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El melón de Simon
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Antiguo 22/01/2021, 23:55   #61
Simon
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MARCANDO EL PASO


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Como cada año llega el cambio de hora, por eso del ahorro energético y esas cosas que se inventan para distraernos.

Este año no han dicho que va a ser el último y para celebrarlo en vez de cambiar una hora cambiaremos dos, pero el día, o sea, la noche que a las dos serán las cuatro o que a las dos serán las doce otra vez, por Dios que lio, no me aclaro y después de estar media hora dándole vueltas al asunto decido no hacer nada para no equivocarme.

Si me equivoco será un error de cuatro horas que es mucho, y si no hago nada sé seguro que me equivocaré pero solo la mitad. Me parece mejor, más seguro... ¿o no?

Pero si lo hago tengo el cincuenta por ciento de posibilidades de acertar y seguir con el resto de la humanidad, por lo menos en la hora geoestacionaria.

Antes de irme a dormir lo muevo dos horas, todos los relojes de casa.

A la mañana siguiente lo primero que hago es mirar la hora en el móvil y descubro que lamentablemente me he equivocado y llevo un desfase de cuatro horas respecto al mundo, pongo los relojes en hora pero es igual. Yo sigo con cuatro horas que no consigo recuperar, da igual lo que digan los relojes.

Intento sacarle provecho a la situación por otro lado absurda. Puedo robar un banco y no se darán cuenta hasta al cabo de cuatro horas cuando dejen de tener el dinero que ya no tienen y no me podrán acusar nunca de nada porque estando, no estaré. Así que siempre tendré coartada para todo.

Luego se me ocurren otras posibilidades menos atractivas como tomarme un laxante y que me haga efecto antes de tomármelo, prefiero no indagar en los detalles no sea que vomite para adentro.
¿Expiraré entes de inspirar o me hincharé como un globo durante cuatro horas? ¿En el peor de los casos estaré muerto y vivo a la vez? ¿Tendré una eyaculación y el orgasmo a las cuatro horas, o todo a la vez durante cuatro horas teniéndolo sin tenerlo?

No tiene tantas ventajas como pensaba, no puedo leer un libro porque antes de leerlo lo he leído y no lo he leído, pero ya se cómo termina, lo mismo con las pelis, pintura, escultura, la música ya la he oído antes de oírla. La vida se hace aburrida.

Además me veo a mi mismo andando siempre por delante de mí estropeandome cualquier sorpresa agradable, o no, que me pueda dar la vida. A medida que pasa el tiempo entre mi y mi mismidad cuatro horas por delante de mí han ido apareciendo duplos de mi que circulan en fila.

Creo que me voy a volver loco, lo de andar por la vida por detrás de uno mismo es muy desagradable, incluso le ha quitado la gracia a las cosas más cotidianas. Cuando ve que el de delante de todo se mete el dedo en la nariz o se tira un pedo sabe que en cuatro horas justas le tocará a él pero que antes verá a la media docena de duplos hacerlo. Si se llegara se apuñalaría a si mismo pero a pesar de que ha conseguido poner a todos los si mismos en círculo persiguiéndose no se alcanzan nunca.

Decide hacerse con un arma de alta velocidad de disparo y apuntarse a la nuca a él mismo del futuro, sabe que cuando dispare él también morirá pero es mejor que seguir así.

Apunta y dispara esperando sentir la bala perforándole los sesos después de ver los otros seis caer durante cuatro horas. Verse morir de un auto tiro varias veces durante cuatro horas. No es un - ¿futuro? - muy deseable.
Pero no hace falta, entré él y él y así seis veces hay sendas balas que vuelan sin llegar nunca al objetivo. Solo llegarán al objetivo cuando el primero muera de muerte natural y los otros seis mueran durante cuatro horas hasta que cuando solo quede él la bala que lo persigue le reviente la sesera.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
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Antony8456 (31/01/2021), Aramis 43 (23/01/2021), Baja_134832 (23/01/2021), El Observador (26/01/2021), Medio Siglo (23/01/2021), Trauet (23/01/2021)
Antiguo 25/01/2021, 18:43   #62
Simon
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TIOVIVO


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Le despertó una voz de hombre que cantaba las virtudes con un entusiasmo sobreactuado de una máquina para picar carne que inicialmente se coló en su sueño de manera algo angustiante. Tardó algunos segundos - ¿o fueron minutos? – para entender que era la tv que por alguna razón estaba encendida desde vaya usted a saber cuándo.

Lo que tardó un poco más en descubrir es que de alguna manera había logrado llegar a su cama en un evidente estado etílico. Seguro que estaba en su cama por el olor, hacía semanas que no cambiaba las sábanas y olían a los olores corporales que desprende un ser humano normal. Olía a sudor y al olor inconfundible de sus pedos.

No abrió los ojos por si se mareaba e intentó a ciegas erguirse en la cama. Lo primero que le hizo reaccionar fue el puñetazo que le soltó la resaca en la coronilla - ¡hostia! – y lo segundo una viscosidad en los pies acompañada de otro olor inconfundible que le recordaba que la noche anterior en el rebote de dejar caer su cuerpo nada liviano sobre la cama le había provocado un sube baja estomacal de todo que había comido y bebido, sobretodo bebido en el Bikini, provocándole el vómito caliente, viscoso y desagradable que sin embargo le había permitido dormir aliviándole la borrachera.

Intentó quitarse la ropa que no se había quitado la madrugada anterior sin mancharla demasiado al pasar por los pies con suerte desigual, se fue a la ducha con los ojos entreabiertos a ratos calculando cuando le tocaba venir a la señora de la limpieza intentando manchar lo mínimo posible. Estaba buena la señora de la limpieza, en fin… le había echado algún tiento y se había mostrado poco receptiva. Sería cuestión de insistir.

La ducha de agua calentita fue larga y reparadora exteriormente pero su interior seguía adoleciendo de una inestabilidad peligrosa. Salió de la ducha y como Dios lo trajo al mundo, sin secarse demasiado, se fue a por la George Clooney que hacía café y puso un tazón enorme que le había regalado alguien con la Estatua de la Libertad dibujada símil Andy Warhol. A él le gustaba más Marilyn Monroe que la Libertad. Fue metiendo capsulas doradas de café cagado por una gineta, carísimo, según decía el estuche hasta que la Libertad quedo llena de café cagado.

Se sentó en el sofá apartando la ropa sucia con un gesto que intentó ser elegante y con una pierna mirando pá Cuenca y la otra pá Candanchú se tiró el café garganta abajo en tragos largos a ver si podía abrir totalmente los ojos que parecía chino. Descubrió que tomarse medio litro de café extra fuerte en una taza balanceándola por encima de donde debería estar su regazo, pero como había abierto las piernas solo estaban los restos del pijo y los huevecillos, era una mala idea y se quemó con un chorrito de gineta en el pubis. Eso lo terminó de despertar.

Se fue al baño a soltar lastre para quedarse tranquilo del todo sin poder evitar al tío que lo miraba desde el espejo, tenía un aspecto tirando a repugnante trabajado a lo largo de los años, se encontró un parecido a Copito de Nieve, incluso tenía los ojos azules y la barba mal afeitada se insinuaba blanca. No parecía un dandy precisamente, si se pone en la calle le dan un par de euros, de todas maneras no había visto nunca un indigente con aquellas lorzas, y a un dandy menos.

Necesitaba comer para hacer base en el estómago y beber porque como todo el mundo sabe la mejor manera de superar una resaca de campeonato es beber inmediatamente otra vez. Ni que sea para pillar el puntito. - ¿A todo eso que hora era? – Veamos… las siete de la tarde, había dormido casi todo el día y si no fuera por el tío de la carne picada aún dormiría.

Se bajó al Bar del Grasas que nadie sabía cómo se llamaba pero por la pátina que cubría todo lo fijo y todo lo movible se había ganado la reputación, de hecho el Grasas original había sido el padre así que el titular que era más o menos de su edad vendría a ser el Grasas Junior.
Se gastaba una mala leche importante, a la más mínima se ponía a gritar como un loco, salía a la calle y como mirando al Tibidabo se veía la antena de telecomunicaciones te gritaba; - ¡vete a la antena coñiiio, vete a la antena! – todo acompañado con grandes espavientos y ademanes.

.- Hola Grasas… no me toques mucho los huevos que estoy hecho polvo.

.- ¡Mira el señorito!, ¡joder, a las siete y media de la tarde! ¿a ti te parece normal?

.- Venga, ponme una copa de algo, que sea fuerte y que sea triple.

.- Joer neng… vamos cocios eh… - dijo el Grasas poniendo en un vaso de tubo una cantidad poco racional de algo transparente y alcohólico.

Me lo tragué en tres o cuatro viajes no estando seguro que fuera muy buena idea.

.- Mañana te lo pago que necesito la pasta.

.- ¡Y se queda tan ancho el señorito! ¡Que lo paga mañana! ¡Vete a la antena!

.- Gracias Grasas eres buen tío pero no me grites, me duele la cabeza.

Me fui andando hacia la estación de Sants directo al McDonalds que fue lo más grasiento que se me ocurrió después del Grasas, pero es que el Grasas tenía una mierda de tapas. Pedí tres menús de los de las hamburguesas de varios pisos con doble de patatas y tres Coca-colas. Hasta salió una chica de detrás del mostrador para ayudarme a llevar todas las bandejas a una mesa donde me comí de manera sistemática y desde mi punto de vista terapéutico todo lo que tenía delante. Mucha grasa y mucho azúcar.

Ya en la calle dudé un momento si cogía el metro o el taxi y la modorra momentánea después de comer me hizo decidir por el taxi.
Algunas veces en los taxis se está bien, era ese momento que la noche le está ganando la batalla a la luz, me gusta este momento, la radio encendida con un programa de esos que solo se oye la cantinela de lo que hablan pero no se entiende nada, desparramado por el amplio asiento trasero y viendo el remodelado paralelo hasta Colón. Mú chulo. Antes de bajarme del taxi, cuando ya había pagado, aflojé un largo pedo silencioso, de esos de carga de profundidad, húmedos apestosos que por lo menos liberaron a mi intestino de la capacidad de medio litro de gases.

Subí un trecho paseando por la Rambla hasta que como atraído por un imán me metí por una callecita a la izquierda, me gustaba pasear por las callecitas de la Barcelona antigua sin rumbo fijo pero invariablemente fuera cual fuera el trayecto terminaba como sin querer en una plaza donde hay un bar con unas bravas excelentes, unas bombas picantes para ganar concursos y unas gambas al ajillo que apestabas a ajillo, a que sino, pero estaban de muerte. Eso y un par de Woll Damm terminaron de estabilizarme.

Para la segunda Woll me trasladé de la mesa a un taburete de la barra para soltar un poco más de gases aprovechando la maniobra y para poder observar la plaza a través del ventanal grande, espacioso y sin cortinas.
En la plaza se estaba produciendo de manera paulatina el cambio de guardia entre las meretrices que trabajan durante el día y las del turno de noche. No muchas doblan turno, y, en general, las que lo hacen es mejor evitarlas.

Cualquiera que haya estado en Amsterdam se dará cuenta de que las cosas funcionan justo al revés. Allí, en el barrio rojo, las chicas están en escaparates y los clientes deambulan por la calle intentando decidirse, aquí las chicas van deambulando dando, más o menos, vueltas a la plaza y son los clientes que están tras los cristales observando la calle. Seguramente tiene que ver con el puritanismo del Mar del Norte y el esto es jauja de los mediterráneos.

Cuando ves una chica que te gusta haces algún gesto de complicidad, la elegida entra en el bar para establecer los términos económicos de la transacción y si hay acuerdo se sale más o menos juntos, más bien menos, al lugar escogido.

Sin que le diga nada me entra una nigeriana que no está mal pero no es lo mío. A cualquier cosa que le digo me contesta que veinticinco euros, no me entiende, cuando se lo digo en inglés, pasa de hacerse la nigeriana a hacerse la sueca pero al cabo de un rato de negativas termina por irse no sin antes sobarme bien sobado como último recurso a ver si las hormonas y las neuronas me juegan una mala pasada, pero no. Se va a la plaza otra vez a seguir con el carrusel y a pesar de mis gestos de negación absoluta sigue intentándolo con muecas.

Me olvido de ella y centro mi atención en una mujer en los cuarenta, con aspecto de ser de la península, el pelo negro, corto y un abrigo corto de una talla lo suficientemente explicita como para intuir todo lo que hay debajo y lo suficientemente corto como para dejar ver unas botas hasta las rodillas, también se ven dos jamones que prometen firmeza.

Le hago un gesto y sin cambiar la expresión entra, se pide una caña a mi cargo y me desgrana precios. Le digo que quiero ir al hotel y eso tiene una incidencia al alza en las tarifas. En realidad son las mismas tarifas que tienen todas ellas, por lo menos las de su casta. Acepto y salimos ella delante y yo unos dos o tres metros detrás como si no nos conociéramos. Este pasacalle siempre me ha parecido especialmente frío y desagradable. Entramos al hotel y mientras yo pago ella coge directamente la llave de una habitación.

El momento del ascensor en que te quedas solo con una persona que no conoces de nada pero sabes que en diez minutos estarás en lo que estarás es muy raro. Es a la vez excitante y claustrofóbico. Una vez en la habitación arreglamos el tema de la economía y pasamos al que para mí es el punto álgido de la incomodidad. Cuando se pone en circulación los bidets, los bideles que dicen algunas. Sobretodo si sigue haciendo la misma cara de palo que cuando estaba dando vueltas al tiovivo de la plaza.

Hay ducha pero por alguna razón raramente funciona. Primero me lava a mi desde la punta del pijo hasta más atrás del perineo, y cuando ya estoy en la cama con unas sábanas aparentemente muy limpias veo como ella quitándose la ropa levanta una pierna y con una mano transporta agua del chorrito del bidet al chichi haciendo un ruido muy concreto: chap chap chap, un poco como las mareas pero algo más contenido.

Se viene para la cama y tiene tendencia a hacer la estrella de mar y todo ello con la misma cara, a mi me parece que podría hacer un poco de comedia, pero no, y no sé si es mejor o es peor.

Me indica que la puedo besar donde quiera pero en la boca no, esto es algo que siempre me ha intrigado, al cabo de la noche habrá hecho con su boca las cosas que se suponen en estas circunstancias, pero besar en la boca no. En fin… me dedico a sus Magnificas Tetas que si se dejan besar, chupar, lamer y cualquier otra cosa y después de haberme hecho un francés “sin” con la boca que no se puede besar me enfunda un preservativo con la habilidad que solo da la práctica. Me pongo encima apoyándome en los codos para no asfixiarla bajo mi enorme peso y bombeo anticipando mentalmente como acabará la cosa sin equivocarme.

Me dejo caer a un lado mientras ella enciende un cigarro - ¿aquí se puede fumar? –

.- Yo si – me contesta.

Se fuma el piti tranquilamente y yo trato de ligar una mínima conversación con poco éxito. Ella hace ademán de ir a por la ropa y yo alego que ha pasado muy poco rato. Es por polvo, no por tiempo.

.- Venga… te doy treinta euros más y vamos a por el segundo.

Pero se niega y yo le pido que por lo menos se quede ahí el tiempo de fumarse el pitillo. Accede con un gruñido sin haber cambiado nunca la cara.

Soy consciente de mi derrota y soy yo quien empieza a vestirse tras haberme quitado el condón y limpiar el desaguisado. Cap, chap, chap…

Salimos del hotel y ya en la calle nos despedimos sin dos besos ni nada, solo yo le digo que hasta la próxima sabiendo perfectamente que no nos veremos nunca más. Ni que nos veamos en la plaza nos ignoraremos.

Sigo andando hasta la Ronda Sant Antoni donde me siento en una terraza de la Moritz donde me pido un tanque y unas cuantas tapas pijas y caras mientras una chica alta y corpulenta, alta para ser china y corpulenta para cualquier otra etnia y otra china pequeñita y poca cosa me miran y cuchichean pero sin iniciar ninguna maniobra de acercamiento.

Estoy en la terraza hasta que cierran y educadamente me echan, cojo un taxi, tasis, en la Plaza Universidad y me hago llevar algo perjudicado a la esquina del Grasas, cuando llego son más de las tres y golpeo con un par de patadas la persiana bajada.

Oigo desde el interior:

.- ¡Vete a la antena coño!

.- Grasas soy Simón, perdona que te despierte, dame una botella de Cardhu 12, mejor dos, y te las pago mañana.

.- ¡Que te den por el culo Simón! ¡Vete a la antena que te den Cardhu y por el culo!

Pero me lo da y subo a casa sabiendo que mañana me despertaré por la tarde con el tío que pica carne.
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Antony8456 (31/01/2021), Aramis 43 (26/01/2021), Baja_134832 (26/01/2021), El Observador (26/01/2021), JaSex (25/01/2021), Medio Siglo (25/01/2021), Trauet (25/01/2021)
Antiguo 27/01/2021, 22:28   #63
Simon
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EL DÍA DE LA MADRE


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La vida ha corrido mucho, solo tengo treinta y tres años, ya llevo dos divorcios, una hija, una ruina, cuatro trabajos, tres de ellos serios, el último y mejor pagado en el que estoy. Curiosamente es el que menos esfuerzo requiere, además tiendo a moverme necesariamente por empresas y despachos con madera y moqueta aún que eso si, exige una cierta etiqueta con vestidos y complementos de Furest. Algunos los hacen a medida, camisas incluidas pero ni me llega el presupuesto ni me hace falta. Estoy hecho un figurín. Ya verás cuando tenga cincuenta y pico como me cambia el cuerpo.

