Buenas


La última hoy (mejor la penúltima). Hoy baile de cifras.Ya no saben cuantos curados,
infectados, muertos tenemos en España. Desconcierto total.

Petrov

De acuerdo con casi todo tu post, pero quiero destacar este punto y yo diría que sería muy fácil a nivel estadístico:

Total muertos de todo(aunque no lo sabe ni el registro ni las funerarias) menos el promedio de muertos a estas fechas de los tres últimos años = muertos de manera extraordinaria, seguramente covid19.

Saludos

De acuerdo con casi todo tu post, pero quiero destacar este punto y yo diría que sería muy fácil a nivel estadístico:

Total muertos de todo(aunque no lo sabe ni el registro ni las funerarias) menos el promedio de muertos a estas fechas de los tres últimos años = muertos de manera extraordinaria, seguramente covid19.

Saludos

Por fin es Viernes!!!!!!

Yupiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, fin de semana...

Pues a mi el sombrero me mola, no llevo porque me da estupidamente corte pero lo encuentro elegante.
Hay que saber llevarlo, también es verdad.

Eyyyyyy, donde habíamos quedado para tomar esas birras?

Romita, día 34 de confinamiento

Ayer lo más destacado que me pasó en este puto encierro es que empecé a ser consciente de algunas cosas. Cuando todo esto empezó hasta me agobié con las dichosas vídeollamadas, los mensajes de Whatsapp y las muestras de cariño.

Ahora, después de más de un mes, ya solo va quedándome la gente que de verdad me importa. Y voy descubriendo que hay personas con las que me veo muy a menudo y con las que comparto mucho tiempo que, en el fondo, me importan una mierda. Sí, es todo cosa mía, no achaco nada a nadie. Siempre he sido bastante asocial, y ahora se me está acrecentando la tendencia. Aprecio esta soledad y no me apetece hacer el paripé videoconferenciante con esas personas. Solo quiero seguir en contacto con muy pocas. Soy un egoísta para estas cosas, lo sé. Y cuido muy poco a la gente que tengo cerca y que me aprecia. Sospecho que, si llego a anciano, voy a estar más solo que la una...

Otra cosa que me pasa últimamente es que mi mente desvaría. Me quedo como en estado catatónico, con la mirada vacía y perdida en el horizonte (un horizonte que tengo a metro y medio de distancia, que no olvido que estoy encerrado), y la cabeza va a su puta bola. Y en ella, el estado de alarma ya se ha acabado y yo me reincorporo a mi vida habitual. Pero con algunos matices. Os pongo un ejemplo, pero por partes. Que ya sabéis que me enrollo y es muy largo...

De vuelta en el trabajo. Con guantes y máscara, sentado ante el ordenador, me parece estar viviendo en un mundo irreal. En una película, en una serie de HBO. Nos hacen trabajar por turnos, en días alternos, y de las cuatro personas del departamento, hoy solo estamos dos, para mantener las distancias de seguridad. Joder, qué mierda de neurosis.

Tengo a la compi a dos mesas de distancia, pero estamos enfrentados. Vamos, que le veo la cara. Me mira y la miro. Pero no sé si bajo la máscara sonríe, está seria o a punto de romper a llorar. Es todo muy raro. No hemos podido casi ni saludarnos al vernos al entrar. Un hola desde lejos, así, con la mano. Ostias, con lo bien que me llevo con ella. Con la de veces que le he dicho en los mensajes que nos hemos estado enviando que en cuanto la viera le iba a dar un achuchón.



Lo ha pasado mal durante este confinamiento que finalmente se ha alargado cinco meses. No estaba muy bien con su marido cuando todo estalló, y al principio de todo le escribí para preguntarle cómo lo llevaba. Siempre hemos tenido confi. No sé qué me pasa, pero muchas mujeres me dicen que hablar conmigo es muy fácil. Que parezco una tía, por la forma de escuchar, por mi forma de pensar… En cualquier caso, a menudo hay tías que se abren a mí y me cuentan sus cosas más íntimas. No sé si es que tengo un lado femenino muy desarrollado o qué es lo que pasa. Pero me pasa.

