24/12/2018, 13:46 | #161 | ||
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bump De todas formas...quién no se ha levantado mojado acostumbrado o no alguna vez? Yo quizás esté más acostumbrada y me levanto mojada Última edición por Lara È; 24/12/2018 a las 13:55. |
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4 foreros han dado SmilePoints a Lara È por este mensaje
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24/12/2018, 14:19 | #162 |
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¿ No serán perdidas ?
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
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2 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
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Karina Bombón (26/12/2018), Lara È (25/12/2018) |
25/12/2018, 11:24 | #163 |
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Pues no , sólo a los sueños lucidos.....investiga y los encontraras....
Los astrales nos los dan muchas foreras a algunos |
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4 foreros han dado SmilePoints a TheDandy por este mensaje
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Bruna Brazil (03/01/2019), Karina Bombón (26/12/2018), Lara È (25/12/2018), Miriam Masajista (26/12/2018) |
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25/12/2018, 15:06 | #164 |
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Gracias ya lo he mirado,, desde luego he tenido sueños lucidos en mi pasado y muchos en referencia a futuro pero desde hace un tiempo creo que mi divagación mental y simulación interna de eventos autobiográficos sobre el pasado y el futuro están en pause,, debo vivir tanto el presente que me he pasado, , cuando no hago nada como dormir no sueño por ser presente y no estar viviendo nada
Última edición por Lara È; 25/12/2018 a las 15:08. |
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5 foreros han dado SmilePoints a Lara È por este mensaje
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Bruna Brazil (03/01/2019), hotmail2866 (25/12/2018), Karina Bombón (26/12/2018), Miriam Masajista (26/12/2018), TheDandy (25/12/2018) |
25/12/2018, 19:11 | #165 | |
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Repito no es facil y se consigue ,quien lo consigue , con mucha disciplina y entrenamiento.... |
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3 foreros han dado SmilePoints a TheDandy por este mensaje
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28/12/2018, 11:05 | #166 |
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Cómo os envidio a todos y todas los/las (qué cansino esto del lenguaje inclusivo) que recordáis vuestros sueños. Yo confieso que no hay manera: recién despierto igual tengo algún flash de cierto momento vivido durante la noche, pero se desvanece con una facilidad pasmosa.
Sin embargo, últimamente no hago más que soñar despierto con el foro. Pienso constantemente en algunas intervenciones del bar, en lo bien que me lo paso con las ocurrencias de una forera y sus seguidores/as y, para qué nos vamos a engañar, también tengo bellísimas ensoñaciones con alguna forera en particular. Es ley de vida! Siento no poder aportar más a este hilo. Prometo, eso sí, que si algún día recuerdo algún sueño relacionado con este foro, acudiré raudo a este hilo para compartirlo... Mientras tanto, no seáis egoístas y seguid escribiendo vuestros sueños, que seguidores no os van a faltar... |
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3 foreros han dado SmilePoints a Baja_134832 por este mensaje
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28/12/2018, 15:45 | #167 | |
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Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
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4 foreros han dado SmilePoints a Simon por este mensaje
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Baja_134832 (28/12/2018), Bruna Brazil (03/01/2019), Lara È (28/12/2018), Miriam Masajista (29/12/2018) |
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30/12/2018, 12:03 | #168 | |
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Pero se agradece el consejo, Simon! |
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3 foreros han dado SmilePoints a Baja_134832 por este mensaje
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05/02/2019, 23:46 | #169 |
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Algunas noches, estirado en la cama, antes de dormirme, sueño despierto con la forera. La veo desnuda, erguida, sentada sobre mi cadera. Acaricio la piel blanca de sus muslos y la observo, la analizo, la recuerdo, la adoro... Centro primero la atención en su vientre, en la graciosa mueca de su ombligo, en el páramo que desciende hasta la despoblada hendidura de su sexo. Paseo el reverso de mis dedos por esa lisura, noto la leve contracción producto del cosquilleo, y peino levemente la tersura de ese vientre hacia los costados... Descanso las palmas sobre sus caderas; delgadas, afiladas, deseables y tiernas. Al respirar, la forera deja entrever sus costillas y me entretengo en encaramarlas como el alpinista en pos de la cima.
