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El melón de Simon
Viviendo en el burdel (Libro)
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Antiguo 22/04/2021, 15:54   #141
Simon
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VAGA DE METRO CONFUSA


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Lo del metro empieza a ser preocupante, sobre todo desde que haciendo caso a la alcaldesa alternativa de Barcelona me vendí el coche y me compre una bicicleta carísima.
A la semana me di cuenta de la subida desde el centro hasta la plaza Kennedy y empecé a tirar de metro, no está la cosa como para liarse a comprar coches híbridos a crédito.

El andén cuando consigues llegar a él parece la China Comunista en Domingo y en los vagones cuando consigues entrar es una entelequia tratar de sentarse.

Empujando mucho consigo entrar y todos de pie mirándonos los unos a los otros a veinte centímetros de la cara y con los cuerpos pegados unos a otros es claramente un atentado contra la intimidad y la zona de confort de una persona normal. Intento mirar para los lados para evitar violencias pero da igual, estás rodeado por todas partes como una isla con todo de caras con la misma expresión de incomodidad.

Decido pasar de todo y adoptar una postura y actitud lo mas decontracté posible mirando al frente.
Me encuentro a un palmo mal contado de un hombre de unos treinta y cinco años que cuando miro aparta la mirada y cuando es él el que mira trato de apartarla yo. Hay un momento que no nos coordinamos y nuestros ojos se cruzan dejándonos mirando prácticamente uno en los ojos del otro.
Me mira tranquilo, como diciendo – tranquilo, no pasa nada - o eso me parece a mí. Me relajo un poco, no dice nada pero sus ojos me escrutan, intentando ver algo en mi interior, yo me dejo.

Llegamos a mi parada y haciendo contorsionismo y malabares consigo alcanzar la puerta del vagón a tiempo y salgo como puedo al andén y batallando por las escaleras a la calle.

¡Aire!

Sienta bien, pero sigo teniendo los ojos del metro en mi cabeza, me siento turbado y confuso. No sé ni entiendo que ha pasado pero soy consciente de que algo ha pasado.

Pero no me siento mal.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
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Aramis 43 (22/04/2021), Baja_134832 (22/04/2021), david_75bcn (25/04/2021), Elicat (22/04/2021), Jaason (24/04/2021), JaSex (22/04/2021), Lacroix (26/04/2021), Trauet (23/04/2021)
Antiguo 25/04/2021, 16:59   #142
Simon
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CICLÓN


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Esto no es una broma, un ciclón de fuerza 4 es algo muy serio y hay que tomar todas las precauciones fáciles y difíciles. Los primeros años no sabías ni como ponerte, luego, con el transcurrir de las distintas andanadas de la naturaleza uno aprende y toma nota de lo necesario y sobretodo de la sabiduría popular. El pueblo cubano es un pueblo que resiste, que les ríe las gracias a los turistas porque no les queda más remedio, pero el pueblo cubano es fuerte y sale de casi cualquier cosa.

Es cierto que el hecho de que muchas cosas sean impuestas por el gobierno ayuda en determinados casos. Todo tiene algo bueno, por ejemplo las evacuaciones son obligatorias y el ejército pasa casa por casa y desaloja con camiones militares a todo el mundo. El resultado es que en Cuba raramente hay desgracias personales producto de un ciclón y en Florida casi siempre hay muertos.

El ciclón llegará rebotando desde Haiti como un yo-yo y será dentro de unas treinta horas, esto es difícil de predecir porque se adelanta y se atrasa unas horas, casi 6 horas arriba o abajo. Lo importante es que te encuentre preparado y eso consiste en tener agua potable para aguantar por lo menos una semana, comida en lata no perecedera, poner las contraventanas de madera hechas a medida que normalmente tengo guardadas en el garaje, amarrar todo lo que no está agarrado a la bola del mundo para que no se convierta en un proyectil, linternas y pilas… no vas a tener ni agua ni electricidad ni gas en varios días.

El gobierno lo corta todo para que no hayan incendios ni explosiones ni nada de nada. El ciclón arranca los postes eléctricos, de teléfono…todo. Llamar a la familia en Europa para que sepan que vas a estar incomunicado varios días. Además si tienes embarcadero poner sacos terreros porque el mar sube varios metros de nivel debido a las bajas presiones y se te mete en el jardín y la piscina destrozándolo todo. El coche al garaje si tienes. También se deja abierta una puerta o una ventana por el lado que no pega fuerte para igualar las presiones atmosféricas del interior y el exterior de la casa. Es muy importante porque no sería la primera casa que explota como un globo por la diferencia súbita de presión. Hay una obligación moral de acoger a todo el que lo necesite si tienes una casa sólida.

Luego esperar.

Parece imposible que con un día soleado, siempre lo es antes, en pocas horas vaya a descerrajarse el infierno. Las calles se vacían, solo se ve alguien que se apresura a ponerse a cubierto durante las diez o doce horas que dura el desastre y los días que vendrán luego de resurrección trabajosa.

Se quedan conmigo Rodolfo, Idalmis, los tres perros dálmata que inteligentemente se van directos a las mantas que tienen preparadas en el garaje y alguna vez alguien que no tenga donde meterse. Por ejemplo Manolito, el jardinero negro azulón que tienen los vecinos, la embajada de Burkina Faso que son unos capullos. Esta vez no.
Primero una llovizna que pasa rápidamente a tormenta tropical y se hace de noche sea la hora que sea. Luego la manada de cien mil lobos aullando llegan con vientos de más de doscientos cincuenta km por hora con una lluvia torrencial que no cae. Va en horizontal. El ruido es ensordecedor y has vuelto a la edad de piedra.

Cuando empieza lo realmente fuerte, que va a durar horas nos metemos en dos habitaciones pequeñas que hay detrás de las cocinas porque es donde las paredes maestras son más sólidas y quedan en el centro sobre la vertical de la casa. Tienen toda la pinta de haber sido antiguas alhacenas, además hay un aseo relativamente cerca y unos cubos de agua no potable. El aseo de todas maneras tiene sus riesgos porque depende en que ángulo embista el mar puede invertir el recorrido de las cañerías y salirte el mar por la taza del lavabo.

Ponemos unos colchones en el suelo y a dejar pasar las horas sin moverse mucho, la casa es bombardeada con millones de micro proyectiles que se suman al brutal aullido de los cien mil lobos que parecen querer entrar en la casa, de vez en cuando algún golpe más fuerte de algo que ha venido de ves a saber dónde y que nunca sabrás que fue.

Hace calor, mucho, siempre es así y el nivel de humedad el más alto imaginable. Más que las tormentas ecuatoriales. Es bestial e insoportable. Rodolfo, que no ha salido nunca de Cuba, duerme en la alhacena contigua, e Idalmis se queda hablando conmigo. A las dos o tres horas tratamos de dormir, es oscuro, como la boca de cien mil lobos, y sigue pasando lentamente el ciclón.

Oigo en la oscuridad a Idalmis que se quita los tejanos y la camisa, yo llevo una camiseta y pantalón corto aguantando mejor el calor. Realmente el calor es insoportable. Pasan los minutos… ¿o son horas? Es difícil de saber, pierdes la noción del tiempo. Mi brazo se mueve como si tuviera vida propia y toco su espalda – me va a matar – y como no se queja la empiezo a acariciar de manera, ¿amistosa?, durante un rato, noto como se me acerca de espaldas hasta quedar en la posición de la cucharilla y reniego interiormente por la evidencia de que está en bragas y la oscuridad es absoluta. No sé que hacer con mis brazos que se me han quedado largos hasta que la oigo que me susurra entre el ruido ensordecedor – abrázame, tengo miedo -.

Mis brazos hacen el trabajo con toda la delicadeza que permite la situación cuando ella gira la cabeza, aparta su cabello rubio de trigueña caribeña y me besa. Al principio suave, como con miedo, o pudor, no lo sé, pero respondo a sus besos con besos, todo se desarrolla lentamente, de manera furtiva, ya se ha dado la vuelta y mientras ella trata de quitarme la camiseta le desabrocho el sujetador y me quito los pantalones como puedo.

Tiene un cuerpo bonito y apetecible al tacto, pues no veo nada, sé que tiene treinta y tantos, sus bragas han desaparecido y hacemos el amor saboreándolo, despacio, con el convencimiento de que la excepcionalidad de la situación difícilmente se dará otra vez, además, no hay nada que hacer. No hablamos, solo sexo, a cámara lenta, excelso, solo algún gemido y un grito medio ahogado en el momento del orgasmo.
Nos besamos y nos seguimos besando durante horas. Rodolfo ronca al otro lado del tabique, se le oye a través del pasillo, parece imposible con lo que está cayendo pero se le oye roncar. Probablemente se ha soplado una botella de ron de la cocina. Es muy capaz y lo tiene formalmente prohibido.

Aún llueve, pero es una lluvia fuerte que ya solo es tormenta, es la cola del ciclón y ya se ve luz de día por las rendijas de las contraventanas. Idalmis me abraza aún echados en el colchón y me mira con sus ojos verdes. No dice nada pero en sus ojos hay todo un discurso largo como uno de los de Fidel.

Vente conmigo a Europa – le digo – solo me queda un año de contrato para irme y tu hijo podrá estudiar medicina en una universidad moderna.

Y ella me contesta - ¿Oye, tú estás loco?, ¿y que hago con mi marido? ¿eh, eh?

Asiento en automático y mientras voy a ver como el mar sigue entrando y saliendo de la piscina comiéndose toda la tierra que hay por en medio pienso que nunca entenderé realmente a las mujeres.

Son como un ciclón.
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Aramis 43 (25/04/2021), Baja_134832 (26/04/2021), david_75bcn (25/04/2021), Jaason (28/04/2021), JaSex (25/04/2021), Lacroix (26/04/2021), Licifer (25/04/2021), Trauet (26/04/2021)
Antiguo 27/04/2021, 22:45   #143
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LA CULPA


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Los últimos meses me siento cada vez mas agobiado. Había oído hablar del síndrome de las islas pero nunca había pensado que fuera tan duro, y eso que siempre puedo usar el visado multientrada para pasar un par de días en Cancún. Sale caro pero desintoxica del ambiente obsesivo y fuera del mundo que se vive en esta isla.

Esta mañana me he dado vacaciones, como muchas otras mañanas, por Dios que aburrimiento, y me he ido a la Marina Hemingway a leer periódicos que ya he leído, mirar los canales prácticamente vacíos, los custodios que vigilan algo invisible y beberme unas cuantas Heineken que es lo mejor que se puede encontrar aquí. Las odio, llevo cuatro años bebiendo Heineken.

En el único restaurante indigno que hay intento comer una ensalada y unos espaguetis que puedo escoger con "sasa" blanca o con "sasa" roja. La ensalada me comunican que tendrá mucha cebolla porque no hay tomates, la "sasa" blanca anuncian que es con parmesano y la roja es tomate de bote aguado. Me voy.

Le doy la maldita media caña al parqueador para llevarme mi carrito y pongo rumbo a casa a ver si hay algo para comer. Agarro 5ª en la estrella que es donde termina y todo recto prácticamente hasta casa. Voy contando calles, solo las importantes, estoy mas allá de 140ª y van transcurriendo rápidamente hasta 70ª. En nada estoy en 10ª y doblo hasta casa.

A la altura de 30ª veo una chica de indefinidos años que me mira al pasar, no es guapa, está delgada y tiene una expresión corporal impropia de una jinetera. Incluso su forma de mirar no cuadra con el lugar en que está parada, como pidiendo perdón por estar ahí. De todas maneras mis ya entrenados ojos hacen que de la vuelta a la cuadra, medio por curiosidad medio por aburrimiento y otro medio, son tres medios, a ver que pasa.

Paso por delante, doblo otra vez pero dejando que la trasera del coche sea visible desde 5ª. Veo que anda hacia mi y cuando está a la altura de la ventanilla me pregunta - ¿ señor no desea compañía ? -. Todo con una voz suplicante, parece que tenga unos treinta pero seguramente tenga algunos menos. Es blanca con el pelo negro ensortijado y de cerca sigue estando muy delgada. No se por que, y mas después de haber visto de todo durante años, me inspira una cierta compasión. No bajo las defensas precisamente porque ya no me fio ni de mi sombra.

- Mira, me iba a comer a casa pero si quieres podemos ir a comer a un paladar en Conil y comiendo hablamos.

- Como usted guste señor.

Vamos al paladar que nos anuncian a bombo y platillo que tienen pollo “empanisado” y que las ensaladas incluyen tomate de verdad. Pedimos unos zumos y asisto como si estuviera en el teatro viendo como desaparece la pechuga de pollo con papas y la ensalada dentro aquella figura tan delgada. Ella se da cuenta que ha devorado de manera anormal y me dice – Ay señor usted debe pensar que soy una comemielda cualquiera pero es que esta mañana no desayuné.

Y yo pienso que no se debe acordar de la última vez que desayunó.

Alegremente digo que tengo mas hambre, es mentira, y propongo pedir dos pechugas mas empanizadas. Ella me expresa su preocupación porque no sabe como me lo podrá pagar. El escorpión que hay en mi interior me sugiere maneras pero las aparto mentalmente cosa rara en mi.

Cuando nos traen la segunda tanda de pollo con papas ella le pide al camarero/propietario que le envuelva la suya para llevar y, rebuscando dentro del bolso ajado que arrastra me enseña una foto tamaño pasaporte pero en plano americano de un joven vestido de policía que me presenta como su hermano, se sumerge en el bolso otra vez y saca la foto de un niño de unos cuatro años hijo de su hermano.

Entiendo para que lo quiere el pollo y le pido al camarero que ponga ración doble de todo, que lo envuelva bien, que lo cubra con platos, yo se los pago y le doy a entender que habrá propina jugosa y lo despacho. Ella abre y cierra la boca sin articular palabra, salimos a la calle bien cargados y cuando entramos en el coche le pregunto;

- Bueno, donde te dejo, me has dicho que vives en Centro Habana pero es muy grande.

- Yo quiero ir a su casa señor.

Y de ahí no la sacas.