En cualquier caso, aquí estamos. Ni le he oído la voz. De hecho, la situación es tan rara que hemos empezado a comunicarnos por el Outlook de la empresa. Estando a tres metros de distancia. Que si te parece normal. Que qué mal rollo. Que nunca hubiera imaginado algo así. Que si no te reconozco, con la máscara, los guantes…

Al final hemos empezado a hacer cachondeo. Trabajo, poco, ya te digo. Es el primer día, tampoco nos va a controlar nadie. Como los dos somos muy de la broma, la he empezado a picar. Que si yo no me creo nada. Que esto es un invento de los gobiernos. Que había que hacer una purga de gente para aligerar el planeta y se les ocurrió lo del puto virus. Que yo creo que nosotros, la gente de nuestra edad sin afecciones respiratorias, ya lo debemos haber pasado tod@s. Que tenemos anticuerpos.

Y ella me sigue el rollo. Pues yo pienso como tú. Y yo he estado confinada con mi marido, que iba a trabajar. Y estábamos enfadados, sí, pero en momentos de apretón… Pues algún polvo ha caído. (Qué burra eres, le digo yo, pero es que sí, tenemos esa confianza, siempre hablamos así). Y que digo yo que él se ha tenido que contagiar sí o sí, todo el día por ahí… O sea que yo ya estoy curá…

Y sigo yo. Que no te creo. Con lo hipocondríaca que eres. Que estás todo el puto día automedicándote. No tienes huevos de venir a mi mesa y darme un abrazo.

Y va la tía, se levanta, se viene a mi mesa, me hace levantarme, me da un abrazo, y se vuelve a su mesa. Jaja, le escribo otra vez. Muy valiente… Pero no tienes huevos de hacer lo mismo sin máscara y sin guantes.



Y va la tía, se levanta, se quita la máscara, se quita los guantes, se viene a mi mesa, me hace levantarme, me da un abrazo, y se vuelve a su mesa. Vaya, vaya, escribo de nuevo. Increíble. Me sorprendes… Pero has apartado la cara, vaya si lo he notado… No tienes huevos de hacer lo mismo y además darme un par de besos.

Y sí. Y va la tía y lo hace. Y a esas alturas ya me he puesto yo verraco perdido. Dándole vueltas a todo en la cabeza, claro está. Que me conozco. Ella que no está bien con el marido. Yo que no sé qué tipo de relación tengo con mi mujer, que si la quiero que si no. Pero que me voy de masajes siempre que puedo. Y que joder, llevo cinco meses encerrado con ella y mis dos hijos. Es la primera persona ajena a la familia que tengo a tiro en un montón de tiempo. Y qué persona…

Porque, no es por nada, pero mi compi está para mojar pan. Tiene diez años menos que yo. Es alta como una mala cosa. Y contundente, no es una sílfide, no voy a engañar a nadie. Ancha de espaldas (esta tía tuvo que hacer natación), con la cintura muy estrecha y unas piernas estupendas. Tiene unas tetas grandes. Muy grandes, de hecho. Y sí, algo caídas. Joder, que son cuarenta años y los hijos. Pero al estar tan llenas, las imagino fantásticas, que queréis que os diga. También tiene un poco de tripa, pero es que la luce con mucha gracia. Porque viste como si tuviera veintipico, pero al estilo de esas jovenzuelas desenfadadas… A veces va hasta con coletas, con esa melena de pelo recio y caoba. Y me encanta su cara, con ojos pequeños y muy oscuros, pero siempre sonriente. Resumiendo, que no está nada mal, y que alguna que otra gayola ha caído haciéndome yo mis fantasías…

Total, que estoy atontado ante el teclado, preguntándome si elevo más el listón. ¿Me lanzo? Va, venga, from lost to the river… ¿Qué puedo perder? Nada. Igual me gano una ostia, eso sí. Pero ya me da todo lo mismo. Y me da que ella lleva calentón y ganas acumulados. Como todo hijo de vecino. Mensajito va… Oye, ¿te imaginas que nos pasamos el confinamiento por el forro de los cojones? No hay huevos de encerrarte conmigo en el lavabo. Y de darnos un pico… Hey, no te enfades, que es broma, jaja!! Si cuela, cuela, pienso…

Tú eres muy bocas, me parece, me contesta. Muy echadito p’adelante con el tecladito de por medio, pero luego te cortas que no veas. Y te pones colorao como un tomate. Va, calla, calla y ponte a trabajar…

Y envía el mensaje y al mismo tiempo me parece como si me guiñara un ojo… Pues allá que voy… Te vas a enterar, le digo. Mira, mira cómo me levanto. Y sí, me voy para el lavabo. No tienes huevos de entrar detrás de mí. En el de tíos, que hoy soy el único hombre en la oficina y no nos va a molestar nadie. Envío, me levanto súper digno, aunque no se va a dar cuenta, porque con la puta máscara no hay quién sepa qué cara estás poniendo, y me voy para el lavabo.