Y llego a sus senos. Mi mirada los estudia, devota: son densos, plenos tersos y apetecibles. Dos rosadas aureolas los coronan, preludio de sendos remaches enemigos de la cordura. Los albergo en mis manos, los masajeo con toda la delicadeza que merecen; los sopeso, los disfruto, los idolatro. La forera clava su mirada en la mía y, súbitamente, me ruboriza. Sus labios dibujan un contorno afectado: ¿es placer? ¿es entrega? ¿es vanidad? En realidad, creo que la forera se divierte con mi rostro, que debe ser el reflejo del placer, de la felicidad, del atolondramiento... Sus ojos ofrecen un tácito permiso a mis manos para que sigan explorando. Ellas, obedientes, se desplazan por su pecho, se entretienen en esas clavículas perfectas, simétricas, levemente marcadas. Ascienden mis manos hasta sus hombros, regazo en el que quisiera reposar mi cabeza eternamente si pudiera. Apenas con un leve roce, dirijo a mis dedos por ambos brazos, procurando que graben en sus huellas la tensión de esa piel, la suavidad de ese vello ligeramente electrizado. Irremediablemente, al final los dedos de la forera y los míos se entrelazan. Sus ojos vuelven a asentir y cierro mi puño en torno a los resquicios de esos instrumentos que tantas veces han recorrido, entero, mi cuerpo. Aprovecho la postura y tiro sutilmente de la forera; la atraigo. Se deja hacer y, en un tris, tengo su rostro frente al mío, mientras apoya su peso sobre nuestras manos anudadas. Noto el caer de su melena sobre mi cara. Su pelo me hace cosquillas en la frente, en las mejillas, en el cuello, en el alma. Libero mis manos, se acoda en la cama, y deja para mi disfrute todo el valle de su espalda. Resigo la línea perfecta de su columna, desde las nalgas; me detengo en el cuello mientras siento una punzada de placer en las entrañas. Lo albergo entero, me enredo en el nacimiento de esa melena fascinante, ampulosa, enmarañada. Masajeo con las puntas de los dedos su cabeza, enmarco su cara con ambas palmas y siento el corazón a punto de explotar al contemplarla, a escasos centímetros de mi hálito. La forera entreabre los labios, y casi noto cómo me afloran dos lágrimas. Inclina la cabeza, cierro los ojos, y me regala un aluvión de besos en el cuello, en los hombros, en la frente, en los oídos. Susurrante y entrecortada, su voz plagada de graves penetra hasta mi alma. “Buenas noches, Romita”. Y me regala el más placido de los sueños... Última edición por Baja_134832; 06/02/2019 a las 15:26. |
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7 foreros han dado SmilePoints a Baja_134832 por este mensaje
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Alessia (06/02/2019), Eva Catalana (06/02/2019), JaSex (06/02/2019), jose maria (06/02/2019), Lara È (06/02/2019), Miriam Masajista (06/02/2019), Yuri Deher (07/02/2019) |
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06/02/2019, 00:46 | #170 | |
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6 foreros han dado SmilePoints a Lara È por este mensaje
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Alessia (06/02/2019), Baja_134832 (06/02/2019), hotmail2866 (06/02/2019), jose maria (06/02/2019), Miriam Masajista (06/02/2019), Yuri Deher (07/02/2019) |
07/02/2019, 11:14 | #172 |
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Buenos días hotmail, , si, eso he oído pero no me hago responsable de lo que en ellos pase,, creo que soy algo malona
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Un forero ha dado un SmilePoint a Lara È por este mensaje
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hotmail2866 (10/02/2019) |
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12/03/2019, 22:43 | #173 |
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Si, muy pocas veces pero si me ha pasado.
Ahí es cuando me doy cuenta que debo dejar de ir a esa profesional. Por no hacerme daño solo. Creo que si algún cliente llega a tener a una profesional en su mente, tan presente, que sueña con ella o la imagina.... debe huir y dejar de ir, si no se hará mucha mucha pupa (económica y emocional, aunque ella sea una Santa). El encuentro debe ser muy gratificante para el cliente, y si tiene afinidad o la profesional le gusta más allá de “como lo hace”, mejor. Pero cuando esa mujer empieza a aparecer en tu pensamiento... cambia, y no vayas más. Consejos gratis de tonitoni |
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3 foreros han dado SmilePoints a ToniToni por este mensaje
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19/03/2019, 17:43 | #174 |
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Una vez más, sueño despierto con una forera. Hoy, en mi sueño, la veo especialmente radiante. Se ha alisado su recia cabellera azabache y luce espectacular en su desnudez.
