Hice un videoconferencia de trabajo con zoom, ¿será la nueva normalidad?, espero que no.

Romita, día 68 de confinamiento



Hoy el día ha empezado maravillosamente bien. Madrugón (como siempre), paseo hasta la playa y... amanecer en silencio. Una maravilla. Una auténtica maravilla. Me he acordado mucho de Alma, que se ha pasado medio confinamiento colgando en su blog el amanecer de cada día... Para mí era visita obligada pasar por allí cada mañana, y lo echaba de menos... ¡Alma, el amanecer de esta foto va por ti!

Mientras observaba cómo el sol se iba alzando tras la línea del horizonte, no sé por qué, me he acordado de unas las citas más intensas y estremecedoras que yo he vivido nunca. Creo que ha sido por el silencio que reinaba en una ciudad normalmente muy ruidosa.

No he podido evitarlo. He rememorado la sesión, que estuvo envuelta en un fantástico silencio, y la he plasmado en letras en una versión particular y seguramente, no del todo fiel. Y se me ha inflamado el corazón al recordarla...

SILENCIO

Me recibe en silencio. Lleva puesto un kimono de seda negro y el pelo, también negro y muy abundante, recogido en una especie de moño que se aguanta con una simple aguja de madera de gran tamaño. No quiere que diga nada y ella solo habla con sus ojos, con su mirada. Unos ojos enormes, muy, muy oscuros en sus pupilas, pero rodeados de un blanco radiante y de gran pureza. Levemente maquillados, destacan en la palidez de su rostro junto a unos labios de un rojo vehemente, sanguino.

Me conduce de la mano hasta una silla. Delante, un colchón enorme en el suelo y, al otro lado, un espejo de pie estratégicamente orientado. Sitúa su dedo índice en mis labios, como mandándome callar, aunque no he abierto la boca. Me lanza otra mirada, esta vez plagada de calma, de paz, de gloria bendita.

Me sitúa justo delante de la silla, de manera que, si miro hacia abajo, veo la indescriptible belleza de su rostro, y si miro hacia el frente veo reflejada en el espejo a la extraña pareja que formamos ambos en estos momentos. El kimono que se ciñe caprichoso a sus líneas, mis brazos temerosos extendidos a ambos lados de mi cuerpo, mi cabeza, que emerge sobre la suya y cuya cara me mira ahora fijamente…

Me acaricia los brazos. Los recorre con sus manos, hacia arriba, los posa levemente en los hombros mientras me mira de nuevo. Cierra los ojos, noto sus manos ardiendo que se posan en mi cuello, que lo atraen hacia ella. Me da un beso en los labios mientras acaricia el pelo de mi nuca. Noto sus dedos como roedores que recorren el sotobosque en pos de su madriguera, cosquilleándome todas las terminaciones nerviosas y lanzando ráfagas de escalofríos que descienden a ritmo lento por mi cerviz.

El tacto de sus labios es acolchado, pero apenas puedo recostarme en ellos, puesto que me aleja de su textura para introducir sus manos bajo la camiseta y quitármela con movimientos de estudiada coreografía oriental. Reparo en ese momento en el silencio absoluto que impera en la sala, y que hemos logrado no romper en ningún momento. No suenan jadeos ni respiraciones, no se oyen músicas ni susurros, la tela de la prenda al deslizarse por la piel apenas si emite un inaudible roce.

Coloca la camiseta con extremada delicadeza sobre el respaldo de la silla, se sitúa a mi espalda, se pone de puntillas y me susurra al oído. Serán las únicas palabras que oiré en toda la cita.