Entro, me quito los guantes y me lavo las manos con frenesí, en la pica. Me quito la máscara y me miro al espejo, nervioso. Joder, qué pálido estoy. Y demacrado. No va a entrar. Lo sé, no va a entrar, y cuando vuelva me va a mirar con una cara de “¿qué te pensabas? Que estoy casada, joer, y tú también”. Qué vergüenza, madre mía, ¡qué vergüenza!

Pero entra. Vaya si entra. Y ni me mira. Se lava las manos, se quita la máscara, se echa alcohol de ese que ahora ponen en todas partes, me mira fijamente, me coge la cara con sus manos y me planta un beso en todos los morros que me deja bizco. Y no conforme con eso, se separa, me mira, se parte al culo al ver mi cara de lelo, y se abalanza de nuevo. Y separa mis labios con su lengua y me invade. Y se pega una sesión de buceo por mi boca que ni Jacques Costeau (referencia viejuna para quién la quiera).



Madre de dios santo, qué erección tengo. Tiene que estar notando la dureza de mi entrepierna en su barriga. Claro que yo también estoy notando la morbidez de sus tetas en mi pecho y no es que le haga ascos, precisamente. ¡Ains, por Satanás, cómo besa! Y eso que tiene unos labios finos… Pues cuando cubre con ellos a los míos tienen un tacto carnoso que quita el sentío. Y la lengua, madremía. Suave, húmeda, juguetona… Se ha paseado hasta por mis caries… Tengo los ojos en blanco y estoy tieso como un palo.

Ella, sin embargo, va lanzada. Me coge una mano y se la coloca en una teta. Directamente. Y luego coge la otra y me la pone en su culo. ¡Ostias, eso sí que está duro como una piedra! Lo sospechaba, pero tocarlo es… Y la teta, ya te digo. No la cubro, y mira que tengo la mano grande… Joder, me voy a correr sin sacarla del pantalón, como esto siga así…

Continuará. Mañana, si eso...

Fuerza. Ánimos. Abrazos. Besos. Ya no sé qué más desearos. Que acabe pronto este encierro, por favor!!

Romita, día 35 de confinamiento

Buenos días (creo que siempre se me olvida saludar, no sé por qué...). Ayer fue un día más. Si es que uno ya no sabe qué contar. Yo, personalmente, cada vez lo llevo mejor, me estoy haciendo a esto. Al final le pillaré el gustillo... En lo personal, estoy muy preocupado por dos personas que lo están pasando fatal. Y me siento un inútil, porque lo que más necesitan ahora mismo, no se lo puedo dar. Una cosa yo ya he aprendido con esta mierda de situación, y es a darle muchísima importancia a esos pequeños gestos cotidianos que nos pasan desapercibidos. A todos esos que sirven para transmitir cercanía, para dar a entender que alguien nos importa.

Y poco más puedo decir del día de ayer. Tan solo que, a pesar de estar dándole vueltas al problema de estas dos personas, algo que me pone triste, cuando me puse a escribir algo para mi relato, lo que salía por mis dedos al pulsar las teclas poco tenía que ver con mi estado de ánimo. Sí, ayer me salió la vena vulgar y chabacana. En el relato de mi anterior post, inacabado, nos habíamos quedado mi compi y yo en el lavabo, yo con una mano en su teta y la otra en el culo. Continúa tal que así...

(···) La suelto, la separo… Espera, espera, le digo respirando como un jabalí en guardia ante el cazador… Que espera ni que poca leche. No haberme calentao. Sí, es así de bestia, es lo que más me gusta de ella.

Y me toma de la mano y nos metemos en uno de los dos cubículos con váter. El que tiene ventana, con contraventana de madera que podemos cerrar, y con alféizar interno, para estar bien cómodos.