Es pleno invierno pero su piel es bruna, de un tono medio tostado que parece incluso brillar. No es mujer de curvas sinuosas, sino más bien de líneas afiladas, de contornos directos como su carácter. Amplia su espalda, como si el tiempo no hubiera querido olvidar sus años de nadadora contumaz. La aparente delgadez de sus brazos puede resultar engañosa, pues en realidad son fuertes, fibrosos, de musculatura levemente marcada. Los remata con unas manos cuidadas, de dedos largos y uñas perfectas, y dotadas de una habilidad única para los menesteres del placer. Masajean con la intensidad idónea cuando toca, pero también saben ser suaves, cariñosas y cercanas cuando el cuerpo que tiene la suerte de estar a su alcance pide a gritos dulzura, cariño y evocadoras caricias. Me fijo ahora en el lunar que impera sobre su ceja. Es como un faro, no puedo dejar de mirarlo. Mi índice, atraído como un imán, quiere posarse encima. Y lo hace, apenas rozándolo, apenas acariciándolo. Y decide continuar, resiguiendo el contorno de su ceja. De tal manera que, irremediablemente, mi mirada, que seguía el discurrir del dedo, acaba presa de su mirada. Todo yo me estremezco. Jamás en mi vida he topado con una mirada tan potente; tan expresiva; tan transparente; tan sincera. Un simple vistazo basta para adentrarte en el mundo interior de la forera. Un simple vistazo durante el que descubres buena parte de esa baraja de caracteres que se entremezclan y se solapan en esta mujer: afloran en una simple mirada la muchacha de ese pasado superado, la de ese presente vital y altanero, la de ese futuro que ella misma prevé brillante, feliz... Sus ojos son felinos, oscuros y algo almendrados en su contorno, y darían para escribir un libro de evocaciones... Me intimida su mirada. O, mejor dicho, me intimidaba. Me he acostumbrado a ella. Y me encanta. De hecho, ya soy capaz de evitarla sin rubor, por el mero hecho de seguir disfrutando del resto de su rostro. De esos labios, ni finos ni gruesos, pero capaces de enloquecer al más templado. Del perfil de su mandíbula, bien marcado, contundente y acerado, al cual mis dedos acuden deseosos de esbozarlo, una y otra vez, con pasadas tenues, de arriba a abajo. De esos oídos que me encanta pellizcar levemente, esos pómulos marcados que sirven de sostén a la mirada, de esa nariz que remata un conjunto indefinible, con cierto poso incluso masculino, y que queda enmarcado de manera espectacular por los mechones de un negro profundo que se descuelgan hacia los hombros... Y detrás, semioculta por la melena, su nuca. ¿Cuántas veces habré suspirado al rodearla con mi mano? Ni lo sé. Lo que sí sé es que esa sensación me provoca escalofríos y erecciones espontáneas. Es firme, suave y muy tentadora... Recorrerla arriba y abajo es un placer inenarrable, puede ser el camino que conduzca a la perdición... Al asirla por la nuca, delicadamente, la forera ha inclinado hacia atrás la cabeza, dejando para mi disfrute la maravilla de su cuello, la potencia de sus clavículas y el espectáculo de sus senos. Son tan intimidantes como su mirada: ni grandes, ni pequeños. De la medida justa, someramente redondeados, con unos pezones oscuros, sugerentes, deliciosos al gusto y al tacto. En esa postura, disfruto descendiendo con los dedos por su esternón, de camino a ese vientre sin un ápice de grasa, delgado, tonificado, excitante... Me entretengo en su ombligo, pero solo lo justo, de modo que, en la bifurcación de su entrepierna, cada mano se dirige hacia una pierna... Y es que sus piernas merecen capítulo aparte. En esa suma de tentaciones distribuidas por todos los rincones de su cuerpo, mis ojos y mis manos muestran una querencia particular por recorrer, incansables, la extensa longitud de esos muslos tensos y suaves a un tiempo; por doblar el recodo de su rodilla de camino hacia la perfección de los tobillos y los pies, perfectamente cuidados; por dar media vuelta e iniciar el ascenso por ese par de pantorrillas adorables, continuando por la cara posterior de ambas piernas en rápida subida hacia unas nalgas