Vamos a mi casa y mira como si estuviera en un museo, la barra del bar de madera, la sala de billar, la terraza que da al jardín y a la piscina, la desembocadura del río almendrales… Saluda al custodio que le toma los datos, a la cocinera que le digo rápidamente mantenga el pollo caliente y busque bien por la cocina a ver que encuentra para comer que lo pueda colar con el pollo sin que ella se de demasiada cuenta. Que lo ponga todo en bolsas grandes y así se disimula.

Ella se mira la escalera de caracol que sube a la planta de los dormitorios, tres pero enormes y todos suite, y como el que debe cumplir un deber las empieza a subir con el esfuerzo de Sísifo. Yo la sigo y como mi dormitorio es la única puerta abierta entra directa como el que va al matadero.

Se sienta en la cama pero mantiene un pie tocando el suelo, se empieza a desabrochar la camisa y tengo la visión de un sujetador de los que entran por la cartilla de racionamiento que baila sobre unos pechos que no alcanzan a llenarlo lo suficiente.

Le digo – No.

Ella me mira y se le escapan las lágrimas. Llora con una profundidad y una pena que a mi se me hace un nudo en la garganta. Le pido que se vuelva a abrochar la camisa y que bajemos al salón que nos preparen un café y nos calmamos.

Cuando está mas tranquila rebusca otra vez dentro del bolso roñoso y me confiesa lo que yo ya había adivinado en el paladar, que el joven vestido de policía es su marido y el niño es su hijo, que el ministerio a su marido hace meses que no le pagan y que no tienen con que comprar comida, que la cartilla de racionamiento solo da para diez días al mes, bastante que lo sé por amigos mios, y que hoy ha salido a la desesperada porque no les queda nada.

Que su marido no lo sabe y que si se entera la mata pero que ella tiene que hacer algo. Con la excusa del café entro en la cocina y me encuentro a la cocinera escuchando detrás de la puerta y le digo que a la comida añada doscientos dólares debajo de un plato y que de escuchar detrás de las puertas ya hablaremos. Se ríe.

Salgo al salón y veo que la chica se ha recompuesto y que sus mejillas agradecen la dosis de proteínas.
Le digo - ¿ vamos ?, y al lado de la puerta de la calle está la cocinera que nos informa que el pollo ya está en el carro, y el custodio ya tiene la puerta de la verja abierta.

Salimos a la calle y le pregunto dónde quiere que la deje. Demasiado cerca de su casa no quiere por aquello que no la vean los vecinos. Le propongo en Salvador Allende o en la Avenida de los Presidentes, G para los cubanos. Cuando llegamos donde me indica me da dos castos besos en las mejillas y tengo que interrumpir los agradecimientos porque serian infinitos. Coge sus cosas sin olvidar la comida y desaparece entre las callecitas sin asfaltar de Centro Habana donde los turistas no llegan ni la comida tampoco.

Doy la vuelta y me voy para mi casa, en diez minutos estoy en el jardín. Llamo a Rodolfo y le digo que traiga una botella de ron y una hamaca para él. Rodolfo encantado de la vida porque sabe que cuando me da el bajón hay barra libre.

Me siento tan mal, tan sucio, tan rastrero y tan culpable…

Me doy cuenta que mi intento de expiar ni que sea en parte mi culpa ha sido infructuoso y que jamás tendré los cojones que tiene esa chica.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
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Aramis 43 (27/04/2021), Baja_134832 (28/04/2021), Jaason (28/04/2021), JaSex (27/04/2021), Lacroix (04/05/2021), Trauet (28/04/2021)
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Antiguo 29/04/2021, 16:13   #144
Baja_134832
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Cita:
Me siento tan mal, tan sucio, tan rastrero y tan culpable…
Antes de ser forero, un día entré en un salón de masajes. Masaje y manual, pedí. Cuando salí me sentí exactamente igual que explicas tú.

El relato, como siempre. Una pechá de bueno...
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Jaason (02/05/2021), Lacroix (04/05/2021), Simon (29/04/2021)
Antiguo 29/04/2021, 21:58   #145
Simon
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LA SOSPECHA


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Me arrepiento casi desde el principio. Este viaje tenía que haberlo hecho solo, lo malo es que siendo un viaje caro no sé si tendré otra oportunidad, por lo menos con una edad que aún esté para dar guerra.
Es evidente que los tres o cuatro días con sus noches que llevamos metidos en un rompehielos de bolsillo apto para unas veinte personas está haciendo mella en Birgit. Quizás fue un error contratarlo pero como yo tenía ganas de ir a la isla de Pascua y era demasiado caro decidimos cambiar la orientación del viaje y poner como objetivo la Laguna de San Rafael. Esto es al Sur, muy al Sur.

Desde Santiago un avión a Temuco, otro más cutre a Osorno donde he conseguido hacerme un esguince en la espalda montando a caballo, un autocar interminable cruzando volcanes hasta Puerto Montt, al lado de Puerto Varas patria del salmón chileno y de ahí con el rompehielos que nos lleva entre fiordos rumbo Sur días y días. En favor de Birgit tengo que decir que visto un fiordo, vistos todos, y las focas o leones marinos o lobos marinos o lo que sean son mucho menos entretenidos de lo que parecen a primera vista. Tienen poco repertorio.

Además hace un frío que pela, no hay escalas porque solo hay árboles y el tamaño del barco no permite mucha actividad. Las cabinas son parcas, y eso siendo generosos. Hay un ojo de buey de un tamaño y a una altura del suelo que no permite ver el exterior, supongo que pensaron que para lo que hay que ver daba igual pero lo peor es que por las mañanas nos despertamos con carámbanos de hielo dentro de la habitación. No hay calefacción y nuestro propio calor corporal se condensa colgando del techo.

En fin, a la guerra como en la guerra pero lo realmente malo son las horas de las comidas, que son muchas. Como no tienen nada para entretenerte te sientan cinco veces al día en el comedor, tres para las comidas que son de esperar y dos para tomar té o café. También alguna pastita para hacer bulto aún que poco. Parece mentira como podemos los humanos perder el barniz de civilización delante de unas pastitas y pelearnos por la última con poco disimulo.

Cuando subimos al barco por una pasarela estrecha, cutre y muy marinera lo primero que hicieron una vez zarpamos fue asignarnos un lugar en el comedor que sería el nuestro hasta el final. Las mesas son de seis personas y la nuestra se compone de un matrimonio chileno que hacen un viaje de jubilación que les ha pagado la empresa que trabajaba él, conocida multinacional española, una señora mejicana de muy buen ver, su hija de unos diez años y nosotros dos.

Eso obligatorio cinco veces al día que vendrá a ser un mínimo de unas seis horas al día tirando por lo bajo más lo que te vas encontrando por el barco, que es mucho visto su pequeño tamaño. Obviamente hay una tendencia a confraternizar más con los que más conoces con lo que se convierte en un círculo vicioso. La señora mejicana además de guapa, rubia, delgada, bonitos ojos verdes, coqueta y pendiente de su imagen es simpática. Según Birgit excesivamente simpática en lo que a mí se refiere y juro que no he hecho nada para ello. En la fría intimidad de nuestro camarote ya hemos tenido un par de acaloradas discusiones entre carámbanos de sudor, que bien pensado es un poco repugnante.

Yo no sé qué decirle, cinco veces al día me veo sentado delante de esta preciosidad con su acento dulzón mejicano propio de una telenovela siendo muy sociable con todos y esto me incluye. Tampoco es culpa mía que el acento alemán de Birgit cuando habla castellano pierda por goleada en las comparaciones. Primero porque suena muy brusco y porque después de la segunda guerra mundial emigraron tantos nazis al cono Sur que los autóctonos ya lo asimilan con esta parte desagradable de la historia. Las broncas conmigo son en francés, inglés y los tacos en alemán. Solo entiendo algunos.

La mejicana guapa y atractiva a pesar de que va con su hija y de que ha explicado del derecho y del revés que tiene un marido en Ciudad de Méjico que es un alto ejecutivo de algo es evidente que en otras circunstancias probablemente estaría receptiva a otro tipo de juegos. En cualquier caso, dadas las circunstancias, es evidente que no es el caso ni hay ocasión medianamente realista de que lo haya. Es el tipo de señora que evitaría un escándalo al precio que fuera.

Uno de todas maneras no puede dejar de fantasear con el tema, la señora merece unas fantasías y mientras yo no las sueñe en voz alta no le veo el problema. El problema es que Birgit está en pie de guerra por algo que no ha pasado y tiene unos celos continuados con picos pronunciados en el comedor por cosas que no pasarán. Nos está arruinando el viaje. O las dos me lo están arruinando a mí. No puedo dejar de pensar como hubiera sido si yo estuviera solo.

Creo que al cuarto día, hay un momento que uno se pierde en el tiempo, llegamos a la Laguna de San Rafael que debe su nombre al glaciar de San Rafael que vomita toneladas y toneladas de hielo por minuto en el agua provocando pequeños tsunamis y una concentración de cubitos gigantes de hielo flotando por todas partes. Es muy bonito y espectacular la imagen y el sonido ensordecedor, pero es lo mismo que las focas a la media hora te das cuenta que siempre es igual.

La solución es vestirnos a todos como de Tintín en la luna, ponernos un chaleco salvavidas y con botes salvavidas sacarnos a navegar por la laguna a esquivar icebergs. Al principio hay grititos de emoción pero como todo lo que lleva grititos en esta vida antes o después tiende a ir a menos. Entonces sacan el arma secreta en forma de botella de whisky de calidad dudosa y unos vasos, eso sí, tallados. La gracia está en coger con un pequeño pico trozos de hielo de los icebergs flotantes y tomarse una copa con hielo, aseguran, de hace quince mil años. Visto que son las ocho de la mañana a unos les apetece más que a otros. A mi poco.

La señora simpática y sociable tiene la desgracia de brindar conmigo con alguna expresión de esas relamidas que usan las mejicanas pero a Birgit que está más atenta que un perdiguero le sienta a cuerno quemado y monta un pollo de primera división. Esto en un bote de cuatro o cinco metros de largo y en aguas gélidas crea una zozobra mental y física que falta poco para que naufraguemos. Nos llaman la atención pero Birgit vomita todo lo que ha tragado los últimos cuatro días y la mejicana le responde inteligentemente con unos lloros para demostrar la ofensa que resuenan por toda la laguna incluso por encima del ruido del glaciar desplomándose sobre el mar con tristeza y alegría a la vez. Emociones complejas las de los glaciares. Me quedo admirado que desde un cuerpo tan frágil en apariencia puedan generarse tales aullidos.

Cuando llegamos al barco nodriza cada una corre a meterse llorosas y supongo que cansadas de hacer el paripé en sus respectivos camarotes. Yo me voy al comedor vacío, me siento como una rata de Pávlov en el mismo sitio que me asignaron y le pido al camarero que está disponiendo las mesas para el desayuno un whisky. Me mira raro supongo que porque le rompo los esquemas del té o café y objeta que lo siente mucho pero que no tiene hielo. Estoy a punto de preguntarle si es burro pero me contengo, no así mi mirada porque va a por un vaso con hielo de quince mil años y me pone un whisky largo, muy largo. Se lo agradezco a modo de disculpa por mí mirada asesina de cinco minutos antes y me sumerjo en mis pensamientos y en mi whisky.

Nos quedan cuatro días para poder salir del barco y vamos a sentarnos cinco veces al día en esta mesa. Todos. Será cualquier cosa menos divertido. Definitivamente debería haber hecho este viaje solo. Está resultando como la vida en una pastilla.

Muchos años después en la soledad de mi hogar prestado, sopeso la posibilidad de buscar otra pareja para el último tercio de mi vida en el mejor de los casos. En algunos momentos uno piensa que le vendría bien, no necesariamente en los momentos que a priori uno podría imaginar, más bien te asaltan a traición las soledades. En otras ocasiones pienso que ya estoy bien así, que hago lo que me da la gana y no tengo un Pepito Grillo diciéndome a todas horas lo que está bien y lo que está mal.

A todo eso el tiempo pasa y uno tiende a desvanecerse. Serán cosas de la edad. Quizás uno no muere, se desvanece paulatinamente hasta que desaparece. Jugamos a un juego mortal con la existencia, ella embiste y nosotros esquivamos, y así, haciendo eses y cruzándonos sin tocarnos nos acostumbramos a la presencia del otro, y nos hacemos amigos.

Algún día nos encontraremos.
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Aramis 43 (29/04/2021), Baja_134832 (02/05/2021), Jaason (02/05/2021), JaSex (30/04/2021), Lacroix (04/05/2021), Trauet (30/04/2021)
Antiguo 01/05/2021, 16:13   #146
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Lacroix (04/05/2021)
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Antiguo 03/05/2021, 18:14   #147
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QUEDAR CONMIGO


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Transitar por la vida en soledad no quiere decir de ningún modo sentirse solo. Bueno, a veces sí pero lo compensas con otros ratos en los que puedes dedicarte con total libertad a lo que te apetece. No se trata de cosas espectaculares ni profundas pero si situaciones en las que estás más cómodo sin nadie que entorpezca tu disfrute.

A mí me sucede esto no se si por ser parte de mi carga genética o porque después de varias décadas de funcionar así he aprendido a convivir conmigo mismo. Hay alguna que no he conseguido acostumbrarme a la soledad; por ejemplo el sexo. En pareja se hacen amigos o por lo menos se conoce gente, lo cual no implica que te gusten para nada más.

Me gusta comer solo y me gusta comer pronto tanto si como en casa como si voy a alguno de mis restaurantes de referencia o pruebo alguno nuevo. Cuando voy a terreno desconocido tomo la precaución de buscar el internet el teléfono y reservar mesa. Aquí empiezan los problemas.

.- Buenos días. Quiero reservar mesa para uno a la una y media.

.- Lo siento pero el mínimo que aceptamos son reservas para dos. Es para optimizar el aforo del restaurante.

.- Entiendo su posición pero es que voy a venir yo solo y a la una y media no creo que tengan la sala muy llena.