Y ahí sí que se desata la locura. ¡Ay que me va dar algo! Me levanta la camiseta, me la quita, la tira al suelo (joder, suerte que no ha meado nadie, porque ya la imaginaba encima del pixum), y no se le ocurre otra cosa que morderme un pezón. ¡Ay, grito! No me seas nena, me dice. Ostias, qué calentón lleva. No me deja ni reaccionar. Se quita la camisa, se arranca el sujetador y aquello se desboca y se desparrama. Son más grandes de lo que imaginaba. Y no están tan caídas como pensaba. A medio camino de la blandura y la dureza. Enormes. Blancas, muy blancas. Con unas aureolas muy circulares, muy oscuras y muy anchas. Y unos pezones pardos y rugosos con sendos imanes para mis ojos. Y para mis manos que, ahora sí, se lanzan…



Y me transformo en panadero y amaso que te amasaré. Y en bebé, que churrupa que churrupará. Joder, qué festín. Pantagruélico. Cojo ambas como buenamente puedo, sin abarcarlas del todo, las levanto, pierdo la cabeza entre ellas, muerdo por aquí, chupo por allá…. A base de lametones y salivazos le pongo los pezones como los pitones de un toro de lidia. Quiero que entre a matar y me los clave hasta el corazón, ¡por favor!

Pero ella está por otras cosas. Mientras yo meriendo teta, ella ha filtrado la mano por la cinturilla del pantalón y ya la tiene aferrada a mi polla. ¡Anda que ha tardado! Joder, estamos hambrientos los dos.

De dos manotazos, libera sus tetas, desabotona mi pantalón y me lo baja hasta los tobillos. El bóxer va de regalo en el descenso, es lo que tienen los pantalones estrechos, que tiras de ellos y arrasan con todo… Y me deja allí de pie, se sienta ella en la taza, calibra el tamaño y venga… Toa pá dentro. ¡Arcángel divino! ¡Cómo engulle! De una tacada no se ven ni los huevos. ¡Y qué ruido hace! De deglución, de churrupamiento intenso… Le han venido un par de arcadas de lo ansiosa que se ha puesto… ¡Ay, mi prima la gueña, esto es pa morirse! Vuelvo yo a tener los ojos en blanco, miro a los focos del techo, la cojo por las coletas y me pongo a empujar, como he visto que hacen en las pelis porno. Ahora sí que se va a levantar y me va a soltar una buena ostia, pienso. Pero nada de eso. Se la saca un momento, me mira con los ojos llorosos, el rímel corrido y una mueca extraña que parece la sonrisa del Joker. ¡Qué hambre tengo!, me suelta, y se la vuelve a meter entera. Y claro, chupa que chupa, cinco meses con un polvo a la semana como mucho, y de esos de cumplir, fantaseando que no veas… Pues me corro como si no hubiera un mañana. Directo en su garganta. Que creo que ni ha tenido que hacer el esfuerzo de tragarlo porque ha caído a peso por el esófago…



Y ella sigue, erre que erre… La tengo que parar yo, y sacarla, toda enrojecida…

Así me vas a dejar, que te lo crees tú. Eso dice ella ahora, después de carraspear y escupir una mezcla de babas y semen en la taza. Coge un poco de papel del rollo, se seca los ojos, se limpia el rímel y me suelta. Ahora te toca a ti amorrarte al pilón, esto no va a quedar así…

Y yo, fiel a mi fuerte carácter, asiento como un perrillo faldero. Se arranca los pantalones (porque lo que hace ella no es quitárselos, es arrancárselos), se baja las braguitas, se encarama al alféizar, con la espalda contra el murete, una pierna alzada sobre el pilón y la otra en el suelo, a medio estirar. Y me quedo yo ojiplático ante el espectáculo. El espectáculo de sus piernas enormes, larguísimas, blanquísimas, pecosas… Pero sobre todo, el espectáculo de su coño. Tocado como un arapahoe por una leve cresta de rizado vello castaño. Se me vuelve a empinar. Me coge de los brazos y me arrodilla delante de ella sin esfuerzo alguno. Parece que vaya a confesarme.