Me quito los zapatos y los calcetines tal y como me ha sugerido y, de inmediato, vuelvo a tenerla situada delante de mí. Desabotona mis pantalones, estira de ellos hasta arrebujarlos en mis tobillos. En cuclillas, mira hacia arriba y me cuesta creer que esté viviendo algo así. Su mirada me pide que colabore, así que entre ella y yo acabamos de quitarme los pantalones. En la maniobra, al agacharme, su rostro y el mío vuelven a quedar enfrentados, muy, muy cerca. Es de una belleza tan mundana, tan franca, que el corazón da una voltereta en mi caja torácica y lo noto dar palmas de pura felicidad.

Aprovechando la maniobra, nos despojamos también de mi ropa interior. Vuelvo a ponerme de pie y ella se yergue poco a poco, acariciándome con el dorso de sus manos desde los tobillos hasta los hombros, pasando por piernas, sexo, estómago, pecho y brazos.

Otra vez, me toma por el cuello y me acerca a sus labios. Toda mi vida me la he pasado besando con los ojos cerrados, pero con ella no puedo, al menos al principio. La veo acercándose a mí, con gran lentitud, con esos dedos que están jugando al pilla-pilla en mi nuca, y esos ojos tan profundos, tan abiertos, tan expeditivos, mirándome fijamente, pidiéndome que me relaje, que disfrute… Cuando se unen los labios, nuestras pupilas están explorándose las unas a las otras. Navego con mi boca sobre el océano agitado que es la suya, pero no pierdo de vista la tormenta acuosa que hay bajo sus pestañas. El beso es delicado, tierno, acariciante, electrizante. Y muy, muy erótico…

Nota mi erección contra la tela de su kimono. Mientras sigue besándome con ese aleteo inusitado de sus labios, posa la mano libre en mi sexo y lo acaricia. Lo acaricia como no lo han acariciado nunca, con dedos de terciopelo, con agarres de quirúrgica precisión. Lo empuña y, con el pulgar, atusa la punta a un ritmo pausado y con un toque extremadamente tenue. Su lengua y la mía parecen encantadas de haberse conocido y nuestros ojos siguen explicándose su vida. Los míos confiesan a los suyos, con palabras claras y entendedoras, que nunca antes habían tenido el privilegio de transmitir al resto de los sentidos una belleza tan íntegra, tan demoledora.

Con el silencio inundando mis oídos, la mujer toma mis manos y las sitúa a su espalda, justo sobre el lazo del cinturón de su kimono. Estiro de una punta y se deshace suavemente. El cinturón cae al suelo y el kimono se abre. Desde mi altura, la nívea blancura de ella se abre paso ante mis ojos. Paseo la vista por la senda entre sus senos, por el resalto de su vientre, por el abismo de su sexo…

La tomo por el cuello, me acerco para besarla una vez más y mientras nuestras bocas se enzarzan en un nuevo intercambio de intimidades, fuerzo al kimono desde los hombros para que resbale. Primero por sus brazos y luego por la sabana de su espalda.

Atraigo a la mujer hacia mí, la abrazo, presiono su vientre contra mi sexo y su cabeza contra mi pecho. Estiro de la aguja de madera y su melena se desprende, violenta, densa; a continuación, puedo perder la mirada en ese espejo que me devuelve el contraste de la blancura de su cuerpo contra el mío; la calidez de unos hombros cubiertos por la espesura de su melena; la maravillosa desnudez de su espalda, tundra que se extiende hasta el nacimiento de unos glúteos maduros, redondos; impávidos guardianes de unas piernas sólidas y marcadas, de muslos fuertes y pantorrillas que encienden el deseo. Quisiera ese espejo para mí, con esa imagen fijada de por vida.

Nunca antes me habían desnudado. Nunca antes había desnudado a una mujer con semejante pausa, con tanta atención. A partir de aquí, ella dirige y controla. El silencio sigue siendo abrumador. Con él, mis sentidos se centran únicamente en el goce que la mujer prodiga. Y mi cuerpo se dispone a vivir la experiencia erótica más estremecedora de cuántas ha probado.

