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29/04/2013, 21:40 | #681 |
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El mundo no está ahí para comprenderlo...
...está para comérselo. Con la llama de fuego entre mis dedos sostengo ese trozo carnicero inerte al parecer...sin embargo observándolo me doy cuenta que hay algo de misterio en él. Mi sexo es más joven que yo, desea mas cosas, tiene mas ilusiones...aun cree en los orgasmos. La poca juventud que aun me arropa, la acapara él...egoísta y ambicioso exige...me exige por ejemplo que me emocione cuando a él le apetece, que me sosiegue cuando tiene sueño y descaradamente ajeno a mí el muy cabrón sigue teniendo esos erguimientos insólitos que le dejan a uno como a un fantasmón que se cree con veinte años menos. Los que estamos condenados a vivir pase lo que pase o lo que nos pase...debemos pagar el alto tributo de vivir en el absurdo...en la tontería de unos pocos que nos someten a sus banales ideales. Si no fuera por la locura y ese sentimiento fieramente humano que se le paga a uno en cada centímetro de la piel creo que al despertar por las mañanas daría la sensación no de venir de viajar a través de los sueños sino de venir de una larga muerte. "Ab Imo Pectore"
Última edición por Giocondo; 01/05/2013 a las 15:18. Razón: palabros no aptecibles |
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02/05/2013, 16:37 | #682 |
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de Jueves...
Ha sido una semana de actividad púbica y pública y ando con el alma gelatinada y vitaminada gracias Laia mi bella farmacéutica. Malpasito...me dice dulcemente...debes tomar mas vitamina A y E...y yo que cuando la veo ando recalentado asiento con la cabeza y pago. Mañana gracias al cielo otra vez en el campo...donde me olvido de todo y sobre todo de mis cuarentaytantos que fluyen como relámpagos por todo mi cuerpo haciéndolo arder demasiado deprisa. Debo estar ya en las últimas en eso de arder en la hoguera de lo otro sexo y mi cuerpo que es muy sabio me lo está anunciando. Los jóvenes viven la carne como eternidad. Los viejos como fugacidad. Lo importante es que no se nos note...que no se me note, por mas que los jóvenes no notan nada. De eso trata la adorable juventud...ne c'est pas? "Ab Imo Pectore"
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ELeGant (04/05/2013), Sursum Corda (07/05/2013) |
05/05/2013, 20:17 | #683 |
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el imperio de los necios...
En la primavera también...de pronto nos hemos puesto a gozar de todos y de todo dejando de lado el infierno baudeleriano. Independientemente de que este invierno nos hemos devorado, nos hemos consumido unos a otros bajo la luz tenue de la fiesta...en un cine, en un coche o en casa de ellas...en ese canibalismo invernal que tanto nos empuja de forma piadosa a la temperatura ideal. Ahora con la asamblea del sol y el azul del cielo disfrutamos de otra manera pero sin dejar de nutrirnos de nosotros mismos...por que el hombre solo se nutre del hombre. Con la primavera estamos condenados a seguir mirándonos pero de otra manera y con otra luz...esa luz tan especial que convoca la primavera. Toda sensación...todo cambio reducido siempre al cuerpo de una mujer que en si mismo es como si nos convocara a esa devoración universal de la especie humana. Como siempre premia en mis letras la forma evidente y concreta de lo sexual...incluso lo mas romántico y poderosamente sentimental lo reduzco al cuerpo de una mujer. Espero que esto no impida que deje de ser celeste como el azul del cielo....a veces me pregunto si el hecho de hablar bien clarito a pesar de escribir en arameo me impida esa sacralización que tiene el color azul. "Ab Imo Pectore"
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2 foreros han dado SmilePoints a Giocondo por este mensaje
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ELeGant (07/05/2013), Sursum Corda (07/05/2013) |
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23/05/2013, 05:34 | #687 |
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Soledad, sencilla y deshecha...fría y calculadora vacía botellas en corazones grandes. Amistad, falsa y real...verdadera y extraña hija de la incertidumbre y madre de la fragilidad. Mentira, cruel, permanente e imborrable luz de miedos...ladrona de lo verdadero. Deseo, martillazos en el pecho vaivén de ardores que alimentan los cuerpos. "Ab Imo Pectore"
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3 foreros han dado SmilePoints a Giocondo por este mensaje
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23/05/2013, 19:49 | #688 |
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in memoriam - Georges Moustaki - Ma solitude
dedicated to all the lonesome fuckmen
Vivo de una sonrisa que usted no supo cuándo me donó.