.- Bueno, esto nunca se sabe. Mire, la semana pasada vinieron un grupo que…

.- Está bien, entiendo. ¿Me acepta una reserva para dos?

.- Si claro, sin ningún problema. ¿A que nombre quieren la reserva?

.- Simón.

.- Les esperamos encantados señor Simón.

.- No me gusta que me hablen como al Papa de Roma pero como no íbamos a ninguna parte no ha quedado más remedio.

Me presento en el restaurante a la hora indicada y el camarero después de consultar las reservas me indica que era para dos pero debe conformarse a regañadientes con la explicación que la otra persona me ha fallado. Incluso me hago un poco el molesto y muestro ganas de pagarlo con alguien. Obtengo la mesa sin más.
Pasan veinte minutos desde que he llegado y me han dado la carta. Solo eso, ni un mísero vaso de agua del grifo. Toda la vida he bebido agua del grifo en casa y me parece un despilfarro pagar una pequeña fortuna por una botellita de agua pija por muy ligera que sea en minerales. Llamo al camarero ya bastante molesto y me informa que debo esperar algo más porque a la una y media es la hora justa en que abren el restaurante, con lo que aún está todo manga por hombro. Esto no lo he entendido nunca, no entiendo porque no entran media hora antes de abrir para tenerlo todo preparado cuando llegue el primer cliente. Yo. Es muy molesto y yo también tengo mis cosas que hacer, y si no las tengo es problema mío.

Tienen fama de tener una ternera gallega de primerísima calidad. Hay quien jura que se deshace en la boca como si fuera lechón. Pido un filete y ahí surgen más tiranteces. Me propone un acompañamiento a base de crema de leche y recibe por mi parte una mirada asesina. Considero la crema de leche, salvo honrosas excepciones, una de las peores plagas de la nouvelle cuisine importada de Francia. Todo sabe a lo mismo. El camarero, ofendido, me indica que con pedirla al grill bastaba, que no necesitaba un tratado sobre las propiedades malignas de la crema de leche.

.- ¿Cómo lo desea, muy hecho, al punto…?

.- Al punto más uno, gracias.

.- ¿Y cómo acompañamiento desea verduritas, patatas panadera, un poco de arroz blanco?

.- Verduritas pero poco hechas.

Se va con el encargo a la cocina y le oigo gritar: ¡Un filete! Me cabreo.

Al fin lo tengo y nos quedamos solos mi filete, yo y una copa de tinto navarro con pegada. Está realmente bueno, y el navarro también. Los disfruto en silencio y agradezco que el camarero haya desaparecido en la cocina y no moleste.

Comer solo tiene sus ventajas. No tienes que prestar atención en mantener conversaciones que no te interesan ni siquiera en piloto automático. No necesitas hacer ver que te interesa, ni lo que dice ni la persona. Nadie te obliga a flirtear. Puedes comer a gusto concentrándote en lo que tienes en el plato y sobretodo puedes emplear tu cerebro en pensar sobre lo que te apetece o no pensar en nada si eres capaz de ello. Esto último requiere un entrenamiento de monje budista nivel avanzado del estilo de aplaudir con una sola mano o apreciar la belleza de un ramo de flores hecho con raspas de sardina.

La vida es como un restaurante que escoges, un filete, un acompañamiento y un vino navarro. Depende como los mezcles y los enfoques, te irá mejor o peor. Se puede comer solo en una mesa de dos si uno se apaña y sobretodo es importante librarse de los camareros que te quieren servir lo que no quieres. Están por todas partes y con una vez que te la cuelen te cambian la vida.

En un momento que estaba distraído un camarero me puso crema de leche.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.

Última edición por Simon; 03/05/2021 a las 18:16.
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Antiguo 04/05/2021, 11:43   #148
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Transitar por la vida en soledad no quiere decir de ningún modo sentirse solo. Bueno, a veces sí pero lo compensas con otros ratos en los que puedes dedicarte con total libertad a lo que te apetece. No se trata de cosas espectaculares ni profundas pero si situaciones en las que estás más cómodo sin nadie que entorpezca tu disfrute.

A mí me sucede esto no se si por ser parte de mi carga genética o porque después de varias décadas de funcionar así he aprendido a convivir conmigo mismo. Hay alguna que no he conseguido acostumbrarme a la soledad; por ejemplo el sexo. En pareja se hacen amigos o por lo menos se conoce gente, lo cual no implica que te gusten para nada más.

Me gusta comer solo y me gusta comer pronto tanto si como en casa como si voy a alguno de mis restaurantes de referencia o pruebo alguno nuevo. Cuando voy a terreno desconocido tomo la precaución de buscar el internet el teléfono y reservar mesa. Aquí empiezan los problemas.

.- Buenos días. Quiero reservar mesa para uno a la una y media.

.- Lo siento pero el mínimo que aceptamos son reservas para dos. Es para optimizar el aforo del restaurante.

.- Entiendo su posición pero es que voy a venir yo solo y a la una y media no creo que tengan la sala muy llena.

.- Bueno, esto nunca se sabe. Mire, la semana pasada vinieron un grupo que…

.- Está bien, entiendo. ¿Me acepta una reserva para dos?

.- Si claro, sin ningún problema. ¿A que nombre quieren la reserva?

.- Simón.

.- Les esperamos encantados señor Simón.

.- No me gusta que me hablen como al Papa de Roma pero como no íbamos a ninguna parte no ha quedado más remedio.

Me presento en el restaurante a la hora indicada y el camarero después de consultar las reservas me indica que era para dos pero debe conformarse a regañadientes con la explicación que la otra persona me ha fallado. Incluso me hago un poco el molesto y muestro ganas de pagarlo con alguien. Obtengo la mesa sin más.
Pasan veinte minutos desde que he llegado y me han dado la carta. Solo eso, ni un mísero vaso de agua del grifo. Toda la vida he bebido agua del grifo en casa y me parece un despilfarro pagar una pequeña fortuna por una botellita de agua pija por muy ligera que sea en minerales. Llamo al camarero ya bastante molesto y me informa que debo esperar algo más porque a la una y media es la hora justa en que abren el restaurante, con lo que aún está todo manga por hombro. Esto no lo he entendido nunca, no entiendo porque no entran media hora antes de abrir para tenerlo todo preparado cuando llegue el primer cliente. Yo. Es muy molesto y yo también tengo mis cosas que hacer, y si no las tengo es problema mío.

Tienen fama de tener una ternera gallega de primerísima calidad. Hay quien jura que se deshace en la boca como si fuera lechón. Pido un filete y ahí surgen más tiranteces. Me propone un acompañamiento a base de crema de leche y recibe por mi parte una mirada asesina. Considero la crema de leche, salvo honrosas excepciones, una de las peores plagas de la nouvelle cuisine importada de Francia. Todo sabe a lo mismo. El camarero, ofendido, me indica que con pedirla al grill bastaba, que no necesitaba un tratado sobre las propiedades malignas de la crema de leche.

.- ¿Cómo lo desea, muy hecho, al punto…?

.- Al punto más uno, gracias.

.- ¿Y cómo acompañamiento desea verduritas, patatas panadera, un poco de arroz blanco?

.- Verduritas pero poco hechas.

Se va con el encargo a la cocina y le oigo gritar: ¡Un filete! Me cabreo.

Al fin lo tengo y nos quedamos solos mi filete, yo y una copa de tinto navarro con pegada. Está realmente bueno, y el navarro también. Los disfruto en silencio y agradezco que el camarero haya desaparecido en la cocina y no moleste.

Comer solo tiene sus ventajas. No tienes que prestar atención en mantener conversaciones que no te interesan ni siquiera en piloto automático. No necesitas hacer ver que te interesa, ni lo que dice ni la persona. Nadie te obliga a flirtear. Puedes comer a gusto concentrándote en lo que tienes en el plato y sobretodo puedes emplear tu cerebro en pensar sobre lo que te apetece o no pensar en nada si eres capaz de ello. Esto último requiere un entrenamiento de monje budista nivel avanzado del estilo de aplaudir con una sola mano o apreciar la belleza de un ramo de flores hecho con raspas de sardina.

La vida es como un restaurante que escoges, un filete, un acompañamiento y un vino navarro. Depende como los mezcles y los enfoques, te irá mejor o peor. Se puede comer solo en una mesa de dos si uno se apaña y sobretodo es importante librarse de los camareros que te quieren servir lo que no quieres. Están por todas partes y con una vez que te la cuelen te cambian la vida.

En un momento que estaba distraído un camarero me puso crema de leche.
Admiro tu capacidad para comer solo sin hacer más que concentrarte en lo que estás haciendo. Yo soy incapaz. Tengo que hacer algo (leer un libro, mirar el móvil...). De lo contrario, tengo la extraña sensación de que todo el mundo en el restaurante me está mirando. Me escrutan, me analizan y se ríen de mí. Sí, necesito un buen psicólogo. Mejor una psicóloga, me cuesta menos abrirme con las mujeres (en sentido figurado, se entiende).

¿Conoces alguna que sea, al mismo tiempo, masajista erótica?
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Antiguo 04/05/2021, 20:37   #149
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Iniciado por Romita Ver Mensaje
Admiro tu capacidad para comer solo sin hacer más que concentrarte en lo que estás haciendo. Yo soy incapaz. Tengo que hacer algo (leer un libro, mirar el móvil...). De lo contrario, tengo la extraña sensación de que todo el mundo en el restaurante me está mirando. Me escrutan, me analizan y se ríen de mí. Sí, necesito un buen psicólogo. Mejor una psicóloga, me cuesta menos abrirme con las mujeres (en sentido figurado, se entiende).

¿Conoces alguna que sea, al mismo tiempo, masajista erótica?
Gracias ! No tengo un asperger ni soy autista pero odio comer con gente que me habla de cosas que no me interesan y que no valora que a veces los silencios valen tanto o más que las palabras que los interrumpen.

En otro orden de cosas el sermón de la montaña ( Libro del Génesis ) dice que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, En realidad se refiere al acto de dar limosna o hacer buenos actos en general. Hay que hacerlo con la máxima discreción y sin ostentación.

¿ Me explico ? cagada
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.

Última edición por Simon; 04/05/2021 a las 21:47.
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Antiguo 05/05/2021, 13:16   #150
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EL HOMBRE QUE VIVÍA EN UNA MALETA


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Dry es un preadolescente y tiene que recoger sus aún juguetes, meterlos en una maletita y cambiarse a una casa estúpidamente grande y poco acogedora.

Dry tiene que recoger sus aún juguetes y cambiarse a una casa estúpidamente grande y poco acogedora, hace el petate y se va a la mili.

Dry hace el petate, se va a la mili, vuelve y se casa, hace la maleta y sin saber por que se va a malvivir a una casa chula pero que no le gusta.

A Dry la vida no le va bien y hace la maleta para vivir en Cincinnati, hace frío y el ambiente es hostil.

Dry se pone pseudo mortalmente enfermo y lo internan en una clínica que no puede pagar, meten sus cosas en una maleta para llevarlo a una más económica. Dry no se muere porque se descasa pero hace su maleta y se va unas semanas a casa de su familia mal avenida.

Dry producto de se sus ansias de libertad y de su familia mal avenida recupera una asignatura pendiente de la época escolar y rápidamente deciden que debe hacer su maleta para vivir juntos en el palomar de ella.

Dry descubre que ella en una ninfómana y a Dry le entusiasma. Se recasa. Ella es una ninfómana y a Dry le entusiasma pero no ha calculado que así como es una ninfómana con él es una ninfómana con todos y todas las demás ocasionando tensiones y diferencias irreconciliables.

Dry, que no está preparado para aprovechar las evidentes posibilidades de la situación se re descasa y hace la maleta para vivir en un bonito apartamento en la playa.

Dry ha perdido el Norte y hace y deshace su maleta infinidad de veces cambiando de casa y localidad compulsivamente. Es un vicio fuera de control que le merma la economía, la autoestima y es una pesadez.

Dry se siente como un liquen junto a su maleta y la duda que tiene es quien es el hongo y quien el alga. En su forma simbiótica ve pasar la vida mucho más deprisa de lo deseado, un día se mira al espejo y sin ver ninguna metamorfosis novelesca mira a los ojos de un hombre de mediana edad con tendencia negativa según las principales agencias de calificación de la bolsa de la vida. Eso le da a Dry mucho más miedo que si viera un escarabajo Kafkiano.

Dry se enamora de The Best locamente como no se había enamorado en sus dos bodas ni en ninguna otra ocasión. Le provoca un rebrote de sus antiguos vicios y agarrando su maleta compañera de su vida vuelve a las andadas y la llena y vacía compulsivamente a la vez que se suceden las casas sin mucho sentido aparente.

Dry es rechazado con suavidad, el peor de los rechazos, porque sospecha que la amada The Best no está capacitada emocionalmente para hacer de madre y a la vez ser la churri de Dry.

Dry hace y deshace frenéticamente su maleta. Le consuela, es casi una práctica de onanismo. Decide meterse en un piso que no le gusta y compra muebles y un montón de cosas que no necesita como si The Best y Little One fueran en el viaje.

Dry se hiberna y considera la posibilidad de que se le ha pasado el arroz. Se prepara mentalmente para vivir el último tercio de su vida en soledad. Cualquier otra opción se le hace una montaña y cualquier propuesta ajena a The Best es apartada de un manotazo.

Dry por primera vez en su vida controla el vicio, la maleta está en los altos de un armario y no siente tentaciones de tocarla.

Eso si, la maleta está llena y no se atreve a vaciarla por si The Best cambia de idea. Por las noches oye a su maleta que le llama para volver a las antaño satisfactorias orgías y a continuación como refunfuña como una vieja, que es, cuando él se niega.

Dry tiene miedo por primera vez a la vida y espera un último viaje con su maleta si The Best consigue superar sus conflictos, pero Dry ya no sabe si realmente lo desea.

Dry espera que en las puertas del paraíso, siempre ha pensado que sus vicios son perdonables, San Pedro tenga consigna al estilo de las estaciones de tren.

Así podrá soltar la maleta.
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Antiguo 07/05/2021, 21:29   #151
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ZAPATOS DE VERANO


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.- Un Manhattan!