Así, el simple hecho de tumbarse sobre el colchón se convierte en un ritual de lascivia controlada. Cualquier leve roce con la piel de ella es un paso hacia el clímax. El cuerpo de esta mujer es un reducto de energía erógena que quiero explorar hasta en sus rincones más ocultos.

Y ella me lo permite. Durante una hora, ella se transforma en el paradigma de la sensualidad pausada, del erotismo elegante, del sexo como arte. Besa a mi sexo, lo lame, lo engulle, lo fuerza al límite y, sin embargo, ante mis ojos la escena es un lienzo impresionista, la novela que me erizó el vello, la canción que me hace llorar cada vez que suena…

Ella me mira. Ella me monta. Introduce mi sexo en el suyo, apenas si cierra los ojos, apenas si emite un leve suspiro. No gime, no jadea, no pronuncia ni una sola palabra. Cabalga como a lomos de un corcel alado, me rodea con sus brazos, pierde sus dedos en mi cabello, me besa de forma desmesurada… Y sin embargo, yo nos veo flotando en el éter, girando sobre nuestro propio eje, unidos por nuestros sexos, en una vorágine de hojas de pardo color otoñal y cielos grises y tormentosos. Sus labios son más rojos que nunca, su piel es de un blanco que deslumbra, su silencio me resulta ensordecedor.

Y entonces me vacía. Quiero gritar, vociferar, dejarme la garganta en carne viva para que sepa lo que me está haciendo sentir. Desearía transformarme en una alimaña, apretarla contra mi cuerpo, clavarme en ella, desfogar toda la rabia que he sentido a lo largo de mi vida en su interior. Y sin embargo, simplemente, me aferro a su espalda, libero el aire acumulado al lado de su oído, y me dejo ir con un estertor leve y relajante…

Se aparta y me mira. Sonríe. Con la sonrisa de las diosas. Con los labios de la sabiduría. Esta mujer joven atesora la sapiencia de mil civilizaciones. Esta mujer joven me ha hecho sentir el mejor amante del mundo. Esta mujer joven acaba de convertirme en el ser más afortunado sobre la faz de la tierra…

(···)

Disfrutad del 68 día de confinamiento. Ahora, ya sí, parece que esto se acaba... El lunes tomaremos las calles... ¿aún más?

Creo que, en cualquier caso, todo irá bien...

Hoy la he vuelto a ver... Imagino una aventura muy "plástica"... Y muy imaginativa, porque debajo de ese traje puedo esperar cualquier cosa...

Hemos de asumir que eso se convertirá en un algo mucho más habitual de lo que había sido hasta ahora... (y tiene su lógica, que siemre hemos inverido excesivamente en reuniones presenciales con los costes de desplazamiento y tiempo)

20 de maig, dimarts.

Vaya par de días que llevo. Me parece que tengo que plantearme muchas cosas en mi vida.

Hoy he recibido respuesta a mi escrito que envié a los Sindicatos sobre el tema de no cobrar los empleados que están en ERTE en mi Empresa.
No he podido aguantarme y les he llamado, hasta aquí todo bien. Pero a medida que íbamos hablando me he ido encendiendo.
Total, me han dicho que me van a denunciar. Los he mandado a la mierda y hasta otra. (reconozco que me he pasado un poco, pero ha ido así. que hi farem!) Anda y que los zurzan.

No se quien me manda a mi meterme donde no me llaman.

Mi pregunta es:

De que sirven los Sindicatos si no velan por los derechos de los trabajadores?
Otros vividores, con sus subvenciones y mirando hacia otro lado. Que asco!

Bueno, corramos un tupido velo.

Mañana hay que llevar la mascarilla por la calle, a no ser que puedas establecer una distancia de dos metros.
Yo no pienso llevarla, ya miraré de estar a dos metros y si los demás se acercan será su problema. solo me la pondré cuando entre a un local cerrado, en el trabajo si tengo que acercarme a algún empleado o si considero que hay alguien vulnerable cerca de mi. En mi despacho ni de coña.
Los guantes tampoco, llevo unos en el bolsillo y también gel para limpiarlos, si también entro en un local me los pondré y al salir los tiro en la papelera que he visto que en todas partes tienen.
Veremos si multan, entonces ya veré que hago.

