – y le pido que coja el motol ( motocicleta en cubano ) y se acerque a la pizzería de 30 con 10

.- Espera! Totón! De que te gustan las pizzas?

No es complicada, pide un par de las normales.

.- Rodo, toma nota de lo que te encargo, coge dinero de mi habitación y te vas a comprar eso. Y por favor, por favor, que lleguen enteras.

.- Oka

.- Y pídete tu la que quieras tamaño familiar.

.- Oka

.- Y deja de decir Oka que me pones nervioso, oka?!

.- Oka.

.- Hasta luego Rodo, joder!
Si no te da miedo vamos a cenar a mi casa, encendemos las luces del jardín y verás que se está bien.

.- Que bien! Por fin algo distinto y realmente cubano!

.- Bueno, cubano, cubano… pizza, cerveza holandesa y un acompañante medio catalán medio francés no se, no se…

Se ríe.

.- Si pero el resto es cubano.

.- Eso si!

.- Vamos?

.- Venga!

Salimos al reino del paqueadol y le doy el papelito para que traigan mi “carrito” – estilo anterior a la revolución supongo – y llega el momento temido que Totón vea, y oiga, a mi pequeño Mitsu que también parece ser anterior a la revolución.

.- Que chulo! – dice Totón – es la primera vez que veo uno como este.

No se cómo tomármelo pero nos montamos y por primera vez en mucho tiempo me miro el interior de mi coche con ojo crítico. Realmente parece un vehículo militar pintado azul. La pintura escasea y no siempre se puede escoger.

.- Suena como tu avión!

.- Es divertido! Puedo fumar?

.- Si, claro, pero abre la ventanilla por favor.

Mira las calles de La Habana como si no las hubiera visto nunca y seguramente es justo eso. Me doy cuenta también en mucho tiempo de lo distinto que es todo de Europa. Yo ya no me doy cuenta porque me he acostumbrado pero para el nuevo impacta por ejemplo la diferencia de interpretación que puede tener el concepto “calles iluminadas”. Y eso que vamos por calles céntricas de Vedado. Bajo a Malecón que siempre les gusta y en un túnel y cinco minutos más estamos en casa.

Rodolfo que es más largo que un día sin pan ya ha traído las pizzas y encendido las luces de la planta baja y el jardín piscina incluida.

.- Pero esto es muy bonito! Vives aquí?

.- Si, ya se que es bonito, por eso se hizo la revolución – bromeo a medias – Pero no lo pago yo, me lo paga la empresa para la que trabajo.

Se lo aclaro para que no haya malos entendidos. Nunca se sabe.

.- Dentro o fuera?

.- Fuera, fuera!

Parece una niña pequeña. Realmente lo disfruta. Ponemos la mesa del jardín y las sillas para dos, Rodo desaparece prudentemente, le coloco una cerveza en la mano y voy a por platos, vasos y cubiertos. Servilletas de las buenas. Alguien mañana se quejará de tener que lavarlas. Nos sentamos y a medida que comemos y hablamos nos va saliendo el cansancio y el cambio horario a los dos. Nos relajamos, realmente se está bien. Ella está admirada de la vista de la desembocadura del río Almendrales, justo al otro lado casi todo el Malecón hasta Prado que con sus luces por la noche es una visión mágica que cautiva para toda la vida y la música dulzona del mil ocho como banda sonora.

Casi nos terminamos las pizzas pero el cansancio hace mella y quita el hambre, las cervezas también la quitan. Es una cita muy distinta de lo esperado pero casi lo prefiero. Estoy muy bien, y eso es bueno, porque aún que ahora no lo sé en el futuro se repetirá bastantes veces. Hay un momento que casi sin querer, de una manera natural, me levanto y le tiendo la mano que ella coge, se levanta y bailamos lentos un rato, su pelo huele bien, perfume obviamente francés. Sin segundas intenciones, solo eso, bailamos. Luego vamos al embarcadero a ver el agua del mar como se mezcla con el río, es hipnótico, a veces gana uno y a veces el otro, depende de la marea. Totón fuma un pitillo detrás de otro hasta que se dice como a si misma;

.- No me puedo quedar a dormir, no saben dónde estoy y sería una falta disciplinaria grave.

.- Lo entiendo, además seguramente es mejor así.

.- Podré volver?

.- Haremos una cosa, te doy el teléfono mío y el de la casa, cuando quieras me llamas y vienes. Y si puedes te quedas.

.- Avisando me quedo seguro.

Y me besa. Y besa bien.

Estamos un rato más hablando de nuestras cosas, de cómo nos va la vida, de Cuba, de París… me hace prometer que me quedaré por lo menos una noche la próxima vez que pase por París, que la avise y me dirá si estará o no. Con business no es problema, puedo cambiar el billete sobre la marcha.

Estamos hechos polvo, dejo todo en el jardín para que Idalmis se entere de que ha venido alguien a cenar y le pregunte a Rodo y con el Mitsubishi la llevo a su hotel. No lo parqueo y me limito a bajar y despedirla con un beso, eso si, trato de que sea de los que se recuerdan. En todo caso yo lo recordaré.

Vuelvo a casa y mientras recorro el trayecto casi vacío de carros por la hora estoy contento, ha sido estupendo. Es una mujer muy interesante y además es guapa. Y si no hay nada raro, nos volveremos a ver pronto.
Al llegar a casa me espera Rodolfo durmiendo en su mecedora indestructible y cuando despierta con el sonido del coche me abre.

.- Hola Rodo – le digo alegremente –

.- Tu eres tonto?!

.- Rodo!

.- Te traes a casa una mujer como esta y dejas que se vaya así?

.- Así, como Rodo?

.- Ya me entiendes Simón!

.- Rodo, es un tipo de mujer diferente, es…es…! Es fantástica! Creo que me he enamorado!, y no me mires así, además volverá. Pronto.

.- Ah bueno! Oka!. Pero que no se vaya de vacío la próxima vez. Hablabais raro, ¿es catalana?

.- Noo, es francesa y hablábamos francés. Y no me digas Oka!

.- Oka!
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
4 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Alessia (26/11/2018), Baja_137095 (20/11/2018), Medio Siglo (19/11/2018), Reddington (26/11/2018)
Antiguo 24/11/2018, 16:42   #145
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

UN CAFÉ SOLO


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

El invierno se nos ha tirado encima y de una semana para otra hace un frío que pela. Una de las cosas que me deprime más del invierno son los días que cuando salgo de casa por la mañana es aún de noche y cuando vuelvo ya es de noche otra vez. Algunas veces me paso semanas enteras viendo mi calle a oscuras y mi casa a la luz de las lámparas de pie o de sobremesa, no me gustan las lámparas de techo, me dan sensación de frialdad.

Este año a pesar que se acerca la Navidad las calles me parecen oscuras y las luces que ha puesto el ayuntamiento son tan cochambrosas que aún le dan al ambiente una sensación de más oscuridad. Yo no soy de celebrar este tipo de eventos, no van mucho conmigo pero entiendo que si se decide decorar con luces una ciudad, sea por Navidad o para ver si los extraterrestres se fijan en nosotros vale más hacer las cosas bien.
En fin, dejo el coche en el parking, le compro un par de marranadas al paki de la esquina para tener algo para cenar, y algo para beber, aguanto que se cachondee de mi y me meto en la portería parapetado detrás del cuello del abrigo con la bufanda en primera línea de fuego. En la portería hace más fío que en la calle, o por lo menos es lo que parece.

El ascensor ocupado, y no se mueve. Vale, me ha tocado, escaleras y empezar a dar pedales. Está claro que no estoy en forma, y menos en forma anímica, a la que paso del tercero voy asfixiado y valoro seriamente l posibilidad de hacer un picnic en la alfombra del vecino del tercero y comerme, y beberme, lo que le acabo de comprar al paki de la esquina. Igualmente lo subiré hasta casa pero en vez de en las manos dentro del cuerpo. Lo desecho porque no se me ocurre ninguna explicación razonable que darle al vecino si entra o sale de casa y me pilla de picnic.

En un esfuerzo máximo logro llegar a mi rellano, encontrar la llave adecuada y meterme en casa. Me gustaría tener un termostato pero la dueña del piso se niega a soltar un duro en mejoras, ya hemos tenido algún rifirrafe por otras cosas parecidas. De todas maneras me sobra el abrigo y la bufanda por el puerto de primera categoría que me acabo de marcar. Soy consciente que el piso está helado pero momentáneamente tengo calor. Voy corriendo a cerrar la ventana del comedor que me he dejado abierta esta mañana que parece que todo el frío y humedad, vaya humedad, de la ciudad estén dentro de casa.

Luces, acción. Dejar las cosas en la cocina…a ver la nevera…y noto una sensación rara, como es picor en la nuca, será el frío. Enciendo todos los radiadores eléctricos ya que la propietaria tampoco se arremanga aún que es un piso con gas. Le saldría por tres mil de vellón, pero no quiere. Lo primero que hago cada día es abrir la cama, con el calorcillo de los radiadores va cogiendo un poco de temperatura y luego es más agradable. Cuando todo está en marcha por fin me quito el abrigo y la bufanda y los meto en el ropero del recibidor, los zapatos también. Cuando tengo la puerta del armario abierta tengo otra vez la sensación rara, ahora claramente, pero desde detrás de la puerta del armario. Echo un vistazo rápido y me sonrío de mi mismo, a estas alturas de la vida me va a dar miedo un pasillo a oscuras como cuando era pequeño y me mandaban a la cama. Siempre era un mal trago el pasillo oscuro desde la seguridad del salón iluminado donde estaban mis padres hasta mi dormitorio.

Me preparo la cena, no es gran cosa y la preparación de unos fideos chinos lleva dos minutos, y me instalo en el sofá del IKEA que venía con la casa. Es complicado que un sofá sea frío, pues este lo consigue. Yo lo caliento a él, no al revés. Tengo que tirar de mantita por si me quedo frito mirando la tele. Tengo una sensación rara otra vez pero ahora me ha parecido que había alguien. Tendré que ir al psiqui otra vez que se empiezan cogiendo manías y terminas encerrado en una habitación acolchada. A ver si me está dando demasiada medicación…si debe ser eso, mejor no voy y me la dejo de tomar, total, ya me la estoy tomando de manera irregular. Además, dicen que engancha.

La tv está tan animada como siempre, las mismas series, los mismos documentales...hace más de un año que he decidido no ver ni un telediario. De ninguna cadena. Me tienen con la política hasta los mismísimos. En el bar de abajo estarán viendo un partido de algo pero en invierno da mucho palo bajar a estas horas, además hay que aguantar a los demás y parece que sea una reunión de desechos humanos que no saben dónde ir porque no saben estar solos. Patético. No es mi caso, solo es que no me quiero gastar ciento y pico euros cada mes en ver la tele. Creo me dolerían y tampoco la veo tanto.

Me voy comiendo los fideos chinos con la mecánica que da la práctica mientras zapeo para ver los anuncios. Lo siguiente ya es ver porno en el ordenador, pero no tengo ganas de hacerme una paja.

Ahora me ha parecido ver algo por el rabillo del ojo, no estoy sonado ni borracho! No he bebido nada desde…bueno, desde el menú de la hora de comer. Tampoco es tanto tiempo. Igual debería…
Y de repente la veo! Está sentada en el silloncito que se supone que hace juego con el sofá! Me mira con ojos verdes, azules, marrones y negros, y me sonríe, pero es una sonrisa fría. Pego una salto en el sofá que se van los fideos chinos a la mierda y me pongo de pie sudoroso y mareado.

.- Pero tu quien eres!?

.- Soledad. Soy tu soledad. Llevamos años juntos, no te has dado cuenta?

.- Pero de donde has salido!? Voy a llamar a la policía!

.- Y que les vas a decir? Que te ha venido a ver tu soledad? Te encerraran.

Tengo frío, más que nunca, no lo entiendo, soy un animal en principio racional. Quien o que es está mujer?

.- Ya te lo he dicho, soy tu soledad, oigo todo lo que piensas. Estás tan solo que solo tienes a tu soledad por compañera. Y si, físicamente te resulto familiar es porque soy un compendio de todas las mujeres que han pasado por tu vida, que te han querido y las has dejado escapar, o te has escapado tu porque eres incapaz de afrontar un compromiso. Ha sido difícil componer un físico con todas, han sido muchas, la vida te ha dado muchas oportunidades y las has malogrado todas.
No, el paki no te ha echado nada en los fideos, se lo que estás pensando y esto no es una alucinación. Ahora si quieres podemos seguir viendo anuncios y después me sentaré a los pies de tu cama a ver como duermes. Por cierto, duermes mal. Siempre estás muy inquieto.

Yo ya no se que hacer, esta tía aparece en mi silloncito y me está cantando la caña sobre mi soledad. Hasta hace diez minutos yo estaba tan tranquilo y viene esta a incordiarme. A ver si será una performance que ha organizado la alcaldesa enrollada que tenemos para distraernos?

.- Oye, tu eres una performance de la Colau?

.- No, soy tu soledad.

.- Pues mira, - yo me voy viniendo arriba – para ser un espectro de mi soledad eres bastante cansina. Que más sabes hacer? Es que eso de que eres mi soledad ya me lo has dicho media docena de veces. El tema sexo como lo llevas? Es que para ser el conjunto de mis fracasos la verdad, tienes un aspecto bastante interesante. En vez de mirar como duermo podrías venir a la cama.

.- Simón! Eres insoportable e incorregible! Siempre estamos con lo mismo!

.- Ah! Que cobras? Cuánto cobras?

Se vuelve de colores, grita, muge como una manada de búfalos, echa chispas, la melena rubia se le eriza y se le forma una especie de arco voltaico, las distintas personalidades y sus físicos empiezan a descuadrarse y eso da un poco de mal rollo, se levanta y levitando a un palmo del suelo como haría cualquier espectro que se precie se va a la puerta de la escalera, pega un portazo y desaparece.

Me doy cuenta que estoy tan solo que incluso mi soledad me ha abandonado, pero bueno – pienso alegremente – siempre me quedaran las putas.

Feliz Navidad!
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
4 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Alessia (26/11/2018), Bruna Brazil (24/11/2018), Medio Siglo (24/11/2018), Reddington (26/11/2018)
Antiguo 26/11/2018, 18:10   #146
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

SUICIDIO POR SATURACIÓN


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Cada vez que tengo que ir a Canarias es un rollo porque representa dos semanas seguidas fuera de casa. La primera para hacer base en Sevilla y hacer lo clientes de Andalucía occidental, el Algarve portugués y la zona de Badajoz. Después avión para Canarias, no vale la pena volver a Barcelona si te tienes que pagar tú los gastos. En Canarias saltitos de isla en isla. No a todas, Tenerife, Gran Canaria y Fuerteventura principalmente.

Me da cuatro patadas.

Esta vez me da varias patadas más porque me han colocado a Luca que no se sabe a que viene. Desde Bolonia no hay vuelos a Canarias así que supongo que irá a Madrid y de ahí a Tenerife que es donde hemos quedado. Me ha dicho por teléfono que llegará a Tenerife un par de días o tres antes que yo, que me busque un billete al aeropuerto del Norte que alquilará un coche, yo siempre lo hago, y me vendrá a buscar. No sé que haré con él, las reuniones con los clientes las tengo clavadas y me esperan a mi. No a mi y a un italiano bajito y narigón que cuando era pequeño sus padres en vez de darle la mano lo cogían como un sifón.

Vuelo sin más y Luca que me espera en la terminal. Yo traigo catálogos de novedades y cosas así. Saludos, jiji, jaja mientras vamos al parking y el tío se va directo a un Porsche Carrera 4S descapotable que además está descapotado.

.- Luca! Te has vuelto loco?!

.- Si – contesta tan tranquilo.

.- Como voy a ver a los clientes con eso? Y cuanto te cuesta el alquiler?!

.- A mi nada, paga fábrica. Lo he alquilado con una Visa de empresa. Tú también tienes.

.- Coño si! Pero no son para alquilarse eso! Espero que solo lo hayas alquilado!

.- Si hombre, tranquilo.

.- Ya, pero… - y no puedo decir nada más porque el rugido del bicho este descapotado no me deja oir ni mi propia voz, en la autopista soy consciente que nos han pillado varios radar a más de 250 km/h.
Cuando eso se calla estamos entrando en unos jardines a los que no hago caso porque le estoy gritando a Luca que está como una puta cabra, que pagaremos un dineral en multas y que tendrá suerte si no lo meten en la cárcel.

.- No te preocupes, el alquiler está a nombre de la empresa, ya pagarán ellos.

.- Y te lo descontarán de las comisiones, no de las mías que vengo a ver a MIS clientes. No esperes que comparta comisiones contigo. Aclaremos las cosas de entrada.

.- Me da igual. Tampoco iré a ver a nadie. Irás tu. – dice tan ancho –

Me empieza a preocupar que no se haya tomado algo, no es su estilo, pero nunca se sabe. Estoy pensando en alquilar para mi el cochecillo cutre de siempre para trabajar. Definitivamente no me puedo ir a regatear ni cantidades ni precios ni plazos ni nada con un Porsche descapotable. Creo que el color es “champagne”. Perdería la partida con todos los clientes solo entrar por la puerta.

.- Vamos? – dice Luca –

Y me doy cuenta que estamos en el Hotel Botánico, en La Laguna, al lado del Jardín Botánico.

.- Luca, te has vuelto definitivamente loco, un 5*GL, en Immola nos van a matar!

.- Tranquilo Simón, está pagado con MI tarjeta de crédito de la fábrica. No con la tuya.

.- Hostias Luca! Pero saben que estoy contigo, o tu conmigo!. No me puedo callar esto!

.- Haz lo que te parezca que tienes que hacer pero primero te relajas un poco. Te he dicho que tenemos invitados?

.- Tenemos?! Yo no tengo nada!

