Dzio estaba tranquilamente concentrado en su energía. Sentía la baldosa en su mano como si la estuviera sujetando, gracias que no sentía ni su peso ni el de Ealen.

Tenia mucha practica en el manejo de su conocimiento. Años de practica, de hecho. Para el ya era un pequeño juego de niños.

Aun recordaba las lecciones de su padre en su antigua casa, en Tombsor. El era uno de los mas hábiles conocedores de la ciudad, y había estudiado desde joven las viejas escrituras, pero sobre todo estaba interesado en descubrir nuevas vías para que los conocedores fueran personas que tuvieran un rol y un fin en la sociedad.

La ciudad estaba gobernada por un consejo de eruditos. Era un enclave para el conocimiento, y nadie pretendía gobernar la ciudad, y así se tomaban las decisiones, mediante un consenso de la mayoría del grupo.

El consejo estaba formado por, por supuesto, conocedores. Todos poseían capacidades increíbles y muy diversas. De hecho, su padre era el único fluyente del consejo.

El mas viejo de ellos, Emeteh, poseía una capacidad terráquea muy singular: su capacidad consistía en la transformación de los minerales de las rocas. Eso facilito en su día la formación de la ciudad.

Tombsor era un pueblo hundido en la roca de las montañas del sur de Noma. La situación de los conocedores les obligo en su día a un grupo muy numeroso a huir a las montañas, lejos de los pueblos donde no comprendían sus habilidades y solo los castigaban por su condición, sin cometer delito alguno, pero la roca de este monte era muy difícil de excavar.

No fue Emeteh, sino un conocedor de su misma capacidad el que abrió el espacio necesario para albergar a aquel grupo de personas. Construyeron el principio de un pequeño pueblo, pues apenas eran mas de un centenar, y posteriormente dio lugar a la ciudad de los conocedores.

Porque Tombsor llego a poblarse por mas de tres mil almas. Habían formado una comunidad tan grande que poco a poco necesitaron gente que, además de sus habilidades, tuvieran conocimientos de ingeniería, agricultura, orfebrería ...

Dzio nació en la plenitud de la ciudad. Había cuevas que eran barrios enormes debido a su población. Había una división por gremios, como en las demás ciudades, aunque sin ningún criterio ordenado.

Solo la cueva que se usaba para la agricultura era la mas controlada, pues requería de especiales cuidados. Los conocedores que poseían habilidades lumínicas habitaban a las afueras de esta, y siempre había unos cuantos repartidos por toda la estancia, que era enorme en aquel día, debido a las necesidades que había que cubrir en la ciudad.

Los luminiscentes, que así se les conocía, eran capaces de manipular y extender la luz de una estancia. Mediante hogueras repartidas por los extremos de la cueva, debidamente ventiladas para evitar que el humo se quedase dentro, extendían la luz y el calor disipado de la hoguera por diversos puntos de la cueva, creando la sensación de que estaban al aire libre si no seria por que se veían los contornos de piedra de la cueva.

Hubo un tiempo que pudieron cultivar fuera de la cueva, pero eso era cuando apenas superaban el millar. Hacia ya unos años que habían decidido que, por seguridad y por falta de espacio en las laderas de la montaña, se opto por esta forma de cultivo.

Los terraformistas, con su habilidad, formaron el suelo de la cueva para que que el terreno de esta contuviera sustancias propicias para el cultivo. Los fluyentes desviaron los canales de agua por la estancia y dejaron que el lugar contase con su propia fuente constante.

Al final de la construcción de la cueva agricultora, esta contaba con un clima propio, separado de las demás, pero los resultados se empezaron a notar en pocos meses. La producción de alimentos y la ganadería que también se vio relegada a dicho lugar, consiguieron no solo paliar la escasez de alimentos, sino lograr que en la ciudad el hambre dejase de ser un problema.

Todos estos logros no serian posibles si toda la comunidad no hubiese colaborado a su cometido. Tombsor era una ciudad en la que su población era totalmente autosostenible sin necesidad del exterior.

No obstante, nunca quisieron relegarse totalmente a su propia ciudad. Aunque el mundo les hubiese rechazado, ellos no querían rechazar al mundo.

El consejo decidió en los últimos años de la existencia de la ciudad contactar con los reinos que aunque habían mostrado rechazo, no habían declarado aun la muerte de ningún conocedor. Los mas nuevos hablaban de un reino sobre el que se avecinaba una revolucion, y decían que su líder parecía aceptar sin reparos a conocedores en sus filas.

El consejo desaprobaba entrar en guerra con otro reino, pero mostraron cierto interés sobre el líder de dicha revolucion. Emeteh propuso enviar a varios emisarios para hablar con el líder rebelde y ver cuales eran sus intenciones.

Dzio estuvo en la convocatoria de dichos emisarios. Casi resulto elegido, pero su padre se negó en rotundo, pese al deseo de su hijo por formar parte de la comitiva.

Sin saberlo, su padre le había salvado la vida