Curiosidades del confinamiento: me veo 2 pelis seguidas. Una de 1997 y otra de 1952. Al poco me pongo a leer sobre las pelis y descubro que una actriz de ambas es la misma. No la había reconocido.

Qué pelis son? Ambas son famosas.

Correcto, es Debbie Reynolds.

Antes que nada, me alegra muy mucho el retorno de Ptha. Y por partida doble, con dos interesantísimas intervenciones... Vaya, vaya con el repartidor enmascarado... Ya tenemos nuevo superhéroe.

Y es que esta situación nos hace vivir en la paranoia, a veces. Y es lógico que nos preocupemos por los silencios, por las ausencias... A mí me tiene mosqueado el silencio, por ejemplo, de The Watcher. Espero que esté bien...

Y, ahora sí...

Romita, día 11 de confinamiento

Jamás pensé que trabajar a hurtadillas desde casa me resultaría tan agradable. Pero así fue ayer. Después de pasar por aquí, me pegué buena parte de la mañana colaborando en un proyecto con muy buena pinta. Se trata de una iniciativa para ofrecer entretenimiento a la gente en sus casas en estos tiempos de encierro, y hasta ahí puedo leer.

¿El resto del día? Más de lo mismo. Por la noche, para cenar, me dio por hacer creppes, con la consiguiente algarabía de mis hijos, que las devoran como si fueran pipas.

Y justo cuando pensaba que el día ya estaba echado, que por fin se acababa otra jornada de confinamiento, mientras miraba un capítulo más de The Good Doctor en la tele... el puto bajón.

¿No os pasa? Yo estoy tan tranquilo y, de repente, me aíslo completamente de lo que hay en derredor. Y empiezo a respirar por la boca. Y se me coloca un peso en el pecho. Y siento que el confinamiento es doble: estoy atrapado en mi casa, y estoy atrapado dentro de mi mente. Supongo que esto debe ser más habitual entre los que llevamos una doble vida (Ruth, sabes de qué hablo, ¿no?). Cuando vivíamos en libertad (parece que haga una eternidad...), cada día teníamos la posibilidad de dar rienda suelta a ese doblez de nuestra persona. Ahora, confinado en casa, de cara a la galería solo puede mostrarse una de nuestras vidas. Pero la otra está ahí, agazapada, esperando el momento para irrumpir... Pero ese momento no llega.

Y como tienes que retenerla contra su voluntad, se te instala en el pecho. O en el estómago. Y es un tumor que no puedes extirpar...

Pues así me sentí yo anoche... Suerte que la mente es como el agua. Siempre encuentra una vía de escape. En este caso, la vía tenía nombre: el de mi musa masajística. Espero que no te moleste que hable aquí de ti, musa.

Pero es que mi musa siempre tuvo una facilidad innata para aliviar las cicatrices de mi subconsciente. Y anoche, sentado en un sofá, flanqueado por mi familia, mientras un médico autista de rostro adolescente encontraba una solución inaudita a un dilema médico aparentemente irresoluble, la mente de Romita viajó, de nuevo, al tatami de su adorada... musa. Y el nudo de sus entrañas empezó a deshacerse de inmediato, en cuanto llegaron a sus oídos los primeros acordes de su voz de cantante italiana...

Y recordé su manera de recibirme. Sus tejanos, sus botas, sus camisetas escotadas... Recordé su facilidad para tocar en cada momento la terminación nerviosa adecuada. Recordé su silueta semidesnuda, su increíble cuerpo con sujetador y braguitas. Recordé el sonido del roce del sujetador cuando se lo quitaba, sentada a horcajadas sobre mi trasero, para acto seguido pasear sus senos por toda mi espalda. Recordé la fascinante sensación de su peso denso. Recordé el cosquilleo de su melena sobre mi cuello. Y el consiguiente escalofrío...

Recordé las dos frases que ella, parca en palabras, más veces pronunció conmigo. "¿Estás bien, Romita?" "Date la vuelta". Recordé el vuelco que me daba el corazón cada vez que me giraba. Cada vez que me permitía contemplarla antes de proseguir con la sesión. La brevedad de sus hombros. La caída de sus pechos. La tensión de su cuello. Las arrugas a ambos de lados de sus labios, cuando dibujaba esa sonrisa pícara que quedaba medio oculta por unos mechones pelirrojos... El imán de su ombligo... El minúsculo rastro de vello púbico que adornaba el promontorio que antecedía a su exquisito sexo...