.- Venga vamos. – Y pasa de largo recepción, los ascensores y se va a uno que está apartado al fondo, saca una llave, la introduce ( la llave ) en una ranura y se abre el ascensor como la cueva de Ali Baba. Entramos, yo con mis catálogos de novedades, y le da a la llave otra vez.

.- Y eso?!

.- Es nuestro ascensor privado.

Deseo fervientemente que aún esté en el avión y esté teniendo una pesadilla. Seguro que me ha sentado mal la tostada con “manteca colorá” que me he tomado para desayunar. Enseguida me despertaré. Pero no, no me despierto porque ya lo estoy.
Llegamos al último piso y la puerta se abre con silencio de calidad directamente a un lujo fuera de lugar con lo que se supone que estamos haciendo.

.- Es la suite Rey Juan Carlos I, la más bonita y cara del hotel más caro.

Yo sudo.

.- Tenemos habitaciones para los dos con baños en cada habitación, un salón, un comedor y un sala de juntas para hacer reuniones.

.- Reuniones con quien me cago en todo lo que se menea Luca!

.- Ah, y también hay una piscina yacuzzy interior para seis ocho personas, y otra en la terraza para ocho personas más. Las dos climatizadas. La terraza tiene 400 m2 y es de un bonito cotto de…

.- Pero tío…! Estás fumao!

Y él como si no me oyera, y eso que sé que estoy hablando a gritos.

Oigo gritos por encima de mis gritos.

.- Quien hay Luca?

.- Ya te he dicho que tenemos invitados.

Se saca la camisa, los pantalones, los bóxer, tira los zapatos por ahí y abre unas puertas correderas que parecen muy macizas. Hay un gran yacuzzy que parece una piscina pequeña con seis tías como Dios las trajo al mundo que están por lo menos tan macizas como las puertas de madera macizas. Alrededor de la piscina yacuzzy hay botellas vacías o medio vacías de Dom Pérignon.

Luca, con su pinta de espermatozoide poco logrado se mete tranquilamente en el agua, reparte besos y se acomoda sobando todo lo que quiere sobar.

.- Ven Simón! Se está calentito! Y estás amigas son de lo mejor que se puede encontrar en toda la isla. Mira, está, que ni me acuerdo como se llama ha venido expreso de otra isla. Es de agencia, sabes?
Soy consciente de que estoy haciendo el papel de la triste figura pero no me veo metiéndome en el yacuzzy con seis putas de lujo y sobretodo con Luca que ya está trempado.

.- Oye – dice Luca – donde están las demás?

.- Están fuera tomando el sol – responde entre risas estupefacientes una morena de tetas bamboleantes por uno de los surtidores de agua.

.- Las demás?! Luca!

.- Solo son dos más Simón, tranquilo. Que más da seis que ocho.

.- O que ochenta no te jode?! – le grito yo fuera de mi y rojo como un tomate por el cabreo y porque soy el único que está vestido.

Luca le dice a una rubia - .- Oye, como te llames, vete a llamar a las que faltan, estaremos un poco apretaditos pero así Simón os conocerá a todas y a lo mejor se anima. –

.- Venga Simón! No seas coñazo! Quieres un poco de Belúga?

A todo eso ha vuelto la rubia con dos chicas más que reconozco muy potentes todas.

.- Mira Luca, el coche, el hotel, ocho tías, perdón chicas, que todas son putas de lujo, Dom Pérignon, caviar Belúga… o me dices que pasa o me voy.

.- No pasa nada, haz lo que quieras. Si quieres el Porsche ahí encima están las llaves, ya alquilaré otro. O quizás un Ferrari descapotable. Como aquel de Magnum, te acuerdas? Que hago chicas?

.- ( a coro ) una limusina, una limusina!. Así cabremos todas!

Lo van a desplumar.

.- Luca, yo me voy, cuando esté en el hotel de siempre te llamo si quieres y te digo, el Porsche no lo quiero y no quiero saber nada de todo esto.

.- Oooohhh! – gritan las chicas que veían otro a pelar – no te vayas, no te vayas!

Recojo mi bolsa y mi maletita de trabajo y aprovecho un taxi que suelta pasaje para que me lleve a mi hotel. Es el adecuado para lo que voy. Llamo a Luca y se me pone alguna de “sus” chicas y me informa que Luca no se puede poner.

.- Que hago? – digo en voz alta sentado en la cama – llamo?

Decido que si y llamo a Tiziano a Immola.

.- Hola Tizi! Te llamo porque…

.- No hace falta que me digas nada Simón. Ya está denunciado. No le podemos bloquear las tarjetas porque ha hecho los pagos por adelantado y ya están excedidas, además de disposiciones de efectivo de las cuentas de empresa desde fábrica antes de salir el avión. Ha falsificado firmas. Nos alegramos de que hayas tenido cabeza y no te hayas dejado arrastrar.

Este “nos” vale por todo un discurso porque quiere decir que está hablando en nombre de la empresa además de director comercial mundial y de amigo mí. Quiere decir que el consejero delegado está enterado y el presidente también así como todo el consejo de administración.

.- A ver Simón, cuéntame que narices está haciendo Luca con las docenas de miles de euros que lleva gastados.
Y yo le cuento lo que he visto. Se lo cuento en castellano porque Tizi lo habla muy bien, mejor que yo italiano.

.- Porca Madonna! – suelta Tiziano con un taco que es muy feo – se ha vuelto loco!

.- Y que haréis Tiziano? Ya se que no es cosa mía pero está pasando en mi territorio y me gustaría saberlo.

.- Los abogados de la empresa lo están estudiando, ya veremos cómo termina.

.- Bueno Tiziano, yo tengo citas clavadas con la clientela y me dedicaré a mi trabajo, como siempre.

.- Eso, tu olvídate de Luca que antes o después volverá.

Hago mi semana, en Canarias de isla en isla y vuelvo con vuelo directo a Barcelona. Tengo la tentación de pasar por el Hotel Botánico para ver si Luca sigue ahí pero me contengo y me voy.
A los pocos días recibo dos llamadas, una de Tiziano que me cuenta que cuando llegó Luca los abogados de presa de la multinacional lo esperaban con un documento para que firmase despidiéndose él y renunciando a cualquier compensación económica o acudir a los tribunales para nada. Entregó, las tarjetas firmó todo lo que le pusieron por delante y fue acompañado por los de seguridad hasta la calle.

Tiziano como buen ejecutivo, cierra el tema y me informa que vendrá a Barcelona en quince días y que ya quedaremos para comer.

La otra llamada es al cabo de unos pocos días. Es Luca que me llama desde Valencia, por lo que se ve ha encontrado trabajo para una fábrica española y lo mandan al mercado brasileño con la condición de vivir en Brasilia y desplazarse en avión para las gestiones a las grandes ciudades de la costa. No lo envidio.

.- Como estás Simón?

.- Mejor que tu que has perdido toda la tornillería de la cabeza!

.- No hombre no, estaba hasta las narices de aquel trabajo, de la exigencia y de todo. Se me cruzaron los cables!

.- Pues bien cruzados…y si hubieras ido a la cárcel que? Eh, eh…

.- Pero no he ido, y si hubiera ido igual hubiera valido la pena! Tonto tu que te podías haber quedado!

.- Si y ahora estaría haciendo las maletas para Brasilia!

.- Bueno, es la capital, no puede ser tan malo!

.- Tu no has estado verdad?

.- No, y que?

.- Nada, nada Luca, ya me mandarás algún correo o me llamas y me dices que tal.

Los meses pasan volando y a los siete u ocho meses recibo un correo electrónico de Luca desde Brasilia que dice:

CABRÓN

Pd Es real como la vida misma.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
2 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Alessia (26/11/2018), Medio Siglo (26/11/2018)
Habitaciones Les Corts
Pamela Puin
Antiguo 01/12/2018, 18:42   #147
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

EL CHARCO (lll)


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

En las semanas siguientes, como prometido, Totón pasaba 24 horas en La Habana por lo menos un par de veces por semana. En mi casa más o menos la mitad, esto sería un día y medio más o menos. Incluía una noche seguro y algunas semanas dos, decía que no quería abusar porque lo hacía con permiso de su comandante.

En cualquier caso estaba muy bien, estábamos juntos bastante tiempo de día y de noche desarrollándose una relación que fue más allá de un simple rollete. No podía ir a buscarla al aeropuerto porque tenía que llegar al hotel toda la tripulación por temas burocráticos y porque si. Me llamaba por teléfono desde París antes de salir y yo ya sabía a que hora debía pasar a recogerla. Con el paso de las semanas se aprendió la dirección de mi casa y cogía un taxi alguna vez para sorprenderme. No sé si para controlarme.

Las mujeres son mujeres sean cubanas o francesas y estoy seguro de que no le había pasado desapercibida la cara de mala leche de Idalmis. Una cosa es que ella se hiciera la estrecha, otra muy diferente que yo trajera a la misma mujer europea un par de noches por semana. Y además ya se había enterado que era azafata de Air France. Eso la cabreaba un poco más supongo que por la mística que llevan la gente que se dedica a cosas aéreas.
De hecho las dos me habían preguntado casi lo mismo. Básicamente que tenía con la otra. El Atlántico de por medio crea dudas, más que un gran chanco es un pantanal.

Yo me aprovechaba descaradamente de la situación con Ida a ver si desbloqueábamos temas de una maldita vez y con Totón que nada importante. Era una confrontación silenciosa que a mi me convenía pero con cuidado que Totón no se cabrease porque podía perderla de un día para otro.

Incluso coincidiendo con mi cumpleaños y aprovechando que Totón iba a estar en La Habana monté una barbacoa para almorzar en el jardín de casa. Mi cumpleaños es en abril así que en Cuba hace un calor considerable.
Invité a amigos blancos y negros, para que por una vez se mezclaran un poquito, a Rodolfo y su “amigo”, a María Julia que era la dueña de la casa a sus tres hijos y parejas, a algunos de los de la partida de mus del Cohiba, alguno de la colonia española que estaban igual que yo trabajando en la isla, a las compañeras de tripulación de Air France de Totón y claro, a Idalmis con Marino y sus hijas mayores.

Como la casa había estado diseñada y construida por norteamericanos en uno de los costados del jardín, a medio camino de embarcadero sin barco había una estupenda barbacoa de piedra picada. A Marino le compré un par de cerditos ( chanchetes ) de los que tenía escondidos en el tejado de su casa, todo el ganado es propiedad del gobierno y está penado la tenencia o matarlo, no así comérselo si ya lo has encontrado muerto. Lo que hacen los cubanos, si hay alguien aprensivo en la sala lo siento, es atar las vacas, las reses, a la vía del tren y una vez h pasado el tren “encuentran la vaca muerta y ya parcialmente despiezada.

También llamé a un negro que trabajaba en la embajada de Burkina Faso y le di unos cuantos dólares para que trajera de donde fuera, no lo quiero saber, un par de sacos de langostitas de unos 400g. que en Europa están prohibidas pero en Cuba si no te pillan no. Eso si, todas vivas o no cobran. Te aseguras que están frescas. La barbacoa de langosta es estupenda. Algo de ensalada, bebida a mansalva y música cubana escogida por Rodolfo que estaba más feliz que unas pascuas.

Aún que estuviera Marino cuando han desembarcado de varios taxis casi toda la tripulación del vuelo París / La Habana excepto el Comandante y su segundo a Ida de poco le da un telele. Me ha mirado con todo el odio capaz de expresar con sus bonitos ojos verdosos. Me he sentido bien y he pensado que ya se le pasaría en un sentido o en otro. Ha sido tan evidente que incluso su marido se ha dado cuenta y le ha preguntado cómo se encontraba.

La visión de todo de francesas y franceses entrando alegremente en el jardín y a los diez minutos casi todos en la piscina – les había dicho que si querían traerse los bañadores – ha revolucionado al personal de todos los colores. Como más contenta y a gusto se sentía Totón más se ponía de todos los colores Ida. Estupendo. Para terminar de ayudar Marino con su sutileza habitual no quitaba ojo a las francesas en remojo que de poco se nos quema la carne.

Ha sido una tarde estupenda y la gente a medida que se hace de noche se van retirando a sus casas y hotel. Los mosquitos a veces son más efectivos que los dálmatas. Juraría que alguno de la tripulación ha quedado con la hija mayor de Marino. Mola un montón y m reiré mucho.

Me voy quedando a solas con Totón que me abraza haciéndome sentir sus bonitos pechos contra mi cuerpo como aperitivo de los que nos espera. Es una sensación de plenitud que me hace recordar cuantas cosas me faltan en Cuba. Tengo otras, pero las hay que hacía mucho tiempo que no.

Durante una temporada seguimos así, estamos cada vez más cerca pero a la vez más de media semana cada uno en un continente distinto. En cierto sentido no está mal, luego se cogen las cosas con más ganas.

En cuanto a Ida pasa por diversas fases, primero de cabreo infinito mal disimulado, luego por un periodo de aceptación y finalmente por el de hacerme unas carantoñas que no había hecho antes.

Un día, por la mañana muy temprano, desde la cama huelo el café que prepara Ida cada mañana y que sube por el hueco de la escalera. O está muy oscuro o es muy pronto, abro un ojo y veo que apenas son las seis de la mañana. Sigo durmiendo. Hay alguien en la habitación y oigo la puerta que se cierra. Abro los dos ojos y veo a Idalmis que acaba de cerrar la puerta que me mira, me mira fijo. Se acerca la cama mientras se saca la ropa, está realmente buena, y se queda un momento de pie mirándome aún fijamente con su sexo a dos palmos de mi cara.
La miro, le tiendo la mano y con la otra aparto las sabanas para que se pueda meter conmigo. Es un sexo sin palabras, duro, sexo, violento, con jadeos, hacemos todo lo que se hacer y alguna cosa más que me enseña sobre la marcha. Terminamos con media docena de orgasmos entre los dos. Estamos en ese momento justo después del último orgasmo sin fuerzas para nada. Ella se pone encima de mí, me mira a un palmo de la cara y me da un beso infinito de los mejores que me han dado en mi vida.
De repente se levanta de la cama, se viste rápidamente y antes de abrir la puerta de la habitación me mira como una pantera y, con una voz que nunca le había oído dice:

.- Echala.

Abre la puerta y se va. Me quedo en estado catatónico mirando el techo. Pasa el tiempo y me levanto me ducho, hago mis abluciones, me pongo ropa limpia aún que Totón no tenga que venir y bajo a desayunar. Lo tengo preparado encima de la mesa. Me voy directo a la cocina porque creo que tengo que decir algo pero no me da la oportunidad. Habla a gritos con Rodolfo, luego a gritos con María Julia y desaparece cada vez que intento hablar.

Me doy por enterado y me voy a desayunar, precisamente esta mañana tengo que ir a la zona franca a entregar una documentación para desbloquear unos container y después de comer a tomar café con el subsecretario que tiene muchos hijos y que pide mordidas para firmar lo que necesitas.

Cuando vuelvo de todo esto después de comer me voy casi directamente al jardín, a la mesa de hierro redonda con las sillas a juego que tengo debajo de un árbol grande y frondoso que da buena sombra. Necesito pensar.

A los dos o tres días cuando llama Totón para decirme que viene le suelto que he estado pensando mucho, eso siempre es malo porque es una introducción a algo más, que todo se ha descontrolado, que está yendo demasiado lejos, que no lleva a ninguna parte, intento la técnica de darle la vuelta las cosa diciéndole que cualquier día le cambian el vuelo a cualquier otro lugar del mundo y no nos veremos nunca más, o que puede hacer las paces con su petit-ami y que entonces yo me quedaré con un palmo de narices…digo todo lo que se me ocurre. Me siento como un cerdo.

.- Elle a gagné.

Me coge a contrapié y no sé que contestar. No pensaba que fuera tan evidente.

Me dice que aún que pueda pedir un traslado que tardaría meses a años no le da la gana. Que a partir de ahora me quede en business para no tener que verme. Que las azafatas de business son muy profesionales y me atenderán como siempre.

Yo pienso que me escupirán dentro de los vasos y que se pasaran mi comida por el culo.

Colgamos.

Me voy a la cocina y no hay nadie, por la casa tampoco, solo Rodolfo en la entrada, voy a lo que yo llamo sala de máquinas que es una zona tierra de nadie donde hay dos lavadoras enormes, los plafones para tapar las ventanas cuando los ciclones y ahí está haciendo algo. La cojo por el brazo, le doy la vuelta y la beso violentamente agarrándola por la mano y la cintura.

.- Ya está.

Ella no contesta nada pero me besa con la dulzura con que solo puede besar una cubana criada rodeada de caña de azúcar.

Desde hoy las cosas van a ser muy diferentes. Creo...
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
4 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Alessia (07/12/2018), Baja_137095 (02/12/2018), Medio Siglo (01/12/2018), Siroco (01/12/2018)
mas-fotos Otras fotos de este hilo
Organizadores del Foro
Otras fotos de este hilo expand-down- collapse-up- Ver todas
Imágenes Adjuntas
__thumb __thumb __thumb __thumb __thumb __thumb __thumb
Antiguo 06/12/2018, 16:37   #148
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

MODERNOS


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

.- Pero Simón! Que te pasa?!

.- Nha…

.- Como que nha?! Parece que hayas visto un muerto!

.- Hombre tanto como eso… pero algo de mortuorio si que tiene.

.- Venga! Vamos a buscar un bar y me lo cuentas que hace frío!

.- Pero si no…

.- Que si! Mira ahí hay uno, y con tapas!

.- Camarero, una agua con gas…

.- Camarero, ni caso, dos cañas! Y dos o tres tapas que estén buenas que es una emergencia!

.- Pero Pepe, si yo no…

.-A ver cuenta! Venga!

.- Pues es la Encarna.

.- Que le pasa a tu mujer?!

.- Pues que se ha enamorado y me he ido de casa.