Algunas veces me cuestiono si como más de cuello azul es el trabajo y más esclavo es está peor pagado expresamente para marcar las diferencias con los de cuello blanco que se les supone una mayor competencia y trabajo, eso se consigue con sueldos inalcanzables para los cuello azul, cuando en realidad las decisiones ejecutivas la mayoría de veces las podría tomar cualquiera con un mínimo sentido común y que sus padres hubieran podido pagar una universidad privada aquí o en los USA a razón de dos millones de pesetas al año. Te dan un título sin rechistar. Conozco algunos. Bueno, también hay que saber adoptar una actitud de superioridad moral, intelectual y laboral, pero eso tiende a heredarse de padres a hijos, por mimetismo.

Haber alcanzado el estatus de cuello blanco además me da la prebenda de poder ejercer un cierto acoso y derribo con todas las mujeres, arriba, mis iguales y abajo en el escalafón de la empresa. Tiene la ventaja que tú también recibes un cierto acoso que además de hincharte la autoestima abre abanicos de posibilidades. La verdad es que alguna vez es una pesadez como por ejemplo cuando una de las jefas más jefas con la excusa de enseñarme unos documentos me hizo inclinar sobre su mesa y aprovechando la posición desde atrás me sobó todo lo que cuelga antes de que me diera cuenta. No le funcionó y me tiene inquieto porque me consta que se tira al presidente. Tiene estómago la tía.

En cuanto a lo que me interesa a mi hay tres que me parecen interesantes. Hay dos que están muy buenas pero una de ellas se ha quedado embarazada, supongo que de su marido porque también se tira al presidente, hace un par de meses así que descartada La otra es una morena con un cuerpazo que tira de espaldas y unos ojos profundos como alguna depresión, pero la va el tema de las drogas y por ahí no paso por buena que esté. Si un día voluntariamente se pusiera a tiro no diría que no, pero vaya, que en principio también se auto descarta. Además las dos saben que están muy buenas y le sacan partido. La rubia cobra el doble que yo solo para hablar por teléfono y mover su magnífico culo por los pasillos provocando desastres a su paso. Bueno, y lo otro.

Luego hay una chica en la centralita telefónica que baja un poco el nivel físico en todos los sentidos pero como es un poco locuela lo compensa en descaro propio de sus veintitrés años. Es la elegida para ser objeto de las atenciones necesarias para que en unos meses se pelee definitivamente con un novio plasta que vive con ella y se vaya a vivir con su madre divorciada a Sitges, a la cual odia porque adora a su padre. Camino expedito.

Empezamos a salir con la tontería propia de estas situaciones. Cenas, copas, sexo, paseos…naturalmente no siempre por este orden. Como viven solas saliendo de trabajar, por aquello de que no suba en tren que mi Mercedes es mucho más cómodo y rápido, complementado con que vivo en Castelldefels Playa y me viene bien bastantes días acabo cenando en el puerto de Aiguadolç y otras en su casa. Para cabreo de la señorita algunas veces se apunta su madre a las salidas y, naturalmente, en su casa cena siempre con nosotros.

Todo esto dura perfectamente un año en el que ella muestra desequilibrios e inseguridades que yo erróneamente achaco a su relativamente corta edad. Es cierto que solo tiene diez años menos que yo pero a una edad que se nota mucho, en cambio con su madre que tiene cuarenta y siete años noto mucho menos la diferencia de edad.

Se llevan un rollo raro y competitivo entre ellas, prácticamente esto y también unos ciertos desequilibrios son las únicas cosas que pueden hacer sospechar que son madre e hija. Por el resto no se parecen en nada, una es alta rubia con el pelo rizado y los ojos verdes, y su madre es más bajita enjuta, morena con el pelo liso y narigona. Eso sí, tiene unos pechos que si te da te los clava de lo tiesos y puntiagudos que calza. Además, todo lo desagradable que consigue ser con su hija en sus frecuentes peleas, conmigo es amable, educada, simpática y más o menos graciosa. Ahí fallamos un poco.

Con altos y bajos, sobre todo por sus cambios de carácter que han terminado por ponerme en un estado de guardia constante, la cosa se deteriora. Me agobia. Ella está cada día más desbocada y yo más harto. A veces no la aguanto y sin decir gran cosa agarro la puerta y me voy, otras ella no me aguanta a mí y agarra una moto que tiene y desaparece durante horas. Yo, para no ser maleducado, me quedo hablando con su madre que parece encantada de tener a alguien que no se pelee con ella a la más mínima. No es raro que después de la cena saque una botella de cava y nos la ventilemos mano a mano mientras me cuenta la vida y de paso consigue meter cuñas publicitarias dejando verde a su hija. Al principio siempre me incomoda un poco pero después de un par de copas de cava me ha dado siempre igual todo. Aguanto fatal el alcohol supongo que por falta de práctica.

Una tarde veraniega la bronca materno-filial es especialmente potente y la chica desaparece escupiéndole a su madre insultos y prometiendo que no la quiere ver más, como otras veces, y que se va a Barcelona de fiesta para castigarla o para castigarse. O las dos cosas. No lo sé. Yo hago amago de retenerla pero me empuja y también me escupe a mí gritándome que es mi culpa y que no se me ocurra seguirla. No se me había ocurrido.
Me quedo a medio aire, entro en la casa y hago amago de recoger mis cosas para irme a mi casa visto el buen rollo, pero sale llorosa de las profundidades la madre de la criatura y me ruega que me quede a cenar, que la cena ya está hecha y que no lo va a tirar todo. Me convence y me voy quedando, ella se disculpa y se va al baño a lavarse la cara y borrar las huellas de la llorona de un cuarto de hora antes.

Salgo al balcón a mirar el mar que siempre me calma y a los pocos minutos sale ella con dos copas de cava y otra camisa porque según ella se le ha manchado la que llevaba puesta. No puedo dejar de mirar con cierto descaro que tranquilamente lleva un par de botones más sin abrochar que antes. Ella no dice nada y no le doy más importancia. Brindamos y terminada la primera copa me pide que vaya a la cocina a buscar la botella que ha metido en el congelador para que esté más fría.

Obedientemente me levanto y me voy a hurgar en la nevera en busca de la botella, y no la encuentro. Una nevera no puede tener tantos escondites. Cuando cierro la puerta de la nevera ella está detrás de la puerta, yo empiezo a preguntar dónde está el cava pero no puedo terminar la frase. Desde su metro sesenta y cinco agarra mi cabeza y me suelta un beso que incluye casi todas las variantes posibles, largo, larguísimo, húmedo, mojado, con y sin lengua, me chupa las orejas por dentro y por fuera, me abraza, me arranca los botones de la camisa y los de la suya, aparecen sus pechos como misiles apuntando a mi pecho, yo que ya he reaccionado descubro a la vista y al tacto que tienen trampa, que ha pasado por el quirófano. Me arrastra a un dormitorio, el primero que encuentra, es el de su hija pero no parece importarle, incluso en algún momento intuyo que le da más morbo, que le pone.

En un descuido me zafo de la presa y objeto que su hija puede volver en cualquier momento, que puede ser un desastre y la tercera guerra mundial pero ella me dice que da igual, que con lo cabreada que se ha ido igual no vuelve en toda la noche, todo esto entre besos apasionados y toqueteos en las dos direcciones. Ella ya ha conseguido el salami y me está practicando una garganta profunda profundísima, creo que vomitará encima de mi polla entre arcada y arcada.

Tengo un momento de clarividencia, o no, y le doy un empujón que la tira encima de la cama con los pantalones por las rodillas, me da tiempo a ver un bonito conjunto de ropa interior que identifico como de La Perla Gris, olvido mi camisa, me medio guardo dentro de los pantalones lo que sobresalía y cogiendo las llaves del coche arranco sin camisa, sin el cinturón puesto y con la polla a medio guardar.

En automático cojo las Costas de Garraf en vez de los túneles, mientras conduzco me guardo lo que me falta por guardar y me pongo el cinturón de seguridad, pero no la camisa porque me he quedado sin. Recuerdo que el código de circulación dice que no se puede conducir sin camisa pero prefiero eso que me multen por exhibicionismo.

Cuando llego a casa y me calmo tengo claro que no la veré más y que con su hija haré para que nos distanciemos todo lo posible dentro del trabajo. Será fácil porque en unos meses la empresa cerrará por un pufo financiero. Me doy una ducha, me voy a comer unas tapas con cualquier cosa menos cava y a dormir. Al día siguiente empiezo mi campaña borde, en pocas semanas hemos dejado de hablarnos y para mi regocijo vuelve con su antiguo novio y me quedo tranquilo.

Al cabo de los años, muchos, un día que nos vemos medio por casualidad por Barcelona entramos en un bar a tomar una cerveza y ponernos al día. El tiempo lo cura todo. Es la frase hecha más tonta que se ha inventado. Cuando ya tengo la guardia baja y estamos hablando amigablemente de otra cosa me suelta así en seco; ¿te has follado a mi madre?, yo tengo el juego de piernas suficiente para negar como San Pedro, pero no lo puedo decir mirándole a los ojos. Ella lo sabe y yo lo sé.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
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Antony8456 (31/01/2021), Aramis 43 (27/01/2021), Baja_134832 (28/01/2021), Dark Secret (27/01/2021), El Observador (28/01/2021), JaSex (27/01/2021), Medio Siglo (27/01/2021), Trauet (28/01/2021)
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MERENGUE FILIPINO TAILANDÉS
(Dedicado a Merengue)

Nombre: 844.png
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Noche de verano en Barcelona ciudad sin ley.

Un calor tirando a insoportable y en la tele las caquitas que acostumbran en esta época del año. Me aburro. Me aburro profundamente sin mis amigos que han tenido la desfachatez de irse todos de vacaciones como yo hubiera hecho un año cualquiera, pero este no. Dentro de unos meses me voy a ir a trabajar al Caribe por un periodo largo y me ha parecido feo para la familia irme de vacaciones.
Estamos en aquel momento en que todo mi entorno supone que irse a trabajar al Caribe es como unas vacaciones perpetuas, como si te pagaran por no hacer nada, según la familia, y como si fuera una orgía mulata, según mis amigos.

En casa me ahogo, me maqueo un poquito, no mucho, casco, moto y al up&down que lo tengo cerca. Sin aspiraciones que vayan más allá de tomarme un Manhattan o dos, dejar pasar el rato viendo los Rodríguez como se calientan infructuosamente, todos los caminos llevan al campo del Barça, y poca cosa más.

Todo es llegar y antes de lograr bajar al piso inferior ahí está ella, como si fuera gallega, sin saber si sube o baja, morena de cabello morena de piel como para tener la certeza que es un tema de raza, no de sol, y físicamente perfecta según mi escala de Ritcher en cuanto a belleza femenina.

Delgada, uno setenta más unos tacones de aguja que la elevan a los altares, un conjunto de chaqueta pantalón negro que resalta todo lo anterior además de lo justo del interior sin que sea hortera o soez, bueno...quizás un poquito. Cara muy bonita y unos ojos negros que compiten con unos dientes blanquísimos. En resumen, no hemos cruzado una palabra y me tiene en el bote.

Por el vacile que se lleva con alguno del personal deduzco que es una habitual del pijo-antro. Desde luego ella, que le vas descubriendo detallitos de quincalla por aquí y por allí, se ve redomadamente pija pero desprendiendo una fragancia irresistiblemente canalla.
Muy sutil, pero ahí está.

Estoy en una edad de los treinta y tantos que me atrevo con todo con lo cual no es de extrañar que me medio sorprenda a mi mismo invitando a copas. Es uno de aquellos momentos en que te separas de tu cuerpo en un paseo astral y ves la escena desde fuera, solamente unido al mundo convencional por un fino hilo de plata (por Dios que cursi).

Ella acepta alegremente, y a la media hora como si nos conociéramos de toda la vida. He descubierto que estoy ligando, porque estoy ligando, con una azafata de Lufthansa, que comparte un apartamento con dos colegas en Capitán Arenas, que está de paso en Barcelona por exigencias de Lufthansa pero que ella hace normalmente base en Frankfurt y vuela a Escandinavia, sobretodo Oslo y Estocolmo.

Que a una edad no tan tierna como parece, aquello de los asiáticos, está divorciada de un piloto de Sabena con base en Bruselas que le pasa una pensión exitosa para mantener a los perros porque hijos no tienen - ahí yo debería haber desfilado dirección mi casa – y que vive básicamente a cuerpo de reina. Lo tiene.
La reina que tiene ese cuerpo se llama Christine Henriquez Tumaliwan. Que lo de Christine en realidad es Cristina pero que se lo cambia porque mola más, que su padre es filipino y su madre tailandesa. La mezcla es estupenda.

Siguiendo el manual me limito a congeniar, el primer día nunca ir a más, a asegurarme su teléfono, dirección y a excusarme por no poderla llevar a casa en la moto. No tengo más que un casco a mano pero le da igual porque se mueve en taxi. Nos despedimos con un semicasto, por la humedad digo, pico y quedamos para comer al día siguiente en un italiano estúpidamente caro por la zona. Parece que aún no ha descubierto que hay vida por debajo de la Diagonal.

En los días siguientes nos vemos con frecuencia e incluso vamos a pasar un finde a Zurich con avión gratis en primera a cargo de Lufthansa y desde que ponemos un pie en El Prat muchos saludos de azafatas uniformadas compañeras de trabajo.

El hotel no tiene nada de barato y aún menos de gratis, The Dolder Grand. Parece un castillo y hay de tó. https://www.thedoldergrand.com/

La señorita está para mojar pan y hace mucho que ya hemos pasado de los castos besos al programa completo. Yo estoy en la gloría si no fuera porque se nota que está acostumbrada a ir económicamente fuerte, lo cual en si mismo no es un problema, con el dinero de los demás. Eso si es un problema.

Cuando habla por teléfono casi nunca me entero de nada, algo cuando habla alemán, con su ex las broncas son en inglés y eso si lo pillo, excepto algún insulto especialmente retorcido, castellano bien pero cuando habla tailandés o filipino no pillo absolutamente nada. Solo he deducido que cuando suena como aquellos monitos de las pelis cuando se pelean por un cacahuete o se cabrean por algo; eso es filipino.

Vuelta a Barcelona y entre mis preparativos laborales y vitales nos seguimos viendo pero yo me he vuelto reticente a que se quede a dormir en mi casa, más que nada porque según ella su ex no paga con la puntualidad debida excusándose el muy canalla en que Sabena está en quiebra y ha perdido el trabajo. Las facturas de Christine del Corte Inglés se resienten y aprovecha los momentos enchochados en nuestra - ¿nuestra? – cama para pedirme préstamos.

Al principio son cantidades más bien modestas pero como nunca vuelven van sumando a la misma velocidad que yo me voy despertando de un sueño de una noche de verano (Shakespeare) hasta que me despierto del todo con Christine con un cheque de doce mil euros extraído de mi cuenta corriente.

Intento recuperarlo pero argumenta con mucha lógica que si lo tiene ella es porque se lo he dado. Asumo perdidas y veo como su magnífico culo se contonea entrando en el portal de su casa para no verla nunca más.

Estoy jodido porque realmente me tenía muy colgado, pero a la vez me siento liberado y con aire como cuando despiertas de una pesadilla. Me ha chuleado con todas las de la ley y me quedo mosca porque además no he llegado a ver nunca a sus compañeras de piso.

La lección ha sido cara pero la he aprendido.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
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Antony8456 (31/01/2021), Aramis 43 (29/01/2021), Baja_134832 (30/01/2021), JaSex (29/01/2021), Medio Siglo (29/01/2021), Trauet (30/01/2021)
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Simon
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SALIDO SALIDA


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Estoy solo en el restaurante. Como siempre. Se lo que me espera; conversación intrascendente con un camarero aburrido que se pregunta que hago cenando solo en un restaurante vacío.

Conversación intrascendente con el barman del hotel que parece el camarero del restaurante que ha corrido más que yo y ha llegado a tiempo para cambiarse, con cara de - que coño dice - cuando pido un Manhattan, intento instruirlo sobre las diferencias entre el Canadian y el Bourbon. Es inútil. Él.

Tercera conversación intrascendente breve con un tercer clon en recepción, y de puro aburrimiento echo mano de un prospecto de una discoteca que feliz de las casualidades, no se lo cree nadie, esta a una calle.
Está decidido, hoy no me voy a la habitación a ver la tv en calzoncillos terminando poniendo el canal porno y preguntándome si me hago una paja antes de dormir o no.
Me voy a quemarlo todo. Hace años que no quemo gran cosa pero ni siquiera lo pienso.

Mañana tengo reunión con José Luís a primera hora pero él comprenderá. Si eso le mando un wp y nos vemos para comer que para eso somos amigos además del trabajo. Es más, se lo mando ya mismo y así me quedo tranquilo para quemar lo que se pueda.

Me acicalo y me arreglo todo lo que se puede y se me ocurre y satisfecho del resultado me voy a la disco del prospecto donde después de pagar religiosamente me atracan cuando pido el Manhattan que hay en la carta de cocktails. No está mal, pero veinte euros me parece un robo. En fin, se me pasa el antojo.

Dirijo mis intereses a la pista de baile que, para que nos vamos a engañar, es a lo que he venido. Pienso en la habitación del hotel y la posible paja y decido que hoy no será así.
Voy para la zona caliente, empiezo a bailar con una morena que está potente y que no le hace ascos, es evidente que estoy desentrenado.