El camarero raudo y eficaz se apresuró a buscar la coctelera que por alguna ley cósmica estaba siempre en el lado equivocado de la barra. Los Manhattan siempre me habían gustado casi por todas las razones que me podían gustar. En primer lugar apreciaba el tintineo del metal bajo los focos de la zona de la barra, como un pequeño ejército de química aplicada bebible, además, había aquello de que para preparar un Manhattan como marcan los cánones tiene que ser revuelto, no agitado. Como en las pelis, y eso te hacía tener un cierto “charme”, olor a esmoquin. Se prepara con Bourbon o Canadian, preferiblemente Canadian, en seis partes y tres de vermut, a poder ser francés, un par de gotas de angostura, una cereza glaseada roja y un ribete con una piel de naranja. Muy frío, sin hielo, y servido en una copa de cóctel. Beber frío. Eso tiene el inconveniente de forzar una consumición rápida con las consecuencias previsibles.

Había aprendido que para impresionar al público de turno, la historia que contaba que la madre de Winston Churchill creó esta bebida asesina tomando el nombre del club Manhattan de Nueva York. No era tan bueno como para improvisar un papel sin unos mínimos soportes como para apalancar mis historias. Nadie que pidiera una bebida así podía ser una persona corriente. Debía ser una persona que venía de lejos, muy vivido, y que estaba de paso. Era una imagen que me gustaba cultivar.

Era el tercero, ¿o era el cuarto?. Los combinados me sentaban fatal y era consciente de que por la mañana lo pagaría, no con sangre, sudor y lágrimas pero si con lágrimas más amargas que aquel pica-pica que me adjuntaban a cada nueva consumición. Me recordaba al wasabi ese de los restaurantes japoneses que estaban de moda. Como chupar un frasco de perfume barato. O caro, daba igual. Los cacahuetes con sabor a colonia iban desapareciendo porque eran viciosos, seguramente de manera intencionada y por la supuesta virtud de retrasar la inevitable borrachera.

El camarero con una cierta cara de desdén camuflada de servilismo impostado se acercó con el resultado de las manipulaciones y los cacahuetes sabor perfume salado. Retiro los restos de la anterior ronda y depositó con una meticulosidad exasperante el posavasos de papel de calidad, con el logotipo del hotel five stars en el que se encontraba el bar. La copa encima milimétricamente centrada, una servilleta de papel que secretamente me parecía un poco cutre y encima el aperitivo de extracción oriental con sabor a colonia.

Lo miré. Era evidente que este me tumbaría. Había perdido la batalla antes de empezar y era consciente de ello. No debería haber pedido otra ronda, pero un hombre que viene de lejos, y que se supone tiene un esmoquin en el armario, no puede levantarse del taburete, de por si cada vez más inestable, y declarase vencido por una copa medio llena, así que con la poca gracia que me quedaba me soplé en un par de tragos mortíferos el desafío del camarero que seguía tras la barra con el mismo servilismo impostado.

Pagué con dificultad tirando de tarjeta de crédito para no tener que contar los billetes que se emboscaban en mi cartera. No vi lo que firmaba pero me daba igual con tal de perder de vista al Manhattan y al camarero falsamente servil.

No ayudaba a concentrarme un señor con americana blanca – por que lleva americana blanca hoy en día si no es camarero – que había empezado a tocar un piano de cola de apariencia carísima, eso siempre da empaque, alguna que me pareció en mi mente neblinosa “strangers in the nigth” de Frankie blue eyes Sinatra. Tocaba arrastrándose sobre el teclado y por debajo de la gente que seguía hablando sin acusar recibo. Por una cierta solidaridad que repentinamente me inspiraba o simplemente fruto de mi ya patente intoxicación etílica me vinieron ganas de mandar silencio aquella pandilla de guiris faltos de tacto y consideración.

Claro, pensé, eso es la pasta que te permite estar por encima del bien, del mal y del piano. Y, a continuación, me sentí por un momento participe del nivel económico que me envolvía. Sabía perfectamente que no era el mío, pero un hombre que pide un Manhattan u bebe solo da el pego. Quizás un aventurero, o mejor aún, un alto ejecutivo de paso por la ciudad.

Hacía años que había decidido que las señoras eran más vulnerables a las características que acompañan a un alto ejecutivo que un aventurero que podía no tener ni para pagar el hotel gran lujo. En el fondo unos cócteles los puede pagar casi todo el mundo. Ese era el punto débil del personaje. Afortunadamente ninguna señora parecía tener el más mínimo interés por mi, no hubiera sido capaz de balbucear un par de frases coherentes en cualquiera de la media docena de idiomas que oía a través de la niebla.

Por alguna razón sentí la necesidad de salir a la calle y dejar atrás los Manhattan, los guiris, el señor de la americana blanca, el piano de cola y sobretodo al camarero displicente.

En realidad no era tan sencillo, en condiciones normales si pero no era el caso, había un espacio considerable desde la barra hasta el pasillo salvador que conducía a recepción y de allí a la puerta. Lo malo era que el bar estaba minado de mesitas pequeñas y estúpidamente bajas que debía sortear sin abalanzarme sobre cualquier lengua barbara de las que me estaban agrediendo y desorientando. Me marqué un rumbo y navegue con fortuna desigual hasta el pasillo salvador, una vez allí, noventa grados ala derecha y recto a recepción, lo recto era un eufemismo, especialmente donde los dos escalones que no recordaba estuvieran ahí cuando entré. Afortunadamente en mi juventud había sido un muy buen esquiador y algún reflejo quedaba. Los afronté como una pista negra y salí airoso del lance, crucé la exageradamente amplia recepción alcanzando la salida, un momento de duda sobre la traidora puerta giratoria y la corredera automática que usan para negociar la entrada y salida de las carísimas maletas con anagramas inconfundibles de los ricos guiris que había dejado atrás. Opté por hacer de maleta ante la dificultad giratoria.

En la calle el bullicio no era menor pero si más proletario y secretamente me sentí más cómodo. En el fondo eran los míos y la necesidad de actuar desaparecía. Lo malo es que no había previsto la combinación de calor del mes de agosto con los cocteles ingeridos y no procesados. El aire acondicionado en el interior me había protegido y por lo menos retrasado los efectos nocivos, ahora la cosa empezaba a descontrolarse de manera evidente. Me pregunté hasta que punto era visible mi creciente estado de embriaguez.
Decidí que lo mejor era andar, me sentaría bien y me daría el aire así que me empleé en la tarea de decidir si me encaminaba calle arriba o calle abajo. Era curioso, siendo una calle prácticamente plana parecía que arriba era mucho más arriba que normalmente por lo que me encaminé calle abajo tratando de no mirarme los pies. Me mareaba.

Las baldosas en forma de trébol no ayudaban mucho y mirar el movimiento humano que se desarrollaba frenéticamente a mi alrededor tampoco, decidí que el infinito era lo más visualmente tranquilo y adopté una mirada que me pareció atractiva pero que en realidad era bovina..

Una calle, dos calles, tres calles, la cosa iba mejor. Era consciente de que la resaca no me la quitaba nadie y que sería de las de primera división del campeonato nacional de resacas. Me consolé pensando que no se podía ir a la guerra y volver sin un rasguño, bueno, quizás si, pero yo nunca había sido de los que vuelven sin un rasguño. Otra calle y ya podía mirar las baldosas sin tener ganas de vomitar, eso ya era un gran adelanto. A la gente aún no me veía con fuerzas de mirar cómo se movían.

Empece a mirar los escaparates que en general tienen la virtud de estarse quietos, eso era de gran ayuda. En los interiores se veía movimiento pero muy tamizado por los simpáticos maniquíes que guardaban silencio. En algún momento tuve la sensación que uno o dos maniquíes me miraban pero deseche la idea no por absurda sino por inútil, si querían mirar que miraran, nadie se daba cuenta. Los miré con impertinencia, la verdad es que a través de las décadas habían cambiado mucho, yo también, cada vez más estilizados y parecidos a una persona de buen ver, yo no. Para ellos no pasaba el tiempo o los mejoraba, para mi el tiempo era un enemigo cruel, por las mañanas me preguntaba dónde estaba aquel hombre que las enamoraba con un gesto, con una mirada. Algunas mañanas me parecía que aquel hombre no había existido nunca y otras llegaba a la conclusión lamentable que estaba en la edad en que los hombres adquieren la invisibilidad para las señoras. En fin, un desastre.

Me sentía, físicamente, bastante mejor pero la razón que me había empujado a beber solo, ahora que estaba en la calle respirando realidad lo de beber solo ya no me parecía tan aventurero, no había desaparecido y si bien no estaba en condiciones de otro asalto motivos no parecían faltarme.

A la izquierda se acercaba lentamente otro hotel con un magnifico bar con un barman traído del Golfo Pérsico y formado en Londres que hacía unos Manhattan increíbles. La sola idea me proporcionó una dosis de arcadas que tuve que disimular con un ataque de tos. Traté de pensar rápidamente en otra cosa siguiendo la estrategia de mostrar un interés redoblado por los escaparates. Curiosamente uno de ellos estaba escondido pareciendo contradecir todas las leyes cósmicas sobre la función de los escaparates. Decidido a borrar de mi mente la mareante idea de las bebidas asesinas me acerqué, rodeando la columna que lo escondía, al escaparate.

Descubrí inmediatamente dos cosas; era de una joyería mundialmente conocida por sus creaciones y sus apariciones cinematográficas, características que se retroalimentaban, y que cualquier fruslería expuesta estaba claramente fuera de mi alcance. En realidad esto último no era ninguna novedad, pero como mi atención por cosas no relacionadas con mi estado lamentable, la sombra que proporcionaba la columna que había quedado a mis espaldas seguro que ayudaba, me hacía sentir mejor seguí investigando.

En el muro de la rampa que conducía al interior del hotel había una pequeña placa, en bronce off course, anunciando otra tienda en el interior. Mi corazón dio un salto poco benéfico sintiéndome mal otra vez. No era mareo, era vértigo y poco tenía que ver con la bebida. O si.

Arrastrado por una fuerza invisible subí por la rampa de entrada con piernas de una tonelada cada una pero sin desfallecer. No podía era m destino ineludible. Y ali estaba, una pequeña tienda que en su pequeñez era capaz de exponer el objeto que representaba la esencia de mi vida y, desde hacía años el motivo de mi decrepitud moral expresa por mi afición a los Manhattan o cualquier actividad evasiva, en realidad eran una cuantas, de mi propia realidad.

Estaba como un pasmarote mirando fijamente al interior cuando vi que había vida y que me miraba con una media sonrisa. Era una dependienta más bien bajita y mona con aspecto de veinticinco años y fondo de ojos de cuarenta Entre, claro.

Extrañamente no sentía ningún interés por los ojos que m miraban entre inquisidores y prometedores. Seguramente formaban parte de los requisitos contractuales. Me saludó amablemente y sin más preámbulos entro en materia preguntándome que deseaba. En otras circunstancias le hubiera contestado a los ojos pero obviandolos me hice enseñar el objeto del deseo. Era exactamente él, no uno parecido, sino él. Lo había visto cientos de veces y no tenía ninguna duda. Lo era. Me lo hice depositar encima de una superficie lo más cerca de la altura de los ojos, la diferencia de altura la compensaba adoptando una posición que probablemente visto desde el exterior podía interpretarse como sodomita o flatulenta pero me traía sin cuidado. Era él. Lo estudié, aprecié sus magníficas curvas sensuales, sus formas, su diseño. Me atreví a tocarlo. Lo olí, olía a cuero nuevo, olía a calidad. Lo sopesé, era liviano, no el precio que había podido entrever mientras lo manipulaba.

Los ojos de cuarenta en cuerpo de veinticinco empezaban a mostrar cierta impaciencia y caí en la cuenta de que igual mi aspecto más aventurero podía sugerir perjudicado por los recientes excesos. Decidido a no sabía que, o si, tiré de la tarjeta que me pareció mostraba signos de desgaste a mi imagen y semejanza así como los perros se parecen a sus dueños, o al revés, encontrándome gracias a la eficiencia de la señorita, había decido que era una señorita, en la calle en un tiempo que me pareció récord.

De mi mano izquierda colgaba una bolsa que dejaba muy claro la procedencia y el contenido. Eso me hizo sentir repentinamente un poco incómodo por la exhibición, era consciente del tesoro que tenía el honor de transportar que no poseer por mucha queja que acallase de mi tarjeta de crédito. Hundí la mano en el bolsillo mandando la cartera con la tarjeta quejumbrosa lo más lejos posible de mis oídos.

El trayecto a casa fue extraño, me sentía raro más allá de que me sentara mal la posición de sentado. Hacía que el contenido de mis entrañas se removiera y junto con los Manhattan me hicieran sentir mal otra vez. En realidad nunca había dejado de sentirme mal. Además tenía pis y me sentí ridículo. Un hombre no podía tener pis en según que momentos cruciales de su vida. Con dificultad llegué a casa, aparqué el coche, subí los tres pisos a paso de carga, abrí la puerta con unas llaves poco colaboradoras cerré de un portazo que me dolieron hasta las meninges y soltando el tesoro en el sofá, que nunca había recibido tanto honor, me metí en el baño donde experimente aquella felicidad que solo conoce el que ha tenido la vejiga a punto de reventar y se aligera en el lugar apropiado.

Hay quien dice que es mejor que el sexo. Miente.

Volví al salón y me di cuenta que estaba anocheciendo, con la emoción no me había dado cuenta de nada más allá de mi misión divina. Encendí la luz principal y encontrándola ofensiva la apagué de nuevo encendiendo una en la mesita que tenía al lado del sofá.