.- No entiendo nada! De quien se ha enamorado y porque te has ido tu de casa?!

.- Bueno, lo de la casa es por los niños… el juez le da el usufructo porque se ha quedado con los niños. Si a mi no me parece mal, entiendo lo de los niños pero no porque se los tenía que quedar ella.

.- Coño Simón, algo le habrás hecho!

.- Si, hablarle de tríos, y al final…

.- Claro! Ya lo entiendo, tanta modernidad tanta modernidad y se te ha ido con otro tío! Y encima tu se los buscabas joven y guapos, cuando nosotros ya…

.- Que no cony, que se ha ido con una tía! Y además está buena! Y no te rías cabrón!

.- Perdona! Pero es que me orino vivo! El gran Simón chuleado por otra tía! Que moderno!

.- Venga, que estoy jodido…

.- Bueno, lo siento, te doy el pésame… coño no me pegues!

.- Pues basta de cachondeo.

.- Y que dicen los niños?

.- Pues que la amiga “especial” de mamá tiene unos hijos muy simpáticos! Joder!

.- Eso te hace una especie de padrastro? Que no me pegues!

.- No. Lo que me hace es gilipollas. Me ha pedido el divorcio porque se quieren casar. Ahora ya es demasiado moderno para mi!

.- Pues acuérdate que fuiste tu que…

.- Si ya lo se, pero no se me había ocurrido algo así. Si lo se intento ligármela primero.

.- Y se van a vivir juntas? O ya lo han hecho? En tu… su casa?

.- Que va! La Encarna ahora dice que quiere ejercer la maternidad responsable. Como si antes no lo fuera. Se van a casar pero cada una seguirá viviendo en su casa. Una relación abierta dicen!

.- Bueno, es lo que decías tu para convencerla… que no me tires las bravas joder, que manchan!

.- Bueno, ya lo sabes, me voy que he quedado.

.- Joder tío! Como te recuperas!

.- Que va! He quedado con Luis…

.- Y quien es Luis?

.- Es el exmarido de la mujer de mi mujer.

.- Me empieza a doler la cabeza!

.- Es que como también se ha quedado sin piso vamos a ver si nos alquilamos algo juntos, que yo le tengo que pasar pasta a la Encarna y Luis está igual con Isabel y sus hijos.

.- Y Isabel es…?

.- La ex de Luis.

.-La conoces? Digo así bíblicamente.

.- Pues la verdad es que si, además de tríos con Luis habíamos hecho alguno con ella y alguna vez los cuatro todos contra todos. Entiendo que le guste a la Encarna, hace unas… bueno mejor no te lo cuento.

.- Que cabrón! Cuenta!

.- No!

.- Así que te vas a vivir con un tío al que ya le has meneao la chorra, no?

.- Bueno, si lo miras así, si.

.- Pues como te lo quieres mirar?! Y las largas noches de invierno?

.- No digas tonterías!

.- Por que no? Si la Encarna duerme calentita tu…

.- Visto así, yo que se! Que sea lo que Dios quiera!

.- No, si los tríos y los cuartetos los acabareis haciendo con Dios!

.- O con la Encarna y su pareja! Mira! No es mala idea!

.- Estas como un cencerro. Eso si, en celo.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
4 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Alessia (07/12/2018), JaSex (06/12/2018), Medio Siglo (06/12/2018), Siroco (06/12/2018)
Antiguo 09/12/2018, 18:08   #149
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

REYES VAGOS


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Era la noche de Reyes, los capullos de mis cuñados se acababan de excusar por teléfono para la mañana siguiente. Todos los años se ponían un disfraz, uno se pintaba la cara y pasaban por casa a primera hora de la mañana para entregar los regalos a los niños, pero este año por lo que se veía no podían. Se iban a esquiar esta misma noche con sus novias y esposas.

Cada año cogíamos unas cuantas cajas de zapatos vacías para hacer bulto y las mezclábamos con las de los regalitos de verdad. Marcábamos las buenas con etiquetas de los nombres de cada niño, lo metíamos todo en un saco muy aparente de color rojo y montábamos el paripé.

A los niños les hacía mucha ilusión, les hacíamos creer que pillábamos a los Reyes Magos en el momento de dejar los regalos en la sala de estar. Parecía imposible pero de un año para el otro colaba la trola. Y si no colaba los niños hacían ver que colaba y todos contentos. Era cosa de echarle mucha salsa porque había partes del atrezzo que obviamente no podíamos solucionar. Por ejemplo el tema de los camellos. Habíamos sopesado hacer pasar a un cuñado mío muy feo por un camello pero se había negado en rotundo alegando no sé que de su dignidad, incluso argumentar que los Reyes habían dejado los camellos en zona verde y se los había llevado la grúa por no ser residentes en el barrio pero pensamos que eso si que no colaría con los chavales. Al fin y al cabo los Reyes eran magos y podían sacarse un ticket de aparcamiento sin llevar dinero encima.

Este año parecía que las estrellas se habían alineado para que todo saliera mal, el tren eléctrico del niño no estaba en el modelo que quería, el que salía en la tv naturalmente, son unos cabrones, y la ametralladora que disparaba bolitas rojas que quería la niña, que es una niña igualitaria y empoderada, para cargarse Barbies solo disparaba bolitas amarillas lo cual era una tragedia porque se ve que no matan igual.

Para escapar de las broncas y lloros de mi mujer que me estaba diciendo aquello de; - ya me decía mi madre que no me casara contigo que eres un fracasado! Mal hombre, que eres un mal hombre! – me salí a la calle a fumarme un cigarro, en realidad no fumo, pero una madrugada es una madrugada. En medio del frío polar y la humedad de mi querida Barcelona se me ocurrió una idea brillante, cogí el Audi Q7 que nos habíamos auto regalado el año pasado y me baje al Moll de la Fusta donde estaba seguro que encontraría unos cuantos Reyes.
Y efectivamente, había un montón de negros preparando sus mantas con las cuerdecitas para salir escapados si la policía iba a por ellos. Busqué a tres que más o menos dieran el físico y les ofrecí 50 euros a cada uno para que se disfrazaran de Reyes Magos, venir con mi coche hasta casa y hacer el numerito. Se negaron alegando que los tres eran negros y que no iba a colar, que los niños se darían cuenta y les subí a setenta y cinco euros pero entonces argumentaron que los tres eran buenos musulmanes y que no creían que estuviera bien que practicaran costumbres paganas. Subí a cien por barba y aceptaron.

Tuve la mala idea de recordarles que si eran tan buenos musulmanes se acordaran de dar el dos por ciento de sus ganancias como limosna a los pobres tal como había escrito el profeta Mohamed. El trabajo fue mío porque se cabrearon y se querían bajar del coche en marcha, y entre que los necesitaba, la hora que era y que tenía prisa subía a toda mecha con el Q7 por las Ramblas. Tuve que añadir incentivos, a mi no me traían nada pero me había levantado creativo, sería el madrugón.

Paré el coche con dos ruedas encima la acera y rezando para que no viniera un autobús cruce a la carrera al carril de bajada otra vez, llevándome las llaves del coche por si las moscas, claro. Los tres subsaharianos se quedaron mirándose entre ellos. Me fui a por las putas nigerianas que en cuanto les dije buenos días me pidieron veinticinco euros, y cuando dije que quería tres me insultaron y luego me pidieron el doble. Les dije que les daría el doble si accedían a subir al coche con los tres negros y disfrazarse de pajes, cien euros para cada una con la condición que cuando hubieran terminado en mi casa les hicieran un servicio o lo que fuera a ellos.

Hablaron un idioma desconocido para mí y tras conferenciar termino por parecerles bien. Cruzamos las Ramblas a la carrera y subimos hasta mi casa en Sant Gervasi. El viaje fue de todo menos tranquilo, tuvieron tiempo de hablar, de meterse mano, de pelearse y de hacerse amigos otra vez.

En el parking donde dejo el coche les hice esperar y subí furtivamente a casa a buscar los disfraces y los sacos con las cajas. Mientras se cambiaban les explique la mecánica de las cajas con marcas para saber que caja era de quien y cuales eran de pega. Eran jóvenes y listos y lo pillaron todo a la primera. Una vez todos disfrazados subimos a casa y cuando ya estábamos en posición hicimos ruido para que los niños supieran que los Reyes habían llegado.

Efectivamente a los pocos segundos entraron en tromba a ver a los Reyes y, naturalmente, a buscar sus regalos. Mi mujer estaba detrás de los niños mirando fijamente a tres tíos negros con unas barbas blancas que les quedaban como el culo y a tres negras con los labios pintados y mucha sombra de ojos cargando con los sacos. Los niños parecían no darse cuenta de que por lo menos en dos Reyes el color fallaba y que los pajes tenían debajo de la ropa unas tetas considerables. Mi mujer hacía cara de que mañana nos vamos a divorciar y te vas a enterar.
Bueno, mañana es mañana.

Terminada la función volvimos al parking, se cambiaron otra vez enseñándome las tetas y algo más mucho más allá de lo necesario, me vacilaban claramente, y se fueron de mi vida tal como habían llegado.
Subiendo a casa oí gritos y pensé en los regalos equivocados pero el que estaba equivocado era yo, los niños estaban entusiasmados con el tren que salía en el anuncio y la ametralladora que disparaba bolitas rojas para matar a las Barbies bien muertas.

Era imposible. Tanto mi mujer como yo sabíamos perfectamente lo que habíamos comprado, habíamos ido a no sé cuántas tiendas para encontrar los modelos correctos pero sin suerte.

.- Simón, de donde los has sacado?

.- No has sido tu?

.- No!

.- Pues ni puta idea!

.- Simón habla bien delante de los niños y si puede ser cuando venga mi madre también!

.- Hostia!

.- Joder!

.- Voy a buscarlos!

Cojo el coche y salgo disparado Balmes abajo suponiendo que me llevan mucha delantera si han pillado el metro. También pienso en las delanteras negras y que igual se han entretenido un poco entre una cosa y la otra.

Doy vueltas por el Moll de la Fusta y las Ramblas zona de nigerianas un montón de veces pero sin suerte. La verdad es que no me los he mirado mucho y ahora todos me parecen iguales. Aparco, mal, el coche y pregunto a compañeros suyos tratando de encontrarlos pero nadie sabe nada. Nadie parece conocerlos. En cuanto a las chicas de las Ramblas cada vez que intento preguntar algo me sueltan – veinticinco euros – así que lo dejo.

Puedo llegar a conclusiones pero son tan descabelladas que creo que con el frío que hace me cogerá fiebre.

La idea general es que los Reyes Magos se han visto obligados por las circunstancias a emigrar a Europa y no les ha quedado más remedio que dedicarse a vender artículos falsificados durante el resto del año para poder sobrevivir sin papeles y aún que sean milagrosos sin papeles no tienen acceso a un trabajo digno ni dignamente remunerado, ni a vivienda de alquiler ni a prácticamente nada. En cuanto a los pajes se han visto obligados a transmutar en chicas y dedicarse a la prostitución para poder sobrevivir.

Los camellos, bueno, había tantos en la zona que después de elevar quejas al ayuntamiento a través de la asociación de vecinos, sin respuesta coherente habían terminado por morir de inanición.

Pero esto es imposible, ¿o no?
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.

Última edición por Simon; 09/12/2018 a las 20:34.
Aviso a Organizadores   Citar
4 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Alessia (16/12/2018), JaSex (09/12/2018), Kattoy Oriental (16/12/2018), Medio Siglo (09/12/2018)
mi-mensajex Perfiles Destacados de Chicas - Publicidad
Antiguo 11/12/2018, 19:37   #150
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

DERECHO A DECIDIR (I)


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Creía que sería más cómodo y está resultado angosto, oscuro, no huele muy bien y el ruido monótono e incesante del tren que en un principio incluso me ha parecido confortable se vuelve cada vez más pesado precisamente por la monotonía. Tampoco es que esperara que hubiera catering y espectáculo pero lo cierto es que me aburro.

El viaje de ida en realidad empezó con varios viajes anteriores, todos ellos en general más placenteros que el de ida propiamente. Cada vez que salía de casa debía besar y despedirme de aquella mujer poco agraciada en todas las características que adornaban su figura y su escasa inteligencia. Me habían casado con ella para fusionar nuestras familias y así de una tacada también las empresas familiares. Mi hermano se casó con la hermana de ella. A mi no me tocaba, porque soy el tercero de mis hermanos pero mi hermano mayor murió de una neumonía y mis padres de acuerdo con los padres de ella tiraron de banquillo y me tocó a mi. Al final eran negocios, daba igual uno que otro. A mi no me daba igual, me vi obligado a tener tres crías con aquella mujer que veía el sexo como una obligación empresarial. El certificado de la fusión.

Hicieron falta tres intentos para obtener un varón y poder dejar de revolcarse con aquel engendro definitivamente. Eran crías repulsivas, las dos mayores como muñecas rusas salidas a su madre en físico e inteligencia y el pequeño… bueno, era el pequeño. Vivía en un mundo de harpías. La vida era difícil y desagradable, no tenía el más mínimo refinamiento propio del año 1888 que no era poco. Se había empeñado en contratar una cocinera de su confianza que su plato estrella era una sopa que nunca quise saber de que estaba hecha. Yo la llamaba “sopa tibia de albóndigas enanas con telarañas cuajadas”. Huelga decir que no lo podía decir en voz alta si no quería tener caras largas una semana seguida.

Afortunadamente para mi soy ingeniero industrial, y bastante bueno, pronto fui el encargado de controlar la compra de toda la maquinaria que hacía falta para la fabricación de nuestro producto. Con las dos familias juntas éramos la primera empresa nacional y habíamos dejado de hacernos la competencia. Los viajes son largos, tren hasta Portbou y allí, después de una cantidad de papeleo innecesario cambio de tren para el ancho de vía europeo. Un bonito tren azul con el techo exterior blanco y confortables compartimentos de primera clase en madera y servicio personalizado hacían el viaje hasta París una experiencia muy agradable, de dos días, eso si, pero daba igual porque el restaurante del primera clase estaba a la altura de los mejores restaurantes de París o Londres, destino final de los viajes, y porque todo el tiempo que estuviera fuera era tiempo que no tenía que convivir con el circo ambulante que me había tocado como familia.

Normalmente conmigo viene un técnico escogido por mi para estudiar la parte mecánica de la maquinaria. En España no se fabrican este tipo de máquinas y las mejores son inglesas o alemanas. Prefiero las inglesas porque las fabricas están a las afueras de Londres y a día de hoy es la capital del mundo. Hay todo lo que un hombre pueda desear.

Es necesario hacer escala en París para cambiar e tren pero además con el tiempo he cogido la costumbre de quedarme dos o tres semanas en un bonito hotel de París para disfrutar de los placeres que puede ofrecer la ciudad de la luz, que son muchos. Cada vez cambio de hotel, así que soy ilocalizable aún que mi lamentable esposa descubriera la invención del teléfono. Esta vez toca el Geoge V. Joseph, que así se llama el técnico en mecánica que me acompaña entre que nos hemos ido haciendo amigos y que lo he acostumbrado a la buena vida me ríe todas las gracias y se aprovecha de mi. Tenemos una relación como si fuéramos un liquen. Naturalmente me tiene que llamar Don Simón.
Una vez instalados en el hotel dedicamos un par de días a cogerle el pulso a la ciudad y a olvidar definitivamente lo gris y sucia que es la ciudad de Barcelona. Y más desde que se puso hace veinte años en marcha el loco y desagradable plan de un tal Ildefons Cerdá. Un auténtico desastre.

En fin, nada que unos buenos restaurantes, unas buenas terrazas, excelentes espectáculos con montones de chicas enseñando cosas que en Barcelona las matan y algunos clubs de lujo, solo para monsieurs de casa buena y con los bolsillos cargados. Eran casas enteras donde en los bajos habían salones ricamente decorados con muebles de primera calidad, chimeneas de las grandes, y unos cuantos señores alternando amigablemente con chicas estupendas que como mínimo podían ser sus hijas.

Recibía la propietaria de la casa y del negocio, Madame Noisette, muy guapa pero distante e inaccesible. Y me consta que no era por falta de caballeros que no le dedicaran sus atenciones. Se decía que incluso alguno, de los de más nivel social y económico le había pedido matrimonio poniendo si había hecho falta un pagaré en blanco firmado encima de la mesa y que ella siempre se había negado.

En algún salón siempre sonaba un piano tocado por un músico que no tenía por contrato vela en ningún entierro. Ellas vestidas bastante explotadas pero con elegancia y buenos modales. En el piso superior había estancias donde se bebía champagne, se consumaba y algunos se quedaban a dormir, naturalmente no se pagaba nada, al salir de la casa, al pasar por la salita que daba al recibidor, un mayordomo te pasaba con cierto disimulo una bandeja de plata con un sobre cerrado. Solo entreabriendolo se podía ver la cantidad pero se consideraba de mal tono examinar el detalle de la factura. Tampoco Madame Noisette contaba el dinero. Por lo menos hasta que no te habías ido. Era entre caballeros y una señora.

En cuanto a mi, pues bueno, todos tenemos nuestras perversiones, en cuanto entrabamos Madame Noisette me saludaba efusivamente tendiéndome la mano para un besamanos y yo me olvidaba de Joseph hasta que nos encontrábamos al día siguiente en el restaurante del hotel desayunando.

La Madame siempre decía como si no existiera nadie más que La Perle estaba dispuesta y esperándome. También era de buen tono llamar por la mañana para que la chica pudiera prepararse para las depravaciones que te conocieran o por si pedías alguna cosa nueva. Algunas requieren preparativos suficientemente minuciosos o elaborados que requieren horas. Evidentemente nunca se hablaba de dinero. Si lo hubieras hecho te rechazarían como cliente y te indicarían otros sitios más sencillos donde ir.