Sin saber de donde vienen me sueltan dos yoyas y una navaja está apoyada en mi estomago. No pienso nada. Todo va muy rápido, las luces y la música que le dan un aire irreal a la situación. La navaja ya no está y yo estoy catatónico. Me informan que el donante de yoyas es el marido de la morena, que aquella tarde ha salido de la cárcel de Granada. Lo han detenido.
Es verdad, hoy estoy en Granada. Algunas veces no me acuerdo ni donde estoy.

En los sofás cercanos a la pista hay una rubia que igual le sobran unos kilos pero me mira, me mira y se ríe, se ve cachonda.
Aún me duele la cara pero pueden mas las hormonas que las yoyas y voy hacia ella. Tiene amigos y amigas, bebemos. Bebemos mucho, mucho mas de lo que estoy acostumbrado pero estoy desbocado, he perdido cualquier sentido del riesgo.

Estamos en la calle, no vamos solos. Vienen con nosotros un número indeterminado de amigos que en este momento ya son amigos míos aún que no sepa ni como se llaman. De hecho tampoco se como se llama ella. Es rubia, está buena y me lleva a alguna parte. Acierto a distinguir que cruzamos Reyes Católicos y nos metemos por callecitas. Subimos a un piso con escaleras en tonos marrones, se me ocurren ideas escatologicas y me rio solo.
Bueno, con el alcohol.

Nos sentamos en un salón comedor que debería ser un saloon comedor porque seguimos bebiendo. Ya no se que bebo, pero bebo. Tampoco entiendo mucho lo que dicen y quiero estar el la habitación de mi hotel.
Mi hotel...

En algún momento ella, que sigo sin saber como se llama y ya que mas da, me coge de la mano o de donde sea y se me lleva a un dormitorio y aún vestidos y tendidos en la cama la miro sin ver con ojos vidriosos.
Es de día, miro el reloj y son casi las doce. Me encuentro fatal. El hecho que una versión de la rubia amarujada y como un basilisco esté en la puerta de la habitación gritándome no mejora las cosas.

Parece indignada porque he sido incapaz de levantar nada y me he quedado dormido toda la noche. Me ha desnudado y me ha tirado encima la cama. No se si ha dormido conmigo o no pero me da igual. Quiero mi habitación.
Mi habitación...

Antes de que tenga tiempo de poner mis ideas en orden coge mi ropa en una mano y con la otra agarra la mía con bastante mas energía que la noche anterior y me echa al descansillo de la escalera de color marrón mierda y mi ropa me sigue volando desperdigándose por todo el descansillo. Me visto rápido y mal, solo falta que me detengan por exibicionismo. Me duele la cabeza. Tendré que aplazar mi reunión con José Luis. A ver que me invento.

Salgo a la calle y no se donde estoy, me oriento y llego al hotel con un sol primaveral cascandome el cráneo como un huevo duro.
Pido la llave al clon, y subo a mi habitación. Dormiré y por la noche veré el canal porno y me haré una paja.
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Última edición por Simon; 02/02/2021 a las 07:58.
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Antony8456 (06/02/2021), Aramis 43 (01/02/2021), Baja_134832 (01/02/2021), El Observador (01/02/2021), JaSex (01/02/2021), Medio Siglo (01/02/2021), Trauet (02/02/2021)
Antiguo 03/02/2021, 12:24   #66
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LA TABLA DEL CINCO


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Aquí nadie vive de los 18 dólares que le paga el gobierno, quien mas quien menos hace sus trapicheos comprando o vendiendo servicios al por menor en lenguaje técnico o haciendo bisneos en lenguaje coloquial.

El que no tiene unas gallinas que le proporcionan huevos para intercambiar da clases de francés en su casa a escondidas y el que no sabe francés hace de herrero en el patio trasero de su casa.
También está la que pone una pequeña peluquería en el comedor de su casa, consistente en una silla en medio de la habitación, un trapo para poner al cuello de la señora clienta, los hombres van a una barbería que una peluquería es cosa de mujeres, unas tijeras y un peine, una escoba para barrer bien después del servicio y dos sillitas a un costado para que se esperen o simplemente den conversación las señoras compañeras que también quieren cortarse el pelo.

Es de vital importancia tener la reconversión de las ollas arroceras que repartió el gobierno a mini calentador de agua caliente porque además de poderse ducharse la familia se puede lavar la cabeza de las señoras clientas en un barreño. El barreño es el mismo que sirve para bañarse que es como le llaman a ducharse.

Los que hacen el taxi con el almendrón que consiguieron, eso fue lo fácil, y que con años consiguieron las piezas para convertirlo en ornitorrinco para que funcione y hacer cada día la misma ruta un par de veces por la mañana y un par de veces por la tarde, como si fueran un mini bus, cobran en dinero pero se juegan el almendrón si los para la policía. Normalmente la policía es de la otra punta de la isla, de las provincias mas orientales y les llaman palestinos, es despectivo. La relación enseguida se intuye difícil.

Hay el negocio del teléfono, que consiste en que si el gobierno te dio permiso para tener teléfono se tiran líneas a las casas próximas a cambio de un par de dólares al mes para cada vecino.

Esto provoca que cada vez que alguien llama a uno de ellos suenen los teléfonos de tres o cuatro casas a la vez y que contesten todos también a la vez menos la persona con quien quieres hablar, todos intentan ayudar e ir a buscar a la persona requerida, pero la mayoría de las veces unos por los otros te quedas colgado al teléfono desgañitándote para ver si alguien te oye mientras tu si oyes claramente como siguen con sus cosas.

En los repartos obreros, casi todos, las mujeres hablan a gritos y con voz nasal, les parece sexy y además como en general todas tienen voz y nariz es gratis y competitivo. Eso no ayuda a entender mucho por teléfono. Es desesperante y caro porque si llamas desde fuera de la isla ellos no pagan nada y tú pagas la telefonía mas cara del mundo según las estadísticas oficiales, eso sí, si es una llamada local no pagas nada, es gratis.
Consuela, pero poco.

El tema de fondo es que la cartilla de racionamiento da para diez días y los otros veinte de cada mes tienes que inventar. Resolver.

Hay quien hace otras cosas pero son de un nivel de ilegalidad diferente como trapichear con gasolina robándola al Estado y ofreciéndola en los semáforos por detrás del telón, perseguido con penas de cárcel, o tabacos, también perseguido con penas de cárcel, a los que les falta la hoja grande exterior que es lo que les da valor y que por razones obvias es más difícil de distraer.

Los que no saben o no pueden hacer nada de todo esto dejan que las hijas se pongan un vestido y unos zapatos bonitos que nadie sabe de donde han salido y miran para otra parte cuando vuelven con dinero.

El sábado me han invitado, veremos quién paga, a cenar a un paladar clandestino. No es mas que una variante de todo lo anterior pero jugando a las cocinitas pero en serio. Hay quien para sacarse un dinerito consigue un poco de comida, en una hoja roñosa y reciclada escribe a mano:

- Primer plato: ensalada a la parisiene, consiste en lechuga blanda con cebolla y algo de tomate mas blando que la lechuga.

- Segundo plato: pollo mignon con limón en su salsa acompañado de patacones de banano, algunas veces sospechas que el pollo es tiñosa, ave rapaz de tamaño relativamente pequeño que abunda en La Habana

- Postre : delicias de higo chumbo, de la chumbera de la esquina de la calle con avenida Salvador Allende.

- Aguardientes. Es ron blanco.

A la hora establecida llegamos a Lawton, reparto de 10 de Octubre, endomingados por ser una ocasión especial y nos dirigimos a una casa particular de una sola planta, llamamos dando unos toques con los nudillos en la puerta ajada con mas pasado que futuro y nos abre una señora muy educada e igualmente emperifollada que nosotros.

Nos hace entrar con gran despliegue de lo que considera que hace fino y nos encontramos en una sala presidida por una sola mesita con cuatro sillas en medio de la habitación. Han tenido que apartar cualquier otra cosa que hubiera, si es que había algo, para colocarla.

.- Pero por favor acomódense nos sugieren mientras hacen gestos para que en la cocina se den prisa.
Nos dan la “carta” que estudiamos concienzudamente durante el tiempo que nos parece educado y respetuoso y decidimos comer ensalada a la parisiene de primero y pollo mignon al limón en su salsa acompañado de patacones de banano.

La señora toma nota con un lápiz pulcro en un papel menos pulcro y se va a la cocina a pasar el encargo para cuatro. Con gran aparato se suceden los platos, nadie objeta nada porque no haya dos de iguales y nos comemos la ensalada de primero, la tiñosa mignon de segundo, algún tipo de fruta parecida a los higos chumbos y un vasito de ron blanco como bajativo.

Me toca pagar, son cinco dólares por cabeza, cinco por cuatro veinticinco. Es la tabla de multiplicar revolucionaria y clandestina además de cinco dólares para el servicio.
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Simon
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VENDETTA


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Como cada tarde de invierno cojo el coche para hacer los cinco kilómetros que separan las tierras de la finca de mi casa. Cinco de ida y cinco de vuelta.
Aún que sean las siete o las ocho de la tarde ya hace bastante que es de noche, en invierno entre montañas el sol se va enseguida.

Me da una pereza horrorosa, con lo bien que se está en casa con las pantuflas viendo chorradas en la televisión, escribiendo en SMB en el ordenador, merendando o todo a la vez. Bueno, a veces me cabreo con el ordenador pero siempre tengo la posibilidad de apagarlo o ver porno sadomasoquista a la vez de Sálvame que por alguna razón liga muy bien. Como la mayonesa, y así se me pasa el mal rollo con los foros.

En cualquier caso no hay más remedio, cojo el coche pequeño de mi mujer, al fin y al cabo es ella que me obliga, carretera y manta. Hace un frío que pela, está helado y oscuro como la boca del lobo. Es una carretera muy recta ligeramente en subida y con muy poca circulación, eso hace que las luces del coche iluminen relativamente poco, la luz se pierde en una oscuridad que parece infinita.

Al llegar a la finca, solo abrir las puertas para meter el coche en los terrenos propiamente, lo oigo. Está completamente histérico. Me acerco a la caseta y lucho durante diez minutos con las manos heladas para desenredarlo de la larga cadena que se le puso para que tuviera un poco más de “libertad”. Cuando termino me lame las manos y me hace fiestas, yo me siento culpable por haber perdido la guerra de guerrillas con mi mujer y ahora ser incapaz de rebelarme.

Es verdad que es un perro muy grande, en un Dogo Alemán de casi noventa centímetros en la cruz y noventa kilos de peso, cuando se pone sobre dos patas es más alto que yo y si se me apoya en los hombros con las patas delanteras si no voy con cuidado me tira al suelo.
Le pongo agua limpia, le pongo una olla enorme de arroz hervido con vísceras que ya me guardan en la carnicería y algunas veces también le mezclo algo de pienso. Lo alimentaría con pienso pero saldría carísimo, además pienso que el arroz está calentito y le irá bien para el frío.

El problema de fondo es que mi mujer lo echó de casa porque decía que era como tener un ternero pero con muchos más dientes en casa, y que podía ser peligroso para los niños. Intenté contratacar argumentando que precisamente todos estábamos más seguros con él en casa pero fracasé. El detalle que lo hubiera bautizado como Bormann no ayudó, era una figura histórica mal vista en casa. Para mí ahí estaba el chiste.

El resultado fue que el pobre Bormann terminó en la finca que era como el espacio exterior desde casa atado a un árbol, una larga cadena que apenas le daba para meterse en una caseta justita para su tamaño y protegerlo del frío lo aprisionaba. Siempre terminaba atándose a sí mismo haciéndose un enredo con la cadena.

Estuve un rato con él, lo desaté para que corriera un poco y lo volví a atar y me fui a por el coche sin decirle gran cosa más ni mirarlo mucho porque me daba pena y me sentía culpable. Bormann tenía miedo de mí y a la vez me amaba, y en cierto sentido los sentimientos eran mutuos.

Eso era miedo encubierto, el camino de vuelta era terror a tumba abierta. Cada noche era igual, arrancaba el coche y enfilaba la carretera que ahora hacía una ligera bajadita lo que la hacía aún más oscura y daba gas a pesar de lo helado que estaba todo, pero el coche parecía que no quería correr, simplemente se dejaba caer carretera abajo como si solo la gravedad tirara de él.

Más o menos a medio camino notaba una presencia, la esperaba, en el asiento trasero y no me atrevía a girar la cabeza por puro terror, también evitaba por todos los medios mirar el espejo retrovisor por miedo de que ella, porque era ella, me mirara fijamente y nuestras miradas se cruzasen. No podía dejar de pensar que era curioso porque sin mirarla, la veía. Era rubia, con el pelo largo y liso, piel blanca, llevaba un vestido floreado al estilo hippy de los años sesenta, no tenía cara o yo no la sabía “ver”, pero el resto, sin mirar, si lo veía. No decía nada, no interactuaba conmigo ni se movía pero notaba que estaba pendiente de mí.

Seguía en el coche cosa de un kilómetro largo y luego desaparecía sin más. Incluso un par de veces hice acopio de valor y me di la vuelta bruscamente dispuesto a encontrarme a cuarenta centímetros de mi espalda lo que fuera, o quien fuera. Llegué a esperar que en algún momento me dijera algo, no sé, una revelación, quien mató a JFK por ejemplo, como si me tuviera que dar la Tablas de la Ley o sacar una guadaña y cortarme la cabeza. No era capaz de discernir si venía cada día en son de paz o a partirme la crisma.

Duró meses, cada noche lo mismo, un psiquiatra me hubiera hablado de traumas de infancia con mi madre o de exceso de sexo de pago. O de las dos cosas.

Una noche cuando subí a la finca a dar de comer a Bormann la cadena estaba rota y no estaba. Lo busqué por todas partes y definitivamente no estaba. Noventa kilos de perro no se esconden en cualquier rincón. Forzosamente alguien lo había soltado rompiendo la cadena con algo y le había abierto las puertas de la finca, no podía haber salido solo. Pensé en ir a la policía a poner una denuncia pero cuando baje hacia el pueblo en el asiento de atrás del coche por primera vez en mucho tiempo no apareció nadie ni nada. Aflojé la marcha para calibrar la situación y después de pensar un rato decidí irme a casa directamente.

¿Cómo le digo a la policía que mi sentimiento de culpa iba sentado en el asiento trasero del coche de mi mujer, que se había bajado sin que lo viera y había liberado a mi perro cautivo de la guerra de guerrillas que sosteníamos con mi mujer y de nuestro egoísmo?

Me hubieran encerrado con razón inhumana.
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Como cada tarde de invierno cojo el coche para hacer los cinco kilómetros que separan las tierras de la finca de mi casa. Cinco de ida y cinco de vuelta.
Aún que sean las siete o las ocho de la tarde ya hace bastante que es de noche, en invierno entre montañas el sol se va enseguida.

Me da una pereza horrorosa, con lo bien que se está en casa con las pantuflas viendo chorradas en la televisión, escribiendo en SMB en el ordenador, merendando o todo a la vez. Bueno, a veces me cabreo con el ordenador pero siempre tengo la posibilidad de apagarlo o ver porno sadomasoquista a la vez de Sálvame que por alguna razón liga muy bien. Como la mayonesa, y así se me pasa el mal rollo con los foros.

En cualquier caso no hay más remedio, cojo el coche pequeño de mi mujer, al fin y al cabo es ella que me obliga, carretera y manta. Hace un frío que pela, está helado y oscuro como la boca del lobo. Es una carretera muy recta ligeramente en subida y con muy poca circulación, eso hace que las luces del coche iluminen relativamente poco, la luz se pierde en una oscuridad que parece infinita.

Al llegar a la finca, solo abrir las puertas para meter el coche en los terrenos propiamente, lo oigo. Está completamente histérico. Me acerco a la caseta y lucho durante diez minutos con las manos heladas para desenredarlo de la larga cadena que se le puso para que tuviera un poco más de “libertad”. Cuando termino me lame las manos y me hace fiestas, yo me siento culpable por haber perdido la guerra de guerrillas con mi mujer y ahora ser incapaz de rebelarme.

Es verdad que es un perro muy grande, en un Dogo Alemán de casi noventa centímetros en la cruz y noventa kilos de peso, cuando se pone sobre dos patas es más alto que yo y si se me apoya en los hombros con las patas delanteras si no voy con cuidado me tira al suelo.
Le pongo agua limpia, le pongo una olla enorme de arroz hervido con vísceras que ya me guardan en la carnicería y algunas veces también le mezclo algo de pienso. Lo alimentaría con pienso pero saldría carísimo, además pienso que el arroz está calentito y le irá bien para el frío.

El problema de fondo es que mi mujer lo echó de casa porque decía que era como tener un ternero pero con muchos más dientes en casa, y que podía ser peligroso para los niños. Intenté contratacar argumentando que precisamente todos estábamos más seguros con él en casa pero fracasé. El detalle que lo hubiera bautizado como Bormann no ayudó, era una figura histórica mal vista en casa. Para mí ahí estaba el chiste.

El resultado fue que el pobre Bormann terminó en la finca que era como el espacio exterior desde casa atado a un árbol, una larga cadena que apenas le daba para meterse en una caseta justita para su tamaño y protegerlo del frío lo aprisionaba. Siempre terminaba atándose a sí mismo haciéndose un enredo con la cadena.

Estuve un rato con él, lo desaté para que corriera un poco y lo volví a atar y me fui a por el coche sin decirle gran cosa más ni mirarlo mucho porque me daba pena y me sentía culpable. Bormann tenía miedo de mí y a la vez me amaba, y en cierto sentido los sentimientos eran mutuos.