Recordé la paz que me inundaba en ese momento. La felicidad absoluta y perfecta que me invadía. Con mi musa, el final de la cita era erótico sin pretenderlo. Sus movimientos, sus acciones, sus contoneos... no podían estar más alejados de la lascivia o del imaginario pornográfico... Eran naturales, espontáneos, casi diría que rutinarios... Y sin embargo me enardecían de una manera indescriptible... Miriam me ofrecía una clase maestra en cada cita de erotismo sin erotismo, de sexo sin sexo.

Recordé mi cara de pazguato. Mi mirada admirada hacia su anatomía perfecta. Mi mueca absurda ante los tejemanejes de sus manos sobre mi sexo. Mi actitud de adolescente enamorado frente a su sonrisa madura y condescendiente. Recordé, por último, mis orgasmos a su lado. Siempre intensos. Siempre prolongados. Siempre exquisitos. Siempre deseados. Siempre vívidos y grabados a fuego en mi recuerdo.

Y recordé, de nuevo, su manera de rematar la sesión. "¿Estás bien, Romita?" Y yo diluyéndome como un azucarillo entre las notas cantarinas de su voz. Entre las manos adoradas de la mujer por antonomasia. Frente a la silueta, no hay duda, de una criatura maravillosa.

https://www.youtube.com/watch?v=cTCwbVHIeIM

Aguantemos, que ya queda menos. Disfrutad del doceavo día de encierro...

Entonces las películas están claras

Dia... No se que dia es..

Me despierto tarde, con el sonido de la guitarra eléctrica de mi vecino, uno que se cree Ashton Kutcher pero venido a menos..

Videollamada cin DianaNova para comentar lo que sale en la tele, y de paso aconsejarle que deje de masturbarse en la ducha haciendo posturas imposibles, porque como se rompa la crisma, no hay ambulancias disponibles( Esto me habdado ella permiso para que os lo cuente )

Chateo con foreros por el mobil de trabajo.. Estos dias estoy conociendo una gente majísima

Comida y siestaza..

En breve cena y a dormir, que mañana tengo a la terremoto ya en casa unos dias y hay que estar con fuerzas

Hola a tod@s....

Siguiendo la rutina de estos días de confinamiento...primero de todo salud a todos y "Seny".

Por otro lado como no estoy solo y para que veáis lo bien que lo paso....no puedo ni pelarmela....

Estoy controlado en todo momento y aquí siguen el pie de la letra el metro de seguridad....osea que arrimar la cebolleta ni locos....tampoco nada nuevo en el frente...de ahí mis visitas muy esporádicas a Miriam.....
Voy a por master de monje Shaolin en castidad pero sin el Kung fu...

Salud

Antes que nada, me alegra muy mucho el retorno de Ptha. Y por partida doble, con dos interesantísimas intervenciones... Vaya, vaya con el repartidor enmascarado... Ya tenemos nuevo superhéroe.

Y es que esta situación nos hace vivir en la paranoia, a veces. Y es lógico que nos preocupemos por los silencios, por las ausencias... A mí me tiene mosqueado el silencio, por ejemplo, de The Watcher. Espero que esté bien...

Y, ahora sí...

Romita, día 11 de confinamiento

Jamás pensé que trabajar a hurtadillas desde casa me resultaría tan agradable. Pero así fue ayer. Después de pasar por aquí, me pegué buena parte de la mañana colaborando en un proyecto con muy buena pinta. Se trata de una iniciativa para ofrecer entretenimiento a la gente en sus casas en estos tiempos de encierro, y hasta ahí puedo leer.

¿El resto del día? Más de lo mismo. Por la noche, para cenar, me dio por hacer creppes, con la consiguiente algarabía de mis hijos, que las devoran como si fueran pipas.

Y justo cuando pensaba que el día ya estaba echado, que por fin se acababa otra jornada de confinamiento, mientras miraba un capítulo más de The Good Doctor en la tele... el puto bajón.

¿No os pasa? Yo estoy tan tranquilo y, de repente, me aíslo completamente de lo que hay en derredor. Y empiezo a respirar por la boca. Y se me coloca un peso en el pecho. Y siento que el confinamiento es doble: estoy atrapado en mi casa, y estoy atrapado dentro de mi mente. Supongo que esto debe ser más habitual entre los que llevamos una doble vida (Ruth, sabes de qué hablo, ¿no?). Cuando vivíamos en libertad (parece que haga una eternidad...), cada día teníamos la posibilidad de dar rienda suelta a ese doblez de nuestra persona. Ahora, confinado en casa, de cara a la galería solo puede mostrarse una de nuestras vidas. Pero la otra está ahí, agazapada, esperando el momento para irrumpir... Pero ese momento no llega.

Y como tienes que retenerla contra su voluntad, se te instala en el pecho. O en el estómago. Y es un tumor que no puedes extirpar...