acogedoras, leves, insinuantes... En mi sueño, la forera, que ha acogido mi prospección por su anatomía con una sonrisa en el rostro, se tumba boca arriba a mi lado, toma mi mano, y la posa sobre el cálido hogar que es su sexo. Y allí la deja, a su albedrío, al tiempo que cierra los ojos y reposa brazos y manos por encima de su cabeza. Ha llegado la hora de ponerse a trabajar. Pocas cosas hay que me gusten más que prestarle todo tipo de atenciones. Empiezo por reseguir todo su contorno con un tenue roce, apenas posando las yemas de los dedos sobre esa superficie de momento entornada, cálida y carnosa, levemente palpitante. Desde el nacimiento de la hendidura, rodeo ambos labios con dos dedos, en un descenso que es más cosquilleo que caricia. El proceder es lento pero imparable, y de esta guisa llego hasta la base, justo cuando la forera separa un ápice las piernas para facilitar el acceso. Noto que entreabre los labios y lanza un pequeño suspiro, al tiempo que ladea la cabeza y roza los nudillos de una mano con su boca. Llega el momento de iniciar el ascenso, esta vez por el centro. Lo acometo nuevamente con un roce sutil, que en ocasiones llega incluso a perder el contacto de piel con piel. A la forera se le escapa un gemido apenas audible, y reconozco que me cuesta horrores no lanzarme de buenas a primeras a prospecciones más directas, más intensas... Pero resisto. En un movimiento circular, masajeo con cuidado el vértice de esa flor todavía cerrada. Acelero la cadencia y la presión poco a poco, con pasadas lentas y estudiadas. Sin previo aviso, utilizo dos dedos para ir separando, quedamente, esos labios que arden y que empiezan ya a humedecerse. Los extiendo levemente hacia a ambos lados, admirando el tono rosado de esa superficie mojada, resbaladiza, hipnotizante, y entonces presiono con el índice en el punto adecuado para iniciar desde ahí un descenso que es, al mismo tiempo, primera incursión por tan adorado recoveco. La forera se estremece un tanto, ladea la cabeza hacia el otro costado y, durante un breve instante, posa de nuevo su mano sobre la mía, dirigiéndola, forzándola un tanto. Índice y corazón inician un vaivén somero arriba y abajo, profundizando un poco más en cada acometida. El deslizamiento es cada vez más suave, puesto que la forera los lubrica sin parar hasta dejarlos completamente anegados. Su pecho sube y baja cada vez a mayor velocidad; recoge las piernas, las vuelve a extender; la cadera se agita hacia un lado, luego hacia el otro, y los brazos no pueden estarse quietos ni un instante. Y justo entonces, mis dedos y su sexo se funden en un único ente. Se adentran en un mundo plagado de sensaciones. Ahondan buscando sus límites, topan con terminaciones nerviosas, con paredes latentes, con pálpitos carnosos hasta ahora desconocidos. Bucean a izquierda y derecha, arriba y abajo, profundizando cada vez más. El espacio es ya un humedal selvático, un auténtico pantano. Y, a todo esto, la forera rebufa, se revuelve, jadea, gime, agita los brazos, encoge las piernas, dobla el espinazo... Mi índice topa de repente con algún punto mágico porque, de repente, ella se tensa por completo, detiene la respiración durante una décima de segundo y, acto seguido, se deja ir con un sonoro quejido. Inicia una respiración acelerada y queda laxa durante un instante. Posa las manos sobre el tatami, la cabeza sobre el cojín, entreabre los ojos y me mira provocadora, mientras todo su cuerpo se relaja... Leo en sus ojos que mi incursión le ha parecido bien como aperitivo, pero ambos necesitamos algo más. Como un bebé, me acurruco entre sus piernas, poso mi cabeza sobre su muslo y consigo que su sexo quede a escasos centímetros de mi cara. Me detengo unos instantes en la contemplación de semejante espectáculo. Noto un apetito visceral, atávico; se me hace la boca agua ante el humedal que tengo delante y no puedo esperar ni un segundo más. Entreabro ese ardiente resquicio con el pulgar y, acto seguido, colmo de besos todo su perfil. Me impregno de su olor y su humedad queda fijada ya en mis labios. Se me