Eso era miedo encubierto, el camino de vuelta era terror a tumba abierta. Cada noche era igual, arrancaba el coche y enfilaba la carretera que ahora hacía una ligera bajadita lo que la hacía aún más oscura y daba gas a pesar de lo helado que estaba todo, pero el coche parecía que no quería correr, simplemente se dejaba caer carretera abajo como si solo la gravedad tirara de él.

Más o menos a medio camino notaba una presencia, la esperaba, en el asiento trasero y no me atrevía a girar la cabeza por puro terror, también evitaba por todos los medios mirar el espejo retrovisor por miedo de que ella, porque era ella, me mirara fijamente y nuestras miradas se cruzasen. No podía dejar de pensar que era curioso porque sin mirarla, la veía. Era rubia, con el pelo largo y liso, piel blanca, llevaba un vestido floreado al estilo hippy de los años sesenta, no tenía cara o yo no la sabía “ver”, pero el resto, sin mirar, si lo veía. No decía nada, no interactuaba conmigo ni se movía pero notaba que estaba pendiente de mí.

Seguía en el coche cosa de un kilómetro largo y luego desaparecía sin más. Incluso un par de veces hice acopio de valor y me di la vuelta bruscamente dispuesto a encontrarme a cuarenta centímetros de mi espalda lo que fuera, o quien fuera. Llegué a esperar que en algún momento me dijera algo, no sé, una revelación, quien mató a JFK por ejemplo, como si me tuviera que dar la Tablas de la Ley o sacar una guadaña y cortarme la cabeza. No era capaz de discernir si venía cada día en son de paz o a partirme la crisma.

Duró meses, cada noche lo mismo, un psiquiatra me hubiera hablado de traumas de infancia con mi madre o de exceso de sexo de pago. O de las dos cosas.

Una noche cuando subí a la finca a dar de comer a Bormann la cadena estaba rota y no estaba. Lo busqué por todas partes y definitivamente no estaba. Noventa kilos de perro no se esconden en cualquier rincón. Forzosamente alguien lo había soltado rompiendo la cadena con algo y le había abierto las puertas de la finca, no podía haber salido solo. Pensé en ir a la policía a poner una denuncia pero cuando baje hacia el pueblo en el asiento de atrás del coche por primera vez en mucho tiempo no apareció nadie ni nada. Aflojé la marcha para calibrar la situación y después de pensar un rato decidí irme a casa directamente.

¿Cómo le digo a la policía que mi sentimiento de culpa iba sentado en el asiento trasero del coche de mi mujer, que se había bajado sin que lo viera y había liberado a mi perro cautivo de la guerra de guerrillas que sosteníamos con mi mujer y de nuestro egoísmo?

Me hubieran encerrado con razón inhumana.
Cada vez que leo este relato se me ponen los pelos como escarpias. deprimido

Me encanta que el sentimiento de culpa sea una rubia hippy, por cierto perfect
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SEMBRANDO DUDAS


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Pronto va a ser Sant Joan otra vez, si claro, cada año una. Pero es que no soporto el ruido de los petardos, la coca de crema me da mal rollo y no he entendido nunca porque hay que emborracharse para que figure que lo pasas bien. Además, de unos años para aquí se ha puesto de moda ir a pasar la noche en la playa para hacer todas estas cosas, ver la salida del sol, resfriarse y tratar de ligar tanto como se pueda.

¡Con lo bien que se está durmiendo en la cama!

Los otros años, con tiempo, me reservaba un refugio en el pico de una montaña lo más alta posible o una isla desierta con su palmerita y su coco, pero este año como justo entraremos en la nueva normalidad, que dicho de paso suena a recorte de nuestro derechos civiles, no me da tiempo a nada así que tendré que inventar algo.
No es fácil, un refugio nuclear en Barcelona no es ir un API y alquilar uno, seguramente habrá algún paranoico de la guerra fría que se hizo construir uno pero hay que encontrarlo. Los refugios que quedan de la guerra civil para resguardarse de los bombardeos están llenos de guiris bebiendo, vomitando lo bebido y esas cosas que hacen los guiris para pasar unas buenas vacaciones. También tienen petardos, pero de los otros, y hasta que alguien no les explica lo de la playa ya son las tres de la mañana.

No, no. Hay que pensar en algo más…creativo. Pienso.
¡Eureka! Lo tengo.

Al tanatorio.

Al de Collserola que es grande y nadie puede controlarte demasiado. Los otros son más pequeños y seguro que te pillan. Además está en medio del bosque y apartado del mundanal ruido.
Es mucho mejor que me pase por ahí unas cuantas veces los días anteriores para reconocer el terreno, por la noche cierran y es cosa de esconderse en el lavabo o algo así para quedarse dentro. Habrá un segurata, pero seguro que está sobando en la entrada. Los demás están tranquilos.

Los días siguientes me dedico a ir como si fuera a entierros, siempre hay más de uno en marcha y pasaré desapercibido. La cosa va sobre ruedas y a los tres o cuatro días sé todo lo que necesito saber incluido que en algunos velatorios hay canapés y los periódicos del día como en las salas de preferente de los aeropuertos.

Solo hay una cosa que me descuadra los planes, he controlado a un señor que parece estar haciendo lo mismo que yo. Ya lo he visto varios días en varios entierros. Es bajito, con una barbita que prácticamente es una perilla, un abrigo negro tres cuartos y un sobrero negro. Destaca porque los sombreros hoy no están muy de moda y se distingue. Le da un aire de una cierta nobleza y un punto inquietante. Además, será cosa del atuendo pero produce un efecto óptico bastante raro; tanto como si se aleja como si se acerca parece estar siempre a la misma distancia. No parece hacerse pequeño o grande visualmente.

En fin… he empezado como distracción porque aburrido lo es un rato largo, a hacer fotos con el móvil a los muertos que tienen la caja abierta, las que están cerradas no interesan, seguro que hay un catálogo.
Con la tontería me he aficionado y ya tengo un pequeña colección, he descubierto que algunos “posan” mejor que otros, que los hay de fotogénicos y otros que no lo son tanto. Me aficiono tanto que en poco tiempo tengo que imprimirlas y comprarme un álbum porque el teléfono está que peta y de los discos duros externos no me fio. Quien sabe si termino exponiendo en el Moma de New York y me hago rico y famoso.

A todo eso el señor bajito del sombrero y la perilla es evidente que me ha controlado a mi también hasta el punto de saludarnos con un ligero movimiento de cabeza cuando se cruzan nuestras miradas. De todas maneras es un poco complicado establecer el momento adecuando, porque como los cuandros que están pintados con los ojos mirando al frente y parece, ilusión óptica, que siempre te miran fijamente parece que te mira cuando te mira y cuando se supone que no te mira.

Un día que estoy desayunando en el bar, es caro pero de buena calidad, se acerca y por primera vez me dirige la palabra;

.- ¡Buenos días! ¿Le importa que me siente?

Y sin esperar respuesta retira la silla y deslizándose como una boa se sienta justo enfrente mío. Mirada muerta.

.- ¿Usted viene para la verbena, no? Yo también. Ya hace años que vengo a refugiarme de los cohetes que parecen inventados para hacerme huir.

Y yo me veo obligado a decir algo.

.- Pues si, la verdad es que si, vengo a esconderme del ruido y el jolgorio. Me molesta mucho el ruido y…

.- ¿Ver cómo los demás lo pasan bien verdad? A mi me pasa lo mismo.

Nunca había pensado que fuera tan evidente que lo que realmente me molestara fuera que los demás fueran felices y aquel hombrecillo me había tomado la medida en dos patadas. Me daba un poco de rabia.

.- ¿Y usted como lo hace para que no le pillen? Yo había pensado en esconderme en los lavabos o en el cuarto de la limpieza con un mocho a mano para ponérmelo en la cabeza si viene el segurata.

.- No sé… no me parece muy buen plan lo del mocho, además están usados, lo probé una vez y apestan a lejía, y lo del lavabo, bueno…es donde primero mira el de seguridad cada vez que hace la ronda.

.- ¿A si? – Digo con interés de verdad – pues no sé dónde meterme – y pongo mi mejor cara de pena -.

.- ¡Fácil! En una caja.

.- Joder tío, que mal rollo…

.- Que va, es cómodo y calentito, y al final es solo para un rato.

.- Bueno…

A la hora y media lo despierta el hombrecillo del sombrero y el abrigo con cierta dificultad porque realmente se estaba cómodo y calentito.

.- ¡Estás roncando! – y se ríe. – Venga va, vámonos al bar y nos tomamos unos chocolates calentitos y unas pastas que siempre sobran de un día para otro.

.- ¿Y tu como lo sabes?

.- Es que no te lo he contado aún pero yo vivo aquí, me siento bien y acompañado.

.- ¡¿Acompañado?!

.- Pues si, toda esa gente no hace mucho que están muertos y sus almas siguen ahí, no los oyes porque no escuchas y si escuchas no quieres oír. Yo los oigo a todos y siguen como siempre, los hay de buenos, de malos, simpáticos, antipáticos… en fin que son una buena compañía.

.- Oye, ¿tú te has tomado algo? – yo alucino.

.- No me he tomado nada, y además sabes quién soy, hace días que lo sabes pero te lo niegas. De hecho esta noche estás aquí para que cerremos un trato… o dos. Veremos.

.- Si se quién eres y no quiero saber nada de ti.

.- Vamos a ver, oye, que quieres, ¿churros o porras?, esta colección de fotos que has hecho me gustaría comprarla, el dinero no es problema, o si quieres te la cambio por algo. La quiero porque…

.- Se porque la quieres, y es repugnante.

.- Será lo que sea pero si tengo sus imágenes tengo sus almas, por eso vivo aquí pero rara vez se me presenta la ocasión de quedarme un lote completo.

.- ¿Y los que no lo merecen que? No es justo.

.- No, es verdad, ¿pero que lo és? No seas tierno.

.- En realidad nunca he sido muy creyente, así que esto del alma tampoco lo visto nunca claro. Creo que no hay nada más, uno se muere y ya está.

.- ¿Ah si? – Dice divertido - ¿entonces a mi donde me ubicas?

.- ¡Venga va!, si te empeñas quiero un millón de euros.

.- ¿Solo? Pensaba que serías más avaricioso. Hecho. Pero hay una condición.

.- ¡Ep! Aquí nadie había hablado de condiciones.

.- Quiero comprar tu alma.

.- No se si te has fijado pero no estoy muerto.

.- Eso lo podríamos discutir, llevas días en el tanatorio, pasas la noche de Sant Joan con el diablo, le acabas de vender un lote de almas y te estás planteando venderle la tuya.

.- ¡Que no tengo coño!

.- Pues véndemela, en diferido, te la compro ahora y me la quedaré cuando te mueras. Estaré aquí esperándote. Si no tienes no pierdes nada.

.- ¿Y que me das?

.- Si por el lote te di un millón por la tuya en diferido te doy diez más.

.- ¡Tira pues! ¡Estás como un cencerro! Estoy para ir a buscar al segurata.

.- Hace tiempo que es mío, el pobre se vendió por cuatro duros.
Vamos a firmar con sangre, es muy cinematográfico, nos hacemos un corte en la palma de la mano y nos la damos. El trato quedará sellado.

Así lo hacen y cae en un profundo sueño del que no despierta hasta el amanecer. Sale por una ventana, asusta a unos jabalís que pasaban por ahí, se monta en el coche y se va a casa. Duerme todo el día pero no descansa, sueña cosas muy raras y se despierta perlado de sudor.

Los días siguientes se siente cada vez peor, sobretodo más nervioso, hasta que irremediablemente se va al tanatorio y se sienta en el bar a esperar compañero de desayuno de churros y porras. Cuando llega con su sonrisa beatifica el diablo con sombrero lo encuentra desaliñado, sudoroso y hecho una porquería.

.- ¿Qué, cómo vamos?

.- Quiero deshacer el trato y recuperar mi alma. – digo con cierta violencia –

.- ¡Ah!, un trato es un trato.

Lo agarro por el abrigo y trato de sacudirlo sin éxito. Él sonríe beatíficamente.

.- Bueno, bueno, vamos a ver, ¿no decías que no tenías?

.- ¡Devuélvemela!

.- ¿Y que me ofreces?

.- Los once millones que me diste.

.- No, por once te devuelvo la tuya pero las de los demás me las quedo. Mira, aquí tengo las fotos que lo certifican.

.- No tengo más dinero – lloriqueo –

.- Simón, espero que hayas aprendido pero te pondré una condición.

.- ¿¡otra!?

.- Si, vas a tener que venir todas las noches de Sant Joan de tu vida a pasarlas conmigo. Me aburro aquí solo.

Cierro el trato y salgo al bosque a respirar profundamente. Me voy a casa y sé que esta noche dormiré de un tirón.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.

Última edición por Simon; 08/02/2021 a las 18:54.
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Aramis 43 (08/02/2021), Baja_134832 (09/02/2021), david_75bcn (08/02/2021), El Observador (10/02/2021), JaSex (08/02/2021), Medio Siglo (08/02/2021), Trauet (09/02/2021)
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Antiguo 11/02/2021, 17:56   #70
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EL REFRESCO


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Es joven, veintitrés años muy vividos. Es menuda, no especialmente agraciada, muy delgada y algo desgarbada, pecho exiguo, y una trasera bonita pero diminuta, parece mentira que por ahí entre lo que entra varias veces al día.

Pelo negro bonito, liso, largo para el tamaño de su cuerpo. Manitas pequeñas, nerviosas, huesudas, callosas en las palmas a pesar de la poca carne que hay. En toda ella hay poca carne, parece que su esqueleto esté diseñado para soportar una carga liviana.
Parece un poco esos monitos que le dan a la manivela vestidos de botones para que suene la música, sobretodo que la música no pare porque sería como las bicicletas, si dejas de pedalear te caes. Si ella deja de darle a las manivelas y a los manubrios se cae.

Es china, del sur de China, donde viven los pobres entre los pobres, habla castellano bastante bien pero arrastra mucho la ese producto del idioma que se habla en su pueblecito agrario, los callos en las manos dignifican a quien los tiene, pero se pagan con sangre, sudor y lágrimas.
Ha venido a buscarse la vida a Europa y ha terminado en un piso donde venden sexo en Barcelona. Le enseñas un mapa del mundo y no sabe donde está, no es sorprendente porque tampoco sabe situar España en el mapa. La dificultad para aprender se explica con facilidad; no sabe leer ni escribir.

Sabe donde vivo porque me ha tenido como cliente alguna vez, es ignorante pero es lista e inteligente. Ha aprendido el camino. Alguna vez viene por su cuenta, llama a la puerta, le abro, entra sin apenas mirarme, se sienta en el sofá y llora. Pero no llora como una cría, llora en silencio, es tristeza en estado puro, seguramente añora a su pueblito, su familia, su hijo, su vida…y aborrece su destino.

Yo no le digo nada, no se que decir, le traigo una Coca Cola o algo parecido, depende de mi nevera. Ella derrama sus lágrimas en el vaso mientras bebe a sorbos pequeñitos. Como todo en ella.

Normalmente está entre una hora o dos. Yo me siento en el mismo sofá y le hago compañía, sin tocarnos nunca, sería una falta de respeto. Solo estar. Al rato se levanta y se va. Se lleva todo su pequeño mundo de tristeza infinita y le sobra para dejar un halo de tristeza en la habitación. Es una tristeza pertinaz que casi tienes que abrir las ventanas para que se desvanezca.
Me recuerda cuando murió mi padre que tuvimos que lavar todas las cortinas porque olían a muerto.

Me desgarra cuando se va, en silencio, tratando de no hacer ruido al cerrar la puerta por fuera, porque me da pena, pero también porque me doy pena y asco.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
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Antiguo 11/02/2021, 19:12   #71
Medio Siglo
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SEMBRANDO DUDAS


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Pronto va a ser Sant Joan otra vez, si claro, cada año una. Pero es que no soporto el ruido de los petardos, la coca de crema me da mal rollo y no he entendido nunca porque hay que emborracharse para que figure que lo pasas bien. Además, de unos años para aquí se ha puesto de moda ir a pasar la noche en la playa para hacer todas estas cosas, ver la salida del sol, resfriarse y tratar de ligar tanto como se pueda.

¡Con lo bien que se está durmiendo en la cama!

Los otros años, con tiempo, me reservaba un refugio en el pico de una montaña lo más alta posible o una isla desierta con su palmerita y su coco, pero este año como justo entraremos en la nueva normalidad, que dicho de paso suena a recorte de nuestro derechos civiles, no me da tiempo a nada así que tendré que inventar algo.
No es fácil, un refugio nuclear en Barcelona no es ir un API y alquilar uno, seguramente habrá algún paranoico de la guerra fría que se hizo construir uno pero hay que encontrarlo. Los refugios que quedan de la guerra civil para resguardarse de los bombardeos están llenos de guiris bebiendo, vomitando lo bebido y esas cosas que hacen los guiris para pasar unas buenas vacaciones. También tienen petardos, pero de los otros, y hasta que alguien no les explica lo de la playa ya son las tres de la mañana.

No, no. Hay que pensar en algo más…creativo. Pienso.
¡Eureka! Lo tengo.

Al tanatorio.

Al de Collserola que es grande y nadie puede controlarte demasiado. Los otros son más pequeños y seguro que te pillan. Además está en medio del bosque y apartado del mundanal ruido.
Es mucho mejor que me pase por ahí unas cuantas veces los días anteriores para reconocer el terreno, por la noche cierran y es cosa de esconderse en el lavabo o algo así para quedarse dentro. Habrá un segurata, pero seguro que está sobando en la entrada. Los demás están tranquilos.