Aguantando la respiración cogí la bolsa, saqué la caja de cartón y, abriéndola saqué delicadamente el contenido sosteniéndolo por su finísima figura y lo deposité encima de la mesa que tenía enfrente. Me quedé mirando durante un tiempo del que perdí la noción en un estado catatónico sin capacidad de reacción alguna. Me sentía mal otra vez, pero esta vez era un daño que me salía de lo más profundo de mi ser, veía luces que distorsionaban todo lo que debería estar al alcance de la vista. Creí que poniéndome de lado sobre el sofá se me pasaría aquel insoportable malestar y, dejándome resbalar sobre el lado derecho encaje mi cara en el ángulo protector que proporcionaban los cojines. Sentí un ahogo que me hizo incorporar bruscamente a la vez que las arcadas volvían para quedarse. Instintivamente corrí al baño y por fin solté el lastre que me subía y bajaba hacía horas desde el estómago.

Eso me proporcionó una lucidez tiempo esperada, con las borracheras y excesos acallada.

La cosa estaba clara por primera vez, me fui al comedor, cogí una silla, subí a inspeccionar la lámpara, bajé, salí a la terraza a recoger la colada, la doblé cuidadosamente, subí de nuevo y atando la cuerda de tender a la lámpara con un nudo nada ortodoxo, eché una última mirada al zapatito que me miraba con indiferencia y le di una patada a la silla.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
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Aramis 43 (07/05/2021), Baja_134832 (13/05/2021), Jaason (09/05/2021), Rosario de América (12/05/2021), Trauet (08/05/2021)
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Simon
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VACÍO


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.- Simón, estoy embarazada.

.- ¡Hostias! ¿Por eso querías verme?

.- Pues si.

.- ¿Y quien es el padre?

.- No lo sé, es que había poco trabajo y si no usas el preservativo con según que clientes trabajas más, ¿sabes?
Y tenía que comprar cosas para la niña, mis padres pasan de mi… (lloros)

.- ¿Bueno, y por que no te tomas la pastilla esa? ¿La que venden en las farmacias?

.- ¡Pues porque es demasiado tarde joder! ¡Ya no puedo! (más lloros)

.- ¡Yo seguro que no he sido! Usábamos el preservativo de forma sistemática. Y ahora hace mucho tiempo que
no…
.- Si ya lo sé, pero es que no sabía a quién acudir. Perdona.

Tiene 22 años, vive o malvive en extrarradio de Barcelona con una hijita pequeñita como su futuro, no es especialmente agraciada pero si muy puta con lo que compensa la falta de físico, pero claro, al tener mucha clientela ahora no sabe dónde le han hecho el bombo.
No está regularizado el aborto y es un marrón. Además está enganchada a eso que se pinchan y tiene una hepatitis crónica.
Por eso la dejé de ver. Estas cosas me dan yuyu.

.- ¿Bueno, y en que te puedo ayudar? Es que no se…

.- He pensado que se te ocurriría algo. ¡A ti siempre se te ocurre algo! (sollozos)

.-A ver, déjame pensar… ¿pero tu no vivías con un tío que llevaba una grúa?

.- Si pero no lo sabe. Cree que ya no lo hago y está muy ocupado robando en los coches que va a recoger para el desguace. Además es muy bruto y si lo sabe me da una paliza.

.- Pues no se me ocurre, a ver, déjame preguntar a alguien que conozco en el ramo sanitario que seguramente puede saber algo.

.- A ver…(sollozos)

Me pongo a ello y me dan una dirección de una torre en la calle Anglí que funciona como clínica privada para estos menesteres. Y un teléfono.

.- ¿Estás segura que quieres hacer esto? Mira que tiene que ser muy duro…

.- ¡Si, si! ¡Ya me dirás sino que hago!

.- Lo podrías tener…

.- ¿Y lo vas a criar tú? ¿No verdad? Si se lo digo al José me mata, me mata…

.- En fin, entonces llamo, ¿no?

.- … ( pausa dramática )

Marco el número y me contesta una voz femenina muy profesional que me pide los datos personales de “la paciente”, me da una lista de gastos detallados, un subtotal y una cantidad previa en concepto de no se sabe muy bien que. La verdad es que parece que estés pidiendo hora al dentista.
Me dan hora para al cabo de un par de días.

La verdad es que no me viene de nuevo, hace bastantes años ya hice la gestión para la hija de unos amigos pero entonces había que ir a Londres o a Ámsterdam. Fue a Londres y no serví para nada porque ya te atendían directamente en castellano. Fue muy sórdido. Todo de chicas muy jóvenes en el mismo hotel y al día siguiente todas a la clínica con un minibús y vuelta hechas polvo con el mismo minibús.

.- ¿Vendrás conmigo, verdad? ¡Por favor!

.- Niña es que yo…venga si, claro.

Que le vas a decir…

.- Y además no tengo un duro así que si puedes me prestas y ya te lo iré devolviendo.

Que le vas a decir…otra vez.

La paso a recoger el día señalado y vamos a la dirección, ya pasé el día antes para asegurarme que sabía dónde era. Soy malo para orientarme. Además me habían dicho que trajera un coche porque saliendo seguramente no podría andar. Me asusté.

Dejo el coche a mano, que en c/Anglí no es fácil y entramos en la torre. Claramente es una torre de ricos reconvertida, pero poco reconvertida. Abajo, yo no veo otra cosa hay una ”recepción” con una señora vestida de enfermera pero no mucho, lo justo para que parezca personal sanitario. Una bata blanca y poca cosa más.

Al entrar hay una sala amplia con muebles de estar por casa y muy poco aspecto sanitario. Hay varias mujeres, algunas con cara trágica y alguna leyendo el hola esperando turno para la coartada.
La coartada consiste en una entrevista, a la que yo no tengo acceso físico pero si visual porque hay cristales con un hombre que se supone que es psicólogo, su trabajo consiste en hacer cuatro preguntas estándar a cada “paciente” y firmar un certificado conforme está mentalmente sana para decidir y que puede tirar adelante.
Pienso que debe cobrar un pastón para no hacer nada y seguramente poner en riesgo su capacidad para seguir ejerciendo.

A esperar…

Las van llamando y deduzco que deben salir por otra puerta porque no las ves más. Al final dicen el nombre de mi acompañante, yo el suyo vaya, y la enfermera impostora se la lleva supongo que al piso superior. En una torre no hay mucho dónde ir.

.- ¿Es usted el marido?

.- No, solo acompaño.

.- ¿Y paga?

.- Si.

.- Pase por aquí que arreglamos el tema papeles y esas cosas…

.- No se por que “esas cosas” me da asco.

.- Espere ahí sentado cerca de la puerta del jardín que enseguida terminan.

Obedezco.

Al cabo de un rato que me parece corto para lo que se supone que está pasando aparece ella acompañada de una enfermera o parecido que alegremente me comunica que todo ha ido muy bien, me da unas pastillas y nos enseña la puerta. “La paciente” está blanca como la nieve recién caída y a mi me hace sufrir y me asusta. Es evidente que le duele y mucho. Se retuerce sobre si misma y se va agarrando a mi para andar.

.- ¡¿Pero oiga, no le da hora para otro día para hacer un seguimiento?!

.- ¡No hace falta!

Contesta alegremente la que ya he decidido que es nazi. No vamos para el coche, el aire de la calle es un alivio, y ya sentados y yendo a su casa ella solo llora. A mi me gustaría tener algo que decir pero no se me ocurre. Siempre hablo por los codos y ahora no me sale nada. Creo que si me saliera algo sería llorar también.

Ella me cuenta la habitación con el médico y otras personas, lo frio que estaba todo, el mucho daño que le han hecho, la sangría que ha tenido y que han taponado. Como ha sentido como le quitaban lo que le quitaban. Lo culpable y sucia que se siente. No con estas palabras, no es su fuerte, pero se le entiende todo.

Han dicho que vaya a casa y que haga reposo en la cama, tiene por escrito lo que se tiene que tomar y paramos en una farmacia a comprar los medicamentos y maxicompresas.

.- ¿Y la niña?

.- Está con mi madre, no quiero que me vea así.

.- Este “así” me duele, es un “así” culpable.

La dejo en su casa metida en la cama y me voy antes de que vuelva el troglodita con su grua de mangar cosas de los coches alegremente. A saber lo que le dirá.

Salgo a la calle y cojo el coche para cualquier otro sitio. Si para mi ha sido duro no quiero ni imaginar para ella.
Bajo la ventanilla para que me dé el aire purificador y cuando el viento me da en los ojos hace que se me salte alguna lágrima.
Pero solo es el viento, claro.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.

Última edición por Simon; 13/05/2021 a las 12:09.
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Antiguo 15/05/2021, 15:49   #153
Simon
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QUINTA


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¡ Por Dios que aburrimiento ! Lo más divertido que se puede hacer en este país tercermundista es jugar al mus los jueves a última hora de la tarde en la Casa del Tabaco, en el primer piso del Meliá Cohíba. Y yo no sé jugar al mus.

Lo que tiene de bueno es que casi todos son los de la Embajada y Consulado de España en La Habana. Siempre es bueno tener buenos contactos y ahí se hacen. Además de ponerse hasta el arriba de alcoholes varios, tocar el culo a las camareras, técnicas en hostelería, y luego discutir con los custodios, técnicos en seguridad, del hotel porque le has tocado el culo a las camareras, técnicas en hostelería. Es entretenido y no va a más. Mientras te mantengas en el círculo de la Embajada eres virtualmente intocable a no ser que te pases mucho.

En fin, por lo menos el barman (técnico en espionaje) es bueno y prepara unos Manhattan muy dignos. Cereza incluida y si quieres quema piel de naranja y todo para aromatizar. Pronto va a ser hora de cenar y todos empezamos a desfilar por la escalera hasta el Hall, a veces con parada en el bar del Hall dependiendo del ganado que se intuya, y a la calle.

Tengo el carrito Toyota parqueado en frente, como casi siempre que no es verano y los ciclones están tranquilos, de la puerta del hotel. Los parqueadores, técnicos en soplar medias cañas ya me conocen, a lo tonto van cuatro años viéndonos. Le suelto el medio dólar de rigor y hablamos un poco de pelota, baseball para los amigos pero hay que seguir el lenguaje políticamente correcto. No me entero más que de mus.

Es importante estar en buenas relaciones con los parqueadores que llevan la armilla de Habana Club, no es muy conocido pero es uno de los trabajos recurrentes que se facilitan a los guardias personales de Fidel cuando se jubilan a los 35 años. Lleva una célula de seguridad de doscientos efectivos con sus consiguientes remplazos y además se le conocen seguro con nombres y apellidos dos dobles que llevan, naturalmente, el mismo dispositivo. Lo que es seguro es que ideológicamente son intachables porque han sido seleccionados y adiestrados en la URSS con lo que hay que ir con cuidado con lo que se dice.

Enfilo a casa agradeciendo la proximidad como cada jueves porque siempre voy un poco perjudicado por los Manhattan. Malecón hasta el túnel de 5ª para salir a 5ª, donde sino, al otro lado del rio Almendrales, trocito hasta el cruce con 10ª para girar a la derecha y como si de una maldición divina se tratara el semáforo está siempre en rojo. Espero. Se abre la puerta de atrás, en realidad las dos y por el retrovisor fundiéndose con la luz de la puesta de sol de La Habana de una manera muy cinematográfica al estilo del festival de Sundance veo dos chicas de unos treinta años, técnicas en desplumar a turistas.

- Compañeras, que esto no es el camello. (saben de sobra que no soy un yuma pero si un gringo, la placa del carrito me delata)

- Buenas tardes señor, ¿como está usted? ¿vive por aquí? (Es evidente porque la placa es de técnico extranjero, la pregunta es retórica e indicativa de sus intenciones a la vez).

- Si, vivo en tercera, en la puntilla, a cinco minutos andando, al lado de la Embajada de Burkina Fasso. Tengo una bonita verja con un custodio, técnico en seguridad, que no deja entrar a nadie y si se cuela hay tres perros dálmata, técnicos en morder, con muy mala leche.

- Ay señor, no se apure que con su custodio, técnico en seguridad, hablamos nosotras, verá que bien.
A todo eso se ha puesto verde y el madero, técnico en hacer la estatua, de la garita mira mal. Arranco y doblo por 10ª para a su vez doblar por 3ª y llegar a casa.

- Rodolfo, llevo estas dos en el carro que se han empeñado en venir.

- Ya sabes que no las puedo dejar entrar a las dos a la vez, bueno si, tomando los datos como siempre pero dos… ya sabes la ley que prohíbe meter a dos mujeres dentro del mismo dormitorio y si te pillan a mi se me va el trabajo. Como mucho puedes meter a cada una en un dormitorio distinto.

- No me jodas Rodolfo, por cierto, ¿está Idálmis, técnica en nutrición de supervivencia?

La cocinera, que limpia, que hace cualquier cosa, que es un puntal de la casa, que me plancha y me deja la cena hecha antes de irse. Esa que si que está buena y no me la he comido nunca porque su marido, Marino, es herrero, técnico en aporrear metales, y si me pega una hostia me mata.

No, no está. Mierda.

- Mira Rodo, se me está ocurriendo que como ya estamos solos en casa si haces la vista gorda primero te empujas tu a una y luego nos las cambiamos y te empujas a la otra. Eso si, tienes que negociarme un nice Price por el pack. ¿OKA?

- Eso está hecho si tu pones el ron.

- Joder Rodo, Que cuando has bebido te empujas cualquier cosa que esté a cuatro patas. Como me ataques te despido yo.

- OKA

A todo eso las jineteras han descubierto la salida al jardín por la parte del embarcadero y que para llegar al embarcadero hay que rodear una piscina. Han decidido que ya que es de noche, que está oscuro que es de lo que se trata, así se pueden bañar en pelotas en la piscina. En vista del éxito enciendo las luces de ambiente del jardín que incluyen iluminación interior de la piscina. Es el típico chalet de verano made in USA de los años 40’ o 50’, los colores de las luces son horteras pero muy americanos.

Caen un par de botellas de ron blanco, unas cuantas latas de mi reserva personal de cerveza y visto que Rodolfo ya está como un sireno también en la piscina, me meto. Es evidente que en remojo ya hemos escogido cada uno la suya. Bueno, yo la mía y Rodolfo la otra. Aprendo que la mía se llama Tsunamy. A estas alturas ya no me sorprende gran cosa de este país.