eriza todo el vello, un potente escalofrío me recorre toda la columna y al momento, únicamente con la punta de la lengua, estudio aplicadamente la anatomía de esa maravilla latente. De abajo arriba, recojo todos los fluidos que empiezan a derramarse, como un niño que lame con deleite los goterones derretidos del helado que caen por el cucurucho... En mi boca se produce una auténtica explosión de sabores y sensaciones, de texturas y de goce... Noto las manos de la forera sobre mi cabeza. Me agarran del pelo, tiran hacia arriba y hacia adentro... Hambriento, y animado por el gesto de esta mujer, me doy un festín. No pongo límites a mi apetito; abro la boca, lamo el clítoris, succiono la hendidura, mordisqueo los labios, paseo con frenesí la lengua arriba y abajo, afuera y adentro... Ahondo tanto como puedo, impregno mi paladar de sus sabores, de su exquisito flujo... La sensación es mareante, de vértigo; me agarro con una mano de su muslo, la fijo allí como un ave de presa hace con sus garras sobre su víctima. Con la otra, inicio un recorrido a ciegas por su vientre, por su pecho, por su costado, buscando desesperadamente un saliente al que asirme para no precipitarme al vacío. Y lo hallo en sus senos, de los que me cuelgo como el suicida indeciso hace con la cornisa. El cuerpo de la forera es una auténtica bacanal de temblores, de sacudidas, de movimientos frenéticos. Atenaza mi cabeza entre sus piernas, la libera, las estira, las encoge; su estómago se tensa, su pecho sube y baja acelerado, su cuello prueba los límites de la tensión, una mano tapa su boca para apagar el improperio que mana de su garganta, la otra agarra con fuerza la sábana... Llega una calma somera y breve. Recostado sobre su muslo, reparto un caudal de caricias sobre la superficie de ese tesoro que acabo de conquistar. Mi forera, hiperactiva como siempre, decide de inmediato que mi cuerpo también merece una buena dosis de atenciones. Se incorpora, me pide que ocupe el centro del tálamo, y comienza su particular espectáculo. De inicio, se tumba a mi lado, sitúa su cabeza sobre la mía, la rodea con sus manos, y me colma de besos y caricias. Besos suaves, besos profundos, besos húmedos, besos que son allanamiento, besos que son mordiscos... Besos, en fin, que se reparten por todo mi ser. Noto la calidez de su lengua en el cuello, en los hombros, en los pezones, en el estómago... Al mismo tiempo, sus manos recorren con frenesí mis brazos, mis piernas, mi sexo... La forera desciende, se arrodilla entre mis piernas, atrapa a mi pene y lo agasaja. Lo blande con suma delicadeza, prodiga mil caricias sobre los testículos y, acto seguido, también lo inunda de besos. Lo alberga con la palma de su mano y lo recorre, de abajo a arriba, con su lengua. Cuando alcanza la cima, lo cubre con sus labios, como protegiéndolo del exterior. Noto la punta de su lengua jugueteando con mi ranura: es un placer sublime, inhumano, extraterreno... Sin previo aviso, abre más la boca y lo acoge entero. En un primoroso ejercicio de gimnasia bucal, desaparece hasta la base. Lo succiona, lo aspira, lo inunda con su saliva. La visión de su cabeza en movimiento de vaivén me enardece, me excita, me enloquece... Con la misma pasión que lo ha devorado, lo libera de sopetón. Y se yergue, bellísima, desnudísima, espectacular. Se coloca a horcajadas sobre mi vientre, las rodillas bien firmes sobre el tatami. La visión es fascinante; ojiplático y babeante, no puedo creer en mi suerte. Asciendo con mis manos por la fortaleza de sus brazos, hasta llegar a ese cuello que se me ofrece excitante. Lo acaricio, lo acojo entero, presiono levemente. Mi forera, con un movimiento sutil, sitúa su sexo sobre el mío. Lo recorre arriba y abajo con estudiados contoneos de la cadera. Sus labios son como rieles bajo los que se desliza el falo humedecido. Esa sensación de hacer el amor sin hacerlo es dolorosa y placentera al mismo tiempo. Noto la carga dispuesta a disparar en cualquier momento, pero la forera lo sabe y no está dispuesta a rendir mis armas tan pronto. Eleva el pubis, desplaza