Los días siguientes me dedico a ir como si fuera a entierros, siempre hay más de uno en marcha y pasaré desapercibido. La cosa va sobre ruedas y a los tres o cuatro días sé todo lo que necesito saber incluido que en algunos velatorios hay canapés y los periódicos del día como en las salas de preferente de los aeropuertos.

Solo hay una cosa que me descuadra los planes, he controlado a un señor que parece estar haciendo lo mismo que yo. Ya lo he visto varios días en varios entierros. Es bajito, con una barbita que prácticamente es una perilla, un abrigo negro tres cuartos y un sobrero negro. Destaca porque los sombreros hoy no están muy de moda y se distingue. Le da un aire de una cierta nobleza y un punto inquietante. Además, será cosa del atuendo pero produce un efecto óptico bastante raro; tanto como si se aleja como si se acerca parece estar siempre a la misma distancia. No parece hacerse pequeño o grande visualmente.

En fin… he empezado como distracción porque aburrido lo es un rato largo, a hacer fotos con el móvil a los muertos que tienen la caja abierta, las que están cerradas no interesan, seguro que hay un catálogo.
Con la tontería me he aficionado y ya tengo un pequeña colección, he descubierto que algunos “posan” mejor que otros, que los hay de fotogénicos y otros que no lo son tanto. Me aficiono tanto que en poco tiempo tengo que imprimirlas y comprarme un álbum porque el teléfono está que peta y de los discos duros externos no me fio. Quien sabe si termino exponiendo en el Moma de New York y me hago rico y famoso.

A todo eso el señor bajito del sombrero y la perilla es evidente que me ha controlado a mi también hasta el punto de saludarnos con un ligero movimiento de cabeza cuando se cruzan nuestras miradas. De todas maneras es un poco complicado establecer el momento adecuando, porque como los cuandros que están pintados con los ojos mirando al frente y parece, ilusión óptica, que siempre te miran fijamente parece que te mira cuando te mira y cuando se supone que no te mira.

Un día que estoy desayunando en el bar, es caro pero de buena calidad, se acerca y por primera vez me dirige la palabra;

.- ¡Buenos días! ¿Le importa que me siente?

Y sin esperar respuesta retira la silla y deslizándose como una boa se sienta justo enfrente mío. Mirada muerta.

.- ¿Usted viene para la verbena, no? Yo también. Ya hace años que vengo a refugiarme de los cohetes que parecen inventados para hacerme huir.

Y yo me veo obligado a decir algo.

.- Pues si, la verdad es que si, vengo a esconderme del ruido y el jolgorio. Me molesta mucho el ruido y…

.- ¿Ver cómo los demás lo pasan bien verdad? A mi me pasa lo mismo.

Nunca había pensado que fuera tan evidente que lo que realmente me molestara fuera que los demás fueran felices y aquel hombrecillo me había tomado la medida en dos patadas. Me daba un poco de rabia.

.- ¿Y usted como lo hace para que no le pillen? Yo había pensado en esconderme en los lavabos o en el cuarto de la limpieza con un mocho a mano para ponérmelo en la cabeza si viene el segurata.

.- No sé… no me parece muy buen plan lo del mocho, además están usados, lo probé una vez y apestan a lejía, y lo del lavabo, bueno…es donde primero mira el de seguridad cada vez que hace la ronda.

.- ¿A si? – Digo con interés de verdad – pues no sé dónde meterme – y pongo mi mejor cara de pena -.

.- ¡Fácil! En una caja.

.- Joder tío, que mal rollo…

.- Que va, es cómodo y calentito, y al final es solo para un rato.

.- Bueno…

A la hora y media lo despierta el hombrecillo del sombrero y el abrigo con cierta dificultad porque realmente se estaba cómodo y calentito.

.- ¡Estás roncando! – y se ríe. – Venga va, vámonos al bar y nos tomamos unos chocolates calentitos y unas pastas que siempre sobran de un día para otro.

.- ¿Y tu como lo sabes?

.- Es que no te lo he contado aún pero yo vivo aquí, me siento bien y acompañado.

.- ¡¿Acompañado?!

.- Pues si, toda esa gente no hace mucho que están muertos y sus almas siguen ahí, no los oyes porque no escuchas y si escuchas no quieres oír. Yo los oigo a todos y siguen como siempre, los hay de buenos, de malos, simpáticos, antipáticos… en fin que son una buena compañía.

.- Oye, ¿tú te has tomado algo? – yo alucino.

.- No me he tomado nada, y además sabes quién soy, hace días que lo sabes pero te lo niegas. De hecho esta noche estás aquí para que cerremos un trato… o dos. Veremos.

.- Si se quién eres y no quiero saber nada de ti.

.- Vamos a ver, oye, que quieres, ¿churros o porras?, esta colección de fotos que has hecho me gustaría comprarla, el dinero no es problema, o si quieres te la cambio por algo. La quiero porque…

.- Se porque la quieres, y es repugnante.

.- Será lo que sea pero si tengo sus imágenes tengo sus almas, por eso vivo aquí pero rara vez se me presenta la ocasión de quedarme un lote completo.

.- ¿Y los que no lo merecen que? No es justo.

.- No, es verdad, ¿pero que lo és? No seas tierno.

.- En realidad nunca he sido muy creyente, así que esto del alma tampoco lo visto nunca claro. Creo que no hay nada más, uno se muere y ya está.

.- ¿Ah si? – Dice divertido - ¿entonces a mi donde me ubicas?

.- ¡Venga va!, si te empeñas quiero un millón de euros.

.- ¿Solo? Pensaba que serías más avaricioso. Hecho. Pero hay una condición.

.- ¡Ep! Aquí nadie había hablado de condiciones.

.- Quiero comprar tu alma.

.- No se si te has fijado pero no estoy muerto.

.- Eso lo podríamos discutir, llevas días en el tanatorio, pasas la noche de Sant Joan con el diablo, le acabas de vender un lote de almas y te estás planteando venderle la tuya.

.- ¡Que no tengo coño!

.- Pues véndemela, en diferido, te la compro ahora y me la quedaré cuando te mueras. Estaré aquí esperándote. Si no tienes no pierdes nada.

.- ¿Y que me das?

.- Si por el lote te di un millón por la tuya en diferido te doy diez más.

.- ¡Tira pues! ¡Estás como un cencerro! Estoy para ir a buscar al segurata.

.- Hace tiempo que es mío, el pobre se vendió por cuatro duros.
Vamos a firmar con sangre, es muy cinematográfico, nos hacemos un corte en la palma de la mano y nos la damos. El trato quedará sellado.

Así lo hacen y cae en un profundo sueño del que no despierta hasta el amanecer. Sale por una ventana, asusta a unos jabalís que pasaban por ahí, se monta en el coche y se va a casa. Duerme todo el día pero no descansa, sueña cosas muy raras y se despierta perlado de sudor.

Los días siguientes se siente cada vez peor, sobretodo más nervioso, hasta que irremediablemente se va al tanatorio y se sienta en el bar a esperar compañero de desayuno de churros y porras. Cuando llega con su sonrisa beatifica el diablo con sombrero lo encuentra desaliñado, sudoroso y hecho una porquería.

.- ¿Qué, cómo vamos?

.- Quiero deshacer el trato y recuperar mi alma. – digo con cierta violencia –

.- ¡Ah!, un trato es un trato.

Lo agarro por el abrigo y trato de sacudirlo sin éxito. Él sonríe beatíficamente.

.- Bueno, bueno, vamos a ver, ¿no decías que no tenías?

.- ¡Devuélvemela!

.- ¿Y que me ofreces?

.- Los once millones que me diste.

.- No, por once te devuelvo la tuya pero las de los demás me las quedo. Mira, aquí tengo las fotos que lo certifican.

.- No tengo más dinero – lloriqueo –

.- Simón, espero que hayas aprendido pero te pondré una condición.

.- ¿¡otra!?

.- Si, vas a tener que venir todas las noches de Sant Joan de tu vida a pasarlas conmigo. Me aburro aquí solo.

Cierro el trato y salgo al bosque a respirar profundamente. Me voy a casa y sé que esta noche dormiré de un tirón.
Mira por donde parece un diablillo bueno memondo, hasta parece simpático y juerguista.

No se el motivo de que se quiera ser un Angelillo, está sobrevalorado, es más divertido ser diablillo memondo
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Es joven, veintitrés años muy vividos. Es menuda, no especialmente agraciada, muy delgada y algo desgarbada, pecho exiguo, y una trasera bonita pero diminuta, parece mentira que por ahí entre lo que entra varias veces al día.

Pelo negro bonito, liso, largo para el tamaño de su cuerpo. Manitas pequeñas, nerviosas, huesudas, callosas en las palmas a pesar de la poca carne que hay. En toda ella hay poca carne, parece que su esqueleto esté diseñado para soportar una carga liviana.
Parece un poco esos monitos que le dan a la manivela vestidos de botones para que suene la música, sobretodo que la música no pare porque sería como las bicicletas, si dejas de pedalear te caes. Si ella deja de darle a las manivelas y a los manubrios se cae.

Es china, del sur de China, donde viven los pobres entre los pobres, habla castellano bastante bien pero arrastra mucho la ese producto del idioma que se habla en su pueblecito agrario, los callos en las manos dignifican a quien los tiene, pero se pagan con sangre, sudor y lágrimas.
Ha venido a buscarse la vida a Europa y ha terminado en un piso donde venden sexo en Barcelona. Le enseñas un mapa del mundo y no sabe donde está, no es sorprendente porque tampoco sabe situar España en el mapa. La dificultad para aprender se explica con facilidad; no sabe leer ni escribir.

Sabe donde vivo porque me ha tenido como cliente alguna vez, es ignorante pero es lista e inteligente. Ha aprendido el camino. Alguna vez viene por su cuenta, llama a la puerta, le abro, entra sin apenas mirarme, se sienta en el sofá y llora. Pero no llora como una cría, llora en silencio, es tristeza en estado puro, seguramente añora a su pueblito, su familia, su hijo, su vida…y aborrece su destino.

Yo no le digo nada, no se que decir, le traigo una Coca Cola o algo parecido, depende de mi nevera. Ella derrama sus lágrimas en el vaso mientras bebe a sorbos pequeñitos. Como todo en ella.

Normalmente está entre una hora o dos. Yo me siento en el mismo sofá y le hago compañía, sin tocarnos nunca, sería una falta de respeto. Solo estar. Al rato se levanta y se va. Se lleva todo su pequeño mundo de tristeza infinita y le sobra para dejar un halo de tristeza en la habitación. Es una tristeza pertinaz que casi tienes que abrir las ventanas para que se desvanezca.
Me recuerda cuando murió mi padre que tuvimos que lavar todas las cortinas porque olían a muerto.

Me desgarra cuando se va, en silencio, tratando de no hacer ruido al cerrar la puerta por fuera, porque me da pena, pero también porque me doy pena y asco.
Y yo acabo de leer tu texto, y perdona pero te odio, aunque sea un poquito, porque me has puesto un nudo en la garganta y otro en el estómago, y ahora a ver quién cojones tiene la maña suficiente para deshacer semejante par de entuertos, y me gustaría gritarte que eres un cabronazo pero no puedo y no quiero porque realmente lo único que me apetece es volver a leerme el texto, unas cuantas veces más, e ir sumando nudos que duelen pero me hacen sentir y pensar... Y maldecirte un poco, y perdóname pero es así. Y joder cómo duelen los nudos y joder qué bueno notarlos ahí, gruesos y rasposos... Y no te digo que noto cierta humedad en los ojos porque es muy moñas pero noto cierto humedad en los ojos.
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Es joven, veintitrés años muy vividos. Es menuda, no especialmente agraciada, muy delgada y algo desgarbada, pecho exiguo, y una trasera bonita pero diminuta, parece mentira que por ahí entre lo que entra varias veces al día.

Pelo negro bonito, liso, largo para el tamaño de su cuerpo. Manitas pequeñas, nerviosas, huesudas, callosas en las palmas a pesar de la poca carne que hay. En toda ella hay poca carne, parece que su esqueleto esté diseñado para soportar una carga liviana.
Parece un poco esos monitos que le dan a la manivela vestidos de botones para que suene la música, sobretodo que la música no pare porque sería como las bicicletas, si dejas de pedalear te caes. Si ella deja de darle a las manivelas y a los manubrios se cae.

Es china, del sur de China, donde viven los pobres entre los pobres, habla castellano bastante bien pero arrastra mucho la ese producto del idioma que se habla en su pueblecito agrario, los callos en las manos dignifican a quien los tiene, pero se pagan con sangre, sudor y lágrimas.
Ha venido a buscarse la vida a Europa y ha terminado en un piso donde venden sexo en Barcelona. Le enseñas un mapa del mundo y no sabe donde está, no es sorprendente porque tampoco sabe situar España en el mapa. La dificultad para aprender se explica con facilidad; no sabe leer ni escribir.

Sabe donde vivo porque me ha tenido como cliente alguna vez, es ignorante pero es lista e inteligente. Ha aprendido el camino. Alguna vez viene por su cuenta, llama a la puerta, le abro, entra sin apenas mirarme, se sienta en el sofá y llora. Pero no llora como una cría, llora en silencio, es tristeza en estado puro, seguramente añora a su pueblito, su familia, su hijo, su vida…y aborrece su destino.

Yo no le digo nada, no se que decir, le traigo una Coca Cola o algo parecido, depende de mi nevera. Ella derrama sus lágrimas en el vaso mientras bebe a sorbos pequeñitos. Como todo en ella.

Normalmente está entre una hora o dos. Yo me siento en el mismo sofá y le hago compañía, sin tocarnos nunca, sería una falta de respeto. Solo estar. Al rato se levanta y se va. Se lleva todo su pequeño mundo de tristeza infinita y le sobra para dejar un halo de tristeza en la habitación. Es una tristeza pertinaz que casi tienes que abrir las ventanas para que se desvanezca.
Me recuerda cuando murió mi padre que tuvimos que lavar todas las cortinas porque olían a muerto.

Me desgarra cuando se va, en silencio, tratando de no hacer ruido al cerrar la puerta por fuera, porque me da pena, pero también porque me doy pena y asco.
deprimido

saludos
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Anda por la calle con cierta inseguridad y a la vez tratando de apresurar el paso, dos acciones que a la vez se complican la vida mutuamente. No puede llegar tarde de ninguna manera, le va el futuro y los zapatos nuevos comprados para la ocasión no ayudan, están empeñados en reducirle el juanete al tamaño de la horma cuando él preferiría que fueran los zapatos que se adaptaran a la forma de su cuerpo.

Las calles le despistan un poco porque a pesar de haber cumplido ya los cincuenta y haber vivido siempre en la misma ciudad hay algunos barrios, como este, que no frecuenta nunca. Está fuera de lugar. Es un barrio de gente rica y despachos de gente rica.

Se ha entretenido estúpidamente con cosas irrelevantes que le han llevado media hora que ahora le falta pensando que a la primera encontraría el despacho del headhunter. Ha sido un proceso de selección que le ha llevado meses de esfuerzo, y más a su edad, que en comparación con los pipiolos llenos de masters en cosas que él ni siquiera sabía que existían, había uno en gestión de personal basado en la dinámica de los nidos de termitas. Jugaba con desventaja.
A base de mucho esfuerzo y sacrificando horas de sueño y fines de semana está en la terna final. Ya es todo un logro, pero para eso no te pagan. Y lo necesita.

Falta el último paso y ese consiste en una entrevista supuestamente decontracté con el gran Manitú propietario de la empresa. Es una entrevista intencionadamente informal para poder pillarlo con la guardia baja, colarle todos los goles y todas las perrerías posibles. Se trata de ver cómo reacciona ante situaciones imprevistas. Por rumorología sabe que es en una sala con varias puertas y que te puede aparecer por cualquiera de ellas comprobando en que lugar te has sentado o si has permanecido de pie. También usa el truco de vestirse con un pullover y unos pantalones de pana a la Woody Allen o un traje que él no se podría pagar en un año. Se trata de descolocarlo. La conversación puede versar sobre cualquier cosa no necesariamente del ámbito laboral.
Aparentemente.

Por fin… edificio muy a la page que consigue oler a dinero solo con mirarlo. Es un efecto óptico del arquitecto muy logrado. Afecta al cerebro y da olor y sabor a una imagen.
Al cruzar la puerta de la calle, identificarse con un segurata que lo mira circunspecto desde detrás de un mostrador y dirigirse a los, plural, ascensores ha sentido una cierta sensación de mareo pero ha sido solo un momento. Incluso le ha parecido por un momento que el segurata se sonreía, pero no podía ser, los seguratas de estos sitios no sonríen. No saben.

Está de suerte y un ascensor con mármol y alfombra persa lo espera y lo acoge en su seno. Veamos… tras un rápido estudio de la inacabable botonera culminada por un display que además de indicarte el piso da noticias como si fuera un teletipo de los de antes, se orienta y pulsa con toda la determinación que consigue acumular el botón digital de la planta treinta y siete.

.- ¡Cerrando puertas!

Vaya, además habla.

Empieza a subir con una cantinela que le recuerda a los niños de San Ildefonso cuando la lotería de Navidad. Es cierto que la voz femenina que le habla no tiene voz de pito y si un punto sexy y confortable, tranquilizador, pero sin pasarse que es un sitio serio, pero no consigue apartar imediatamente la imagen de ir a cenar con una ascensora.
Hace un esfuerzo y se libra de una linea de pensamiento muy rara.

Unos cuantos pisos más arriba ya está hasta las narices de Betty, ha decidido que el ascensor se llama Betty, es una manera de mantener la mente ocupada como cualquier otra. Podría contar ovejas pero Betty ya cuenta pisos. Treinta y cinco, treinta y seis y treinta y siete.