Avemaríapurísimasinpecadoconcebida, musito para mis adentros. Y me coge del pelo y me coloca la cara a un centímetro del vergel. Y aunque en estos cinco meses no veas la de vista que he perdido, que tengo que ir a la óptica en cuanto pueda a hacerme unas gafas de cerca, eso lo veo de fábula. Está chorreando como las cataratas de Iguazú. Si yo iba caliente, ella ni te cuento. No hacen falta prolegómenos ni preliminares. El clítoris está inflamado como el gaznate de un pelícano zampándose una merluza, y entre sus labios mana un riachuelo de flujo que podría hacer feliz a una planta embotelladora.

¿Qué te pasa nene, ahora te vas a poner a mirar el paisaje?, me suelta, y de un empellón me amorra con una violencia tal que mi nariz choca con su pubis y veo estrellitas.

Recupero rápidamente la compostura porque no quiero que me aseste otro manotazo. Tengo la punta de la nariz en el vértice de su coño y mis labios y los suyos unidos haciendo ventosa. Gruño, porque estoy tan pegado que no puedo articular palabra, con la esperanza que entienda que debe aflojar un poco la llave Nelson que me está haciendo, que no me deja ni sacar la lengua. Además, me estoy empezando a asfixiar…

Por suerte, se da por aludida, deja ir un poco la mano y, entonces sí, procedo a comerle el parrús como cuando era pequeño y devoraba un cacho de Comtessa directamente del plato, sin cucharilla. Le pego un lengüetazo de abajo a arriba para empezar, bien salivado, aparto un poco la cabeza, le separo los labios inflamados con ambos pulgares y, ya que estoy allí, dejo el de la derecha dibujando círculos concéntricos en su botón a la misma velocidad a la que le doy al almirez cuando hago el alioli. Suelta un gemido de peli porno de las guarras y acto seguido se muerde la muñeca porque se ha dado cuenta que esto es el servicio de la oficina y no una cabina de peep show. A ver si empieza a ahogar los gritos porque si no la vamos a liar…

Aprovechando el súbito silencio, y que entre sus labios veo el paso franco, me lanzo como Messi cuando ve hueco. Abro la boca como un cocodrilo y meto lengua todo lo que me da. Pongo el selector de velocidad de la bat-tongue en la posición de Max. e intento provocar en su interior un remolino de flujo como una tromba de mar. Algo estaré haciendo bien, porque sus caderas empiezan a bailar el Despacito y yo no oigo a Luis Fonsi por ningún lado. Al minuto el Despacito se ha convertido en el All the single ladies de la Beyoncé, porque el movimiento centrífugo de mi compi está a punto de desnucarme un par de veces.



De vez en cuando tengo que salir a coger aire como un cachalote, y a rebañarme la cara con la mano para despejar la entrada de la boca del velo de flujo y babas que mana sin parar del agujero, pero está tan desesperada que apenas si puedo insuflarme una breve bocanada antes de verme de nuevo navegando en aguas turbulentas.

Suerte que va tan salida como yo y al cabo de pocos minutos estalla conteniendo el alarido. Se deja la marca de la dentellada en la muñeca, levanta la cintura como si quisiera tocar el techo y empieza a temblar como un cervatillo ante el lobo. Al segundo, su culo cae rendido sobre el alféizar, se espatarra de piernas, el pecho le sube y baja a velocidad Match 3 y con la mano me atusa el pelo y me sujeta sobre su sexo, pidiéndome que se lo bese lentamente… ¡Ahora se me pone romántica!

Tengo yo una erección de esas tan intensas que duelen, pues durante toda la comida, con la mano izquierda, he ido dándole candela al manubrio como un mandril. Y pasa lo que tiene que pasar. Consigo zafarme de su mano, me levanto, me aparto y ella me ve a mí con aquello buscando guerra, y yo la veo a ella patiabierta y chorreosa…

Ostias compañero, no te hacía yo tan vendaval, me suelta con su gracejo habitual. Pues a esa hinchazón habrá que buscarle cura, que no quiero ser yo la responsable de que te vayas con pupita para casa… Dice esto arqueando una sola ceja y escupiendo restos de no quiero saber qué que han debido quedarle del primer arrebato…

Mira, continúa diciendo. Ahora esto, señalando a su fisura, está más lubricado que el motor de un Fórmula 1, o sea que no vas a tener problema para ahondar a placer. Pero a mí el mete-saka, así a secas, como que no acaba de ponerme… Yo necesito un poco de froti-froti…