La Perle para mi tenía de especial que era senegalesa, y a mi me gustan las negras. Las encuentro guapas, fogosas, fuertes, apasionadas y sobretodo negras. Esa noche llevaba un bonito vestido verde esmeralda que le quedaba como hecho a medida de talla y de color para resaltar aún más su piel.
Estuvimos bebiendo, cantando al piano con otras chicas y otros caballeros que se dejaban ir de la dura disciplina social de aquellos años y luego nos retiramos a nuestra habitación. En realidad era una suite con un saloncito privado, vestidor, dos baños, hay que ser un caballero, y un dormitorio. Servicio de habitaciones toda la noche naturalmente.

Bebí mucho, no era la primera vez, se me hace borroso lo que paso a continuación, pero vaya, se lo puede uno imaginar. Recuerdo haberme despedido de La Perle con un beso en el cogote mientras aún dormía, me había molestado un poquito que se quedara dormida, que le había pagado dejando una generosa propina. A La Perle le había dejado encima de la almohada unos pendientes que había comprado expresamente pensando en ella. Esperaba que los encontrara al despertar y que me lo compensara la siguiente visita.

El aire frío de la calle me había despejado lo justo para llegar hasta el George V, pedir la llave y quedarme dormido encima de la cama. La había pillado gorda.

A la mañana siguiente entre la ducha y un esfuerzo titánico me dejo resbalar hasta el ascensor, y llegar al comedor cuando Joseph ya ha terminado y esta leyendo Le journal de París, parece preocupado y sudoroso. No sabe beber y luego le sienta mal.

Solo quiero café, negro como La Perle, espeso y fuerte. Y mucho. En realidad todo como La Perle. Joseph me habla y no lo escucho, deduzco que me comenta el periódico y alcanzo a ver algún titular de sucesos. No me interesa para nada.

Durante el día Joseph está pesadito, más de lo normal e insiste en que deberíamos olvidarnos de estar tanto tiempo en París y comprar los billetes de tren a Calais, el ferry de Calais a Dover y el tren a Londres. Que la maquinaria que tenemos que comprar es necesaria y que sobretodo Londres es mucho más grande que París, que Londres es el sumidero del mundo y que hay chicas de todos los colores.

Estoy de acuerdo en esto último y le doy permiso para que haga los preparativos. Yo solo pago y le llevo conmigo porque me sirve como coartada para la familia. Joseph tiene fama de Santo cosa que nunca he entendido porque ataca todo lo que lleva faldas como el primero. Lo que no entiendo es por que Joseph ha reaccionado así, no es su estilo.

Nos vamos a Londres!
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.

Última edición por Simon; 11/12/2018 a las 19:52.
Aviso a Organizadores   Citar
2 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Kattoy Oriental (16/12/2018), Medio Siglo (12/12/2018)
Antiguo 15/12/2018, 23:20   #151
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

DIETA MEDITERRÁNEA


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

.- Unas cañas?

.- no cony, que he quedado con mi ex!

.- Has quedado con la Encarna?

.- Si, me voy que es tarde.

.- Ala! Ves! Que no se te extravíe con alguien! Que no me pegues!

.-…

.- Hola encarna cómo estás?

.- Bien, y tu Simón?

.- Mira, tirando con el Luis… pero sin vicio eh?!

.- Ya, ya… si de eso quería hablarte.

.- Y a ti con tu mujer?

.- Simón, sin cachondeo.

.- Vale, perdona. Querías verme no?

,. Si… es que la fiesta de la semana pasada…

.- Estuvo bien, no?

.- Si, claro, pero no es lo mismo.

.- Como no v a ser lo mismo si somos los mismos?!

.- Pues mira, desde que estoy con Isabel y tu con Luis no es lo mismo! Es un tema de morbo!

.- La verdad es que ahora que lo dices a mi también me pasa un poco lo mismo.

.- Ah si?

.- Si los mamadones que me pegaba la Isabel…

.- Simón!

.- A ver Encarna, si lo hablamos, lo hablamos.

.- Si tienes razón, tira.

.- Pues eso, que los mamadones…

.- Entendido! Saltate los mamadones por favor!

.- Bueno, pero son la hostia. La cosa es que no es lo mismo tampoco. Ya le pongo salsa, que no cuesta mucho porque los mamadones…

.- Simón!

.- Que me gustaba más antes, vaya.

.- Y a Isabel también. Que me lo ha dicho.

.- Ah si? Pues Luis está en las mismas.

.- Pero si somos los mismos, como puede ser?

.- Supongo que como el sexo está en la mente eso es lo que cambia.

.- Con Isabel hemos pensado que podríamos volver a lo de antes, tu y yo vivimos juntos y nos volvemos a casar y Isabel se casa con Luis otra vez. Probamos a ver que pasa.

.- Es de locos.

.- Vale, pero antes funcionaba.

.- Está bien, lo que digáis, pero yo lo de los mamadones…!

.- Simón!
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
6 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Alessia (16/12/2018), JaSex (16/12/2018), Kattoy Oriental (16/12/2018), Medio Siglo (17/12/2018), Siroco (24/12/2018), Trauet (25/12/2018)
Antiguo 24/12/2018, 15:35   #152
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

NOVENA SINFONÍA


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Toda la tarde delante de la puerta del supermercado de la Illa de la Diagonal, el suelo está frío y ya no siento las rodillas. Me he quedado sin voz de pedir “una ayuda” y felicitar las navidades. La ropa que llevo me recuerda a la de la mili, como más roñosa y sucia menos abriga, pesar pesa más, pero abrigar poquísimo.

Me han dado una mierda, apenas unas monedas en toda la tarde. Y se gastan el dinero como si no hubiera un mañana. Entro en el super bajo la mirada de desaprobación del segurata y voy directo donde tienen el Don Simón. La cajera coge las monedas que le dejo encima de la cinta como si transmitieran la lepra. Creo que no se ha atrevido pero si no se hubiera puesto un guante de plástico de esos que sirven para coger la fruta.

Cojo el Don Simón y bajo la mirada inquisidora y reprobadora del segurata y, creo, que de todos salgo por la puerta que tiene a bien de abrirse sola con lo que se ahorra que la toque con mis manos sucias.

No siempre fui así, incluso he ido a la universidad, no terminé la carrera como no he terminado casi nada en la vida. Me cansé y me puse a trabajar para tener mi propio dinero, no lo necesitaba, en mi casa había una buena situación económica. Mientras conocí a la que sería mi mujer y la madre de mis hijos, por lo menos de algunos, no estoy seguro de todos. Perdí el trabajo, con el trabajo perdí a mi mujer si es que la tuve nunca, perdí a mis hijos y los amigos se fueron disculpando.

Había frecuentado meretrices, pero desaparecieron también. El día que mi mujer me dijo que teníamos que hablar supe que la suerte estaba echada. Me quedé sin nada y en casa de mis padres, me aficioné al alcohol hasta el punto que después de una serie de broncas familiares me echaron y se desentendieron de mi.

He recibido palizas de pelados con botas y chaquetas militares, niños pijos me han escupido por la calle y en los cajeros automáticos por la noche, la policía me identifica con regularidad, no he hecho nada, me piden que me identifique por mi aspecto, por llevar ropa vieja, sucia, estar sin afeitar y el pelo revuelto. En resumen, me piden la documentación delante de todo el mundo por ser pobre. No es un delito, pero parece que debieras esconderte para no importunar a un comercio que hace el agosto en diciembre con las fiestas de Navidad después del puente de la Purísima constitución.

Algunas veces he pensado en el suicidio, pero nunca lo he probado porque soy un cobarde y prefiero vivir como sea que morir de manera nada heroica.

A todo eso he ido bajando hasta el parque de Las Infantas, esas, que ahora vi en un periódico viejo que el ayuntamiento le ha cambiado el nombre. Me da igual, me interesa porque me puedo esconder entre las matas que huelen a meados de perro, ratas y cagadas de esos loritos verdes que nos invaden. Son bastante agresivos y trato de mantenerme a distancia.
También me interesa el parque porque en la esquina de Vallespir con Travessera de les Corts hay una fuente de agua. Nunca sabe uno cuando necesitará agua. Ahora desde luego no, tengo mi cartón de Don Simón. Busco mis cosas que tengo escondidas debajo de una mata y me estiro en un parterre alejado de la luz de las farolas.

Abro el cartón con los dientes, antes tenía una navajita pero la policía me la quitó, y noto como el vino peleón y anestesiante baja por mi garganta. No he comido nada en todo el día así que pronto empiezo a desenfocar y sentir menos frío. Las luces de los coches y las farolas despiden cada una de ellas un haz de luz infinito al cielo, los más bonitos de todos son los semáforos de tres colores alternativos que conforman entre todos un bosque de luces en movimiento. Disfruto del espectáculo y del vino. Cierro los ojos y el ruido de la ciudad a mi alrededor se amortigua hasta desaparecer.

A través de los párpados cerrados aún veo reflejos de luz y de repente una luz blanca muy fuerte me inunda y me calienta, es muy bonita, he oído hablar de ella. Es la luz que ven las personas en el trance de la muerte, espero ver mi vida pasar ante mis ojos pero caigo en la cuenta de que como los tengo cerrados aún que pasara no la vería. Creo que me sonrío pero no estoy seguro.
La luz blanca es cada vez más fuerte hasta que un mar de luces blancas de todos los tonos he intensidades que se mezclan con luces de color fuego entrelazándose y ofreciendo un espectáculo maravilloso. Si todo el mundo se muere igual es fantástico. Por debajo de los parpados alcanzo a ver unos querubines vestidos de blanco que me cogen y me levantan con sus poderosas alas.

Voy al cielo!

Dicen que el oído es el sentido más cercano al cerebro y el último que deja de funcionar. Mientras me transportan a la luz blanca oigo unas voces que dicen:

.- Suerte que lo he visto con la linterna! Y como la cogía el tío!

.- Si, ha tenido suerte, ahora en la ambulancia le hemos dado una inyección de vitamina B1 para que se le pase la mona y ya lo estamos remontando.


.- Manolo! Apaga las luces de la sirena de la ambulancia que este ya está estabilizado!

Ni eso he sabido terminar bien. Soy un fracasado.

FELIZ NAVIDAD
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
4 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Baja_134832 (24/12/2018), Siroco (24/12/2018), Trauet (25/12/2018), Yuri Deher (25/12/2018)
Habitaciones Les Corts
Haima
mas-fotos Otras fotos de este hilo
Organizadores del Foro
Otras fotos de este hilo expand-down- collapse-up- Ver todas
Imágenes Adjuntas
__thumb __thumb __attach __thumb __thumb __thumb __thumb
Antiguo 27/12/2018, 21:23   #153
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

LOS AMORES DIFÍCILES

Italo Calvino


La aventura de un soldado


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

En el compartimiento, junto al soldado de infantería Tomagra, se sentó una
señora alta y opulenta. A juzgar por el vestido y el velo, debía de ser una
viuda de provincias: el vestido era de seda negra, apropiado para un largo
luto, pero con guarniciones y adornos inútiles, y el velo que caía del ala de
un sombrero pesado y anticuado le envolvía la cara. Había otros lugares
libres en el compartimiento, observó el infante Tomagra; y pensó que la
viuda elegiría uno de ellos; en cambio, a pesar de su áspera cercanía de
soldado, se sentó justo allí, seguramente por alguna razón de comodidad, se
apresuró a pensar el infante Tomagra, una cuestión de corrientes de aire o
de dirección de la marcha.
Por la robustez del cuerpo, firme y hasta un poco cuadrado, se le hubieran
dado poco más de treinta años si una morbidez de
matrona no suavizara las altas curvas; pero la cara, el encarnado
marmóreo y al mismo tiempo flojo, la mirada inasible bajo los párpados
pesados, las cejas de un negro intenso y además los labios severamente
apretados, pintados con descuido de un rojo chocante, le hacían parecer en
cambio de más de cuarenta.
Tomagra, joven soldado de infantería en su primer permiso (era Pascua), se
encogió en el asiento no fuera a ser que la señora, tan alta y opulenta, no
cupiese; y se encontró inmediatamente envuelto en su perfume, un perfume
conocido y quizás ordinario pero ya amalgamado, por una larga costumbre,
a los olores naturales del cuerpo.
La señora se había sentado con compostura, revelando, allí a su lado,
proporciones menos majestuosas de lo que le habían parecido al verla de
pie. Las manos, rollizas y con oscuros anillos que le apretaban los dedos, las
tenía cruzadas sobre el regazo, encima de un bolso reluciente y de una
chaqueta que se había quitado descubriendo brazos redondos y claros.
Tomagra, al hacer ella ese gesto, se había apartado como para permitir un
amplio despliegue de brazos, pero la señora permaneció casi inmóvil,
quitándose las mangas con breves movimientos de los hombros y del torso.
El asiento del tren era pues bastante cómodo para dos y Tomagra podía
sentir la extrema cercanía de la señora sin el temor de ofenderla con su
contacto. Pero, razonó, lo cierto es que, pese a ser una señora, no había
demostrado que ni él ni la aspereza de su uniforme la disgustaran, de lo
contrario se habría sentado más lejos. Y, al pensarlo, sus músculos, que
estaban contraídos y achatados, se aflojaron libres y serenos; más aún; sin
que él se moviera trataron de expandirse al máximo, y la pierna con sus
tendones tensos, separada de la tela misma del pantaión, se estiró, llenó a
su vez el paño que la cubría, y el paño rozó la negra seda de la viuda, y a
través de ese paño y esa seda, la pierna del soldado se adhería a la de ella
con un movimiento blando y fugaz, como un encuentro de tiburones, con un
expandirse de ondas en sus venas hacia las venas de ella.
Pero era siempre un contacto levísimo, bastaba una sacudida del tren para
recrearlo o anularlo; la señora tenía rodillas fuertes y carnosas, y los huesos
de Tomagra adivinaban a cada sacudida el salto indolente de la rótula; y la
pantorrilla tenía una mejilla sedosa y alta que con un imperceptible
empujón había que hacer coincidir con la propia. Este encuentro de

pantorrillas era precioso, pero a costa de una pérdida: el peso del cuerpo se
desplazaba y el variable apoyo de los flancos no se producía con el dócil
abandono de antes. Para conseguir una posición natural y satisfactoria
debía desplazarse ligeramente en el asiento, gracias a una curva de las vías,
o también a la necesidad comprensible de moverse de vez en cuando.
La señora permanecía impasible bajo el sombrero de matrona, fija la mirada
parpadeante y las manos quietas sobre el bolso en el regazo; sin embargo,
una larguísima franja de su cuerpo se apoyaba en aquella franja de hombre:
¿todavía no lo había advertido?, ¿o preparaba una retirada?, ¿o un rechazo?
Tomagra decidió transmitirle, en cierto modo, un mensaje: contrajo el
músculo de la pantorrilla como si fuera un puño duro, cuadrado, y después,
con ese puño de pantorrilla, como si una mano dentro quisiera abrirse, se
apresuró a golpear la pantorrilla de la viuda. Fue, claro está, un movimiento
rapidísimo, apenas el tiempo de un juego de tendones: de todos modos ella
no se echó atrás, ¡al menos por lo que él pudo entender!, porque en seguida
Tomagra, para justificar aquel gesto secreto, había desplazado la pierna
como para desentumecerla.
Ahora había que volver a empezar desde el principio; la paciente y
prudentísima tarea de contacto se había perdido. Tomagra decidió ser más
audaz; como si buscara algo metió la mano en el bolsillo, el bolsillo del lado
de la mujer, y después, como distraído, no la sacó. Había sido un gesto
rápido, Tomagra no sabía si la había tocado o no, un gesto de nada; sin
embargo, comprendía lo importante que había sido el progreso realizado y
en qué juego arriesgado estaba ahora metido. Con el dorso de la mano
apretaba el flanco de la señora de negro; la sentía pesar sobre cada dedo,
cada falange, en adelante cualquier movimiento de su mano habría sido un
gesto inaudito de intimidad con la viuda. Conteniendo la respiración,
Tomagra le dio la vuelta a la mano en el bolsillo: es decir, puso la palma del
lado de la señora, abierta contra ella pero dentro del bolsillo. Era una
posición imposible, con la muñeca retorcida. Ahora ya daba lo mismo
intentar un gesto decisivo: así, con aquella mano retorcida, arriesgó un
movimiento de dedos. No quedaba duda posible: la viuda no podía no haber
advertido su artimaña y, si no retrocedía y fingía impasibilidad y ausencia,
quería decir que no rechazaba sus avances. Pero, pensándolo bien, su
manera de no hacer caso de la móvil mano de Tomagra podía querer decir
que realmente creía en una búsqueda inútil en el bolsillo: un billete
ferroviario, un fósforo... Exactamente: y si ahora las yemas de los dedos del
soldado, como dotadas de una repentina clarividencia, adivinaban a través
de las diversas telas los bordes de prendas subterráneas y hasta minúsculas
asperezas de la piel, poros y lunares, sí, digo, los dedos de él llegaban a esto,
tal vez la carne de ella, marmórea e indolente, se daba cuenta apenas de que
justamente se trataba de yemas de dedos y no, digamos, de convexidad de
uñas o nudillos.
Entonces la mano salió del bolsillo con pasos furtivos, se detuvo allí
indecisa, después, con repentina prisa por alisar la costura del costado del
pantalón, anduvo lentamente hasta la rodilla. Sería más justo decir que se
abrió camino, porque para avanzar debía introducirse entre él y la mujer, y
fue un recorrido, aun en su rapidez, pleno de ansias y de dulces emociones.
Es preciso decir que Tomagra había echado la cabeza hacia atrás contra el
respaldo, de modo que hasta se hubiera podido decir que dormía: esto, más
que una coartada en sí, era un modo de ofrecer a la señora, en caso de que