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5 foreros han dado SmilePoints a Pescondido por este mensaje
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baja22512 (23/05/2013), Casanova (23/05/2013), ELeGant (27/05/2013), paulmoreno (26/05/2013), Sursum Corda (26/05/2013) |
24/05/2013, 07:55 | #689 |
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"Ab Imo Pectore"
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5 foreros han dado SmilePoints a Giocondo por este mensaje
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baja22512 (24/05/2013), Birrus (28/05/2013), ELeGant (27/05/2013), paulmoreno (26/05/2013), Sursum Corda (26/05/2013) |
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26/05/2013, 12:19 | #690 |
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y hoy dedico una canción...
A aquellxs que en algún momento nos preguntamos que coño hacemos en este mundo a aquellxs que cada vez soportan menos la estupidez y la sinrazón y luchan por su aniquilación a aquellxs que hacen el esfuerzo de escuchar y tener paciencia antes de cagarse en to los muertos a aquellxs que bucean en su interior y que por tanto no juzgan a los demás a aquellxs que no son de altares a pesar de los sueños...y huyen de lxs que se creen fascinantes a aquellxs que denuncian el chismorreo y el correveydile y sobre todo a los que vamos por la vida errando el camino una y otra vez...y seguimos ahí transformando en agua bendita la poca ilusión que nos queda y con una... y... "Ab Imo Pectore"
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baja22512 (26/05/2013), Baja__302.m (26/05/2013), Birrus (28/05/2013), ELeGant (27/05/2013), erikx (27/05/2013), paulmoreno (26/05/2013), Sursum Corda (26/05/2013) |
27/05/2013, 06:29 | #692 |
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Compañero thelion si buceas en tu interior sin botellas de oxígeno ni na...a pelo vamos...del susto que te pegas se te quitan las ganas de juzgar al prójimo. Lo único que debes asegurar es no engañarte a ti mismo...mismamente. que pases un feliz día. "Ab Imo Pectore"
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Birrus (28/05/2013) |
27/05/2013, 23:28 | #694 |
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Ayub Ogada,es un cantautor keniata,y este tema que vas a escuchar “Kothbiro” está en la magnífica película “El jardinero fiel”
y su letra dice así: No somos más que una gota de luz una estrella fugaz una chispa tan solo en la edad del cielo. No somos lo que quisiéramos ser sólo un breve latir en un silencio antiguo con la edad del cielo. Calma, todo está en calma deja que el beso dure, deja que el tiempo cure. Deja que el alma tenga la misma edad que la edad del cielo. No somos más que un puñado de mar una borma de Dios un capricho del sol del jardín del cielo. No damos pie, entre tanto tic-tac, entre tanto big-bang sólo un grano de sal en el mar del cielo Calma, todo está en calma deja que el beso dure, deja que el tiempo cure. Deja que el alma tenga la misma edad que la edad del cielo. |
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01/06/2013, 08:31 | #695 |
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Cuando la bestia reside en el ser humano...
