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22/03/2021, 18:07 | #1 |
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La importancia del tacto... una experiencia sensorial
No hay nada que erice más el vello que una caricia en el momento adecuado. La piel es uno de los instrumentos de placer más importante y también uno de los más extensos. Estamos cubiertos de piel, que a su vez tiene millones de terminaciones nerviosas que transmiten cientos de sensaciones a nuestro cerebro. El tacto, el sentir el roce de otra piel o de una tela suave hace que nos sintamos cómodos y a gusto. Una tela como el satén, suave, cálida, que se siente deslizar por la piel sin problemas, es un buen complemento para sentir esa sensación que te abraza y despierta la pasión en el momento adecuado. La piel, nuestro mayor tesoro sensorial Se extiende por todo el cuerpo, nos protege, pero también es un canal de comunicación con nuestro entorno. A través de la piel sentimos el calor, el frío y también el dolor. Pero si nos permite sentir dolor, también es verdad que nos permite sentir placer. Lo primero que hacemos al conocer a alguien es darle la mano, besar en la mejilla. Si hay más confianza, nada reconforta más que un abrazo y cuando las cosas pasan a otro nivel, una caricia puede desencadenar toda una serie de reacciones que nos transporten al siempre excitante mundo del placer. Piel con piel, esa frase suele referirse a la intimidad, a la cercanía, a la sensación de sentir a otra persona al lado. Porque la piel nos hace ser conscientes del otro y no importa dónde se comience esa caricia y donde termine. Basta con notar como la piel de la otra persona entra en contacto con la nuestra para que todo comience. Satén y caricias Y no solo es la piel desnuda de otra persona la que puede desencadenar el placer. El tacto de una tela sobre el cuerpo, deslizándose en cada movimiento, hace que ambos entren en contacto y las caricias de esa prenda, de esa sábana, sustituya de manera perfecta al contacto humano. Podemos imaginar, además, la combinación de las dos cosas. Una pieza de satén, suave, confortable, sentida sobre el propio cuerpo y acariciada por las manos de otra persona. Doble caricia, doble placer, el doble de sensaciones que experimentar. No hay que olvidar nunca el poder de las caricias. Olvidarse de las prisas, dejar que el cuerpo disfrute del contacto. Recorrer cada centímetro con la yema de los dedos, dejando que el contacto suave haga subir la sensación de placer y dejar que sea el tacto el que despierte el deseo. Para quien acaricia, también es un placer sentir el tacto del satén, de la seda y pasar después a la piel desnuda. Suavidad en la tela y calor en el cuerpo que hace que la sensualidad domine el momento y que cree experiencias difíciles de olvidar. Cuidemos ese aspecto de nuestras relaciones, dejemos que las sensaciones invadan cada centímetro de la anatomía y dejemos que las caricias, de otra piel o de una tela sugerente, sean parte de nuestro placer. |
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