su insistencia no le nolestara, una manera de no sentirse incómoda,
sabiendo que eran gestos separados de la conciencia, que afloraban apenas
de una capa de sueño. Y desde allí, desde aquella vigilante apariencia de
sueño, la mano de Tomagra apretada a la rodilla separó un dedo, el
meñique, y lo envió a explorar a su alrededor. El meñique se deslizó por la
rodilla de ella que permaneció callada y dócil; Tomagra podía ejecutar
diligentes evoluciones de meñique sobre la seda de la media que él, con ojos
semicerrados entreveía apenas, clara y arqueada. Pero notó que el azar de
ese juego no tenía compensación, porque el meñique, por pobreza de yema y
torpeza de movimientos, transmitía sólo atisbos parciales de sensaciones, no
servía para representarse la forma y la sustancia de lo que tocaba.
Entonces juntó el meñique con el resto de la mano, sin retirarlo sino
adosándole el anular, el medio, el índice: su mano descansaba inerte en
aquella rodilla de mujer y el tren la acunaba en una caricia ondulante.
Fue entonces cuando Tomagra pensó en los otros: si la señora, por
condescendencia o por una misteriosa intangibilidad, no reaccionaba a sus
atrevimientos, había sentadas enfrente otras personas que podían
escandalizarse con aquel comportamiento impropio de un soldado, y por la
posible complicidad de la mujer. Sobre todo para salvar a la señora de
aquella sospecha, Tomagra retiró la mano y hasta la escondió como si fuese
la única culpable. Pero esconderla, pensó después, no era sino un pretexto
hipócrita: en realidad, al abandonarla en el asiento no pretendía sino
acercarla más íntimamente a la señora que ocupaba tanto espacio en el
asiento.
En realidad, la mano tanteó un poco, ahora los dedos sentían la presencia
de ella como el posarse de una mariposa, ahora bastaba con empujar
suavemente toda la palma, pero la mirada de la viuda bajo el velo era
impenetrable, el pecho apenas se movía al respirar, ¡y nada! Tomagra había
retirado ya la mano como un ratón que huye a la carrera.
«No se ha movido», pensó, «tal vez quiere», pero pensaba también: «Un
instante más y sería demasiado tarde. Tal vez está ahí al acecho para hacer
una escena».
Entonces, sólo por prudencia, para estar seguro, Tomagra deslizó el dorso
de la mano por la banqueta y esperó que las sacudidas del tren fueran las
que insensiblemente hicieran deslizar a la señora sobre sus dedos. Decir
que esperó es incorrecto: en realidad, con la punta de los dedos como una
cuña, hacía presión entre ella y el asiento con un movimiento imperceptible
que hubiera podido ser también efecto de la marcha del tren. Si se detuvo en
cierto momento, no fue porque la señora hubiese dado de algún modo
señales de desaprobación, sino porque, pensó Tomagra, si ella aceptaba, le
hubiera sido fácil con una media vuelta de músculos ir a su encuentro,
posarse, por así decirlo, sobre aquella mano a la espera. Para demostrarle el
propósito amistoso de esta asiduidad, Tomagra intentó un discreto meneo
de dedos; la señora miraba por la ventanilla y con su mano indolente jugaba
con el cierre del bolso, abriéndolo y cerrándolo. ¿Eran señales para indicarle
que desistiera, era un último aviso que le concedía, una advertencia de que
no se podía seguir poniendo a prueba su paciencia? ¿Era eso?, se
preguntaba Tomagra, ¿era eso?
Advirtió que su mano, como un pequeño pulpo, apretaba la carne de la
señora. Ahora todo estaba decidido: él, Tomagra, ya no podía echarse atrás;
pero ella, ella, ella era una esfinge.

La mano del soldado trepaba ahora por el muslo con oblicuos pasos de
cangrejo; ¿quedaría al descubierto ante los ojos de los demás? No, la viuda
tan pronto alisaba la chaqueta doblada sobre el regazo como la dejaba caer
a un lado. ¿Para ofrecerle una protección o para despejarle el camino? El
caso es que la mano se movía libre, sin ser vista, se cerraba, se extendía en
caricias rasantes como un breve soplo de viento. Pero el rostro de la viuda
seguía girado hacia fuera, lejano; Tomagra le miraba una zona de piel
desnuda, entre la oreja y el abultado chignon. Y en aquella axila de oreja el
pulsar de una vena: ésta era la respuesta que ella le daba, clara, vehemente
e inasible. De pronto volvió la cara severa y marmórea, el velo que caía del
sombrero se movió como una cortina, pero aquella mirada lo había dejado a
él, Tomagra, atrás, tal vez ni siquiera lo había rozado, miraba, más allá de
él, algo o nada, el punto de apoyo de un pensamiento, pero siempre algo
más importante que él. Esto lo pensó después, porque antes, apenas vio
aquel movimiento de ella, se echó rápidamente hacia atrás y apretó los ojos
como si durmiera, tratando de contener el rubor que se le extendía por la
cara y quizá perdiendo así la ocasión de atrapar en el primer fulgor de su
mirada una respuesta a las propias, punzantes dudas.
La mano, escondida debajo de la chaqueta negra, había permanecido casi
separada de él, encogida y con los dedos contraídos hacia la muñeca, no
una verdadera mano, sino ahora una mano sin sensibilidad, como no fuera
la sensibilidad del árbol de los huesos. Pero como la tregua concedida por la
viuda a su propia impasibilidad con aquella imprecisa mirada a su alrededor
había terminado en seguida, en la mano volvió a circular sangre y coraje. Y
fue entonces cuando, al retomar contacto con la mórbida corva de la pierna,
él se dio cuenta de que había llegado a un límite: los dedos corrían por el
ruedo de la falda, más allá venía el salto de la rodilla, el vacío.
Era el final, pensó el soldado Tomagra, de aquella orgía secreta: y ahora, al
pensarlo, parecía bien mísera en su recuerdo, aunque la hubiera agigantado
codiciosamente mientras la vivió: una torpe caricia bajo una chaqueta de
seda, algo que de ningún modo se le podía negar, precisamente por su
lamentable condición de soldado, y que discretamente la señora, sin
demostrarlo, se había dignado concederle.
Pero en su intención de retirar, desolado, la mano, se interrumpió al
observar cómo tenía ella la chaqueta sobre las rodillas: no ya doblada (y sin
embargo, así le había parecido al principio), sino echada con desncuido, de
modo que una parte colgaba delante de las piernas. Así, era en una guarida
cerrada: quizás una última prueba de confianza que le daba la señora,
convencida de que la desproporción entre ella y el soldado era tal que él
seguramente no la aprovecharía. Y el soldado evocaba con esfuerzo lo que
hasta entonces había ocurrido entre él y la viuda tratando de descubrir algo
en el recuerdo de la actitud de ella que indicase que condescendía a algo
más, y ya volvía a pensar en sus propios gestos como si fueran superficiales
e insignificantes, roces o frotes casuales, o como si entrañaran una
intimidad decisiva que le impedía, ahora, echarse atrás.
Su mano cedió a esta última forma del recuerdo, porque, antes de que
hubiese reflexionado bien sobre lo irreparable del acto, ya superaba el
obstáculo. ¿Y la señora? Dormía. Había abandonado la cabeza, con el
fastuoso sombrero, contra un ángulo y tenía los ojos cerrados. ¿Debía él,
Tomagra, respetar ese sueño, fuese verdadero o fingido, y retirarse? ¿O era
un expediente de mujer cómplice, que ya hubiera debido conocer, y por el

que debía en cierto modo demostrar gratitud? El punto al que había llegado
no le permitía dilaciones, no le quedaba sino seguir adelante.
La mano del infante Tomagra era pequeña y corta, y sus durezas y
callosidades estaban bien amalgamadas al músculo haciéndola suave y
uniforme; el hueso no se sentía y el movimiento nacía más de nervios, pero
con suavidad, que de falanges. Y esa mano pequeña hacía movimientos
continuos, generales, minúsculos, para mantener la totalidad del contacto
viva y encendida. Pero cuando al fin un primer estremecimiento recorrió la
morbidez de la viuda, como un fluir de lejanas corrientes marinas por
secretas vías subacuáticas, el soldado se quedó tan sorprendido que, como
si supusiera que hasta ese momento ella no se había dado cuenta de nada,
como si verdaderamente hubiese dormido, asustado, retiró la mano.
Ahora, con las manos sobre las propias rodillas, estaba encogido en el
asiento, como cuando la señora había entrado: comprendió que se
comportaba de una manera absurda. Entonces se puso a golpear con los
tacones, a desentumecerse las piernas, con lo cual parecía igualmente
ansioso por restablecer los contactos, pero aquella prudencia suya era
también absurda, como si quisiera recomenzar desde el principio su
pacientísima tarea y no estuviera ahora seguro de las ya profundas metas
que había alcanzado. ¿Pero las había alcanzado realmente? ¿O había sido
sólo un sueño?
Un túnel se les vino encima. La oscuridad era cada vez más espesa y
entonces Tomagra, primero con gestos tímidos, de vez en cuando
encogiéndose como si estuviera en los primeros avances y se maravillase de
su audacia, después siempre tratando de convencerse de la extrema
confianza a la que había llegado con la mujer, adelantó una mano
temblorosa como una gallinita hacia el pecho de ella, grande y un poco
abandonado a su peso, y a tientas trataba de explicarle la miseria y la
insoportable felicidad de su estado, y su necesidad, no de otra cosa, sino de
que ella saliera de su reserva.
La viuda, efectivamente, reaccionó, pero con un brusco gesto de defensa y
rechazo. Esto bastó para arrinconar a Tomagra en su ángulo, torciéndose
las manos. Pero era probablemente una falsa alarma: una luz en el corredor
había inspirado a la viuda el temor de que el túnel terminara de pronto. Tal
vez: ¿o era que había pasado el límite, había cometido alguna horrible
incorrección con la señora, tan generosa ya? No, ahora no podía haber nada
prohibido entre ellos: y más aún, el gesto de ella era una señal de que todo
era verdadero, de que ella aceptaba, que participaba. Tomagra se acercó de
nuevo. En estas reflexiones se había perdido, claro está, mucho tiempo, el
túnel no duraría mucho más, no era prudente dejarse descubrir de repente
por la luz, Tomagra esperaba ya el primer gris de las paredes, pero cuanto
más esperaba, más arriesgado era atreverse, claro que el túnel era largo, él
lo recordaba larguísimo de sus otros viajes, claro que si hubiera
aprovechado en seguida habría tenido mucho tiempo por delante, ahora era
mejor esperar el final, pero como no terminaba nunca, quizás ésta sería la
última oportunidad para él, ahora la oscuridad disminuía, ahora terminaba.
Estaban en las últimas estaciones de un trayecto de provincias. El tren se
iba vaciando; de los pasajeros del compartimiento los más se habían
apeado, los últimos empujaban las maletas, se preparaban para bajar.
Terminaron por quedar solos el soldado y la viuda, muy juntos y separados,
los brazos cruzados, mudos, mirando el vacío. Tomagra tuvo todavía

necesidad de pensar: «Ahora que todos los lugares están libres, si quisiera
estar tranquila y cómoda, si yo le molestara, cambiaría de asiento...».
Algo lo contenía y lo asustaba todavía, tal vez en el pasillo la presencia de
un grupo de fumadores o una luz que se había encendido porque caía la
noche. Entonces pensó en correr las cortinas que daban al pasillo, como
cuando uno quiere dormir: se levantó con pasos de elefante, comenzó con
lento y meticuloso cuidado a soltar las cortinas, a extenderlas, a sujetarlas.
Cuando se volvió, la encontró acostada. Como si quisiera dormir: pero
además de tener los ojos abiertos y fijos, había caído hacia atrás,
manteniendo intacta su compostura de matrona, con el majestuoso
sombrero siempre encajado en la cabeza apoyada en el brazo del asiento.
Tomagra estaba de pie a su lado. Para proteger el simulacro de sueño,
quiso oscurecer también la ventanilla y se inclinó sobre ella para soltar la
cortina. Pero era sólo una manera de cumplir sus torpes gestos sobre el
cuerpo de la viuda impasible. Entonces dejó de atormentar el ojal de la
cortina y comprendió que debía proceder de otro modo, demostrarle toda su
improrrogable situación de deseo, aunque sólo fuera para explicarle el
equívoco en que sin duda ella había incurrido, como diciéndole: «Mire, usted
ha sido condescendiente conmigo porque cree que los soldados pobres y
solos como nosotros tenemos una remota necesidad de afecto, pero en
cambio, esto es lo que soy, así he recibido su cortesía, mire hasta qué punto
de imposible ambición he llegado, ya lo está viendo».
Y como ahora estaba claro que nada conseguía maravillar a la viuda, más
aún, todo parecía en cierto modo previsto por ella, al infante Tomagra no le
quedaba sino actuar de modo que no cupiera ya ninguna duda, y que
finalmente su furia amorosa consiguiera alcanzarla también a ella, su mudo
objeto.
Cuando Tomagra se incorporó y debajo de él la viuda seguía con su mirada
clara y severa (tenía los ojos azules), el sombrero con el velo siempre
encajado en la cabeza, y el altísimo pitido de tren en el campo que no
acababa nunca, y afuera seguían las hileras interminables de las viñas, y la
lluvia que durante todo el viaje había rayado infatigable los cristales volvía a
caer con renovada violencia, sintió todavía un poco de miedo por haberse
atrevido a tanto, él, Tomagra, soldado de infantería.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
4 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Lara È (03/01/2019), Siroco (28/12/2018), Trauet (28/12/2018), Yuri Deher (06/01/2019)
Antiguo 28/12/2018, 17:59   #154
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

SEXTO SENTIDO


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Enrique, con el que no nos llevamos especialmente bien por su desprecio a los cubanos ha tenido la gentileza de dejarme su coche porque mi Mitsubishi tiene algún problema aún no identificado por la ingeniería cubana. El mal rollo con Enrique más allá que teniendo a su mujer y sus tres hijas viviendo en La Habana, se dedica a ir en coche por el malecón cerca de los peatones soltando palmadas en todos los culos de las tías que pilla así vayan solas, acompañadas o con sus hijos.

Cuando nos distanciamos definitivamente fue una noche que nos habíamos reunido a cenar en el comedor del Cohiba media docena de técnicos extranjeros y porque no le gustó el filete que había pedido le empezó a gritar completamente fuera de lugar a la camarera, que era una chiquita que no sabía dónde mirar, que si le daba la gana sacaba un billete de cien dólares y le petaba el culo allí mismo encima la mesa. A mi me pareció rematadamente mal y nos las tuvimos fuerte.

El problema es que Enrique, que es español y representante de una conocida marca de cervezas va con un Mercedes clase E de color negro. Es el modelo base pero en La Habana es de una ostentación escandalosa. Para que nos entendamos, Fidel, que vive en Siboney por la parte de las Marinas Hemingway tiene como coche oficial un Citroën Palas. Lo he visto alguna vez cuando va y viene de alguna tribuna o acto oficial.

Ahora mismo solo me gana en que lleva escolta policial y yo no, y francamente, lo prefiero así.

El tema es que yo había ido a 11 con Paseo para unas gestiones en lo que más se parece a una cámara de comercio y volviendo por la Rampa en la parada del camello ( bus ) esquina Paseo había una chica, negra, como para ponerle un estanco allí mismo. En automático dejo de funcionar el cerebro principal y di la vuelta a la cuadra en segundos para parar justo delante de ella y de doscientas personas más que esperaban el camello.
Sabía que era por ella, porque sin dudarlo abrió la puerta del Mercedes y se subió. Después de “buenos días” lo siguiente que me dijo directamente fue:

.- es lo más descarao que he visto nunca

.- Lo dudo, le contesté. ¿Has visto la placa del carrito?

.- Naranja Ah, ¿vive usted aquí?

El usted era el remache del “descarao”, abría brecha y demostraba su rechazo a como la había abordado. Pero estaba sentada en el carrito Mercedes enorme, de color negro y con aire acondicionado. Yo ya había descubierto que las centralitas electrónicas estaban desconectadas. Por lo menos ABS, ASR, etc… En cualquier esquina le dabas un poco al acelerador y tenían que aplicarte con el contra volante porque perdías el culo del coche.

.- Encantada, ¿cómo se llama?

.- Me llamo Simón, ¿y tu?

.- Me llamo Melvis.

Yo ya estaba acostumbrado a los nombres femeninos cubanos. Para que se entienda te lo tienen que explicar, a las niñas normalmente se les pone las primeras letras del nombre del padre y las últimas letras del nombre de la madre. Después de algunas generaciones es de locos.

.- ¿Y dónde quieres ir Melvis?

.- Pues la verdad es que esperaba el camello para ir a 74 por un ensayo que tengo.

.- ¿Un ensayo de que?

.- Vocal

.- Yo me callo.

.- Canto en un grupo de chicas y esta noche es importante, cantamos en la discoteca del Cohiba y nos viene a ver un representante español. Si le gustamos nos promociona y vamos a una gira primero por las Bahamas y el Caribe y si la cosa es exitosa daremos el salto a Europa.

.- ¿Pero cómo no le vais a gustar?

.- Jajaja! Pero si aún no nos has oído! ¿Por qué no vienes esta noche y así te presento a mis amigas después del concierto? Y me dices, pero de verdad eh? Que te ha parecido.

Ha pasado del usted al tuteo. Vamos bien y no lo ha hecho sin darse cuenta. A mi no me parece necesario aclarar que el Mercedes no es mío.

.- Estaré encantado de la vida, a que hora? ( he olido sangre y se me llena la boca de saliva )

.- A las diez y media empezamos nosotras, ven antes y así ven al resto. Toma un pase y no tendrás que pagar.

Ahí yo no pago nunca, el director del Cohiba es un antiguo amigo mío que dejó su trabajo, mi trabajo, para pasarse a la hostelería de la mano del grupo Meliá. De todas maneras me callo y cojo el pase con falso agradecimiento.

