MACEDONIA


Tienen una bandera que se asemeja más a la imperial japonesa que a las clásicas de franjas y cruces de Europa.

No siento envidia de los macedonios. País pobre y con muchas contradicciones. Situado en el centro de las 4 grandes nacionalidades de la región (serbios, albaneses, búlgaros y griegos), con una difícil identificación nacional, posiblemente su independencia se deba, precisamente, a que está en tierra de nadie entre todos.

Pero hoy los macedonios (sea cual sea su origen), se sienten orgullosos porque la selección de un país minúsculo y con 2 millones de habitantes (como el municipio de Barcelona) se enfrenta a las mejores de Europa.

Y son independientes, aunque no pueden llamarse como quieren (Macedonia, a secas). Cuando consiguieron la independencia en 1992, tras la guerra de desintegración de Yugoslavia, la presión griega, que siempre ha considerado “Macedonia” como el origen del panhelenismo con Alejandro Magno, ha tratado de evitar este nombre ligado a su historiografía. Primero la aceptaron como “ex republica yugoslava de Macedonia”. Y hasta 2019, casi 30 años después, les han permitido deshacerse de la antigua ancla yugoslava para llamarse “Macedonia del Norte” (la “Macedonia del Sur” está en Grecia).

Haciendo paralelismos, sería como si

¡¡¡Arriba, Macedonia!!!