Desfilamos al piso de arriba que es donde están los dormitorios y la señorita Tsunamy hace honor a su nombre ofreciendo y exigiendo ser penetrada por todos sus accesos y por alguno que yo desconocía a un ritmo frenético. La verdad es que no es nada del otro mundo físicamente pero es un tanque. Sudada a saco y me quedo como un trapo mojado. Cuando recupero mi capacidad motriz decido que es una buena idea pegarme una ducha para espabilarme para el segundo asalto que me espera con la señorita que oigo como se trajina a Rodolfo, mientras me ducho pero de repente la música de fondo cambia. Hasta ese momento había sido:

- ¡Ay papirico, dame esa pinga! ¡Oh si! ¡Dame mas duro! ¡Que bueno! ¡Así,asi!

Y de repente se había convertido en gritos nada sexuales de las dos mujeres y de Rodolfo hablando a gritos.
Salgo casi sin secarme de la ducha y en el descansillo del primer piso me cruzo con Rodolfo que como Dios lo trajo al mundo, y lo trajo muy peludo, corre escaleras abajo y en tiempo record corre escaleras arriba con un sacacorchos en la mano. No puedo dejar de admirar su pericia al correr con los pies desnudos y mojados sobre unas escaleras de mármol.

En cuanto entro en la habitación veo un espectáculo digno de Jack the Ripper, técnico en vivisección, con la tía en posición de parto y Rodolfo aparentemente intentando violarla con el sacacorchos. Yo pregunto pero es inútil, los tres gritan de manera inconexa y para variar no me entero de lo que pasa hasta que oigo la voz Rodolfo por encima de los demás gritos que dice:

- ¡Ya, ya! ¡Ya lo tengo!

Y veo un espectáculo gore de Rodolfo que parece estar sacando un aborto de los bajos de la chica. Creo que me voy a marear. Entre el ron, el polvo salvaje y una película snuff en directo es demasiado para mis maltrechos nervios ya no en muy buenas condiciones.

De repente se oye como si descorcharan una botella de cava, lo cual no mejora mucho mi mareo, y sale una masa bien trincada por el sacacorchos. La calma vuelve tan deprisa como se perdió. Intento averiguar. Y averiguo. Rodolfo creyó buena idea penetrar a la señorita analmente mientras la penetraba con un pepino de tamaño considerable y en el fragor de la batalla se rompió por la mitad y se fue para los adentros de la chica. El sacacorchos era una sacapepinos. La madre que lo parió.

Les digo a todos que se vistan y que en cuanto yo baje no quiero ver a nadie en casa, incluido Rodolfo que pasa la noche con los perros.
Cuando bajo efectivamente no hay nadie y mientras me como la tortilla de patatas que me ha dejado Idálmis hecha pienso que después de cenar le diré a Rodolfo que entre a ver pelota en la tv, y a ver que le debo de las tías. Que como me tangue lo echo.

También medito sobre la bondad de las pajas y el culo de Idalmis, lo que me hubiera ahorrado si me hubiera aplicado el remedio antes de ir a La Casa del Tabaco.
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Última edición por Simon; 15/05/2021 a las 16:01.
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Aramis 43 (15/05/2021), Baja_134832 (16/05/2021), david_75bcn (15/05/2021), Jaason (17/05/2021), JaSex (15/05/2021), Lacroix (17/05/2021), Trauet (16/05/2021)
Antiguo 17/05/2021, 22:49   #154
Simon
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Alguno se acordará del maxi piso de consejo de ciento 126. La jefa no estaba casi nunca, años más tarde abrió el piso de Campoflorido, y de mamasan lo hacía su hermana que era una mujer con las hechuras de un europalet, o sea de un metro por un metro por un metro.

Pues bien, eran unos bajos francamente grandes por lo que se lleva hoy día en los pisos chinos, tenía diez o doce habitaciones a base de pladur pero como había que amueblar y con regularidad otra vez las habitaciones, cuando cerraban a eso de las diez o doce de la noche ella, el europalet, salía con una chica a repasar todos los container del barrio y recoger los muebles y maderas sueltas que veían con posibilidades de reciclaje.

Todo lo recogido era llevado a las profundidades del piso donde las chicas, diez o doce en aquella época, después de una jornada de trabajo interminable y de la cena pillaban los útiles y enseres de bricolaje y se peleaban con el material hasta altas horas para construir los muebles necesarios que muchas veces al día siguiente cuando abrían a las 10 de la mañana ya estaban listos. No duraban excesivamente, claro.

En este mismo piso es donde con regularidad un cliente contrataba a seis chinas para dos horas. Nunca logré que me dijeran que hacían seis tías con un cliente encerrados en una habitación.

PDS Algunas veces cuento cosas así de cutres porque leo expes tanto de masajes como de folleteo que solo falta que salga Doris Day, y la realidad no siempre es tan idílica, hay una trastienda.

Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
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Aramis 43 (17/05/2021), Baja_134832 (18/05/2021), Jaason (18/05/2021), JaSex (17/05/2021), Lacroix (19/05/2021), Trauet (18/05/2021)
Antiguo 18/05/2021, 15:16   #155
Jaason
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Alguno se acordará del maxi piso de consejo de ciento 126. La jefa no estaba casi nunca, años más tarde abrió el piso de Campoflorido, y de mamasan lo hacía su hermana que era una mujer con las hechuras de un europalet, o sea de un metro por un metro por un metro.

Pues bien, eran unos bajos francamente grandes por lo que se lleva hoy día en los pisos chinos, tenía diez o doce habitaciones a base de pladur pero como había que amueblar y con regularidad otra vez las habitaciones, cuando cerraban a eso de las diez o doce de la noche ella, el europalet, salía con una chica a repasar todos los container del barrio y recoger los muebles y maderas sueltas que veían con posibilidades de reciclaje.

Todo lo recogido era llevado a las profundidades del piso donde las chicas, diez o doce en aquella época, después de una jornada de trabajo interminable y de la cena pillaban los útiles y enseres de bricolaje y se peleaban con el material hasta altas horas para construir los muebles necesarios que muchas veces al día siguiente cuando abrían a las 10 de la mañana ya estaban listos. No duraban excesivamente, claro.

En este mismo piso es donde con regularidad un cliente contrataba a seis chinas para dos horas. Nunca logré que me dijeran que hacían seis tías con un cliente encerrados en una habitación.

PDS Algunas veces cuento cosas así de cutres porque leo expes tanto de masajes como de folleteo que solo falta que salga Doris Day, y la realidad no siempre es tan idílica, hay una trastienda.

https://www.youtube.com/watch?v=H8P_p7dB2dw
Es que vas a cada sitio....

Seguro que también hay una trastienda en los otros. Pero no siempre es tan aparente ni visible. A veces debe quedar tan oculta que nadie se da cuenta, o que se necesita un trabajo de piqueta para ver que los cimientos no están bien asentados. O un trabajo de muy buen psicólogo para sacar algún zurullo a la superficie; pero todos los buenos psicólogos saben, que en nuestro interior hay mucha mierda, por límpias que tengamos las orejas.

También es como se lo tome uno. El otro día llegué sediento al restaurante a la hora de comer. Pedí un agua grande. Me trajeron una jarra de cerveza. Al ver mi cara y comentar el error, toda la excusa fué: "No te había entendido bien, pero como a veces tomas una caña mientras llegan los otros....". El agua me hubiera quitado mejor la sed, pero creo que la cerveza también me sentó estupendamente.... Y sí, la pagué igualmente. Y bien agradecido.
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Baja_134832 (18/05/2021), Lacroix (19/05/2021), Simon (18/05/2021)
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Antiguo 18/05/2021, 18:18   #156
Simon
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Es que vas a cada sitio....

Seguro que también hay una trastienda en los otros. Pero no siempre es tan aparente ni visible. A veces debe quedar tan oculta que nadie se da cuenta, o que se necesita un trabajo de piqueta para ver que los cimientos no están bien asentados. O un trabajo de muy buen psicólogo para sacar algún zurullo a la superficie; pero todos los buenos psicólogos saben, que en nuestro interior hay mucha mierda, por límpias que tengamos las orejas.

También es como se lo tome uno. El otro día llegué sediento al restaurante a la hora de comer. Pedí un agua grande. Me trajeron una jarra de cerveza. Al ver mi cara y comentar el error, toda la excusa fué: "No te había entendido bien, pero como a veces tomas una caña mientras llegan los otros....". El agua me hubiera quitado mejor la sed, pero creo que la cerveza también me sentó estupendamente.... Y sí, la pagué igualmente. Y bien agradecido.
También es verdad que los hay con una ceguera selectiva.

Mira, este finde pasado en un coñocido chipiso un cliente con aditivos, conservantes y colorantes se animó tanto que le pegó una paliza a una chica conocida del foro como para que aparecieran los mossos de la que se armó. Era en plena mañana y estaba petado de clientes mezclados con los mossos.

Estamos a martes por la tarde y nadie ha visto nada, oido nada ni nada de nada. Y aún menos comentarlo.
Aquí somos especialistas en discriminar información no sea que nos salpique.
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Antony8456 (26/05/2021), Baja_149388 (19/05/2021), Jaason (19/05/2021), Lacroix (19/05/2021)
Antiguo 19/05/2021, 10:23   #157
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Iniciado por Simon Ver Mensaje
También es verdad que los hay con una ceguera selectiva.

Mira, este finde pasado en un coñocido chipiso un cliente con aditivos, conservantes y colorantes se animó tanto que le pegó una paliza a una chica conocida del foro como para que aparecieran los mossos de la que se armó. Era en plena mañana y estaba petado de clientes mezclados con los mossos.

Estamos a martes por la tarde y nadie ha visto nada, oido nada ni nada de nada. Y aún menos comentarlo.
Aquí somos especialistas en discriminar información no sea que nos salpique.
No le quepa duda de la ceguera selectiva. Aunque no es un fenómeno nuevo, ni específico de grupos, geografías, ni comunidades de intereses.

En el pueblo del abuelo, no vivían más de doscientos. Todos sabían todo de todos. No se escapaba una bofetada, no se movia una mosca, sin que tarde o temprano todos lo supieran. Algunas cosas se sabían pero no se comentaban porque todos "estaban en el mismo ajo". Eso sí, de lo que pasaba fuera, no se sabía casi nada. Las noticias de la guerra llegaron al mismo tiempo que los soldados nazionales invadieron el pueblo. Determinadas noticias llegaban tarde, y mal, por el aislamiento y la falta de medios.

Papá se movió a la gran ciudad. Con el tiempo entraron radios y televisiones en casa. Todo el día estaban poniendo noticias de aquí y de allá. Pero la capacidad de absorber información tiene un límite. Sólo se sabía la mitad de lo que pasaba por el barrio. Y la mitad de lo que pasaba por ahí, es sitios tan lejanos como los EEUU, la URSS y otros lugares exóticos a la vista del que sólo viajaba de la ciudad al pueblo por vacaciones. No estábamos aislados, teníamos medios. Pero las noticias llegaban sesgadas por los directivos de la tele o las cadenas de radio, que callaban lo que no les interesaba.

A mi me llegan noticias por millones de sitios diferentes. El diario que hay en el bar donde desayuno. La radio que llevo en la oreja todo en día. Las noticias de los millones de canales en la tele. El Twitter que miro de tanto en tanto. Los "feeds" de noticias asociados a mis navegadores de internet o correos. Los canales de comunicación internos de la empresa. Foros a los que estoy asociado.
Tengo tanto abrumamiento de noticias que desconecto. Las noticias no se me fijan. Sólo son titulares que pasan delante mio como las diapositivas de powerpoint cuando al "speaker" se le acaba un tiempo mal calculado... Cuando intento profundizar, acabo agotado intentando revisar y comprender todos aquellos detalles que me he perdido con anterioridad.
Las noticias ahora no sólo las sesgan los intereses de los que las emiten, las sesgo yo más todavía. No es que quiera que no me salpiquen, a veces es que ya no rindo procesándolas...

De todos modos, me sorprende lo del chipiso que dices. La noticia de una bloguera que fue asaltada en su domicilio hace unas semanas, si que fue pública y recibió grandes muestras de, al menos, solidaridad. De esta no he visto nada aquí (no se si a quien dirige le ha llegado o si le interesado publicarla; ni los que estaban o han sido conocedores, han querido explicar lo que saben), ni tampoco en otros medios.... Pero es el designio de la vida moderna: vamos a saber cuantos pedos a la semana se le escapan a Rociito y no nos vamos a enterar nunca de que el vecino le atiza cada noche a la vecina cuando vuelve borracho. Justo al revés que el abuelo.

Última edición por Jaason; 19/05/2021 a las 10:27. Razón: Corrección.
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Lacroix (19/05/2021), Simon (19/05/2021)
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Antiguo 19/05/2021, 11:37   #158
Baja_149388
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También es verdad que los hay con una ceguera selectiva.

Mira, este finde pasado en un coñocido chipiso un cliente con aditivos, conservantes y colorantes se animó tanto que le pegó una paliza a una chica conocida del foro como para que aparecieran los mossos de la que se armó. Era en plena mañana y estaba petado de clientes mezclados con los mossos.

Estamos a martes por la tarde y nadie ha visto nada, oido nada ni nada de nada. Y aún menos comentarlo.
Aquí somos especialistas en discriminar información no sea que nos salpique.
Es terrible esto que cuentas Simon ojalá le caiga todo el peso de la ley a ese miserable, covarde que se cree con derecho a Maltratar a otra persona y llevará los aditivos encima que llevará no es excusa es un Cabronazo y se merece lo peor.
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Lacroix (19/05/2021), Simon (19/05/2021)
Historia de mis Ocho Pecados
Estudio trabajo sexual y salud mental
Antiguo 29/05/2021, 23:28   #159
Simon
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INMERSIÓN DE UN SOLIDO EN UN LIQUIDO



Me siento satisfecho de mi mismo por haber insistido tanto a Tiziano con el tema de los billetes de avión. Nos pasamos dos días redactando y negociando el contrato con el montón de flecos que comporta comprometerte para una aventura de cinco años y pico. Uno de los múltiples flecos obviamente fue cuantos billetes de avión al año me pagarían y en que clase.