A todo eso ya hemos llegado a la dirección, es un almacén sin ninguna gracia ni distinción desde fuera, dos castos besitos, una sonrisa que desarma una bomba atómica y se baja del coche.

Yo para casa para hacer un poco de tiempo, cenar, tocarle el culo a Idalmis, recibir una torta en compensación, ducharme, maquearme por lo que pueda ser y a la hora con el Mercedes Enterprise directo al Cohiba.

Pequeña charla sobre pelota con el parqueador al que suelto el obligado medio dólar y al que prometo por quinta vez acompañarlo a ver el partido de La Habana contra Pinar del Rio, siempre me escaqueo porque nunca he logrado entender el beisbol y para dentro.

Los porteros que ya me tienen visto de años me dejan pasar ante las quejas de los turistas que tienen que pasar por caja. A dentro, a la barra y un zumo de frutas un poco bautizado con ron para mantenerme ligero que nunca se sabe cómo puede evolucionar la noche.

Pasan todo de cosas que no me interesan, en el escenario y fuera de él, los turistas, en su mayoría hombres atacan a todo lo que se mueve en un baile patético visto desde la barrera y las jineteras que han conseguido entrar atacan a todo lo que huele a dólar tenga la edad que tenga y hable lo que hable. Están destinados a entenderse lamentablemente. Oigo unos jubilados argentinos, por el acento, que uno les dice a los demás:

.- Por veinticinco dólares se la di por el culo! Che!

Lo de siempre vaya.

A todo eso el que hace funciones de presentador con una alegría y entusiasmo un poco exagerados grita;

.- Señoras y señores! Con ustedes la nueva maravilla salida directamente de las calles de La Habana! Con ustedes Sexto Sentido!

Son cuatro, cantan a capela algunas canciones y otras con acompañamiento musical. Alguna canción de los Beatles. La “mía” es la de la izquierda de todo. Entre las cuatro ocupan de punta a punta el escenario. La verdad es que lo hacen muy bien y me gustan musicalmente hablando, en otro orden de cosas unas más que otras y la que más Melvis.

Cuando terminan y tras una cerrada ovación desaparecen del escenario y a los diez minutos sin cambiarse ni nada están en una mesa cerca de la barra las cuatro con el representante y algunos de sus músicos. Melvis me saluda con la mano pero se enfrasca en la conversación que tienen entre todos y que por lo que puedo oir ya van por Bahamas, ni que sea de palabra.

Me doy cuenta de que estas preciosidades ya están a miles de kilómetros aún que estén de cuerpo presente. Ni me despido. Salgo por la puerta, saludo al parqueador con la mano que está al otro lado del aparcamiento y con el Mercedes de ministro vacío me voy a casa. Es curioso que como más grande es un espacio más sensación de vacío.

El trayecto a casa son cinco minutos escasos, Rodolfo me abre la verja y meto el Enterprise no sea que le pase algo.

.- ¿Qué Simón? ¿Te dio calabazas la señorita de Sexto Sentido?

.- Cállate. ¿Cómo lo sabes?

.- ¿Con el tiempo que llevas aquí y no lo sabes? Jajajajajaja!

.- Eso, encima ríete! Me ha dejado tirado como una colilla! ¿Por qué antes no y ahora si?

.- Es muy sencillo Simón, pareces un Yuma.

.- Venga, di en que me he equivocado y si tienes razón barra libre.

.- Él las podía sacar de la isla y tu no.

.- Tráeme un pack de cerveza y coge lo que te dé la gana. Y gracias por recordarme donde vivo.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
5 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
JaSex (28/12/2018), Lara È (03/01/2019), Siroco (30/12/2018), Trauet (28/12/2018), Yuri Deher (06/01/2019)
Antiguo 03/01/2019, 21:51   #155
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

PELUSA


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Normalmente desayuno bastante, porque me apetece y porque el tiempo en esta isla hay que llenarlo como sea. Y hay mucho para llenar.
Además me gusta la fruta, y si te la puedes pagar hay unas papayas buenísimas. Son tan buenas que hasta parecen vaginas. Tienen todas las gracias. Me gustaría poder disfrutar del café que viene de Venezuela pero mi hernia de estómago no me lo permite, me tengo que conformar con esa agua sucia que los british descubrieron en la India y popularizaron con el nombre de té. Eso si. El azúcar el mejor que he probado en la vida.

Rodolfo roba cada mañana una especie de panecillos que hacen en la panificadora que hay cerca de casa y da para su casa, la de sus padres, la de Idalmis, la de María Julia y las de sus tres hijos y familia. El se come uno o dos entre la panificadora y casa. Es el impuesto revolucionario, yo hago ver que no me doy cuenta y él que no se los ha comido. La verdad es que si te los comes dentro de las primeras tres horas están bastante buenos, pasado este tiempo como piedras. Piedras revolucionarias, eso si. Con un poco de mantequilla salida desde detrás del telón ( contrabando ) entran bien.

Como casi todo en Cuba entra bien con un poco de mantequilla. Si, eso, es mantequilla multiusos. Igual que el limón. Lo usan como anticonceptivo, después de echar un kiki calen corriendo, parten un limón por la mitad y se meten la mitad en sus interioridades. Se supone que la acidez súbita evita embarazos, es un espectáculo curioso ver como corren a la nevera con un cuchillo en la mano. La primera vez te asustas. De todas maneras yo veo muchos embarazos, “salí embarazá”, dicen. Yo siempre pienso que algo harían, que eso no pasa solo.

A todo eso suena el timbre de la puerta de la calle, el que hay que tocar para que Rodolfo abra la verja y controle a los perros que están obsesionados con comerse a alguien. La perra si pudiera se me comería a mi. Solo nos toleramos y a distancia. En fin, que el timbre que suena como las campanas del juicio final, a los americanos les gustaría cuando lo instalaron.

Me aparece en el comedor Idalmis muy nerviosa cosa rara en ella y ya me preparo para el bofetón de cada día pero no, me anuncia que en la puerta hay dos señores del gobierno. Que quieren verme. Yo también me pongo nervioso, me consta que con regularidad entran en casa cuando no estoy y revisan mis cosas por si algo no les gusta por el contrario revolucionario. Ya me he acostumbrado y no me molesta demasiado. Esta una información que los turistas que rentan casas para ir a follar a La Habana deberían saber, sistemáticamente se hace en todas las casas que se alquilan. Eso es un régimen totalitario sea de derechas o de izquierdas.

Ahora, una cosa es que te lo hagan y otra que después de años se te presenten directamente. Eso es que algo hay, y normalmente cuando hay algo no es bueno.

.- Simón, que son los del gobierno!

.- Pues mira, diles que pasen al comedor, que estoy desayunando y les ofreces un café o lo que quieran, pero que no te toquen el culo.

.- Descarao!

.- ….

.- Buenos días! ( jovial ) Pero siéntense, desean ustedes algo? Un café, un té, una frutita?

.- Buenos días! Señor Simón Bolívar, verdad? Nos quedamos de pie, gracias.

Yo me levanto porque ve que la cosa va en serio y vale más hacer todo el número y empezar bien.

.- Vayamos al salón y nos sentamos los tres y ustedes dirán.

.- Podemos hablar de pie.

.- Como quieran… ( no son los pipiolos de siempre, se ven más serios, Gestapo comunista ).

.- Tiene usted que abandonar la casa.

.- ¿Comorrrrr?

.- Que tiene usted que abandonar la casa.

.- ¿Cuando?! ¿Por qué?

.- Antes del lunes y por la revolución. Un gran hombre viene unas semanas o unos meses y su equipo ha escogido esta casa mientras escogen una definitiva. Eso será cuando él esté aquí.

.- ¿Y quien es el que me echa de mi casa?

.- Esta casa es del gobierno.

.- Si perdonen, ya lo sé. Pero es que el lunes es dentro de cuatro días. ¿Dónde voy a ir en cuatro días?

.- No se preocupe, un camión del ejercito pasará a recoger todas sus cosas en breve y le hemos buscado una casa en Nuevo Vedado. Estará usted muy cómodo.

.- ¿Y quién es él? ( me siento como Perales )

.- No se lo podemos decir. Secreto de Estado. Recuerde, en breve. Buenos días!

Y se han ido como han venido. Han subido a un Lada y adiós.
Me doy la vuelta y me encuentro con los bonitos y llorosos ojos verdes de Idalmis.

.- Ay, Simón! Que desgracia! A ver a quien nos traen!

.- Bueno, y a mí que? Es a mí a quien echan. Vete a ver a María Julia a ver que sabe del tema. Yo voy a terminar de desayunar y me meto en la piscina, a disfrutarlo mientras pueda.

Al rato vuelve Idalmis con Rodolfo que ya se ha enterado diciendo que María Julia no sabía nada y que está tratando de enterarse con la oficina de no sé que.
El resto del día pasa raro, no pasa nada pero es el mismo ambiente que cuando esperamos un ciclón. Calma tensa hasta que entra directamente por las cocinas María Julia saltándose cualquier protocolo y me grita a la cara:

.-¡Maradona!

.- A ver María, tranquila, yo siempre he sido más de Rugby, deporte bastante menos amanerado que eso de la pelota que jugáis vosotros y…

.- ¡Que viene Maradona Simón! ¡A mi casa!

.- Dirás a mi casa alquilada al gobierno cubano.

.- ¡Bueno, eso! Viene invitado por Fidel porque no está bien, ha tenido un problema con las drogas y en Punta del Este en Uruguay ha tenido un colapso. El gobierno cubano con Fidel a la cabeza han votado de manera unánime que a un defensor de…

.- María Julia, por favor, cállate. No me coloques el disco.

.- Si, perdona Simón, es que estoy nerviosa, han escogido esta casa hasta que busquen una en Siboney.

A la mañana siguiente llego un camión del ejército con unos cuantos soldados que cogieron todas mis cosas y sin demasiado cuidado las han metido todas en el camión.

.- ¿Me puedo llevar mi coche?

.- Si claro compañero.

Me dan la dirección pero les sigo porque hasta el cementerio central no hay problema por la carretera de Boyeros pero la montañita donde está Nuevo Vedado lo conozco poco. Solo conozco el zoo y al gorila Monolo que tira su propia mierda a la gente cuando se cabrea.

La casa que me han asignado no es que esté mal, pero no tiene nada que ver con mi casa. Un porche pequeñito y ni jardín ni piscina ni nada. Además, en comparación es muy pequeñita. Los dueños son buena gente y muy del partido, el único. Los espagueti con camarones están garantizados pero tengo que hablar con ellos porque las primeras horas me trataban como a un turista y no es eso. Lo entienden pero me explican que nunca antes han tenido técnicos extranjeros, solo turistas.

Los días pasan y me dedico a ir a casa de Ida que está muy ocupada y paso más tiempo con Marino que con ella. Me voy medio a vivir a la Casa del Tabaco en el Cohiba porque además de bar de madera buena hay sillones y sofás de calidad, en general silencio y tengo acceso ilimitado a internet con lo que me puedo comunicar con Fábrica y con la familia para explicar que está pasando. Lo único malo es el excelente ron y los cócteles excelentes que hace el barman. Es de la secreta, todos lo sabemos. Me lo han dicho los de la embajada, que cuidado con lo que le digo.

Es una temporada rara en la que voy a Nuevo Vedado casi solo a dormir, el resto entre las Marinas Hemingway y casas de amigos voy pasando. Un día me da para acercarme a mi verdadera casa y me quedo de piedra al ver la cola de chicas que hay en la calle, por lo menos cuarenta, fuera de la verja. Espero ver a Rodolfo pero no está, llamo a casa de sus padres en Alamar, micro diez, y está ahí. Lo han aparcado temporalmente y hay custodios, varios, del gobierno.

Por fin consigo ver y hablar con Ida y después de abrazarme, yo tocarle el culo y ella soltarme un sopapo me cuenta que Maradona está hecho una bola y se pasa el día alelado tirado en el suelo del salón con las puertas que dan al jardín abiertas.
Que tiene montones de ropa de chica y fajos de billetes de cien dólares, y que cuando tiene ganas hace entrar por riguroso orden de cola a dos o tres chicas a la vez para que se la chupen un poco, no se le levanta, y reparte billetes de cien dólares y les deja escoger algo de ropa. Que el propio gobierno cubano le subministra aquello de lo que vino a curarse, que con una mano los médicos lo arreglan y con la ora le dan polvos blancos. También que llevan su propio cocinero y que ella solo limpia cuando le dicen, que no le dejan acercarse a Maradona y ni ganas.

Un día cuando vuelvo a casa, a Nuevo Vedado, me reciben con la noticia de que han llamado del ministerio de no sé que y han dicho que al día siguiente viene el camión del ejército para recoger todas mis cosas y devolverlas a mi casa. Sin más explicaciones. Al día siguiente han venido, han recogido todo y han deshecho el camino que hicieron un par de meses atrás. Por la tarde todo vuelve a estar en su sitio y Rodo y Ida están terminando de borrar las huellas del paso de los invasores.

Estoy tan contento como los demás, estamos todos como si hubiéramos despertado de una pesadilla y creo, que por lo menos temporalmente, nos queremos un poco más los unos a los otros. Con Ida seguro porque en un aparte nos pegamos un morreo de esos que dejan sin aliento, y para variar no me pega y también me besa.

Para el sábado siguiente organizo una barbacoa en el jardín a base de carne, langostas vivas a la brasa, un saco entero, verduras y frutas. También bebida barra libre que con alguno es arriesgado.

Durante unas horas hay el espejismo de que podríamos estar toda la vida así, en aquel jardín viendo cómo se va poniendo el sol en la desembocadura del río Almendares, comiendo, bebiendo y sobretodo estando juntos y queriéndonos aún que sepamos que con el amanecer todo volverá a la normalidad.
Desgraciadamente.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
5 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Baja_70058 (03/01/2019), Lara È (03/01/2019), Siroco (03/01/2019), Trauet (04/01/2019), Yuri Deher (06/01/2019)
mi-mensajex Perfiles Destacados de Chicas - Publicidad
Antiguo 05/01/2019, 21:40   #156
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

La aventura de un empleado
Italo Calvino

Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Una vez, Enrico Gnei, empleado, pasó una noche con una mujer guapísima.
Al salir de la casa de la señora, temprano, el aire y los colores de la mañana
primaveral se desplegaron ante él, frescos, tonificantes y nuevos, y le
parecía que caminaba al son de una música.

Es preciso decir que Enrico Gnei debía aquella aventura sólo a un
afortunado cúmulo de circunstancias: una fiesta de amigos, una disposición
particular y pasajera de la señora —por lo demás mujer controlada y que no
se abandonaba con facilidad—, una conversación en la que él se había
sentido insólitamente cómodo, la ayuda —por una y otra parte— de una
ligera exaltación alcohólica, fuese real o simulada, y también una
combinación logística apenas forzada en el momento de la despedida: todo
esto, y no la atracción personal de Gnei —o en todo caso sólo su apariencia
discreta y un poco anónima que podía designarlo como compañero no
comprometedor o llamativo—, había determinado la inesperada conclusión
de la noche. De esto él tenía plena conciencia y, modesto por naturaleza,
apreciaba aún más su buena suerte. Sabía sin embargo que lo ocurrido no
se repetiría; y no lo lamentaba, porque una relación continuada comportaría
problemas demasiado embarazosos para su tren de vida habitual. La
perfección de la aventura residía en que había comenzado y terminado en el
espacio de una noche. Aquella mañana, pues, Enrico Gnei era un hombre
que había tenido lo mejor que se podía desear en el mundo.

La casa de la señora estaba en la colina. Gnei bajaba por una avenida verde
y olorosa. Todavía no era la hora en que solía salir de su casa para ir a la
oficina. La señora lo había despachado en ese momento para que los criados
no lo vieran. El no haber dormido le pesaba, y hasta le daba una lucidez
como artificial, una excitación no ya de los sentidos sino del intelecto. Un
moverse del viento, un zumbido, un olor de árboles le parecían cosas de las
que en cierto modo debía adueñarse y disfrutar; y no se readaptaba a modos
más discretos de gustar la belleza.

Como era un hombre metódico —el haberse levantado en casa ajena,
vestirse de prisa, no afeitarse, le dejaban la impresión de haber trastornado
sus hábitos—, pensó por un momento en dar un salto hasta su casa, antes
de ir a la oficina, para rasurarse la barba y cambiarse. Tiempo hubiera
tenido, pero Gnei descartó enseguida la idea, prefirió convencerse de que era
tarde, porque le asaltó el temor de que su casa, la repetición de gestos
cotidianos disolvieran la atmósfera de excepción y de riqueza en que ahora
se movía.

Decidió que su jornada seguiría una curva calma y generosa para conservar
lo más posible la herencia de esa noche. La memoria, capaz de reconstruir
con paciencia las horas pasadas, segundo por segundo, le abría paraísos
infinitos. Así, vagando con el pensamiento, sin prisa, Enrico Gnei se
encaminaba hacia la estación del tranvía.

El tranvía esperaba, casi vacío, la hora de salida. Los conductores estaban
en la acera y fumaban. Gnei subió silbando, los faldones del abrigo
revolotearon y se sentó sin compostura, pero enseguida adoptó una posición
más urbana, contento de haberse enmendado rápidamente pero no
descontento de la actitud desenvuelta que había adoptado
espontáneamente.

La zona no era populosa ni madrugadora. En el tranvía había un ama de
casa de cierta edad, dos obreros que discutían, y él, un hombre contento.
Buena gente matinal. Le caían simpáticos; él, Enrico Gnei, era un señor
misterioso para ellos, misterioso y contento, que nunca habían visto en ese
tranvía, a esa hora. ¿Adónde iría?, se preguntaban quizás en ese momento.
Y él no mostraba nada: miraba las glicinas. Era un hombre que mira las
glicinas como hombre que sabe mirar las glicinas: de esto Enrico Gnei era
consciente. Era un pasajero que le da al cobrador el dinero del billete y entre
él y el cobrador había una relación perfecta de pasajero y cobrador, nada
podía ser mejor. El tranvía bajaba hacia el río; buena vida aquélla.