hacia atrás a mi pene para soliviantarlo, para evitar que lance su andanada... Y lo consigue. El clímax tendrá que esperar. Vuelve a la carga con fuerzas renovadas. Lo ladea, lo roza, lo restriega, lo obliga a capitular, lo enrojece, lo lacera... Mis manos, aferradas a sus muslos, desean castigarla por la tortura a la que me está sometiendo, y los dedos se hunden en sus prietas carnes... Lanzo suspiro tras suspiro, empujo con mi cadera, suplico con mi mirada... La forera sigue a lo suyo, noto que ahora vuelve a disfrutar, a centrarse en su goce. Ha cerrado los ojos, ha entreabierto los labios, se queja, gime, estruja sus senos con sus propias manos... Su sexo es una centrifugadora sobre mi sexo, un dechado de contorsionismo erótico que acoge sin ahondar, que abraza sin penetrar, que exprime sin sublimar... Y el mundo desaparece por un instante. Me dejo ir como no imaginaba que fuera posible. Noto el calor de mis propios fluidos sobre el estómago, cayendo levemente mientras mi pene palpita, se estremece, tiembla como un niño... La forera sigue poseída hasta alcanzar ella también el enésimo clímax que buscaba... Y, de repente, abre los ojos y me lanza una mirada profunda, sexual, lasciva, matadora... Sé positivamente que me sabe incapaz de satisfacerla por completo. Pero también sé que no le importa... No es egoísta, es generosa, y me conoce perfectamente. Por eso complace mis deseos, sin que haya mediado palabra, y se tumba a mi lado. Y posa su cabeza sobre mi pecho. Y me acaricia con ternura. Y me atusa el pelo. Y cubre mis piernas con la suya. Y me habla quedamente, con confianza. Y me regala unos minutos de paz auténtica y relajante... Y yo, muerto en vida, no logro articular palabra. Solo puedo mirarla. Mirarla y acariciarla, ya casi sin fuerzas. Y entregarme al goce supremo que ese momento me brinda. Que ella me brinda. El goce de contemplar de nuevo, tras el combate, todo el caudal de su generosidad. Entonces, como si pudiera leerme la mente, la forera me funde en un abrazo. Fuerte y tierno, largo y sentido, cercano y cálido. Y me remata. ¡Ay! ¡Quién pudiera hacer los sueños realidad! Última edición por Baja_134832; 21/03/2019 a las 16:45. |
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19/03/2019, 21:53 | #175 | |
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Si llego a soñar yo eso, , vamos!! es que no despierto!! Última edición por Lara È; 19/03/2019 a las 21:53. |
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2 foreros han dado SmilePoints a Lara È por este mensaje
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Alessia (20/03/2019), Goodmanbcn (21/03/2019) |
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20/03/2019, 17:14 | #177 | |
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Pues me pasa justo lo contrario, Lara. Como jamás recuerdo los sueños, no me queda otra que soñar despierto. Y con sueños así, luego no hay quién pille el sueño, valga la redundancia... Si algún día lo hago realidad, espero dormir esa noche como un lirón
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Un saludo! |
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2 foreros han dado SmilePoints a Baja_134832 por este mensaje
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Goodmanbcn (21/03/2019), Lara È (21/03/2019) |
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21/03/2019, 00:34 | #178 | |
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Baja_134832 (21/03/2019), Goodmanbcn (21/03/2019) |
21/03/2019, 00:49 | #179 |
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Jolines... que sueño y que narrativa. Un crak
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2 foreros han dado SmilePoints a Goodmanbcn por este mensaje
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Baja_134832 (21/03/2019), Lara È (21/03/2019) |
07/10/2019, 16:13 | #180 |
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Ha sido una noche plácida, soñando de nuevo con mi forera. Ya no puedo visitarla, y quizá sea ese el detonante que ha desencadenado el sueño...