Treinta y ocho, treinta y nueve…

.- ¡¿Cómo que treinta y nueve?!

El ascensor sigue; cuarenta, cuarenta y uno…

Evidentemente se ha estropeado el maldito display pero aún que es muy suave nota perfectamente como Betty se sigue moviendo y se mueve subiendo.

Cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco, cincuenta y seis…

.- ¡Pero si este edificio de mierda solo tiene cincuenta pisos! – exclama para sí mismo y para Betty a ver si se entera.

Sigue subiendo con la cantinela que le acompaña y ya no sabe que hacer, ha tocado todos los botones, los de emergencias incluidos. A estas alturas - ¡¿alturas?! - ya ha pasado del piso cuatrocientos y en la pantallita después del cuatrocientos uno vuelve a salir el cuatrocientos - ¡al fin! – pero luego el cuatrocientos uno otra vez y luego otra vez el cuatrocientos. Betty se ha quedado en un bucle donde ni sube ni baja, o más bien dicho, está entre dos pisos y de ahí no pasa ni arriba ni abajo.

Se sienta en el suelo, está cansado y tiene miedo, algo no es normal. Está sentado en el suelo de un ascensor que habla y se llama Betty a una altura imposible. Además tiene pipí y hace lo que puede para aguantarse, no sería propio mear en la alfombra persa del hombre que puede solucionar tu futuro laboral de por vida.

Repentinamente las luces de Betty se vuelven tenues y difusas y las paredes y el techo del ascensor se vuelven trasparentes menos la botonera con la pantallita. Se pone de rodillas aterrorizado con la cabeza amorrada a la alfombra persa y las manos cubriendo los lados. No quiere ver lo que supone que se ve desde el piso cuatrocientos.
Consigue darse la vuelta y con la espalda pegada al suelo logra distinguir por encima de él la bóveda celeste de la que ya forma parte, puede ver la Vía Láctea, la constelación de Orión, la puerta de Tannhäuser… bueno, que puede ver el cielo nocturno y a los dos pipiolos que tiene como oponentes en la entrevista de trabajo en una situación parecida a la suya, cada uno en un ascensor como el suyo, transparente y aparentemente sin colgar de ningún cable.

Hay uno que llora aún que no lo puede oír, claramente vocaliza que quiere a su mamá y el otro ya se ha meado encima de la alfombra persa del ascensor que ocupa. Se le ve perfectamente que está gaga y que ha perdido el juicio.

.- ¡Ya basta Betty! – grita – ¡haz el favor de bajar de una vez!

Y Betty se para entre el cuatrocientos y el cuatrocientos uno, como si esperara algo…

.- ¡Baja!

Y Betty empieza a caer cuatrocientos pisos con lo que en poco más de diez segundos alcanza la velocidad terminal a poco más de doscientos kilómetros por hora. En nada estará abajo y morirá estampado como una mosca contra el suelo.
Le da tiempo en decidir cómo morirá y al no querer morir como los suicidas que tienden a caer de espaldas para no ver acercase el suelo él se pone en pie porque le parece estúpidamente una posición más gallarda.

Betty ha ido contando los pisos de bajada hasta que la velocidad ha fundido alguna cosa, ha hecho un piff, ha salido un poco de humo y se ha callado. Ya solo se oye el ruido aerodinámico de Betty, no se le puede pedir a un ascensor que a más de doscientos por hora tenga una aerodinámica buena y silenciosa. Hace lo que puede. Por ahora las paredes y el techo han vuelto a su aspecto original.

Silencio.

Está claro que ha dejado de moverse cosa que no puede decir de su vejiga. La alfombra persa terminará por sufrir las consecuencias si esto dura mucho.

Se abren las puertas y lo espera el segurata que se presenta como Smith & Wesson asociados. Aclara con una sonrisa que él es el señor Wesson, que el señor Smith se disculpa pero los jueves tiene clase de zumba y estará ausente toda la tarde.
A eso él está como catatónico, no sabe si reír o llorar o las dos cosas a la vez pero lo que es seguro es que tiene ganas de matarlo y de hacer pis.

.- ¿No tendrá usted ganas de hacer pis? A muchos les da por hacerse pis en la alfombra, son de imitación, ¿sabe? Es que nos salía por un pico en tintorerías. Ya bastante nos costaron los efectos especiales del ascensor y el mantenimiento que conlleva. ¿Le ha gustado?

.- ¡¿Pe...pero todo era de mentira?!

.- Si claro, se trataba de ver sus reacciones en situaciones límite. El ascensor en realidad no se ha movido nunca de sitio, no podría, solo es la caja de un ascensor con todos los accesorios para hacer la experiencia creíble. Por cierto, muy bueno lo de humanizar a la maquina poniéndole nombre, ahí ha empezado usted a coger las riendas. Ha sabido adaptarse a situaciones imprevistas y seguir mandando sobre los demás y sobre usted mismo incluso cuando pensaba que moriría. ¡Le felicito!

.- ¡Muchas gracias! – atino a contestar en automático.

.- ¡El puesto es suyo! Y ahora se irá usted a reponerse a casa que me consta que la experiencia es dura y agota. A mi me va a tener que perdonar porque sus dos oponentes se los han tenido que llevar en ambulancia uno agarrado a los pechos de la enfermera de urgencias gritando que quería a su mamá y el otro ha perdido el juicio, esperemos que temporalmente, porque lo han tenido que sedar. Tengo que ir al hospital. Ya me conocen.

.- ¿Se ha puesto violento el pobre? Es que he visto como se meaba en la alfombra persa de pega…

.- No, no… es más que nada para que no se autolesione, se había encerrado en el lavabo y no paraba de masturbarse con la escobilla del…

.- Vale, vale, ya lo entiendo. Me voy a casa a descansar.

.- ¿Mañana a las siete, eh?

.- Si…
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Antiguo 16/02/2021, 12:56   #75
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ME LLAMO PEREZ, VERONICA PEREZ


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.- Me llamo Verónica Pérez tengo 34 años y soy un desecho humano, además soy alcohólica.

Estoy en una reunión de alcohólicos anónimos por primera vez en mi vida. Acabo de soltar la frasecita que he visto y oído en las pelis un montón de veces y pensaba que solo era eso; pelis. Pues no, todos me aplauden y me saludan:

.- Todos – ¡Hola Verónica!

Me parece patético pero es el ritual. El psicoterapeuta que dirige el aquelarre también aplaude y me mira con condescendencia. A mi me parece que además me mira las tetas.

Somos el grupo avanzado de “pacientes” enfermos de alcoholismo que hemos llegado por distintas vías al sumidero. Es un centro de la Generalitat de Catalunya bastante bien organizado en la Plaza del Centre, en Sants, a mi me hacen ir cada mañana a las ocho para controlar que no he bebido, pesarme y controlar mi alimentación.

También me da una enfermera, con aspecto de saber judo y de gustarle mis tetas, una pastilla de algo que se llama Antabus, que se supone te quita las ganas de beber. Es humillante, te la mete ella en la boca, la pastilla, te da un vasito de plástico con agua, poca, y luego te inspecciona la boca para asegurarse que no haces trampa y te la has tragado. Las ganas te las quita porque si bebes te encuentras tan mal que tienen que llevarte en ambulancia a un hospital rápidamente y hacerte un lavado de estómago. Puedes morir envuelta en dolores y vómitos.

La judoka lesbiana es la misma que se encarga de repartir los mismos vasitos de plástico pero con metadona a los que llegan con otras virtudes. A esos no hace falta controlarles demasiado, se beberían un litro si se lo dieran, pero se lo tienen que tomar dentro del recinto para que no haya trapicheos entre ellos.

Como se puede ver mi autoestima podría ser bastante mejor a pesar de que hoy paso a formar parte de los que están más avanzados en su proceso de rehabilitación, y es que llevo media vida en proceso de rehabilitación con posteriores recaídas. Ellos lo saben, yo lo sé y todos hacemos ver que es la primera vez.

Esta vez estoy aquí haciendo el teatrillo “gracias” a un cabronazo que se llama Simón. Es el cabronazo que me esperaba en la puerta hasta hace una cuantas semanas y que ha terminado por desaparecer. Total… no sé que esperaba el muy imbécil.

Todo fue porque me enamoré como una loca del tío este cuando salía con Juan, otro cabrón pero de un pelaje distinto. Más canalla. Los dos tienen casi veinte años más que yo, la diferencia entre ellos es que Juan me daba el Jack Daniel's que tenía en su casa y luego se me follaba. Bueno, la transacción no era mala. Después yo me iba a Esplugues con mis amigos y terminaba la noche en mi casa. Bien, en casa de mi abuela y de mi tío que viven en Esplugues. Ahí dormía la mona todo el día siguiente.

Simón fue peor, no me daba Jack Daniel's ni nada parecido, hasta las cervezas que pedíamos en los bares eran sin alcohol. Una mierda vaya. Además me hacía comer aún que no entendiera que por las mañanas yo necesitara por lo menos un litro de zumo de naranja natural recientísimo exprimido y cosa de un kilo de tomates. No sabe nada de hígados ni de vitaminas pero hay que reconocer que el pobre compró un exprimidor de esos guay y hacíamos a medias las naranjas y los tomates.

Terminó por aceptarme en su casa en Castefa playa y la cosa fue razonablemente bien. Él sabía de mi adicción y me convenció para que volviera a la casilla de salida jurándome su soporte incondicional mientras yo cumpliera. Se podía haber metido por donde le cupiera su soporte incondicional pero le seguí el rollo porque me gustaba la casa, me mantenía y además reconozco que me trataba bien. Bueno, excepto el día que me inició en la sodomía, me salió sangre, y al final de nuestra relación.

Mi corta vida no ha sido sencilla, mis padres eran más o menos hippys, mi madre más y mi padre no tanto, y parte de su estilo de vida incluía una vida desde el punto de vista psicodélico bastante activa. De mi madre tengo el recuerdo de que era rubia y muy guapa, pero también que un día se fue, desapareció y me dejó sola. Al cabo de los años me enteré que se la había llevado un cáncer fulminante. Lloré.

Me quedé en casa de mi abuela que me cuidó como pudo y supo y con mi abuelo que cuando yo tenía cinco o seis años me daba a beber los restos de los carajillos que él y sus amigos se tomaban. Es el primer recuerdo que tengo del contacto con el alcohol, también es el primer recuerdo que tengo del contacto con el sexo. Cuando me había bebido unos cuantos restos de carajillos mi abuelo me manoseaba y me metía mano haciéndome prometer que no se lo diría a la abuela.
Ahí, en cierta manera, también aprendí que tenía algo que me daba un cierto “poder” sobre los hombres. Me esforcé para ser una chica guapa con bastantes buenos resultados.

Mi padre entraba y salía de casa pasando largas temporadas fuera, no se podía decir exactamente que viviera con nosotros a pesar de estar en casa de sus padres y conmigo que al fin y al cabo era su hija, lo que le quedaba de mi guapísima madre.

Un día llamaron a mis abuelos de la policía para comunicar que mi padre estaba detenido por tráfico de drogas, una fea historia. Por lo que se ve necesitaba dinero o simplemente lo quería y se ofreció a unos “inversores” para ir a Ámsterdam y volver en autobús que es más discreto con cinco kilos de cocaína. Le trincaron en la frontera española y no lo vimos en cinco años que se pasó en la cárcel. Yo no fui nunca a verlo, él no quería que lo viera detrás de los cristales. Como en las películas.

Cuando salió se había vuelto muy taciturno y había perdido la alegría que compartía con mi difunta madre años atrás. Estaba raro… hasta que un día, yo debía tener unos doce años o así, cuando volvía de tomarme carajillos y lo otro con mi abuelo al entrar en el comedor me lo encontré colgado del gancho de la lámpara. Avisé a mi abuela, que llamó a la policía. Vino el juez y todo, fue un día muy raro y lo único que recuerdo con claridad es que me quedé mirando como mi padre se balanceaba suavemente y que se había meado encima. Tenía los pantalones empapados y hechos un desastre.

Pasé años sin reaccionar. Una de las cosas que me chocaba era que como había quedado huérfana el juez aceptó que me adoptara mi tío, y durante los tres o cuatro años que me faltaban para la mayoría de edad pasé a todos los efectos de llamarme Verónica Pérez a llamarme Verónica Gómez. Las niñas de la clase se reían hasta que le salté un ojo a una con la mina de un bolígrafo “Bic Naranja”. Las otras niñas gritaban despavoridas, ella lloraba solo por el ojo que le quedaba y a mi me expulsaron para siempre.
Mi abuela se enfadó y me supo mal pero me emborraché y me olvidé del tema durante unos días. Antes de cumplir los dieciocho ya me emborrachaba con frecuencia sin necesidad de mi abuelo ni de que me metiera mano.
Ya había aprendido cómo hacer para que los hombres, y alguna mujer, me pagaran las copas.

A los dieciocho una amiga de borracheras y sospecho que de algo más pero estaba demasiado borracha para acordarme, me confesó que trabajaba en un piso de la calle Numancia de Barcelona. O sea, que trabajaba de puta.
El business consistía en que necesitaban a alguien para que se ocupara del teléfono y esas cosas, le había hablado de mi a la jefa y estaban de acuerdo en que una chica joven y con un buen físico ayudaría a los clientes nuevos a quedarse.
En principio el sexo lo pondrían otras.

Como hacía poco que había conseguido un trabajo de camarera en el Hotel Princesa Sofía y me destinaron a una de las plantas ya me había follado por dinero a varios clientes. ¿Dónde estaba el problema? ¡Eran gente de pasta y la soltaban a “puñaos” con que una Bollycao de dieciocho años les chupara un poco el manubrio! Al fin y al cabo hacía lo mismo con el barman del bar del hotel para tener barra libre por las noches.

Cuando hacía el turno de noche para volver a casa cogía de madrugada el bus nocturno que paraba delante del Hotel Sofía y me dejaba casi delante de casa. Alguna vez coincidía con las chicas que trabajaban en la calle y si algún coche de los que daban vueltas como si fuera un circuito oval me paraba, pillaban unos cabreos de la leche. Si había alguno medianamente guapo, muy raramente, le hacía una mamadita para que me llevara a casa en coche y pasaba del bus.

Evidentemente le dije que si a mi amiga de hacer de madame en la calle Numancia y la cosa fue bien una temporada. Muchos clientes querían follar conmigo pero solo obtenían un “no”. Era norma de la casa. Fue norma de la casa hasta que un cliente de provecta edad y un Jaguar más grande que mis borracheras se enamoró (encoño) locamente de mi.
Me llevaba a comer a restaurantes caros, me hacía regalitos que la mitad de veces daba a mi vez a las chicas o a alguna amiga de Esplugues y a veces simplemente los tiraba.

Lo que a mi me parecía curioso es que nunca quería sexo, solo compañía. En verano me llevaba a la piscina y miraba como yo me bañaba, nada más. Daba igual, mientras tuviera el grifo abierto como menos trabajo mejor.
También me daba una cantidad de dinero para mi importante. Eso no lo tiraba nunca. En general me lo bebía con la peña que había ido haciendo en Esplugues, en realidad el grupo de borrachos del pueblo. No dejaba de ser como una hermandad del bebercio, y éramos solidarios.
Bueno, hasta cierto punto.

Como todo lo bueno se acaba un día me pillaron los de la calle Numancia y lo consideraron alta traición digna no de fusilarme pero si de mandarme a tomar por el culo. De manera nada graciosa se quedaron con el cliente de décadas en el piso, que se vino abajo cuando al fin y al cabo era él el pagano, y no lo vi más. Ni Princesa Sofía, ni calle Numancia ni viejo baboso y rico con Jaguar.
En esas ya conocía a Juan y al cabo de un tiempo a Simón, digamos que pasé de la polla modelo lombriz de Juan a la polla modelo chato vino de Simón.

Estábamos una noche en la terraza del Sagardotegi de Castelldefels tomando algo antes de cenar en el Txalaka del mismo local cuando empezaron a servirme, seguramente por error, cervezas con alcohol. A la tercera yo ya no era yo. O mejor, yo era mi auténtico yo. Simón dijo algo que no me gustó y se fue a pagar. Yo no contesté porque se me había liado felizmente la lengua como hacía semanas que no me pasaba. Me levante, cogí el bolso y, creo, que pille el bus a Port Ginesta.

El resto es confuso, estaba en algún local de Port Ginesta y había hombres que me invitaban a copas, duró horas seguramente. Luego me enteré que Simón me había estado buscando casi toda la noche. De alguna manera llegué cerca de casa de Simón pero no sabía encontrarla, tiré de móvil y lo saque de la cama. Lo siguiente fue que me gritaban desde un balcón, un salto en el tiempo y estaba en el coche de Simón, o por lo menos conducía él, medio catatónica.

Cuando desperté me di cuenta de que estaba en Esplugues delante de casa de mi abuela, que Simón ya había sacado una maleta que a día de hoy conservo porque era suya, y que me estaba sacando del coche tirando del brazo para, seguramente dejarme en casa de mi abuela.
Me negué a gritos, insistió y traté de autolesionarme a cabezazos contra los cristales del coche, descubrí que son más duros de lo que parecen, Simón se colocó entre el coche y yo, traté de pegarle y no le hizo falta ni esquivar, fallé y terminé en el suelo. Me cogió por la chaqueta y me levantó como un pelele, aproveche mi oportunidad y le arañe la cara hasta que le salió sangre, y eso que me muerdo las uñas, me separó de él empujándome el pecho y le grité:

.- ¡Me has tocado! ¡Te voy a denunciar!

En realidad no creo que se entendiera nada porque tenía la lengua trabada.