Tiziano, cumpliendo con su trabajo, tratando de abaratar a base de meterme en turista y yo contratacando con billetes de primera sabiendo que al precio que va el kilo de primera clase no me lo pagarían. Incluso establecimos la compañía aérea, Tiziano me ofertaba como favor Iberia desde Madrid y yo insistía en Air France. A mi me gustaba más Air France porque no me gusta nada como está organizado Barajas. El Charles De Gaulle me gusta más porque siendo un aeropuerto feo está bien organizado, además el vuelo de Barcelona normalmente atraca muy cerca de donde sale el de La Habana.

Air France llega a La Habana a media tarde e Iberia a las nueve y pico de la noche. Es una gran diferencia porque cualquiera que haya pasado por el proceso de ingresar a Cuba sabrá que para salir del aeropuerto con la documentación y las maletas pueden pasar dos horas. Además, a mi, como a cualquier técnico extranjero nos miran hasta los dobladillos de las camisas, y no es una exageración. Al tener un multivisado como lo llaman ellos, eres automáticamente sospechoso de traficar con vete a saber qué. Un día me quitaron hasta La Vanguardia. Prensa imperialista supongo.

También hace la diferencia que visto que mi padre es catalán y mi madre francesa prefiero poder hablar francés hasta que salgo del avión en Cuba, y porque no decirlo, me gustan más las azafatas. Terminamos pactando business.

Ahora estoy sentado en una cómoda butaca, con un silencio estupendo, sin niños, con comida que se parece mucho a la de verdad, con champagne de verdad y unas condiciones físicas envidiables comparado con los que van en gallinero.

Intuyo un cierto alabeo a la derecha a pequeños golpes de timón y por el tiempo que llevamos desde París deduzco que ya sobrevolamos Florida. Pongo mi tv privada y veo que sobrevolamos Boca Ratón, en Palm Beach, Florida. En nada empezaremos a perder altura. En otros viajes cuando llegamos aquí, dependiendo de la generosidad de las azafatas con el champagne, estoy meditando que se parece bastante a dormir una semi mona. Esta vez me he contenido porque tengo razones para estar algo intranquilo.

Aterrizaje sin más historia, y a la terminal uno, la única que hay pero si le ponen un número queda mejor. Hay perritos como siempre oliéndote por si llevas drogas y luego las cajoneras con la policía militar que ya conoce a los habituales. Hay una para los diplomáticos, otra para la tripulación, otras para los turistas, unas cuantas, otra para los “varios”, ese soy yo, y una o dos para los cubanos que en general son bastante humillados. En este tránsito vale más no hacerse el gracioso bajo pena de que te retiren el visado y te pases las siguientes once horas volviendo a París. Lo he visto alguna vez, hay policías militares mujeres que son jóvenes y guapas. Ni se te ocurra alguna gracia o invitarlas a cenar. No todo el monte es orégano.

Una vez terminado el tema papeles y recuperadas las maletas, es el único país que conozco que escanean maleta por maleta al entrar y al salir, me dirijo por fin a la puerta que lleva a la libertad vigilada no sin antes pasar entre los de aduanas que van parando a gente de manera supuestamente aleatoria. Los cubanos tienen supuestamente mala suerte y los paran y revisan mucho. Supuestamente. Esos son los que me quitaron La Vanguardia.

Y ahí está, al otro lado del cristal sacándole una cabeza a la mayoría. Realmente es la leche, veintitrés años, parece que fue una buena añada, blanca trigueña, mezcla de rubio y pelirrojo, ojos verdes, un tipazo brutal, quizás el primer piso un poco escaso pero suficiente de sobras y un culo como seguramente no me he trabajado ninguno más en la vida y seguramente tampoco lo haré en el futuro. Y todo esto a lo largo de metro ochenta más bien más que menos. Con tacón tejano ya es más alta que yo.

Desde el otro lado del cristal me sonríe y yo disfruto del momento de ver a los turistas que han venido precisamente con la esperanza de pillar algo así pero el 99% se conformaran con mucho menos. Con las que patrullan en Malecón. El momento del pico húmedo causa estragos. Seguro que alguno se irá a la agencia de viajes de turno a la vuelta para quejarse de los extras.

Se llama Bárbara, bueno, en realidad se llama Fulgencia como su abuela, pero ha adoptado un nom de guerre porque le parece que para el trabajo es mejor. Y porque es el nombre de pila del archiodiado dictador anterior Batista.

Al igual que Johanna es de la cantera de La Maison y, evidentemente, se conocen. En La Habana las diferentes razas tienden a no relacionarse entre ellos, así que no son amigas a pesar que trabajen en el mismo sitio. Eso por un lado ayuda, la información entre ellas ha fluido con dificultad, pero por otro a Bárbara le cuesta entender como he podido tener un lío con una negra. Me da bastante igual.

A diferencia de Johanna la conocí en la piscina del Meliá Cohíba , esa del primer piso donde no pueden entrar los cubanos. Pero ella más allá de estar buena tiene una gran ventaja: es blanca. Eso es una gran ventaja en determinadas zonas del mundo. También que tiene bastante facilidad para tontear y si es necesario abrir sus intimidades para obtener sus fines. Obvio que eso tiene ventajas e inconvenientes para mi.

Nos ha venido a buscar Frank, el hijo pequeño de María Júlia tendrá unos treinta, de la señora que me alquila la casa. Nos saludamos como pandilleros latinos, metemos como podemos las maletas en su Fiat Punto de la María Castaña y para La Habana. Rodolfo nos espera y abre las luces lo justo para no gastar. He pillado a Frank un par de veces mirando a Bárbara en el coche, pero sabe que no es para él. Ella y las que son como ella en Cuba quiere cosas que Frank no le puede dar. Y yo no quiero. Por eso estoy intranquilo.

Idalmis nos ha dejado preparada un poco de cena que Rodo calienta mientras me doy una ducha y nos sirve en el comedor grande en una mesa de madera buena, maciza, que caben por lo menos diez o doce personas. Yo no la uso nunca, aún me sentiría más solo pero como está cerca de la cocina y Rodo está al mando…pues eso.
Ceno poco y mal, el cambio horario siempre me afecta bastante, sé que durante dos o tres noches dormiré poco y mal y con la comida igual. Cuidado que no me siente mal nada. En este momento no lo sé aún pero Bárbara ya tiene decidido de que dormiré poco.
Después de cenar salimos al jardín más que nada para airearnos que me hace falta. Bárbara se pone tontorrona y yo no estoy para eso. Me voy hasta en embarcadero y me siento encima con los pies colgando sobre el rio Almendrales, pienso que no es muy buena idea porque si alguna cosa hay en el golfo de Méjico son tiburones y es sabido que el tiburón toro se mueve bien en aguas salobres e incluso en agua dulce. Recojo las piernas en un gesto instintivo y cobarde pero una pierna es una pierna.

Bárbara se fuma un cigarro de un pequeño alijo que le he traído. Tabaco made in USA tienen difícil de conseguirlo. Yo estoy en aquel momento que sabiendo que no me voy a dormir por mucho que está haciendo la digestión tengo ganas de echarme en la cama, ayuda que las hormigas de no sé que especie pero que pegan unos bocados que parecen los dálmatas, ¿por cierto, donde están los perros?, hayan empezado a recordarme a bocados que la zona del embarcadero es su territorio. Espero que el próximo ciclón se lleve medio jardín y con él el hormiguero gigante que debe haber debajo.

.- ¿Qué?, ¿nos vamos a la cama? Estoy que me caigo.

Ella me mira cómo debe mirar la zorra a las gallinas.

.- ¡Venga va! ¡Pero no te duermas mientras me ducho yo eh!

Sé que no me dormiré mientras se ducha pero no será por falta de ganas.

Subimos a la planta de los dormitorios y veo que en mi armario principal hay ¡ocho! Conjuntos cada uno de un color, cada uno con su bolso y cada uno con sus zapatos. Los miro de cerca y son italianos. Italianos de Italia. Me da pistas. No conozco la marca pero se ve de buena calidad y a la moda de las mujeres europeas de este año. Se me ocurre que debe tener ocho bragas a juego con cada uno de los conjuntos también. Se me escapa media sonrisa pero es todo el movimiento fisiológico que soy capaz de producir en este momento.

Me tiro en la cama en bolas y oigo como cada noche cubana el Mil Ocho que se oye al otro lado de la desembocadura. Me gusta, se mezcla con el enorme ventilador de madera que cuelga del techo ( Apocalipsis Now) y es un mezcla tranquilizadora.

No puedo estar más equivocado. Me ataca de improviso, me besa, me chupa todo lo chupable, me masturba hasta conseguir resultados satisfactorios, para ella, me mete la lengua por todos los orificios…y claro, al final contrataco. Nos besamos salvajemente, le gusta el sexo duro, algunos le llamarían sado, follamos, tiene un culo estupendo, se corre, le doy una torta mientras se corre, grita y se corre otra vez, es un sin parar que no entiendo como aguanto sin morirme por ahí tirado.
Hay un momento que un receso se impone por puro agotamiento pero en cuanto nos recuperamos un poco vuelta a empezar, me araña, le cojo las manos la levanto no sé cómo de la cama y la empotro contra la pared, me la follo duro, violento, gritamos los dos, sus aullidos en cada orgasmo se oyen por encima de la música y el ventilador, chocamos los dos ruidosamente contra la pared – ¡más fuerte! – me grita. Literalmente la tengo levantada sin tocar el suelo solo con la pelvis y la polla perdida en sus interioridades, la abofeteo otra vez…parece que no se va a terminar nunca, y casi.

Dura toda la noche, todo el día siguiente, toda la noche siguiente solo bebiendo agua sin comer nada y durmiendo a ratos hasta que Idalmis llama desde el rellano que queda al otro lado de la puerta a ver si todo va bien o nos hemos muerto o que narices pasa.
Consigo contestar algo inteligible que incluye una petición de comida en la terraza si aún sigue ahí. Nos duchamos por separado a petición mía porque me tiemblan las piernas y no comer en casi dos días no ayuda. No puedo más, a los puntos pero me doy por vencido. Bajamos, un desayuno copioso que me entra estupendamente y creo que hasta noto como me vuelven las fuerzas a medida que entran las proteínas, por lo menos para que no me tiemblen las piernas. Pasamos el resto de la mañana tirados debajo de un árbol y tomando un baño en la piscina de vez en cuando.

Cada vez que la veo en bikini cuando entra o sale de la piscina no entiendo cómo me he ligado este bicho que tiene la mitad de años que yo. Ella se recupera mucho más deprisa y me hace notar que es hora de comer, a ver que quiero hacer.
Le propongo la pizzería del Cohíba porque está en Paseo y yo tendría que pasarme por 11 casi con Paseo que es donde hay una especie de bisneo (sic) entre una especie de técnicos extranjeros y una especie de gobierno cubano, una especie de cámara de comercio en una especie de torre con una especie de vigilantes y en el interior una especie de funcionarios. Solo quiero pedir hora para reanudar relaciones diplomáticas con el teniente coronel que es mi contacto de referencia.

Uno que tiene muchos hijos y que la vida está muy cara, y que te lo recuerda hasta que accedes a negociar una mordida en dólares. Necesitas su firma para sacar cualquier cosa de la zona franca del puerto. Tomo café con él cada quince días y luego mando un fax a Tiziano con el pedido de género y de mordida.
Pasamos por 11, ella me espera diez minutos en el coche y a comer muchos hidratos de carbono para recuperarse. Creo que la conocen más a ella que a mi. Saliendo del Cohíba quiere que compremos vaselina para lo que se usa la vaselina pero eso es Cuba. Solo se nos ocurre ir a la Farmacia Internacional que depende del Hospital Internacional Cira García, relativamente cerca de casa. A ella le da apuro porque dice que en Cuba cuando alguien compra vaselina es para coger por detrás. Que todo el mundo lo sabe. Y yo le digo;

.- Porque sois todos una pandilla de sodomitas.

.- ¿Qué?

.- Nada, déjalo.

Entro yo solo después que un imbécil me quiera hacer de guía turístico al cual cojo por el hombro y obligo a ponerse delante y detrás de mi coche para que vea la matricula con lo que desaparece.
Delante de unas señoras le pido a la señora que despacha vaselina esperando que me pregunte para que la quiero pero se limita a decirme que no le queda. Me aguanto y no le contesto lo que me apetecería sobre consumir el propio género.

Me reúno con Bárbara y como ya es media tarde me propone ir a La Habana Vieja y presentarme a sus padres. Así sin vaselina ni nada a mí me reprende un poco y para darme un poco de tiempo le propongo ir a 70 entre 3ª y 5ª que hay un super grande y comprar un par de las pastillas de mantequilla más grandes que encontremos. Hay que tener en cuenta que la base de la alimentación cubana es el arroz y los frijoles rojos/negros, tendrá sus propiedades nutricionales, no lo dudo, pero provoca unos restreñimientos importantes y, si además quieres entrar en vez de salir pues hay problemas. Flatulencias aparte.

Acercándonos a su casa me tiene que indicar porque son callecitas estrechas que no sé. Al final llegamos a una calle aún más estrecha, cochambrosa, con la mitad de los edificios que solo les queda el esqueleto, lo que en Cuba llaman una vieja con colorete, y la calle llena de negros. Ni un blanco. Yo sé que Bárbara es de Pinar del Rio, pinareños, así que son Guajiros. Gente de campo, vaya.

Dejo el coche ahí tirado convencido que es la última vez que lo veo, entramos por una puertecita y subimos por una escalera que es la mitad de ancha que cuando se construyó. Eso lo hizo la revolución en algún momento, compartimentaban casas y pisos para tener más casas y pisos rápidamente. Más pequeños, claro. Es el segundo piso y último, más arriba no hay nada.
Cuando entramos se oyen gritos de hombre que no obtienen respuesta. En un, ¿comedor?, hay una señora que se ve que si se hubiera cuidado estaría tan buena como su hija edad por edad, claro. Aún tiene algún viaje. Los gritos vienen del balcón que se aguanta en su sitio como muestra que los milagros existen y, en el balcón un hombre borracho como una cuba, con una camiseta imperio que les grita a los negros de la calle;

.- ¡Nosotros os dimos la libertad y os hicimos hombres!