Ocurrió tan sólo hace un año, creo, pero ya pareció sentar las bases de tu actitud posterior, y por la cual estoy enfrascado en esta situación desagradable, y quizá sin este incidente no habría sospechado que tu comportamiento era más y más ruinoso y decepcionante con cada nuevo amanecer. Estábamos en una cafetería de moda, un poco arrepentidos y responsables de nuestras anteriores peleas y discusiones, y salimos a las calles con el alborozo de una pareja de adolescentes en pleno principio de noviazgo, para festejar con unas cervezas nuestra renuncia al tedio y a la batalla diaria que nos iba consumiendo. Recuerdo que las mesas del local se encontraban atestadas de gente que no valía ni la mitad de uno de tus dedos, una multitud de ciudadanos que rondaba nuestra edad, y a quienes los grados de sus consumiciones alcohólicas los enfervorizaba, armando una vocinglera a la que mi estado de ánimo era ajeno, pues no había sido mi intención inicial visitar semejante garito, dada la tranquilidad que mis nervios –y los tuyos, no lo olvidemos– necesitaban, y mi cabeza sufría los estertores del entrechocar de copas y las risas que soltaban esos idiotas, pero procuraba fijarme en tu nuevo modelo y las curvas que este ensalzaba y concentrarme en esta imagen y en mi bebida. Quería un tipo de distracción en el que no hubiese estúpidos mosconeando a unos metros de mí, ya entiendes, los que siguen un patrón determinado: odio las actitudes típicas y ciertos costumbrismos. Estábamos sentados frente a frente, y procurabas sonreír mientras ambos fumábamos sin respiro, y en mitad de la conversación sentí ciertos retortijones en el estómago que me indicaron que debía acudir a la lectura de una pequeña carta en la que se detallaban las tapas, los bocadillos, las raciones, los vinos y los refrescos y sus correspondientes precios, para escoger algo apropiado pero no demasiado fuerte para aquellas horas, y mientras consultaba dicha lista que un camarero servicial me proporcionó, ensimismado en lo que a mi apetito podría antojársele, me sorprendió tu silencio y la falta de movimientos en los brazos, que ya anticipaba con el rabillo de mis agudos ojos y, con cierta suspicacia por tu distracción, alcé ambas pupilas sin levantar sospechas, para comprobar por mí mismo la causa del entretenimiento en el que te recreabas, cuál sería mi sorpresa al descubrir, entre el rebaño de cretinos que deambulaban por el local, a uno de esos efebos de anuncio que tanto gustan a las mujeres, que aparecen en publicaciones y postales con una melena moldeada por una borrachera de laca, quemada por los rizos, con una pose de bisexual que vende carnaza al mejor postor, la clase de persona que se presentaría a un concurso de Míster Paquete Torero, que desayuna agua mineral sin gas y juega en la playa al voleibol para fardar ante las chicas jóvenes, que en los seriales aparece como el apuesto triunfador que la cartera de sus papás ha forjado, y que te guiñaba un párpado con tanta insolencia como su chulería le permitía. Y tú le estabas mirando. Dos estudiados actos me sirvieron para zanjar la situación tan incómoda, repugnante y vergonzosa, y el primero consistió en apagar el cigarrillo al mismo tiempo que le clavaba dos ojos marrones al mequetrefe como si fueran sendas balas de plata, y el titubeo al que respondió, largándose deprisa al rincón más alejado de la cafetería, fue el aviso que recibiste de que me había percatado del coqueteo; el segundo resultó de una sencillez apabullante, al llevar esa mirada al centro de tus ojos, con una frialdad ensayada ante el espejo, que solía amilanar a cretinos como el mencionado, pero, en aquella ocasión especial, la furia que emanaba de mis globos oculares te causó mayor terror que nunca. No pudiste sostenerlos ni un segundo sin que las manos comenzaran un temblor que fue adivinado por los clientes cercanos a nuestra mesa, ora agarrando el encendedor, ora rascando la etiqueta de tu botella, los largos dedos inquietos y mostrando su desasosiego, los anillos reflejando esporádicamente las luces del local como las ráfagas de un faro nos deslumbran con cada uno de sus giros. Creo que transcurrieron diez minutos en los que apenas llegué a rebajarme al parpadeo, siendo esa la duración de tu castigo, porque yo era indiferente a las súplicas de que te hablara o mudase el análisis helado y propio de asesino con el que te retaba, diez minutos en los que me regocijé en tu sufrimiento, que tuvo su culminación en un llanto silencioso, lágrimas de miedo que colocaron tu conciencia al borde del desmayo. Hay un gozo secreto en humillar públicamente a una mujer, más si ella te ama; es un sentimiento cercano al de cualquier persona que se regodea en un vicio, y lo necesita y suspira por su consumación. Cuando consideré que había sido suficiente –pero nunca es bastante–, bebí el último trago y solté alguna frase con voz ronca del estilo a «No vuelvas a hacerlo» para que supieses, aunque supongo