Quise empujarlo y terminé en el suelo otra vez. Entonces Simón puso su mano plana y su mucho peso sobre mi pecho y me inmovilizo en el suelo boca arriba, se movió a un lado porque yo alcanzaba a darle patadas y con la otra mano sacó el móvil y llamó a los Mossos d’Escuadra. A la cinco de la mañana estaban ahí en minutos, nos separaron y ante mi estado etílico lastimoso y él, le creyeron a él.
Les indico que había bebido demasiado, cuales eran mis problemas con el alcohol el cabronazo - ¡son mis problemas, no los suyos! -, en que portería vivía mi abuela, y yo, y que él se iba a su casa. Le pidieron, creo, el DNI y se fue para siempre de mi vida. Uno menos.

Lo que paso luego en casa de mis abuelos tengo un recuerdo muy vago porque enseguida me fui a dormir y dormí dos días seguidos.
Los mossos habían actuado de oficio y me habían denunciado. Los servicios sociales de la Generalitat me obligaron a venir cada día a este sitio deprimente en el que estoy ahora.

.- Me llamo Verónica Pérez tengo 34 años y soy un desecho humano, además soy alcohólica.

PD

No necesariamente soy Simón, pero puedo serlo, puedo ser Verónica Pérez, o Gómez. También podría ser la amiga de Verónica que a lo mejor no se llama Verónica, ni Pérez ni Gómez. Incluso puedo ser la abuela de la supuesta Verónica o el pederasta de su abuelo o el cliente pastudo con Jaguar enamorado de la Verónica que puede no llamarse Verónica.
Que cada lector de esta pequeña comedia o drama, que las dos cosas pueden ser, se sitúe en la perspectiva en que más se identifique o se sienta más incómodo. Si, si, incómodo.
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Cuando escribí el último cuento que he colgado, es reciclado pero revisado y ligeramente modificado desperto un cierto interés sobre que personaje era yo en realidad por quien podía saber determinados detalles etc, etc...

Eso me ha ido pasando durante el tiempo que llevo escribiendo pequeños cuentos o capitulos de cuentos más largos que por el formato del foro y de los propios cuentos no se pueden publicar en formato novela porque los OdF me picarían la cresta y si ahora me leen cuatro me leería uno y un señor bajito, uno y medio digamos.

Me ha parecido y apetecido explicar un poco como es el proceso de creación de este tipo de cosas que algunos nos gusta perpetrar.

En primer lugar hay que aclarar una cosa que parece obvia pero a veces parece que no lo és. Los cuatro gatos que escribimos lo hacemos porque nos apetece y nos gusta, y por lo menos en mi caso no pretendo gustar a los demás, incluso según que días podría calificarse de autoterapia.

La segunda cosa que creo que todos los que lo hacemos sabemos es cuales son los trucos para llamar la atención en un entorno como es un foro. Son sencillos. Si se quiere dar veracidad a un relato hasta el punto que parezca histórico o biográfico es muy importante añadir detalles.

Así como el diablo está en los detalles el principio de veracidad también.

Cualquier relato que cuando habla de una sábana especifica si es de algodón o de seda, el color, tamaño, la sensación en la piel, el impacto visual...no todo, claro, no se trata de escribir un catálogo, pero si de darle credibilidad.
Un poco es como las expes, cuando escribes el mini relato y hay besos tienes que explicar como son; con lengua, sin ella, humedos, mojados, guarretes, con mucha saliva, etc, etc... da veracidad al relato.

El tercer punto es la captación de likes. En realidad es fácil, si es lo que buscas, popularidad, moviendonos en el entorno que estamos solo tienes que escribir relatos sentimentaloides, azucarados y almibarados hasta el vómito por sobredosis.
Ese es uno de los dos caminos argumentales si lo que quieres es triunfar a base de likes, el otro es aún más simple: mucho sexo más o menos explicito, en general como más explicito mejor.
De lo que se trata es de si te apetece ir por ahí o no, es el camino que te llevara al exito instantaneo, como el café, pero igual que el café en general el instantaneo no es muy bueno. Resultón en el cortoplacismo y además no te deja satisfecho a los dos días. Es un subgénero.

El último da un poco de verguenza; si pasas de las diez o quince lineas estás muerto, la gente se ha acostumbrado a leer textos cortos, no lee libros, solo mensajes cortos en internet. Si lo haces más largo se cansan y lo dejan a la mitad.

Es absolutamente falso que necesariamente sea autobiográfico, algunas veces está basado en vivencias que sirven como punto de partida y luego se desarrollan como tu quieres, otras veces los personajes adquieren vida propia y según escribes toman direcciones que cuando has empezado eran insospechadas.

También se puede partir de un hecho puntual y modificarlo hasta la externuación pero que sirva de esqueleto pora poder montar una historia enciima de él, obviamente modificando tiempos, velocidades, cantidad de personajes, se pueden añadir o quitar o mezclar personajes de la vida real con ficticios.

Así mismo hay la variante de simplemente inventar una historia de la primera a la última letra en la cual cualquier parecido con la realidad sea pura concidencia.
La otra cara de la moneda es escribir una crónica, ceñirte a unos hechos y explicarlos de pe a pa, pero en general tiene poca gracia. Algunas veces si, pero peligra de convertirse en un telediario. Cero interés. Es como la variante de empezar por el final, decidir como quieres que termine antes de empezar, no es difícil, pero no tiene mucha gracia y me parece manipulador.

Personalmente nunca voy a desvelar los trucos de cada uno de los relatos, sería como el ilusionista que enseña donde está el truco.
Lo que si puedo decir es que todos los relatos son hijos tuyos y que así como los reales como la vida misma te dan trabajo por lo de la autocensura, los que son pura invención también te los dan para que parezcan reales.

Para mi gusto, y eso ya es muy personal es cuando tu solo empiezas y los personajes junto con la trama van tomando forma e independizandose como los hijos cuando se hacen mayores, aparecen personajes nuevos que no habías calculado, alguno del que te quieres deshacer se resiste a morir o desaparecer y te peleas con él, y algunas estupendas veces cuando empiezas a escribir y se va desarrollando no tienes ni idea de como terminará.

Este rollo que parece que no lleva a ninguna parte creo que es instructivo, también para mi, para saber como se hacen las cosas en el proceso interior y para que.
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Última edición por Simon; 17/02/2021 a las 23:08.
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Huevos con maracuyá


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Él, empadronado en la periferia de Barcelona city ciudad sin ley, antiguo trabajador de una empresa de ámbito nacional, nacido y criado en eso que con el tiempo ha venido a llamarse la España vaciada - ¿por quién ya que estamos? – se auto vació, dejo su pueblito y emigró a la gran ciudad. En comparación, claro.

Había pedido el traslado de su puesto de trabajo a la empresa y se lo concedieron, en fin… no realmente lo que había pedido, él quería ir a vivir a Madrid que estaba más cerca del pueblito y hablaban cristiano. Se amoldó, hizo amigos entre los compañeros de trabajo, descubrió que se podía vivir perfectamente con las tribus bárbaras porque todos hablaban castellano más o menos decentemente y terminó por integrarse pidiendo una hipoteca a la Caja de Pensiones para comprarse un mini sobre, sobre, sobreático.

La vida funcionaba, también se había integrado en algunos foros de Internet como por ejemplo SMB donde hizo amigos en algunas quedadas cerveceras. Stammtisch las llamaban. Era un foro y unas quedadas para adultos, en las quedadas a veces eran tan adultos que se caían por el otro lado de la página. Un Mundo Perdido como el de H.G. Wells. En las quedadas cerveceras en vez de moscas de la cerveza había pterodáctilos de la cerveza.

Lo interesante fue que de ahí salió un anteproyecto que se convirtió en un proyecto y luego en una realidad de hacer unas vacaciones de verano con alguno de ellos. No de una manera bíblica, que nunca se sabe, pero sí de sana camaradería. Se hizo una lista de lugares adecuados para las aficiones comunes y se terminó por eliminación tirando una moneda al aire para deshacer un empate técnico por Brasil, por una ciudad que estaba muy de moda: Natal en el Estado de Rio Grande do Norte. A él le gustó especialmente porque su pueblito estaba cerca de la frontera con Portugal y rascaba el idioma bastante bien. En todo caso mejor que los demás.

Secretamente tenía algún complejillo, básicamente que era muy bajito hasta el punto que se había librado de la mili por o gracias a ello. Había estado bien pero en la vida cotidiana se sentía algo incómodo cada vez que le presentaban una chica porque casi siempre eran más altas que él. En público argumentaba como buen españolito que no había crecido más de lo gordos que los tenía y cosas así para salir del paso pero interiormente le xodía. Habían pasado los años y no lo había superado, al contrario, se veía las piernas más cortas desde que había cumplido los cuarenta ya hacía algunos añejos.

Ella, hija de su madre y padre missing al igual que sus dos hermanas hijas de la misma madre y de sendos padres missing, vivía en una favela en la zona menos favorecida de Natal. Para más cachondeo en la esquina de la calle había una sórdida tienda de ataúdes. No la atracaban nunca, claro. Seguramente por eso era la única tienda con escaparate iluminada de manera mortecina en toda la calle desierta. Todos se fortificaban en sus chabolas a todas horas y sobre todo cuando caía la noche que en el Ecuador dura doce horas todo el año.
Karla era el cisne de su casa, joven, al filo de lo ilegal sin quedar claro de que lado del filo, guapa a rabiar, morena, branca con un punto trigueño y unos enormes ojos negros con capacidad para desarmar a cualquier pájaro que se le pusiera por delante. Era evidente que el mix genético suyo era muchísimo mejor que el de sus dos hermanas.

De trabajo andaban mal todos, en eso estaban igualadas y al igual que sus hermanas y seguramente que su madre en un pasado no tan remoto, cuando llegaba la hora en que todos los gatos son pardos se ponía el “uniforme” de trabajo y se iba a buscar la vida y la de su familia a La Cucaracha y a El Azúcar, dos bares de alterne al aire libre como se estila en la zona. Evidentemente obtenía bastantes mejores réditos que sus hermanas, por su juventud, por su belleza y por sus tetas.

La técnica de acoso y derribo al guiri era sencilla, les entraban literalmente cada dos minutos una chica distinta hasta que el guiri claudicaba o se iba con la música a otra parte y dejaba sitio para trabajarse a los que si pasaban por el…aro. Cada chica tenía su tontería para entrar y la suya consistía en hacer con las dos manos la forma de una vulva en el aire e intentar que el guiri de turno hiciera la pantomima de lamer en el aire el supuesto interior. De todas maneras a ella no le hacía mucha falta, ya le venían como perritos.

Hacía falta porque entre los “protectores” que tenían todas, no por voluntad, y la policía que en general son de la zona de Sao Paulo el peaje para volver a casa no era barato. En cualquier caso ineludible.

Estaba bastante harta cuando de un día, noche, para otro cerraron los dos locales a la vez descubriéndose que la propiedad era de una empresa que servía para esconder a los auténticos propietarios que - ¡anatema! – eran españoles. Razón más que suficiente para retirarles la licencia. Ninguno de los beneficiarios estaba para que unos gringos se llevaran la parte del león de los ingresos que generaban sus chicas y lo que se dejaban los guiris en lo que no eran chicas.

Casualmente y para tranquilizar estómagos inquietos a las dos semanas se abrió un nuevo lugar más bonito, más grande, con muchas barras circulares diseminadas por unos jardines convenientemente vallados con capacidad para todas las chicas que quisieran ejercer el noble arte de una prostitución más o menos encubierta, más bien menos, y tantos guiris con ganas de meterse el Atlántico entre pecho y espalda para tomarse unas caipirinhas y de paso alternar con algunas garotas de programa de buen ver y mejor comer de todos los gustos, sabores y colores como diría el profesor Jiménez de Parga para describir las fuentes de los jardines de La Alhambra de Granada.

Él, después de un anodino y pesado viaje con escala en Lisboa, con la única distracción de que a Liptor se le habían caído los huevos revueltos muy calientes del menú encima de los propios en un extraño que había hecho el avión con gran regocijo del resto de pterodáctilos, llegó al Chalet Suizo, único hotel de Natal donde permitían entrar chicas, darse una ducha y cambiarse los pantalones si se te habían caído los huevos revueltos encima.

De ahí salieron disparados en un par de taxis, en uno no cabían todos, al único sitio de Natal donde poder “alternar” con una mínima seguridad personal. El complejo - ¿alternador? – se llamaba La Plaza y la entrada era gratis, no está ahí el negocio. Solo entrar hubo una tendencia a desperdigarse porque ya se sabe, se caza mejor solo sobre todo si la presa es uno mismo.

Él se fue directo a una de las mini barras y tras pelearse con un taburete absurdamente alto se tomó de manera más o menos imprudente tres o cuatro caipirinhas bastante más rápido de lo aconsejable. A la vez empezaron a desfilar delante suyo una aparente cantidad infinita de chicas que raramente andaban más allá de los veinticinco años haciendo cada una su monería. Había que reconocer que las había francamente potentes pero entre el viaje y que se sentía incómodo por la falta de costumbre y, porque no decirlo, una cierta inestabilidad con el taburete empeñado en recordarle su baja estatura, no terminaba de soltarse ni de decidirse. Por otro lado era tal la cantidad de chicas y la velocidad con que aparecían y desaparecían que le mareaba un poco. Seguramente las caipirinha no ayudaban, estaban hechas con cachaça peleona.

La música desapareció, las voces se acallaron, las luces se volvieron tenues y solo iluminaban un metro cuadrado a su alrededor. Se le paso la media borrachera y se sintió nadando, abducido y protegido por unos grandes ojos negros como la noche más oscura que le miraban a través de unas manos perfectas que dibujaban un corazón en el aire.
Él vio un corazón cuando las manos seguían dibujando un coño. Además de los ojos un poco más abajo había una sonrisa y era evidente que aquel ser angelical le estaba diciendo algo. Él quería responder algo aún que no entendiera nada, quería decir “me llamo Simón” pero solo alcanzó a decir “memamomamón”.
Ella seguía sonriendo, lo cogió de la mano y le propuso alquilar un apartamento por horas sobornando al portero de un bloque de apartamentos. Sabía cuales estaban vacíos y se sacaba un sobresueldo.
Él seguía sin enterarse de mucho, solo de que era la mujer más bella que había visto nunca, que tendría unos dieciocho años y el más de cuarenta y que una vez bajado del taburete ella le sacaba media cabeza.
Fue una noche de sexo mágico ella le hablaba en un dulce portugués y él hacía lo que podía. El alba los pilló en la playa, juntos en la arena y a él se le habían pasado todas las tonterías, sabía que era de pago pero no trataba de protegerse. Al contrario, estaba envuelto en un mundo de pétalos de rosa mezclado con olor a mar y el mejor olor a mujer que había olido nunca y se quería quedar allí para siempre.

Él pensó que con el día todo se terminaría pero cuando se despidieron en medio de una tormenta de besos y abrazos ella le dio su teléfono, la dirección de su casa y le invito a cenar.
El día paso entre ilusión, suspiros y cachondeo de los colegas que se mofaban.

.- ¡Se nos ha enamorado! – decían los pterodáctilos.

La coña era infinita pero él al terminar el día se puso guapo, cogió un taxi que le preguntó si estaba seguro de querer ir a la dirección que le decía, y se presento en la favela desierta después de haber admirado los ataúdes a media luz lúgubre. Había uno que parecía cómodo.

Ella lo esperaba en la puerta no fuera que se lo despellejaran, lo hizo pasar a un patio interior y de ahí a la casa propiamente. Realmente se limitaba a una sola pieza bastante grande con una mesa cuadrada de madera basta, unas sillas que destacaban por su personalidad, no había dos iguales, y en una repisa un fogón camping gas que hacía de cocina. Del techo un cable con una bombilla que había pasado mejores épocas más o menos envuelta en algo que hacía las veces de pantalla.

Algo comieron, pero él estaba alelado. Algo bebieron, y le cogió un ataque de tos de lo fuerte que era que se espabilo de golpe. Estaba sentado con las cuatro mujeres alrededor del único mueble de la casa, supuso que en alguna parte dormían pero no veía donde. La pobreza saltaba a la vista pero él no hubiera querido estar en otro sitio. Se sentía extrañamente en casa, y eso que estaba claro que si bien Ella ( mayúscula ) estaba por él, lo trataba con cariño y no parecía importarle nada más, sus hermanas y madre lo estaban sometiendo a un examen que él no sabía a que venía. En un rato lo supo. Eran brujas y adivinaban el futuro.

Estuvieron horas hablando de montones de cosas como si se conocieran de toda la vida y hubo un momento en que él se oyó a si mismo invitándola a ella una temporada a su casa en una barriada de Barcelona. Era evidente que la madre de la criatura se debatía entre el riesgo de que su hija pequeña se fuera a Europa con un prácticamente desconocido y la oportunidad que para ella suponía salir de aquella casa, aquella favela y aquella vida en general.
No eran muchas las puertas de salida. Por lo menos las que podían terminar más o menos bien. Al final accedió, pero no fue tan fácil, si bien ella ya era mayor de edad las leyes brasileñas establecían una edad superior para poder salir sola del país. Tuvieron que ir a un Cartorio ( notario ) para que su madre le firmara un permiso para salir, además montones de papeles, Brasil es el país de la burocracia.
Será que por cada papel tienes que pagar una pequeña cantidad…

De esta historia hace más de quince años, a día de hoy tienen un matrimonio feliz y dos hijos preciosos. Ella se ha convertido en una mujer guapa, que ya lo era, y sobretodo feliz y él incluso parece que haya crecido un poquito.

PD ¿ Quien dijo que no puede funcionar ? ;-)
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.