Enrico Gnei se apeó en el centro y entró en un café. No el habitual. Un café
todo de mosaicos. Acababan de abrir; la cajera todavía no había llegado; el
camarero preparaba la máquina. Gnei dio unos pasos de propietario por el
centro del local, se arrimó al mostrador, pidió un café, eligió un bizcocho en
la vitrina de pasteles y lo mordió, primero con avidez, después con la
expresión de quien tiene la boca cambiada por una noche fuera de lo
común.

Sobre el mostrador había un periódico abierto, Gnei lo hojeó. No había
comprado el periódico aquella mañana, y pensar que al salir de casa era
siempre lo primero que hacía. Era un lector consuetudinario, minucioso;
seguía hasta los hechos más nimios y no había página que pasara sin leer.
Pero aquel día su mirada corría por los titulares sin despertar ninguna
asociación de ideas. Gnei no conseguía leer; tal vez, suscitada por el
bizcocho, por el café caliente o porque el efecto del aire matinal se iba
atenuando, una ola de sensaciones de la noche lo asaltó de nuevo. Cerró los
ojos, alzó la barbilla y sonrió.

Atribuyendo la expresión satisfecha a una noticia deportiva del periódico, el
camarero le dijo:

—Ah, ¿está contento de que el domingo vuelva Boccadasse? —y señaló el
titular que anunciaba la curación de un centro medio.

Gnei leyó, se contuvo y en vez de exclamar como hubiera querido: "¡Qué
Boccadasse ni qué cuentos, amigo!", se limitó a decir:

—Ah, sí, sí... —y como no quería que una conversación sobre el próximo
partido desviara la plenitud de sus sentimientos, se dirigió a la caja donde
entretanto se había instalado una cajera joven y de aire desilusionado—.
Bueno, pago un café y un bizcocho —dijo Gnei, confidencial.
La cajera bostezó.

—¿Tan temprano y con sueño? —dijo Gnei.

La cajera, sin sonreír, asintió. Gnei adoptó un aire cómplice:

—¡Ah, ah! Anoche durmió poco, ¿eh? —Reflexionó un momento, y después,
convencido de que estaba con alguien que lo comprendería, añadió—: Yo no
me he acostado todavía. Después calló, enigmático, discreto. Pagó, saludó a
todos, salió. Fue a la peluquería.

—Buenos días, señor, tome asiento, señor —dijo el peluquero en un falsete
profesional que a Enrico Gnei le sonó como un guiño.

—¡A ver si nos afeitamos! —contestó con escéptica condescendencia,
mirándose en el espejo.

Su cara, con la toalla anudada al cuello, parecía un objeto aislado y
algunas señales de cansancio, que el porte general de la persona ya no
corregía, cobraban relieve; pero seguía siendo una cara completamente
normal, como la de un viajero que se apeara del tren al alba, o de un

jugador que ha pasado la noche jugando a las cartas, de no ser, para
distinguir la índole particular de su fatiga, por cierto aire —observó
complacido Gnei— distendido e indulgente, de hombre que ha tenido lo suyo
y está preparado tanto para lo malo como para lo bueno.
"¡A caricias muy distintas", parecían decir las mejillas de Gnei a la brocha
que las cubría de espuma caliente, "a caricias muy distintas alas tuyas
estamos acostumbradas!"

"¡Raspa, navaja", parecía decir su pie "no rasparás lo que he sentido y sé!"
Era, para Gnei, como si se desarrollase una conversación llena de alusiones
entre él y el barbero, que también callaba, manejando con atención sus
instrumentos. Era un barbero joven, poco locuaz más por falta de fantasía
que por reserva de carácter, tanto que, por conversar, dijo:

—Este año, ¿eh? Qué buen tiempo hace ya, ¿eh? La primavera...

La frase le llegó a Gnei justo en plena conversación imaginaria, y la palabra
"primavera" se cargó de significados y sobreentendidos.

—¡Aaah! La primavera... —dijo, con una sonrisa de experto que le quedó en
los labios enjabonados. Y ahí la conversación se agoto.

Pero Gnei sentía la necesidad de hablar, de expresar, de comunicar. Y el
barbero no decía nada más. Gnei estuvo dos o tres veces por abrir la boca
mientras el otro levantaba la navaja, pero no encontraba palabras, y la
navaja volvía a posarse sobre el labio y el mentón.

—¿Cómo dice? —preguntó el barbero, que había visto moverse los labios de
Gnei sin que saliera ningún sonido.

Y Gnei, con todo su fervor:

—¡EI domingo Boccadasse regresa al equipo!

Lo había gritado casi; los otros clientes volvieron hacia él las caras medio
enjabonadas; el barbero se quedó con la navaja en el aire.

—Ah, ¿usted es del *** ? —dijo, un poco disgustado—. Yo, sabe, soy del ***

—y nombró el otro equipo de la ciudad.

—Oh, los del *** el domingo tienen un partido fácil, seguro... —pero su
fervor ya se había apagado.

Afeitado, salió. La ciudad estaba animada y sonora, recorrían los cristales
relámpagos de oro, el agua volaba en las fuentes, los trotes de los tranvías
sacaban chispas a los cables. Enrico Gnei estaba como en la cresta de una
ola, ímpetus y languideces se alternaban en su corazón.

—¡Pero si eres Gnei!

—¡Y tú Bardetta!

Había encontrado a un antiguo compañero de la escuela, a quien no veía
desde hacía diez años. Se dijeron las frases acostumbradas, el tiempo que
había pasado, cómo no habían cambia— do. En realidad, Bardetta estaba
bastante canoso y la expresión de zorro, un poco viciosa, de su cara, se
había acentuado. Gnei sabía que Bardetta estaba en los negocios, pero
había tenido percances poco claros y hacía tiempo que vivía en el extranjero.

—¿Sigues en París?

—En Venezuela. Estoy a punto de regresar. ¿Y tú?

—Siempre aquí —ya pesar suyo se sonrió incómodo, como si se avergonzase
de su vida sedentaria, y al mismo tiempo le dio fastidio no ser capaz de dar
a entender a primera vista que su existencia era en realidad la más plena y
satisfactoria que cupiera imaginar.

—¿Y te casaste? —preguntó Bardetta.

A Gnei le pareció que ésta era la ocasión de rectificar la primera impresión.

—¡Soltero! —dijo—. ¡Yo siempre soltero, eh, eh! ¡Resistimos!

Así era: Bardetta, hombre sin prejuicios, en vísperas de marcharse a
América, sin más vínculos con la ciudad y sus habladurías, era la persona
ideal para que Gnei pudiera dar rienda suelta a su euforia, el único a quien
podía confiar su secreto. Más aún, con él hubiera podido exagerar un poco,
hablar de su aventura aquella noche como de un hecho para él habitual.

—Así es —insistió—, nosotros somos la vieja guardia de los solteros, ¿no?

—queriendo remitirse a la fama de frecuentador de bailarinas que había
tenido Bardetta en una época.
Y ya estudiaba la frase que le hubiera servido para entrar en el tema, algo
como: "Mira, justamente anoche, por ejemplo...".

—Yo, en realidad, sabes —dijo Bardetta con una sonrisa un poco tímida—,
soy padre de familia, tengo cuatro hijos...

A Gnei le llegó la respuesta mientras estaba creando a su alrededor la
atmósfera de un mundo absolutamente sin prejuicios y epicúreo, y se quedó
un poco desorientado. Miró a Bardetta; sólo entonces percibió su aspecto
raído, mal entrazado, su aire de preocupación y cansancio.

—Ah, cuatro hijos... —dijo, en tono opaco—, ¡te felicito! ¿y allá, cómo te las
arreglas?

—Bueno... nada demasiado brillante... Es como en todas partes... Ir
tirando... mantener a la familia... —y separó los brazos con aire de vencido.

Gnei, con su humildad instintiva, sintió compasión y remordimiento: ¿cómo
había podido jactarse de su propia suerte para impresionar a un pobre
diablo como aquél?

—Ah, aquí también, si supieras —se apresuró a decir, cambiando
nuevamente de tono—, uno va tirando así, día a día...

—Bueno, esperemos que alguna vez las cosas vayan mejor...

—Esperemos que sí...

Se desearon buena suerte, se saludaron y se separaron uno por un lado y el
otro por otro. De pronto Gnei se sintió apesadumbrado: la posibilidad de
confiarse a Bardetta, a aquel Bardetta que él imaginaba antes, le pareció un
bien incalculable, ahora perdido para siempre. Entre los dos —pensaba
Gnei— hubiera podido entablarse una conversación de hombre a hombre,
afable, sin fanfarronería, el amigo se habría marchado a América
conservando un recuerdo inmutable; y Gnei confusamente se veía
proyectado en los pensamientos de aquel Bardetta imaginario cuando, allá
en Venezuela, recordando la vieja Europa —pobre pero siempre fiel al culto
de la belleza y del placer—, pensara instintivamente en él, el compañero de
escuela encontrado después de tantos años, siempre con esa apariencia
cauta y sin embargo bien seguro de sí mismo: el hombre que no se había
separado de Europa y personificaba casi su antigua sabiduría de vida, sus
mesuradas pasiones... Gnei se exaltaba: la aventura de la noche hubiera
podido dejar una seña, asumir un significado definitivo, en vez de
desaparecer como arena en un mar de días vacíos e iguales.

Tal vez hubiera debido hablar de todos modos con Bardetta, aunque
Bardetta fuese un pobre tipo con otros pensamientos en la cabeza, aun a
costa de humillarlo. Y además, ¿quién le aseguraba que Bardetta fuera
realmente un fracasado? Quizá lo decía por decir y seguía siendo el viejo
zorro de siempre... "Le alcanzo", pensó, "reanudo la conversación, se lo
digo." Corrió por la acera, desembocó en la plaza, dobló bajo los soportales.
Bardetta había desaparecido. Gnei miró la hora; se le hacía tarde; se dio
prisa para llegar al trabajo. Para tranquilizarse, pensó que ponerse como un
chico a contar a los demás sus historias era algo demasiado ajeno a su
carácter, a sus costumbres; y por eso se había abstenido de hacerlo. Así,
reconciliado consigo mismo, en paz con su orgullo, marcó la tarjeta en el
reloj de la oficina.

Gnei alimentaba hacia su trabajo esa pasión amorosa que, incluso
inconfesada, enciende el corazón de los empleados no bien saben de qué
dulzura secreta y de qué furioso fanatismo se puede cargar la práctica
burocrática más corriente, el despacho de correspondencia ordinaria, el
mantenimiento puntual de un registro. Tal vez su inconsciente esperanza
aquella mañana era que la exaltación amorosa y la pasión oficinesca
formaran un todo único, pudieran fundirse la una en la otra para seguir
ardiendo sin apagarse. Pero le bastó con ver su escritorio, el aspecto usual
de una carpeta verdosa con el rótulo "Pendientes", para hacerle sentir el
agudo contraste entre la belleza vertiginosa de la que acababa de separarse,
y sus días de siempre.

Dio varias vueltas alrededor del escritorio, sin sentarse. Le había asaltado
un repentino, urgente enamoramiento por la señora guapa. Y no podía tener
paz. Entró en la oficina contigua donde los contables tecleaban con atención
y disgusto.

Pasó delante de cada uno, saludándolos, nerviosamente risueño, solapado,
regodeándose en el recuerdo, sin esperanza en el presente, loco de amor
entre los contables. "Así como ahora me muevo entre vosotros en esta
oficina", pensaba, "así me revolvía hace poco entre las sábanas de ella."

—¡Así es, Marinotti! —dijo dando un puñetazo en los papeles de un colega.
Marinotti alzó las gafas y preguntó lentamente:

—Dime, Gnei, ¿a ti también te han descontado cuatro mil liras más del
sueldo de este mes?

—No, amigo, ya en febrero —empezó a decir Gnei, y entretanto recordó un
gesto de la señora, a última hora, por la mañana, que a él le había parecido
una revelación nueva y que abría inmensas y desconocidas posibilidades de
amor—, no, ya me las habían descontado —siguió con voz acariciadora y
tendía las manos con dulzura, frunciendo los labios—, me habían
descontado el total del sueldo de febrero, Marinotti.

Hubiera querido añadir otros detalles y explicaciones con tal de seguir
hablando, pero no fue capaz.

"El secreto es ése", decidió volviendo a su oficina, "que en cada momento,
en cada cosa que haga o diga, esté implícito todo lo que he vivido." Pero lo
corroía un ansia de no poder estar jamás a la altura de lo que había sido, de
no poder expresar, ni con alusiones y aún menos con palabras explícitas, ni
siquiera con el pensamiento, la plenitud que tenía conciencia de haber
alcanzado.

Sonó el teléfono. Era el director. Preguntaba por los antecedentes de la
reclamación de la casa Giuseppieri.

—Mire, señor director —explicó por teléfono Gnei—. La casa Giuseppieri, en
fecha de 6 de marzo... —y quería decir:

"Y cuando ella me dijo lentamente: ¿Ya se va?...yo comprendí que no debía
soltarle la mano...".

—Sí, señor director, la reclamación es por mercancía ya facturada... —y
creía decir:

"Hasta que la puerta se cerró a nuestras espaldas, yo seguía dudando...".

No —explicaba—, la reclamación no se hizo a través de la agencia... —y
pensaba:

"Pero sólo entonces entendí que era completamente distinta de lo que había
creído, fría y altanera...".

Apoyó el auricular. Tenía la frente perlada de sudor. Se sentía cansado
ahora, muerto de sueño. Había hecho mal en no pasar por casa para
refrescarse y cambiarse: hasta la ropa interior le molestaba.
Se acercó a la ventana. Había un gran patio rodeado de paredes altas y
pobladas de balcones, pero era como estar en un desierto. El cielo se veía
sobre los techos no ya límpido sino blanquecino, invadido por una pátina
opaca, así como en la memoria de Gnei una blancura opaca iba borrando
todo recuerdo de sensaciones, y una indistinta, quieta mancha de luz
indicaba la presencia del sol como una sorda punzada de dolor.

Se acercó a la ventana. Había un gran patio rodeado de paredes altas y
pobladas de balcones, pero era como estar en un desierto. El cielo se veía
sobre los techos no ya límpido sino blanquecino, invadido por una pátina
opaca, así como en la memoria de Gnei una blancura opaca iba borrando todo
recuerdo de sensaciones, y una indistinta, quieta mancha de luz indicaba la
presencia del sol como una sorda punzada de dolor.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
4 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Lara È (06/01/2019), Siroco (05/01/2019), Trauet (07/01/2019), Yuri Deher (06/01/2019)
Antiguo 09/01/2019, 12:53   #157
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

POSESIÓN


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

.- Eres mío y puedo hacer contigo lo que quiera.

.- Bueno, eso habría que verlo.

.- Ya está visto, tengo lo que quieres y, a cambio, me obedecerás.

.- Ya… ¿tu crees?

.- Te crees fuerte, pero tu cuerpo es débil y tu mente más. Te controlo.

.- Si tu lo dices… yo creo que…

.- Calla! Obedece!
.- …

.- No somos ni de la misma especie, soy superior a ti. Abandónate!

.- Bueno, y después de este rollo que pretendes que haga?

.- Quiero que des tu vida por mí, que te suicides sabiendo que es por complacerme! Quiero que libres mis batallas y, que cuando pierdas y tus huesos sean exiliados a las puertas de…bueno no, a Waterloo, no tampoco… exiliados al espacio exterior, eso, seas feliz de entregar tu vida por mí. Yo ni siquiera me acordare de ti, no escenificaré ninguna ceremonia en tu adiós. Solo el silencio y el vacío.
Mientras, seguiré con mi vida, reinando en mi reino de cartón y babas, pero al fin y al cabo, mi reino.

.- Pues va a ser que no, ni soy tuyo, ni tengo tendencias suicidas, ni ná de ná. Estás como una cabritilla o has entendido mal cual era tu sitio y cual era el mío.
Existes porque yo existo, vives porque yo te doy la vida cada vez que pienso en ti, no es al revés, te has mirado demasiado tiempo en el espejo. No sabes dónde tienes la derecha.
Este mundo en el que vives te da un lugar para cobijarte porque yo te lo permito, no es tu mundo, es mi mundo, y los pequeños secretos que te guardas no me importan nada, te dejo que los tengas para que me sigas obedeciendo, porque soy yo que tengo lo que necesitas, tengo el aire que respiras, y cuando me canse, te lo quitaré.

.- Así que no eres mío?

.- Nunca lo he sido y nunca lo seré.

PD No lo pienso traducir, quien debía entenderlo ya ha entendido.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.

Última edición por Simon; 10/01/2019 a las 12:05.
Aviso a Organizadores   Citar
5 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Alessia (16/01/2019), Lara È (16/01/2019), Siroco (10/01/2019), Trauet (10/01/2019), Yuri Deher (11/01/2019)
mas-fotos Otras fotos de este hilo
Organizadores del Foro
Otras fotos de este hilo expand-down- collapse-up- Ver todas
Imágenes Adjuntas
__thumb __attach __thumb __thumb __thumb __thumb __thumb
Antiguo 16/01/2019, 16:15   #158
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

AYER y MAÑANA ALTERNATIVOS


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

Hubiera preferido que fuera un lugar más privado, los bares siempre tienen una vertiente pública que hoy me parece poco adecuada. Además, este bar se me antoja el bar más impersonal que he visto en años. En fin, como jugamos en campo contrario habrá que amoldarse.