que entonces lo adivinabas, que esas serían mis únicas palabras hasta que el nuevo día irrumpiese en nuestras vidas. Era como una prolongación del castigo, porque no podía ceder a la piedad. Al levantarme para pagar, reparé en que varios individuos te miraban con un asomo de compasión y curiosidad, que disimularon con prontitud en cuanto disparé las pupilas a sus caras hastiadas y fofas, tuve que contener mi furia, por el cielo que lo hice, no imaginarías hasta qué punto y de qué manera tan crispada traté de reprimir cuatro impulsos para no doblegar sus cabezas y estrujarlas allí mismo, contra la madera sobre la que se amontonaban sus bebidas, no soñarías jamás, por mucho que creas conocerme, las ansias reprimidas de violencia genuina que me apretaron las sienes, como si un enemigo estrangulara mi cabeza y no pudiese defenderme por estar maniatado con cadenas. Pero los eslabones, esta vez, eran tus anteriores ruegos, y por ti, sólo por ti, no trituré a esos infelices que empañaban con sus escrutinios tu silueta de carnes apretadas bajo el vestido. Quién sabe si debido a la velada tan corta e insatisfactoria, o por mis ansias de compensarte la reprimenda muda o, mejor, por compensar mi decepción, fue por lo que te hice el amor como una bestia cruel, sin compasión, con arañazos y mordiscos mutuos –pero sin brindar a tus oídos ni una sílaba–, mientras suplicabas que no volviese a degradarte en público, y cierto es que tus llantos finales, mezclados con el fragor y la locura del orgasmo, no supe si provenían de estos placeres o de la frialdad con la que me entregué al fornicio, igual que un evadido de prisión que violara el cadáver de una joven, sí, sí, porque nunca, has de creerme, fui un hombre malvado o a quien el sadismo divirtiera como método para obtener placer y regocijo, pero debo admitir que poseo una facultad que me convierte en ser supremo y dueño del don de la fuerza, y es que mi frialdad es refinada hasta un punto tan álgido que llego a sorprenderme en cada ocasión en que la manifiesto. Pero no era crueldad, no se trató de esa cualidad que te obcecabas en asignarme, sino la resistencia que ha de sufrir un hombre cuando es sometido a duras pruebas para su espíritu, forzado a elegir entre la tranquilidad de ánimo o el deseo de colocar la realidad en su preciso lugar, y elegía, pero a través de la manifestación de una personalidad en apariencia imperturbable que utilizaba la cabeza para sus mazazos de justicia, y eso, eso era lo que me distinguía, y aún lo hace, del resto de memos que utilizan la violencia como escudo de sus imperfecciones, y a los que la pasión y las entrañas los vuelven criaturas que pierden el control de sus impulsos. Monólogo de un Canalla de José Ángel Barrueco "Ab Imo Pectore"
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baja22512 (01/06/2013), Sursum Corda (03/06/2013) |
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05/06/2013, 06:37 | #696 |
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El olvido Ya no recuerdo tu piel ni tus besos ni mis lágrimas en silencio Ya no recuerdo las heridas guardadas ni su amargo secreto Ya no recuerdo ni quiero tus perdones discretos Ya no recuerdo olvidarte amargo infierno "Ab Imo Pectore"
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12/06/2013, 08:49 | #697 |
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Déjame Me haces daño niña...quita tu mano déjame con mi vacío que el abismo es mío y con él tengo bastante déjame digo que tanto dolor no aguanto. Basta jodida...termina ya de maltratarme compadécete ya y quita esa mano que me puede el frio y el miedo pero a soberbio yo te gano. Déjame que te corto las manos que con ellas me arrebataste lo poco que me quedaba de humano. "Ab Imo Pectore"
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14/06/2013, 20:33 | #698 |
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Al margen y haciendo camino en solitario tierras que desconozco ni se pillar sus atajos piedras...rocas y barro...zancadillas a destajo, mira bien por donde pisas!-me digo-no andes con prisas!! mientras, enfangado hasta las rodillas me discuto con la vida hay que ser necio-me repito-perderse en discusiones bizantinas y es que así es la vida...ni tuya ni mía al destino maldigo mil y una vez con el fango hasta el cuello vuelta a lo mismo, en esa espiral de vientre vacío y aquí me teneis de nuevo, haced de mi lo que os rote destino, vida, aire, tiempo...os maldigo ...malditos manipuladores de almas!! Caminar al margen de la vía del tren mirar de no actuar de espaldas a uno mismo gordo de esperanzas vanas e ilusiones ficticias caminar y no parar...que sino se nos traga el fango. "Ab Imo Pectore"
Última edición por Giocondo; 14/06/2013 a las 20:39. Razón: buceando nando |
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16/06/2013, 09:29 | #699 |
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Acerca de la inmigración en el estrecho de Gibraltar...