Yo tengo la seguridad que nunca más veré mi Mitsubishi. Sé que no me lo podré llevar de la isla pero le había cogido cariño.

Hablamos un rato con la madre de Bárbara, farfullamos un rato con su padre y Bárbara decide que se quiere cambiar de ropa. Claro, en casa solo tiene ocho vestidos… Se va a la parte de la casa que tiene sus cosas y se empieza a quitar la ropa cuando veo que en los restos de la casa de delante, ya no tiene puertas ni techos ni ventanas hay media docena de negros pelándosela como monos mientras Bárbara se cambia.

Su padre se da cuenta y a farfullada pelada les detalla que haría si les alcanzara y por donde les metería sus propias pollas. A todo eso los negros se van corriendo a chorros ahora uno ahora otro y como es una calle de un solo carril, muy estrecha, juraría que algún viaje llega al balcón de nuestro lado. A la fachada seguro.
Bárbara alega que es mejor no hacerles caso y su padre le farfulla que cierre la ventana cuando se despelote.
Tras este espectáculo edificante encontramos milagrosamente el carrito en la puerta y nos vamos a casa, al Miramar turístico y relativamente civilizado.
Me tranquilizo. Los hidratos de carbono del mediodía han hecho su efecto pero la hora de cenar se acerca y quiero la comidita de Idalmis, nada de restaurantes. Que desde que he llegado no paramos.
Cena, a la cama, sexo civilizado y a dormir. Y duermo profundamente, pero sueño que me persiguen, hordas de guajiros me persiguen farfullando con sus trajes típicos.

A la mañana siguiente después de desayunar, hacer un poco el oso por casa a Bárbara se le ocurre que podríamos ir hasta el Tocororo a pedir mesa para la noche. A mi que la tortilla de patatas de Idalmis me sienta muy bien por la noche objeto algo pero ella se empeña.
No lo entiendo.
Bueno, solo son seis o siete cuadras al Tocororo y hace buen día, esto es no mucho calor. A las tres cuadras me hace entrar en una casa, yo no había reparado nunca en ella y eso que está a trescientos metros de mi casa. Es evidente que es un sitio oficial, hay una especie de sala de espera con los bancos paralelos, como en una iglesia, unos a otros y una señora de uniforme que va llamando por números que coges en la entrada. Bárbara habla sin parar como para no darme tiempo que lo haga yo hasta que la señora de uniforme dice nuestro número.

.- ¿Qué día?

.- ¿Qué día que?

.- ¿Ustedes vienen para casarse, no?

.- Si

.- No

.- Cuando se pongan de acuerdo vuelvan.

Y dice el siguiente número.

Salimos a la calle y Bárbara pone cara de mala leche.

.- ¿Por qué no quieres?

.- ¿Por qué me has hecho esta encerrona?

.- Mira Simón, cuando se muera Fidel yo no quiero estar aquí, si no te casas conmigo me casaré con otro que candidatos no me faltan.

Me doy media vuelta y vuelvo a casa a paso ligero. Meto sus ocho vestidos con toda la parafernalia en bolsas y le llamo un taxi. Se va hecha un basilisco y yo veo cómo se va respaldado por Idalmis y Rodolfo que cuando se cabrean son peores que los dálmata.

La vida sigue tranquila como casi siempre en La Habana tomando café con el negro de las mordidas, aburrimiento, intento de tocarle el culo a Idalmis y ella solo medio no dejándose, alguna fiesta en casa, alguna en casa de Idalmis con cabreo de Marino, su marido, visita a los padres de Rodolfo que están mayores, en fin, como siempre más o menos.

Al cabo de tres meses aproximadamente un día llama el teléfono a horas intempestivas y es Bárbara que está en Huelva, Reino de España, y me dice que se ha casado con alguien de ahí, que vive en España y que se va a arreglar para cenar.
Le doy el pésame para su marido por lo que le espera y después que me cuelgue violentamente me voy a bañar a la piscina. Un baño largo y reparador que limpia toda la porquería interior y exterior.

.- ¡Rodolfo! ¡Tráete una de diez años!

Y Rodolfo que viene feliz.

.- Idalmis! Dile a María, a sus hijos, yernos, a tu hijo, a tus hijastras que están muy buenas y a Marino que invito a cenar a cerveza y piscina.

.- ¡Pero si no tengo hecho nada! ¿Y Marino también?

.- ¿Me quieres?

.- ¡Descarao!

Pero suena cariñoso.

.- ¡Venga Rodolfo, vamos a comprar pizzas!
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Antiguo 02/06/2021, 21:25   #160
Simon
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¿ALGUIEN LEERÍA UNA NOVELA QUE TRATA DE UN BARRENDERO QUE VA DE SU CASA AL TRABAJO Y DEL TRABAJO A CASA?


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Eso no es frío es humedad que te parte los huesos, claro que también hace frío, pero es la humedad. Ya bastante chungo es pasarse el día barriendo delante del maldito camioncito que recoge las hojas secas de los árboles y la mierda en general, al ritmo que marca el capullo que va calentito conduciendo y escuchando música para que además le hayan destinado al barrio chino.

Lo único que tiene de bueno es que cuando terminan cruzando el chino y el gótico llega al barrio de la Rivera donde vive. Después de estar todo el día de pie barriendo la mierda que tiran los demás le duelen los pies además del alma.

Como va vestido con el uniforme de barrendero de un bonito color verde con mangas fosforito en general los manguis, las señoras que fuman, los chaperos, los de trapicheos varios etc etc… lo dejan tranquilo mientras hace la travesía. Ya por deformación profesional de vez en cuando ve algo en el suelo, lo recoge y lo guarda hasta la siguiente papelera donde lo tira con cuidado de no pincharse con alguna aguja que un desaprensivo puede haber tirado después de chutarse vete a saber que porquería.

En piloto automático va a recoger una bola de algo mugriento pero la bola pega un salto y sale corriendo. Identifica sin ningún género de duda a un ratoncito que huye más rápido de lo que se podría suponer por su tamaño pequeñito. Intenta un par de viajes con las botas a ver si le da pero el maldito es ágil y esquiva a saltos consiguiendo desaparecer detrás de unas cajas de esas de cartón deformado que vaya usted a saber cuánto tiempo llevan ahí.

Las aparta de un manotazo y ahí está. El ratón con una muela bajo la patita delantera. Y le habla.

.- ¡No me mates, soy el ratoncito Pérez!

.- ¡Joder! ¿Hablas?

.- ¡Vamos a ver, los humanos tan perspicaces! ¡O hablo o estás hablando solo con un ratón! ¡Elige!

.- No, no, si ya…era una pregunta retórica.

Le gustaba mostrar que era capaz de hilvanar frases más o menos cultas porque de joven había ido a la universidad y había sido abogado hasta que lo echaron por presentarse borracho en un juicio por homicidio y sacar de la magnífica maleta de aviador una botella de Chinchón y dejarla encima la mesa de la acusación.

.- ¿Y que hace el ratoncito Pérez en pleno barrio chino con una muela bajo el brazo?

.- ¿De verdad lo quieres saber? Si te tomas la pastilla azul…

.- Vete a la mierda que esto es de Matrix y la he visto.

.- Bueno si, perdona, pero es que me ha parecido que quedaba muy teatral y molaba.

.- Pues no mola.

.- Está bien. Sígueme.

Y dándose la vuelta aparta un trozo roñoso de La Vanguardia que corre por ahí descubriendo una entrada como de un palmo de altura. Una puertecita.

.- ¿Pero cómo te voy a seguir ahí? Está claro que no cabré de ninguna manera hombre, bueno ratón. Es que como hablas…

.- Pesao que es el tio…

Y abriendo la puertecita le da la patita con una fuerza que le coge desprevenido tirando de él a una entrada obviamente insuficiente pero a medida que se acerca el metro que le debe separar de la pared todo se hace muy grande o él se hace pequeño, pero es que además el ratoncito Pérez rápidamente sufre una metamorfosis que lo convierte en el Latoncito Pélez. Tiene ante sí un señor chino diminuto guiándolo por estrechos túneles y pasadizos que de vez en cuando tienen una puertecita a izquierda o derecha.

.- Oye tío, seas quien seas, llevo todo el día de pie barriendo las calles, me duelen los pies y llevamos una hora andando. ¿Y esas puertas?

.- Si te tomas la pastilla azul…

.- Tío…

.- Es verdad, perdón, la costumbre. Abre una si quieres, pero no hables.

Dicho y hecho, abre una puertecita y ve una porno escena en la cual una mujer china que conoce está siendo sodomizada por un cliente que rezuma sudor y mugidos, toda la escena a media luz destila una apariencia poco higiénica, que hace poca ilusión, vaya.
Cierra la puerta sin hacer ruido y así, al azar, prueba con otra.

Dos mujeres chinas se besan con poca energía y poca lengua a la vez que se manosean los bajos y los altos mientras con alguna mano libre acarician el barrigón de un individuo que tirado tan largo y ancho como es, mucho, encima la cama y justo debajo de ellas se pajea buscándosela porque hace años que la barriga le impide vérsela. Es una paja braille. Que babee como un camello en celo no hace la escena más atractiva.
Cierra la puerta, se le va la mano y hace ruido, oye como paran un momento y una de las chicas dice – selá una lata - , y el piensa que es un latón.

.- Bueno, a ver, ya es suficiente, sospecho que me puedes estar enseñando cosas cada vez más depravadas toda la noche. Además, alguna de estas chicas la conozco.

.- Ya lo sé. – dice el chino diminuto – Te he visto alguna vez.

.- Está bien, ejem… cambiemos de tema. Haz al favor de decirme que hace el ratoncito Pérez versión china en el distrito primero de Barcelona. ¿No tendrías que estar en China para cuando se les caen los dientes de leche a los niños chinos?

.- Si de verdad quieres saberlo…

.-Si empiezas con la pastilla azul te hincho un ojo. Ojo.

.- ¡Que no! Que primero tengo que pedir permiso.

.- ¿Permiso? ¿A quién?

.- A ver… no soy yo solo, somos una organización y tenemos una jefa. Ven.

Y sin decir más se mete por pasillos largos y oscuros que parece que cada vez bajen un poco más. Al rato una luz que empieza tenue y que se vuelve cada vez más brillante termina por guiarlos hasta una gran sala con todas las paredes llenas de estanterías que a su vez están llenas de muelas clasificadas y etiquetadas.
En el centro de la gran sala hay una especie de trono con todo de ratoncitos y ratoncitas, a partes exactamente iguales para respetar la paridad de género, bailan frenéticamente alrededor de la rata más grande que ha visto en su vida, y eso que trabaja para el ayuntamiento. Todo muy étnico.

.- ¡Oh Glan Lata! Traigo la muela encargada y a este humano venido de la superficie que me ha perdonado la vida cuando podía terminar conmigo de un escobazo.

Y la Glan Lata habla muy pomposa:

.- ¡Humano! Tendrás que escoger, o juras por todo el montón de mierda en que se ha convertido tu mundo que nunca revelarás nuestro secreto o deberás permanecer con nosotros. Te alimentaremos, te engordaremos y haremos chop suey contigo y te comeremos.

.- Puestos a escoger, juro y si no soy fiel al juramento que se me caigan las plumas como a un faisan.

.- ¡Está bien! ¡Pélez! Llévalo a la superficie y de camino le cuentas lo necesario.

Se despiden de la Glan Lata y empiezan el largo retorno a la superficie.

.- Pérez le dice – no te preocupes que saldremos en tu casa –

.- ¿En mi casa hay ratones? – pregunta horrorizado –

.- Bueno…la Encarna es un enemigo feroz. Tu mujer da los escobazos con más mala leche que tú. Yo iría con cuidado. Y se lie.

.- A ver, esto que me tenías que contar…

.- En fin, ¿has oído hablar de las mafias chinas?

.- Si claro, pero no los he visto nunca.

.- Pues acabas de verlos, en occidente habéis visto demasiadas películas, que si chinos malos con bigotes imposibles, que si tatuajes para controlar a las chicas, bla, bla bla…
Lo que hacemos es quitarles una muela y en el hueco que deja poner un transmisor para saber que hacen y donde están. Podemos escuchar lo que dicen y lo que escuchan. Es muy efectivo. La mayoría ni se dan cuenta de que lo llevan, las drogamos y hacemos la pequeña operación durante la noche. Las muelas están rigurosamente guardadas con el nombre y el historial de cada chica. La guardiana del “gran tesoro” es la Glan Lata, nuestra jefa, nuestra guía y la Capo di tutti capi.

.- Alucino… pero vosotros no entiendo que sacáis de ello… mucho trabajo para nada, ¿no?

.- Ahí es donde los occidentales os equivocáis, sí que sacamos algo, sacamos mucho, estamos socavando lo que queda de la porquería de vuestra civilización. Os estamos embruteciendo aún más de lo que conseguíais vosotros solos. Cada vez sois más incapaces, vuestras mujeres os desprecian y lo que es peor, os despreciáis vosotros mismos. En un par de generaciones seréis historia pero de la que no se enseña en los colegios.

Bueno, ya llegamos a la calle y será mejor que salgas porque el aire fresco hará que recobres tu tamaño normal rápidamente. Yo ya me estoy convirtiendo en latón otra vez y pronto en bola de pelo.

.- ¡Pero oye! ¿que…?

.- Le he soltado un escobazo que no ha quedado ni el recuerdo. Mientras subíamos he decidido cargarme al mafioso del latoncito Pélez y pedir una excedencia al ayuntamiento además de una subvención para crear una fundación para extirpar y liberar a todas las prostitutas chinas del radiotransmisor que llevan implantado en lugar de una muela.

También pediré una partida para mataratas.
Si ves alguna serie con risas enlatadas, lo más probable es que estés escuchando a gente muerta reír, pues las grabaciones realmente son viejas.
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