ANNA

Ya llevo un rato esperando, como antaño siempre llega tarde, y por fin aparece en el marco de la puerta. No es alta pero sabe cuáles son sus puntos fuertes y los menea de manera nada casual. Yo intento adoptar una actitud relajada y a la vez elegante pero no estoy muy seguro de conseguirlo. Más bien parezco un trapo mojado. Me levanto.

.- Cómo estás? – dos castos besos marcando los tiempos –

.- Pues muy bien! Y tu?

.- Mira…como siempre, trabajando… ya sabes.

.- Me alegro que hayamos quedado! Como viejos amigos!

.- Mujer! Viejos, viejos…

.- Es una manera de hablar hombre, si estás igual!

.- Bueno, han pasado tres años desde que lo dejamos.

.- Si… han cambiado cosas para ti y para mi.

.- Para mi no mucho, más o menos igual. ¿Tienes pareja o novio o lo que sea?

.- No, algo hubo pero nada importante, ¿y tu?

.- No, yo tampoco, ha habido historias pero no me apetecía mucho.

.- ¿Un café?, ai no, es verdad que no tomas. Un té entonces.

.- He pensado mucho en nosotros, me he arrepentido mil veces de que terminara todo como terminó.

.- Ya…

.- Y he pensado que quizás podríamos darnos una oportunidad.

.- ¿Tu crees?

.- ¿Por qué no? ¿Y si sale bien?

.- Yo creo que todo tiene su tiempo y vale más guardar una amistad que un mal recuerdo.

.- Pues también tienes razón! ¿Cambiamos el té por un cava para celebrar el desencuentro?

MIREIA

Ya llevo un rato esperando, como antaño siempre llega tarde, y por fin aparece en el marco de la puerta. No es alta pero sabe cuáles son sus puntos fuertes y los menea de manera nada casual. Yo intento adoptar una actitud relajada y a la vez elegante pero no estoy muy seguro de conseguirlo. Más bien parezco un trapo mojado. Me levanto.

.- ¿Cómo estás? – Piquito y repiquito –

.- ¿Sabes que me separé de mi marido?

.- Si lo sabía, ¿Y los niños?

.- Bien! El mayor ya hace su vida y el pequeño está con su padre viviendo.

.- ¿Así que estás sola?

.- Bueno, no. ¿Te acuerdas de Juan? El del Rugby.

.- Si, el alcohólico, ¿verdad?

.- Pues llevo tres años con él…

.- Joder Mire… ¿y que tal?

.- Mira… hasta las doce de la mañana bien, luego no se puede hablar con él. Está borracho cada día.

.- Pues tu tampoco haces muy buena cara, no te sepa mal que te lo diga.

.- Es que ya hace tiempo que empecé a beber con Juan, él bebe vino y yo ginebra.

.- ¡Ala! Así no me extraña lo desmejorada que estás!

.- Bueno, me he adelgazado 20kg…

.- ¡Ponle 5kg más!

.- Hacía mucho que no nos veíamos, años, y he pensado…

.- No Mireia, se lo que vas a decir y agua pasada no mueve molino. No es una buena idea.

.- Como quieras…

.- ¿Quieres un té?

.- No gracias, ¡camarero! Un té y una ginebra… no, da igual, la que quiera!

LAURA

Ya llevo un rato esperando, como antaño siempre llega tarde, y por fin aparece en el marco de la puerta. No es alta pero sabe cuáles son sus puntos fuertes y los menea de manera nada casual. Yo intento adoptar una actitud relajada y a la vez elegante pero no estoy muy seguro de conseguirlo. Más bien parezco un trapo mojado. Me levanto.

.- ¿Cómo estás? – beso húmedo en los morros –

.- ¡Bien! ¿y tu? Yo trabajando en el IKEA

.- Estoy más o menos como siempre. ¿Cómo vas de novios?

.- Jajaja! Bueno, ahí vamos, entrando y saliendo!

.- Si, a ti siempre te gustó que te entraran y salieran.

.- ¡No seas guarro que contigo era diferente!

.- Seguro, pero me cobrabas igual…

.- Joder tío, ¿Qué querías? ¡Una tiene que comer!

.- No si no me quejo, solo digo que pasaba por caja.

.- Pero eso fue hace tiempo, he pensado bastante en nosotros y en darnos una oportunidad.

.- ¿Quieres decir?

.- ¿Qué pasa? ¿Es porque trabajo en el IKEA?

.- No mujer, es que llevamos vidas muy diferentes, además está lo de la edad.

.- ¿Qué pasa con la edad?

.- Pues que te saco treinta años y eso es mucho.

.- ¿No te gusto? ¿Es eso?

.- Si me gustas, pero más por fuera que por dentro. Además lo del IKEA no cuela.

.- ¡¿Por que no cuela, joder?!

.- Pues porque nos conocemos y no me lo creo.

.- ¡Está bien! ¡Sigo con el mismo trabajo de siempre! ¿y que?

.- Y nada, no soy yo quien lo escondo. ¿Quieres un té?

.- ¡No!, he quedado con un cliente en media hora, ¡me voy imbécil!

.- Adiós… camarero, un té por favor.

SUSANA

Ya llevo un rato esperando, como antaño siempre llega tarde, y por fin aparece en el marco de la puerta. No es alta pero sabe cuáles son sus puntos fuertes y los menea de manera nada casual. Yo intento adoptar una actitud relajada y a la vez elegante pero no estoy muy seguro de conseguirlo. Más bien parezco un trapo mojado. Me levanto.

.- ¿Cómo estás? – se sienta directamente –

.- ¿Qué quieres?

.- Un té.

.- No, digo que quieres de mi.

.- Pues que va a ser, tomar algo, hablar un rato, al final queda algo bueno, ¿no?

.- Para mi no.

.- Pero Susana, ¿por que no?

.- Porque me quería casar contigo y me rechazaste!

.- No te rechace, pero creía que saldría mal.

.- ¿Y hoy, piensas que saldría bien?

.- Pues no, sigo pensando lo mismo.

.- ¿Entonces? ¿para que me has hecho venir?

.- No se, yo pensé…

.- ¡Tu quieres sexo y nada más!¡Como siempre!

.- Bueno, si, ¡reconoce que lo pasábamos bien!

.- ¡Mucho! Pero yo ahora estoy casada

.- ¿Y que?

.- ¿Cómo que “y que”? ¡Será cara dura!

.- ¿Quieres un té de la paz?

.- ¡No! ¡Me voy!

.- Camarero, póngame un té por favor… bueno no, mejor una ginebra. No, barata.

Hay días malos, pero mejor no quejarse, pueden ser peores.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.

Última edición por Simon; 16/01/2019 a las 16:21.
Aviso a Organizadores   Citar
4 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Alessia (16/01/2019), Lara È (16/01/2019), Siroco (17/01/2019), Trauet (16/01/2019)
Colabora en un libro sobre los clientes
Estudio trabajo sexual y salud mental
Antiguo 20/01/2019, 20:08   #159
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

La aventura de un matrimonio


Italo Calvino

Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

El obrero Arturo Massolari hacía el turno de noche, el que termina a las
seis. Para volver a su casa tenía un largo trayecto que recorría en
bicicleta con buen tiempo, en tranvía los meses lluviosos e invernales.
Llegaba entre las siete menos cuarto y las siete, a veces un poco antes,
otras un poco después de que sonara el despertador de Elide, su mujer.

A menudo los dos ruidos, el sonido del despertador y los pasos de él al
entrar, se superponían en la mente de Elide, alcanzándola en el fondo del
sueño, ese sueño compacto de la mañana temprano que ella trataba de
seguir exprimiendo unos segundos con la cara hundida en la almohada.
Después se levantaba repentinamente de la cama y ya estaba metiendo a
ciegas los brazos en la bata, el pelo sobre los ojos. Elide se le aparecía así,
en la cocina, donde Arturo sacaba los recipientes vacíos del bolso que
llevaba al trabajo: la fiambrera, el termo, y los depositaba en el fregadero.
Ya había encendido el calentador y puesto el café. Apenas la miraba,
Elide se pasaba una mano por el pelo, se esforzaba por abrir bien los ojos,
como si cada vez se avergonzase un poco de esa primera imagen que el
marido tenía de ella al regresar a casa, siempre tan en desorden, con la
cara medio dormida. Cuando dos han dormido juntos es otra cosa, por la
mañana los dos emergen del mismo sueño, los dos son iguales.

En cambio a veces entraba él en la habitación para despertarla con la
taza de café, un minuto antes de que sonara el despertador; entonces
todo era más natural, la mueca al salir del sueño adquiría una dulzura
indolente, los brazos que se levantaban para estirarse, desnudos,
terminaban por ceñir el cuello de él. Se abrazaban. Arturo llevaba el
chaquetón impermeable; al sentirlo cerca ella sabía el tiempo que hacía: si
llovía, o había niebla o nieve, según lo húmedo y frío que estuviera. Pero igual
le decía: «¿Qué tiempo hace?», y él empezaba como de costumbre a refunfuñar
medio irónico, pasando revista a los inconvenientes que había tenido,
empezando por el final: el recorrido en bicicleta, el tiempo que hacía al salir de
la fábrica, distinto del que hacía la noche anterior al entrar, y los problemas en
el trabajo, los rumores que corrían en la sección, y así sucesivamente.

A esa hora la casa estaba siempre mal caldeada, pero Elide se había
desnudado completamente, temblaba un poco, y se lavaba en el cuartito de
baño. Detrás llegaba él, con más calma, se desvestía y se lavaba también,
lentamente, se quitaba de encima el polvo y la grasa del taller. Al estar así los
dos junto al mismo lavabo, medio desnudos, un poco ateridos, dándose algún
empellón, quitándose de la mano el jabón, el dentífrico, y siguiendo con las
cosas que tenían que decirse, llegaba el momento de la confianza, y a veces,
frotándose mutuamente la espalda, se insinuaba una caricia y terminaban
abrazados.
Pero de pronto Elide:

—¡Dios mío! ¿Qué hora es ya? —y corría a ponerse el portaligas, la falda, a
toda prisa, de pie, y con el cepillo yendo y viniendo por el pelo, y adelantaba la
cara hacia el espejo de la cómoda, con las horquillas apretadas entre los
labios. Arturo la seguía, encendía un cigarrillo, y la miraba de pie, fumando, y
siempre parecía un poco incómodo por verse allí sin poder hacer nada. Elide
estaba lista, se ponía el abrigo en el pasillo, se daban un beso, abría la puerta y
ya se la oía bajar corriendo las escaleras.

Arturo se quedaba solo. Seguía el ruido de los tacones de Elide peldaños abajo,
y cuando dejaba de oírla, la seguía con el pensamiento, los brincos veloces en
el patio, el portal, la acera, hasta la parada del tranvía. El tranvía, en cambio,
lo escuchaba bien: chirriar, pararse, y el golpe del estribo cada vez que subía
alguien. «Lo ha atrapado», pensaba, y veía a su mujer agarrada entre la
multitud de obreros y obreras al «once», que la llevaba a la fábrica como todos los
días. Apagaba la colilla, cerraba los postigos de la ventana, la habitación
quedaba a oscuras, se metía en la cama.

La cama estaba como la había dejado Elide al levantarse, pero de su lado, el de
Arturo, estaba casi intacta, como si acabaran de tenderla. El se acostaba de su
lado, como corresponde, pero después estiraba una pierna hacia el otro, donde
había quedado el calor de su mujer, estiraba la otra pierna, y así poco a poco
se desplazaba hacia el lado de Elide, a aquel nicho de tibieza que conservaba
todavía la forma del cuerpo de ella, y hundía la cara en su almohada, en su
perfume, y se dormía.

Cuando volvía Elide, por la tarde, Arturo hacía un rato que daba vueltas por
las habitaciones: había encendido la estufa, puesto algo a cocinar. Ciertos
trabajos los hacía él, en esas horas anteriores a la cena, como hacer la cama,
barrer un poco, y hasta poner en remojo la ropa para lavar. Elide encontraba
todo mal hecho, pero a decir verdad no por ello él se esmeraba más: lo que
hacía era una especie de ritual para esperarla, casi como salirle al encuentro
aunque quedándose entre las paredes de la casa, mientras afuera se
encendían las luces y ella pasaba por las tiendas en medio de esa animación
fuera del tiempo de los barrios donde hay tantas mujeres que hacen la
compra por la noche.

Por fin oía los pasos por la escalera, muy distintos de los de la mañana,
ahora pesados, porque Elide subía cansada de la jornada de trabajo y
cargada con la compra. Arturo salía al rellano, le tomaba de la mano la cesta,
entraban hablando. Elide se dejaba caer en una silla de la cocina, sin quitarse
el abrigo, mientras él sacaba las cosas de la cesta. Después:

—Arriba, un poco de coraje —decía ella, y se levantaba, se quitaba el abrigo, se
ponía ropa de estar por casa. Empezaban a preparar la comida: cena para los
dos, después la merienda que él se llevaba a la fábrica para el intervalo de la
una de la madrugada, la colación que ella se llevaría a la fábrica al día
siguiente, y la que quedaría lista para cuando él se despertara por la tarde.

Elide a ratos se movía, a ratos se sentaba en la silla de paja le daba
indicaciones. El, en cambio, era la hora en que estaba descansado, no
paraba, quería hacerlo todo, pero siempre un poco distraído, con la
cabeza ya en otra parte. En esos momentos a veces estaban a punto de
chocar, de decirse unas palabras hirientes, porque Elide hubiera querido
que él estuviera más atento a lo que ella hacía, que pusiera más empeño,
o que fuera más afectuoso, que estuviera más cerca de ella, que le diera
más consuelo. En cambio Arturo, después del primer entusiasmo porque
ella había vuelto, ya estaba con la cabeza fuera de casa, pensando en
darse prisa porque tenía que marcharse.

La mesa puesta, con todo listo y al alcance de la mano para no tener que
levantarse, llegaba el momento en que los dos sentían la zozobra de tener
tan poco tiempo para estar juntos, y casi no conseguían llevarse la
cuchara a la boca de las ganas que tenían de estarse allí tomados de las
manos.

Pero todavía no había terminado de filtrarse el café y él ya estaba junto a
la bicicleta para ver si no faltaba nada. Se abrazaban. Parecía que sólo
entonces Arturo se daba cuenta de lo suave y tibia que era su mujer. Pero
cargaba al hombro la barra de la bici y bajaba con cuidado la escalera.
Elide lavaba los platos, miraba la casa de arriba abajo, las cosas que
había hecho su marido, meneando la cabeza. Ahora él corría por las calles
oscuras, entre los escasos faroles, quizás ya había dejado atrás el
gasómetro.

Elide se acostaba, apagaba la luz. Desde su lado, acostada,
corría una pierna hacia el lugar de su marido buscando su calor, pero
advertía cada vez que donde ella dormía estaba más caliente, señal de que
también Arturo había dormido allí, y eso la llenaba de una gran ternura.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
3 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
Lara È (20/01/2019), Siroco (21/01/2019), Trauet (21/01/2019)
Antiguo 31/01/2019, 17:07   #160
Simon
avatar_
Fecha Registro: oct 2016
Mensajes último año: 1819
SmilePoints último año: 6.809
Reputación último año: 128
Expes publicadas: 108
Colaboración: 730
icon

LAS HUCHAS


Haz clic en la foto para verla a tamaño completo

.- Oye…

.- Que?

.- Hace un día muy tontorrón, entre el frío y la lluvia…

.- Si es verdad! Estamos en invierno que quieres.

.- Nah, que a uno le vienen ganas de meterse todo el día en la cama.

.- Eso es fácil, te vas a casa y te metes en la cama.

.- No te creas! Que es fiesta y mi mujer está en casa, si me meto en la cama me echa los perros.

.- Bueno, pues nada, a mi no me mires que a mi casa no vienes.

.- No, si había pensado que podía ir a casa de Esperanza (es una puta que va vestida de verde) y me metía dos o tres horas con ella en su cama.

.- Pues por mí no te cortes, que para esto están los amigos. Yo me voy al bar.

.- Es que precisamente he pensado que estaría bien que vinieras!

.- Ah no, se ha terminado lo de los tríos y demás, se lo prometí a la Encarna! ¿Te acuerdas?

.- Si no es eso, claro que me acuerdo!

.- Entonces …?

.- Es que voy un poco flojo de cash y como Esperanza te conoce y sabe que tu vas fuerte…

.- Espera, espera! Quieres que te haga de mamporrero o que le pague a Esperanza?!

.- En realidad…

.- Tienes un morro que te lo pisas! Los vicios se los paga cada uno! Y te estoy haciendo un favor! Así no me deberás nada!

.- Si me invitas tampoco.

.- A que te doy?!

.- Venga coño! No seas así!

.- Que no!

.- Mira, es que tengo pasta para pagar el servicio “base” pero Esperanza cobra suplementos por todo y para los suplementos no llego! Me financias los suplementos, venga!

.- Pfff…. Es pesado el tío! Y sin suplementos no pasas?

.- Es que me gustan! Vengaaa, estírate un poco!

.- Que no! Que con el precio de los suplementos te invito a vermut y a comer y aún sobra! No todo va a ser follar!

.- Esta bien… si era para meterme en la cama…

.- Lo ves hombre? Venga! Vamos al bareto Jamones2 que se que te gusta! Jajajajaja!

.- Cabrón tacaño…
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
Aviso a Organizadores   Citar
6 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
JaSex (31/01/2019), Lara È (31/01/2019), Reddington (31/01/2019), Siroco (31/01/2019), Trauet (01/02/2019), Yuri Deher (02/02/2019)
Responder
SexEvents
Plataforma

(0 foreros y 1 invitados)
 


vBulletin® - Copyright ©2000 - 2024, Jelsoft Enterprises Ltd. - La zona horaria es 'Europe/Madrid'. Ahora son las 02:45.
Página generada en 0,642 segundos con 247 consultas.