Que tire la primera piedra quien nunca haya tenido manchas de emigración en su árbol genealógico... Así como en la fábula del lobo malo que acusaba al inocente cordero de enturbiar el agua del arroyo de donde ambos bebían, si tú no emigraste, emigró tu padre, y si tu padre no necesitó mudar de sitio fue porque tu abuelo, antes, no tuvo otro remedio que ir, cargando la vida sobre la espalda, en busca de la comida que su propia tierra le negaba. Muchos portugueses (¿y cuántos españoles?) murieron ahogados en el río Bidasoa cuando, noche oscura, intentaban alcanzar a nado la otra orilla, donde se decía que el paraíso de Francia comenzaba. Centenas de millares de portugueses (¿y cuántos españoles?) tuvieron que adentrarse en la llamada culta y civilizada Europa de allá de los Pirineos, en condiciones de trabajo infame y salarios indignos. Los que consiguieron soportar las violencias de siempre y las nuevas privaciones, los supervivientes, desorientados en medio de sociedades que los despreciaban y humillaban, perdidos en idiomas que no podían entender, fueron poco a poco construyendo, con renuncias y sacrificios casi heroicos, moneda a moneda, céntimo a céntimo, el futuro de sus descendientes. Algunos de esos hombres, algunas de esas mujeres no perdieron ni quisieron perder la memoria del tiempo en que padecieron todos los vejámenes del trabajo mal pagado y todas las amarguras del aislamiento social. Gracias sinceras les sean dadas por haber sido capaces de preservar el respeto que debían a su pasado. Otros muchos, la mayoría, cortaron los puentes que los unían a aquellas horas sombrías, se avergonzaron de haber sido ignorantes, pobres, a veces miserables, se comportaron como si la vida decente, para ellos, sólo hubiera comenzado verdaderamente y por fin el día felicísimo en que pudieron comprar su propio automóvil. Esos son los que estarán siempre dispuestos a tratar con idéntica crueldad e idéntico desprecio a los emigrantes que atraviesan ese otro Bidasoa más largo y más hondo que es el Estrecho de Gibraltar, donde los ahogados abundan y sirven de pasto a los peces, si la marea y el viento no prefirieron empujarlos a la playa, hasta que la guardia civil aparezca y se los lleve. A los supervivientes de los nuevos naufragios, a los que pusieron pie en tierra y no fueron expulsados, les espera el eterno calvario de la explotación, de la intolerancia, del racismo, del odio a la piel, de la sospecha, del envilecimiento moral. Aquel que antes fue explotado y perdió la memoria de haberlo sido, acabará explotando a otro. Aquel que antes fue despreciado y finge haberlo olvidado, refinará su propia capacidad de despreciar. Aquel a quien ayer humillaron, humillará hoy con más rencor. Y helos aquí, todos juntos, tirándole piedras a quien llega hasta esta orilla del Bidasoa, como si ellos nunca hubieran emigrado, o los padres, o los abuelos, como si nunca hubieran sufrido de hambre y desesperación, de angustia y de miedo. En verdad, en verdad os digo, hay ciertas maneras de ser feliz que son simplemente odiosas. José Saramago "Ab Imo Pectore"
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ELeGant (24/06/2013) |