Pues así me sentí yo anoche... Suerte que la mente es como el agua. Siempre encuentra una vía de escape. En este caso, la vía tenía nombre: el de mi musa masajística. Espero que no te moleste que hable aquí de ti, musa.

Pero es que mi musa siempre tuvo una facilidad innata para aliviar las cicatrices de mi subconsciente. Y anoche, sentado en un sofá, flanqueado por mi familia, mientras un médico autista de rostro adolescente encontraba una solución inaudita a un dilema médico aparentemente irresoluble, la mente de Romita viajó, de nuevo, al tatami de su adorada... musa. Y el nudo de sus entrañas empezó a deshacerse de inmediato, en cuanto llegaron a sus oídos los primeros acordes de su voz de cantante italiana...

Y recordé su manera de recibirme. Sus tejanos, sus botas, sus camisetas escotadas... Recordé su facilidad para tocar en cada momento la terminación nerviosa adecuada. Recordé su silueta semidesnuda, su increíble cuerpo con sujetador y braguitas. Recordé el sonido del roce del sujetador cuando se lo quitaba, sentada a horcajadas sobre mi trasero, para acto seguido pasear sus senos por toda mi espalda. Recordé la fascinante sensación de su peso denso. Recordé el cosquilleo de su melena sobre mi cuello. Y el consiguiente escalofrío...

Recordé las dos frases que ella, parca en palabras, más veces pronunció conmigo. "¿Estás bien, Romita?" "Date la vuelta". Recordé el vuelco que me daba el corazón cada vez que me giraba. Cada vez que me permitía contemplarla antes de proseguir con la sesión. La brevedad de sus hombros. La caída de sus pechos. La tensión de su cuello. Las arrugas a ambos de lados de sus labios, cuando dibujaba esa sonrisa pícara que quedaba medio oculta por unos mechones pelirrojos... El imán de su ombligo... El minúsculo rastro de vello púbico que adornaba el promontorio que antecedía a su exquisito sexo...

Recordé la paz que me inundaba en ese momento. La felicidad absoluta y perfecta que me invadía. Con mi musa, el final de la cita era erótico sin pretenderlo. Sus movimientos, sus acciones, sus contoneos... no podían estar más alejados de la lascivia o del imaginario pornográfico... Eran naturales, espontáneos, casi diría que rutinarios... Y sin embargo me enardecían de una manera indescriptible... Mi musa me ofrecía una clase maestra en cada cita de erotismo sin erotismo, de sexo sin sexo.

Recordé mi cara de pazguato. Mi mirada admirada hacia su anatomía perfecta. Mi mueca absurda ante los tejemanejes de sus manos sobre mi sexo. Mi actitud de adolescente enamorado frente a su sonrisa madura y condescendiente. Recordé, por último, mis orgasmos a su lado. Siempre intensos. Siempre prolongados. Siempre exquisitos. Siempre deseados. Siempre vívidos y grabados a fuego en mi recuerdo.

Y recordé, de nuevo, su manera de rematar la sesión. "¿Estás bien, Romita?" Y yo diluyéndome como un azucarillo entre las notas cantarinas de su voz. Entre las manos adoradas de la mujer por antonomasia. Frente a la silueta, no hay duda, de una criatura maravillosa.

https://www.youtube.com/watch?v=cTCwbVHIeIM

Aguantemos, que ya queda menos. Disfrutad del doceavo día de encierro...

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Lextor

Aquí tienes inspiración por si te animas con el yoga

https://youtu.be/Ag1Z2YOEoMA

25 de març. Dimecres. 2020.

Curiosament, aquest matí jo no hi havia d'estar en aquell moment allà. Però mentre feia cua al caixer, he intercanviat unes paraules amb una senyora que no coneixia d'uns cinquanta-cinc anys que era al meu darrera. El tema obvi, el virus i el confinament. Quan cadascú ha acabat els tràmits, ens hem quedat una estona parlant, mirant de mantenir una distància prudent i cadascú amb la mascareta incorporada. Són d'aquelles escenes que no t'imaginaries mai a la teva vida. Era una dona que probablement havia estat molt guapa i encara conserva un bon cos i pel que he vist damunt la seva mascareta, uns ulls foscos bonics. Ella tenia ganes de parlar i la conversa ha derivat fins al punt que ens hem informat mútuament de la nostra vida solitària. Els fills, els néts, etc. Hem intercanviat els telèfons. I cap a dos quarts de vuit, quan gairebé no m'enrecordava d'ella, m'ha trucat. Es diu Pilar. Aleshores jo no podia atendre-la i li he demanat que aquesta nit, cap a les 11, si no li feia res, ja la trucaria jo. A veure què.

Ara, aviat a sopar. Una amanida variada i poca cosa més.

Es fa una mica llarg, tot plegat. Uf.