Todo ha empezado con esa frase que he creído oír susurrada en mi oído, en el silencio de la noche. “¿Estás bien, Romita?” Se me ha erizado el vello, me he girado en sueños y allí estaba ella, a mi lado. Lacia, la melena de cobrizos reflejos cae en cascada sobre sus hombros. Está de lado, acodada en la cama y con la cabeza apoyada en su mano. Brillan muchísimo sus ojos, dibujando unas leves arrugas que la hacen aún más bella, si eso es posible. Está sonriendo, pero es una sonrisa apenas esbozada. Y de repente, con esa voz cargada de notas, de ritmos pausados, que es más caricia que vibración del aire, repite: “¿Estás bien, Romita?” Acompaña la frase con un suave recorrido de sus dedos por mi piel. Resigue la línea de mi barba por la mejilla y de ahí, con un salto grácil, continua paseando por mi hombro, por el brazo, por mi cadera... Aparto un mechón de pelo que ha caído sobre sus labios y aprovecho para colocárselo detrás de la oreja y acariciar su cara. Soy incapaz de articular palabra, únicamente noto que se me ha acelerado el latido y que mis ojos arden en deseos de estudiar a fondo la delicia de su anatomía. Está completamente desnuda, y huele a piel recién duchada. La imagino despojándose del albornoz y colándose subrepticiamente entre las sábanas para regalarme la mejor de las sorpresas. Dedico apenas unos segundos a perder la mirada en la calidez de sus hombros, en la caída de sus senos, en la ensenada de su vientre, en la colina de sus caderas, en la perfecta senda de sus piernas... Y entonces suspiro. Es un suspiro hondo, prolongado, mirándola directamente a los ojos. Y sonrío. Con una sonrisa que me nace de lo más profundo. Sobran las palabras. Muy pocas veces han sido necesarias con ella. A su lado he disfrutado de los silencios más apetitosos y ensordecedores de mi vida. Y así, en silencio, paso un brazo por detrás de sus hombros y reposa ella su cabeza sobre mi pecho. Al notar el cosquilleo de su cabellera y el calor de su rostro, el corazón se acelera un poco más. Se acomoda, cubre con su pierna las mías y le indica a su mano que retome el agradable garbeo que había iniciado anteriormente. Mientras acaricio su espalda y su nuca, percibo el sendero que dibuja ella con sus dedos sobre mi vientre. Desciende poco a poco, con movimientos pausados, estudiados, exquisitos... Juguetea con el nacimiento del vello rasurado de mi pubis y, divertida, camina a continuación con sus dedos por mi sexo, emulando el andar lento pero decidido de un peregrino. Me regala un sinfín de roces con sus nudillos, con sus yemas, con la palma de la mano... Y a continuación empuña el falo endurecido con una ternura sublime. Ladeo la cabeza y cubro de besos el nacimiento de su oído, al tiempo que inundo su interior de mi respiración jadeante. Mi lengua quiere reseguir la deliciosa bolsa de su lóbulo, pero el vaivén que ha iniciado con su mano me lo impide. Arqueo el cuello y tenso los brazos, clavando levemente mis uñas sobre la piel de su hombro. Hace apenas unos segundos que la forera ha iniciado la fastuosa danza de su mano, pero el calor acumulado forcejea por asomarse sin mayor dilación. Y lo hace sin mesura. Continúa ella perpetrando el bamboleo para extraer hasta la última gota de mi deseo. “Estoy en el cielo, creo”, respondo finalmente a mi forera con la voz entrecortada. Y abrazándola con fuerza, aspiro profundamente el inolvidable aroma de su cuello, y caigo rendido, de nuevo, en un sueño plácido. Suena la alarma. La paro de un manotazo y, con un ojo entreabierto, compruebo que aún no son ni las seis de la mañana. Pero me da lo mismo. Hoy va a ser un gran día. |
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Cristian 26 (07/10/2019), Lara È (10/10/2019), Lextor (07/10/2019), Liptor 2.0 (08/10/2019), _Neox_ (07/10/2019) |