Y ni corta ni perezosa, se coloca de rodillas sobre el alféizar, dándome la espalda, pone el culo en pompa con las piernas abiertas, dejando a la vista el túnel del Cadí que oculta entre sus nalgas, me hace así con el dedo para que me acerque y, cuando me tiene a tiro, me agarra de la cintura, me encasta hasta los huevos, me coge la mano, la pasa por delante de su vientre hasta ubicarla sobre su mata de vello púbico, y me susurra al oído que rasque y rasque, que con suerte me va tocar la bonoloto…



Y nos ponemos a hacer el trenecito como cuando éramos pequeños, pero en pelota picada. Y creo que voy a morir de gusto. Mi polla entra y sale con una fluidez como no había experimentado en la vida, tal es la cantidad de lubricante que está generando ella. Cada vez que noto su culo chocando contra mi bajo vientre me adentro un paso más en el paraíso. Con una mano le estoy friccionando el clítoris a tal velocidad que temo que empiecen a saltar chispas, y con la otra le he agarrado una coleta y estoy tirando hacia atrás. Tengo su cuello a tiro de dentellada y no me lo pienso. Lo muerdo, lo chupo y entre una cosa y la otra le digo guarradas. Y ella va haciendo “ay, ay, ay”, así, con la voz muy aguda pero por lo bajini, para que no nos oigan, después de cada acometida.



De repente, con una mano, me agarra el muslo, clava sus uñas y hace mucha fuerza, como pidiéndome que me pare. Junta las rodillas y hace presión con su vagina en mi polla, hasta el punto que, como estaba yo en movimiento de propulsión, consigue que suelte el manguerazo que venía yo reteniendo para hacerme el machote. Empezamos a temblar los dos, yo agarrado a sus caderas hasta dejarle marcadas las zarpas, y ella con la cabeza contra el cemento del alféizar, profiriendo en arameo y afectada de unos tembleques considerables. Aullamos en silencio, más con el gesto que con las gargantas, y salgo yo de su interior reventado de cansancio, como si hubiera corrido tres aironmanes de esos seguidos…

Me siento de golpe en el alféizar, a su lado, y ella hace lo propio, mirándose las rodillas que le han quedado raspadas. Coge un trozo de papel y se limpia la entrepierna, que está roja como un pimiento morrón. Yo tengo el glande escocido y también me limpio los restos de babas que cuelgan por el tronco y por los huevos.

Hecho esto, nos miramos. Parece como si recobráramos la conciencia de golpe, los dos a la vez. Somos compañeros de trabajo y, si bien siempre andamos de broma, jamás hubiéramos imaginado esta escena. Nos suben los colores, se nos enciende la cara. Y estallamos en risas…

Cuando nos calmamos, hacemos que no con la cabeza. Nos vestimos como avergonzados, sin decir palabra. Una vez ataviados de nuevo, nos decimos que oye, aquí no ha pasado nada. Un arrebato, una ida de olla después del confinamiento. Mejor lo olvidamos y ni hacemos mención de ello, ¿de acuerdo?

Volvemos a nuestras mesas y, durante el resto de la jornada, ni levantamos la vista del ordenador de la vergüenza que nos da.



Llega la hora de salir. Se levanta ella primero, pasa al lado de mi mesa y me dice: el miércoles ponte unos calzoncillos decentes, que esos que llevabas hoy, madre mía qué antiguos. Y creo percibir una sonrisa pícara bajo la máscara…

Que tengáis un buen día de confinamiento. Y a ver si alguna forera, aparte de Rosario, que es infalible, se pasa por aquí para dejarnos sus impresiones, que nos tienen abandonaditos, no?

Fuerza!!

así, en plan vista rápida.....








Buenas noches, venga que ese bichito no podrá con nosotr@s

18 d'abril. Dissabte. 2020.

Dormit bé. Llevat d'hora. De moment sol, però matisat. Sembla que vénen uns dies més aviat tapats, però com passa amb el comportament d'aquest virus, poca cosa es pot profetitzar. Hi ha qüestions que no entenc i em sembla que no les acaba d'entendre ningú.

Anem sumant i suposo que restant.