Última edición por Simon; 19/02/2021 a las 16:31.
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Huevos con maracuyá


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Él, empadronado en la periferia de Barcelona city ciudad sin ley, antiguo trabajador de una empresa de ámbito nacional, nacido y criado en eso que con el tiempo ha venido a llamarse la España vaciada - ¿por quién ya que estamos? – se auto vació, dejo su pueblito y emigró a la gran ciudad. En comparación, claro.

Había pedido el traslado de su puesto de trabajo a la empresa y se lo concedieron, en fin… no realmente lo que había pedido, él quería ir a vivir a Madrid que estaba más cerca del pueblito y hablaban cristiano. Se amoldó, hizo amigos entre los compañeros de trabajo, descubrió que se podía vivir perfectamente con las tribus bárbaras porque todos hablaban castellano más o menos decentemente y terminó por integrarse pidiendo una hipoteca a la Caja de Pensiones para comprarse un mini sobre, sobre, sobreático.

La vida funcionaba, también se había integrado en algunos foros de Internet como por ejemplo SMB donde hizo amigos en algunas quedadas cerveceras. Stammtisch las llamaban. Era un foro y unas quedadas para adultos, en las quedadas a veces eran tan adultos que se caían por el otro lado de la página. Un Mundo Perdido como el de H.G. Wells. En las quedadas cerveceras en vez de moscas de la cerveza había pterodáctilos de la cerveza.

Lo interesante fue que de ahí salió un anteproyecto que se convirtió en un proyecto y luego en una realidad de hacer unas vacaciones de verano con alguno de ellos. No de una manera bíblica, que nunca se sabe, pero sí de sana camaradería. Se hizo una lista de lugares adecuados para las aficiones comunes y se terminó por eliminación tirando una moneda al aire para deshacer un empate técnico por Brasil, por una ciudad que estaba muy de moda: Natal en el Estado de Rio Grande do Norte. A él le gustó especialmente porque su pueblito estaba cerca de la frontera con Portugal y rascaba el idioma bastante bien. En todo caso mejor que los demás.

Secretamente tenía algún complejillo, básicamente que era muy bajito hasta el punto que se había librado de la mili por o gracias a ello. Había estado bien pero en la vida cotidiana se sentía algo incómodo cada vez que le presentaban una chica porque casi siempre eran más altas que él. En público argumentaba como buen españolito que no había crecido más de lo gordos que los tenía y cosas así para salir del paso pero interiormente le xodía. Habían pasado los años y no lo había superado, al contrario, se veía las piernas más cortas desde que había cumplido los cuarenta ya hacía algunos añejos.

Ella, hija de su madre y padre missing al igual que sus dos hermanas hijas de la misma madre y de sendos padres missing, vivía en una favela en la zona menos favorecida de Natal. Para más cachondeo en la esquina de la calle había una sórdida tienda de ataúdes. No la atracaban nunca, claro. Seguramente por eso era la única tienda con escaparate iluminada de manera mortecina en toda la calle desierta. Todos se fortificaban en sus chabolas a todas horas y sobre todo cuando caía la noche que en el Ecuador dura doce horas todo el año.
Karla era el cisne de su casa, joven, al filo de lo ilegal sin quedar claro de que lado del filo, guapa a rabiar, morena, branca con un punto trigueño y unos enormes ojos negros con capacidad para desarmar a cualquier pájaro que se le pusiera por delante. Era evidente que el mix genético suyo era muchísimo mejor que el de sus dos hermanas.

De trabajo andaban mal todos, en eso estaban igualadas y al igual que sus hermanas y seguramente que su madre en un pasado no tan remoto, cuando llegaba la hora en que todos los gatos son pardos se ponía el “uniforme” de trabajo y se iba a buscar la vida y la de su familia a La Cucaracha y a El Azúcar, dos bares de alterne al aire libre como se estila en la zona. Evidentemente obtenía bastantes mejores réditos que sus hermanas, por su juventud, por su belleza y por sus tetas.

La técnica de acoso y derribo al guiri era sencilla, les entraban literalmente cada dos minutos una chica distinta hasta que el guiri claudicaba o se iba con la música a otra parte y dejaba sitio para trabajarse a los que si pasaban por el…aro. Cada chica tenía su tontería para entrar y la suya consistía en hacer con las dos manos la forma de una vulva en el aire e intentar que el guiri de turno hiciera la pantomima de lamer en el aire el supuesto interior. De todas maneras a ella no le hacía mucha falta, ya le venían como perritos.

Hacía falta porque entre los “protectores” que tenían todas, no por voluntad, y la policía que en general son de la zona de Sao Paulo el peaje para volver a casa no era barato. En cualquier caso ineludible.

Estaba bastante harta cuando de un día, noche, para otro cerraron los dos locales a la vez descubriéndose que la propiedad era de una empresa que servía para esconder a los auténticos propietarios que - ¡anatema! – eran españoles. Razón más que suficiente para retirarles la licencia. Ninguno de los beneficiarios estaba para que unos gringos se llevaran la parte del león de los ingresos que generaban sus chicas y lo que se dejaban los guiris en lo que no eran chicas.

Casualmente y para tranquilizar estómagos inquietos a las dos semanas se abrió un nuevo lugar más bonito, más grande, con muchas barras circulares diseminadas por unos jardines convenientemente vallados con capacidad para todas las chicas que quisieran ejercer el noble arte de una prostitución más o menos encubierta, más bien menos, y tantos guiris con ganas de meterse el Atlántico entre pecho y espalda para tomarse unas caipirinhas y de paso alternar con algunas garotas de programa de buen ver y mejor comer de todos los gustos, sabores y colores como diría el profesor Jiménez de Parga para describir las fuentes de los jardines de La Alhambra de Granada.

Él, después de un anodino y pesado viaje con escala en Lisboa, con la única distracción de que a Liptor se le habían caído los huevos revueltos muy calientes del menú encima de los propios en un extraño que había hecho el avión con gran regocijo del resto de pterodáctilos, llegó al Chalet Suizo, único hotel de Natal donde permitían entrar chicas, darse una ducha y cambiarse los pantalones si se te habían caído los huevos revueltos encima.

De ahí salieron disparados en un par de taxis, en uno no cabían todos, al único sitio de Natal donde poder “alternar” con una mínima seguridad personal. El complejo - ¿alternador? – se llamaba La Plaza y la entrada era gratis, no está ahí el negocio. Solo entrar hubo una tendencia a desperdigarse porque ya se sabe, se caza mejor solo sobre todo si la presa es uno mismo.

Él se fue directo a una de las mini barras y tras pelearse con un taburete absurdamente alto se tomó de manera más o menos imprudente tres o cuatro caipirinhas bastante más rápido de lo aconsejable. A la vez empezaron a desfilar delante suyo una aparente cantidad infinita de chicas que raramente andaban más allá de los veinticinco años haciendo cada una su monería. Había que reconocer que las había francamente potentes pero entre el viaje y que se sentía incómodo por la falta de costumbre y, porque no decirlo, una cierta inestabilidad con el taburete empeñado en recordarle su baja estatura, no terminaba de soltarse ni de decidirse. Por otro lado era tal la cantidad de chicas y la velocidad con que aparecían y desaparecían que le mareaba un poco. Seguramente las caipirinha no ayudaban, estaban hechas con cachaça peleona.

La música desapareció, las voces se acallaron, las luces se volvieron tenues y solo iluminaban un metro cuadrado a su alrededor. Se le paso la media borrachera y se sintió nadando, abducido y protegido por unos grandes ojos negros como la noche más oscura que le miraban a través de unas manos perfectas que dibujaban un corazón en el aire.
Él vio un corazón cuando las manos seguían dibujando un coño. Además de los ojos un poco más abajo había una sonrisa y era evidente que aquel ser angelical le estaba diciendo algo. Él quería responder algo aún que no entendiera nada, quería decir “me llamo Simón” pero solo alcanzó a decir “memamomamón”.
Ella seguía sonriendo, lo cogió de la mano y le propuso alquilar un apartamento por horas sobornando al portero de un bloque de apartamentos. Sabía cuales estaban vacíos y se sacaba un sobresueldo.
Él seguía sin enterarse de mucho, solo de que era la mujer más bella que había visto nunca, que tendría unos dieciocho años y el más de cuarenta y que una vez bajado del taburete ella le sacaba media cabeza.
Fue una noche de sexo mágico ella le hablaba en un dulce portugués y él hacía lo que podía. El alba los pilló en la playa, juntos en la arena y a él se le habían pasado todas las tonterías, sabía que era de pago pero no trataba de protegerse. Al contrario, estaba envuelto en un mundo de pétalos de rosa mezclado con olor a mar y el mejor olor a mujer que había olido nunca y se quería quedar allí para siempre.

Él pensó que con el día todo se terminaría pero cuando se despidieron en medio de una tormenta de besos y abrazos ella le dio su teléfono, la dirección de su casa y le invito a cenar.
El día paso entre ilusión, suspiros y cachondeo de los colegas que se mofaban.

.- ¡Se nos ha enamorado! – decían los pterodáctilos.

La coña era infinita pero él al terminar el día se puso guapo, cogió un taxi que le preguntó si estaba seguro de querer ir a la dirección que le decía, y se presento en la favela desierta después de haber admirado los ataúdes a media luz lúgubre. Había uno que parecía cómodo.

Ella lo esperaba en la puerta no fuera que se lo despellejaran, lo hizo pasar a un patio interior y de ahí a la casa propiamente. Realmente se limitaba a una sola pieza bastante grande con una mesa cuadrada de madera basta, unas sillas que destacaban por su personalidad, no había dos iguales, y en una repisa un fogón camping gas que hacía de cocina. Del techo un cable con una bombilla que había pasado mejores épocas más o menos envuelta en algo que hacía las veces de pantalla.

Algo comieron, pero él estaba alelado. Algo bebieron, y le cogió un ataque de tos de lo fuerte que era que se espabilo de golpe. Estaba sentado con las cuatro mujeres alrededor del único mueble de la casa, supuso que en alguna parte dormían pero no veía donde. La pobreza saltaba a la vista pero él no hubiera querido estar en otro sitio. Se sentía extrañamente en casa, y eso que estaba claro que si bien Ella ( mayúscula ) estaba por él, lo trataba con cariño y no parecía importarle nada más, sus hermanas y madre lo estaban sometiendo a un examen que él no sabía a que venía. En un rato lo supo. Eran brujas y adivinaban el futuro.

Estuvieron horas hablando de montones de cosas como si se conocieran de toda la vida y hubo un momento en que él se oyó a si mismo invitándola a ella una temporada a su casa en una barriada de Barcelona. Era evidente que la madre de la criatura se debatía entre el riesgo de que su hija pequeña se fuera a Europa con un prácticamente desconocido y la oportunidad que para ella suponía salir de aquella casa, aquella favela y aquella vida en general.
No eran muchas las puertas de salida. Por lo menos las que podían terminar más o menos bien. Al final accedió, pero no fue tan fácil, si bien ella ya era mayor de edad las leyes brasileñas establecían una edad superior para poder salir sola del país. Tuvieron que ir a un Cartorio ( notario ) para que su madre le firmara un permiso para salir, además montones de papeles, Brasil es el país de la burocracia.
Será que por cada papel tienes que pagar una pequeña cantidad…

De esta historia hace más de quince años, a día de hoy tienen un matrimonio feliz y dos hijos preciosos. Ella se ha convertido en una mujer guapa, que ya lo era, y sobretodo feliz y él incluso parece que haya crecido un poquito.

PD ¿ Quien dijo que no puede funcionar ? ;-)
Creí que el final sería distinto, pero es el mismo de la otra vez

saludos

Última edición por El Observador; 19/02/2021 a las 20:14.
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Simon
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Iniciado por El Observador Ver Mensaje
Creí que el final sería distinto, pero es el mismo de la otra vez

saludos
Es que este concretamente no puede tener otro.

De todas maneras te emplazo a que propongas un final distinto, yo tengo el mío, escribe cual te gustaría que fuera el tuyo, he cambiado cosas por enmedio y cosas de puntuación, pero en general los finales dificilmente cambiaré ninguno. Quizás algún detalle, pero vaya... poca cosa.
Lo que si estoy es abierto a jugar con los textos y que cada uno proponga su versión.
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Baja_134832 (20/02/2021), Medio Siglo (19/02/2021)
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Iniciado por Simon Ver Mensaje
Cuando escribí el último cuento que he colgado, es reciclado pero revisado y ligeramente modificado desperto un cierto interés sobre que personaje era yo en realidad por quien podía saber determinados detalles etc, etc...

Eso me ha ido pasando durante el tiempo que llevo escribiendo pequeños cuentos o capitulos de cuentos más largos que por el formato del foro y de los propios cuentos no se pueden publicar en formato novela porque los OdF me picarían la cresta y si ahora me leen cuatro me leería uno y un señor bajito, uno y medio digamos.

Me ha parecido y apetecido explicar un poco como es el proceso de creación de este tipo de cosas que algunos nos gusta perpetrar.

En primer lugar hay que aclarar una cosa que parece obvia pero a veces parece que no lo és. Los cuatro gatos que escribimos lo hacemos porque nos apetece y nos gusta, y por lo menos en mi caso no pretendo gustar a los demás, incluso según que días podría calificarse de autoterapia.

La segunda cosa que creo que todos los que lo hacemos sabemos es cuales son los trucos para llamar la atención en un entorno como es un foro. Son sencillos. Si se quiere dar veracidad a un relato hasta el punto que parezca histórico o biográfico es muy importante añadir detalles.

Así como el diablo está en los detalles el principio de veracidad también.

Cualquier relato que cuando habla de una sábana especifica si es de algodón o de seda, el color, tamaño, la sensación en la piel, el impacto visual...no todo, claro, no se trata de escribir un catálogo, pero si de darle credibilidad.
Un poco es como las expes, cuando escribes el mini relato y hay besos tienes que explicar como son; con lengua, sin ella, humedos, mojados, guarretes, con mucha saliva, etc, etc... da veracidad al relato.

El tercer punto es la captación de likes. En realidad es fácil, si es lo que buscas, popularidad, moviendonos en el entorno que estamos solo tienes que escribir relatos sentimentaloides, azucarados y almibarados hasta el vómito por sobredosis.
Ese es uno de los dos caminos argumentales si lo que quieres es triunfar a base de likes, el otro es aún más simple: mucho sexo más o menos explicito, en general como más explicito mejor.
De lo que se trata es de si te apetece ir por ahí o no, es el camino que te llevara al exito instantaneo, como el café, pero igual que el café en general el instantaneo no es muy bueno. Resultón en el cortoplacismo y además no te deja satisfecho a los dos días. Es un subgénero.

El último da un poco de verguenza; si pasas de las diez o quince lineas estás muerto, la gente se ha acostumbrado a leer textos cortos, no lee libros, solo mensajes cortos en internet. Si lo haces más largo se cansan y lo dejan a la mitad.

Es absolutamente falso que necesariamente sea autobiográfico, algunas veces está basado en vivencias que sirven como punto de partida y luego se desarrollan como tu quieres, otras veces los personajes adquieren vida propia y según escribes toman direcciones que cuando has empezado eran insospechadas.

También se puede partir de un hecho puntual y modificarlo hasta la externuación pero que sirva de esqueleto pora poder montar una historia enciima de él, obviamente modificando tiempos, velocidades, cantidad de personajes, se pueden añadir o quitar o mezclar personajes de la vida real con ficticios.

Así mismo hay la variante de simplemente inventar una historia de la primera a la última letra en la cual cualquier parecido con la realidad sea pura concidencia.
La otra cara de la moneda es escribir una crónica, ceñirte a unos hechos y explicarlos de pe a pa, pero en general tiene poca gracia. Algunas veces si, pero peligra de convertirse en un telediario. Cero interés. Es como la variante de empezar por el final, decidir como quieres que termine antes de empezar, no es difícil, pero no tiene mucha gracia y me parece manipulador.

Personalmente nunca voy a desvelar los trucos de cada uno de los relatos, sería como el ilusionista que enseña donde está el truco.
Lo que si puedo decir es que todos los relatos son hijos tuyos y que así como los reales como la vida misma te dan trabajo por lo de la autocensura, los que son pura invención también te los dan para que parezcan reales.

Para mi gusto, y eso ya es muy personal es cuando tu solo empiezas y los personajes junto con la trama van tomando forma e independizandose como los hijos cuando se hacen mayores, aparecen personajes nuevos que no habías calculado, alguno del que te quieres deshacer se resiste a morir o desaparecer y te peleas con él, y algunas estupendas veces cuando empiezas a escribir y se va desarrollando no tienes ni idea de como terminará.

Este rollo que parece que no lleva a ninguna parte creo que es instructivo, también para mi, para saber como se hacen las cosas en el proceso interior y para que.
Antes que nada, gracias Simon por este texto; creo que a quienes te seguimos y nos gusta como escribes, nos resulta muy interesante adentrarnos en tu trastienda particular y saber cómo la tienes organizada para poder satisfacer siempre al cliente... guino

Te juro que me han entrado ganas de ir comentando el escrito párrafo a párrafo, porque hay ideas con las que estoy completamente de acuerdo, parágrafos que me hacen reflexionar, reflexiones que no acabo de compartir, o de ver claras, y "confesiones" que, simplemente, son de agradecer.

Pero no se trata aquí de aburrir al personal... Simplemente diré que me ha encantado la idea y que, con tu permiso, la copio (o, para quedar bien, me "inspiro" en ella), porque me gustaría hacer algo parecido en mi monografía, ya que creo que afrontamos la escritura de forma muy diferente.
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