Suerte que ya llegando a mi casa he ido un rato al bar de siempre, allí se me ha pasado todo, buen rollo, cervecitas y charla para poner a parir a las autoridades que pululan por todas partes.
Incluso ya he cenado allí.

Espero que a partir del 15 o 22 de junio ya estemos tod@s en fase 3, yo por si acaso ya empiezo a pedir citas con simpáticas damas con residencia en Barcelona para pasar un rato de risas y gozos.
En mi vida había pedido citas con tanto tiempo de adelanto. Veremos.

Y poco más.

Salut i força!

https://youtu.be/SvCyFHWBUlc

20 de maig, dimarts.

Vaya par de días que llevo. Me parece que tengo que plantearme muchas cosas en mi vida.

Hoy he recibido respuesta a mi escrito que envié a los Sindicatos sobre el tema de no cobrar los empleados que están en ERTE en mi Empresa.
No he podido aguantarme y les he llamado, hasta aquí todo bien. Pero a medida que íbamos hablando me he ido encendiendo.
Total, me han dicho que me van a denunciar. Los he mandado a la mierda y hasta otra. (reconozco que me he pasado un poco, pero ha ido así. que hi farem!) Anda y que los zurzan.

No se quien me manda a mi meterme donde no me llaman.

Mi pregunta es:

De que sirven los Sindicatos si no velan por los derechos de los trabajadores?
Otros vividores, con sus subvenciones y mirando hacia otro lado. Que asco!

Bueno, corramos un tupido velo.

Mañana hay que llevar la mascarilla por la calle, a no ser que puedas establecer una distancia de dos metros.
Yo no pienso llevarla, ya miraré de estar a dos metros y si los demás se acercan será su problema. solo me la pondré cuando entre a un local cerrado, en el trabajo si tengo que acercarme a algún empleado o si considero que hay alguien vulnerable cerca de mi. En mi despacho ni de coña.
Los guantes tampoco, llevo unos en el bolsillo y también gel para limpiarlos, si también entro en un local me los pondré y al salir los tiro en la papelera que he visto que en todas partes tienen.
Veremos si multan, entonces ya veré que hago.

Suerte que ya llegando a mi casa he ido un rato al bar de siempre, allí se me ha pasado todo, buen rollo, cervecitas y charla para poner a parir a las autoridades que pululan por todas partes.
Incluso ya he cenado allí.

Espero que a partir del 15 o 22 de junio ya estemos tod@s en fase 3, yo por si acaso ya empiezo a pedir citas con simpáticas damas con residencia en Barcelona para pasar un rato de risas y gozos.
En mi vida había pedido citas con tanto tiempo de adelanto. Veremos.

Y poco más.

Salut i força!

https://youtu.be/SvCyFHWBUlc

"Los sindicatos" a los que has llamado crees que tienen algun tipo de potestad a la hora de que se pague o no el erte?

Los has llamado en calidad de afiliado? De trabajador de una empresa donde tienen representacion?

Exigiendo que?

Porque si te han amenazado con denuciarte....

Deberían tenerla. Cuando les conviene bien que saben que hacer.

Yo no soy afiliado. Varios empleados de mi Empresa si lo son.

Exigiendo que hagan lo que sea para que la gente cobre ya. No dentro de tres meses.
Si solo saben aceptar subvenciones y no defienden a sus afiliados mal vamos.

Tranqui. sabré defenderme. Tengo la conversación gravada, lo mismo que ellos según me dijeron. (hecho totalmente legal, dicho sea de paso)
Y si yo he de asumir alguna resonsabilidad la asumiré.

Bona nit.

Tengo la conversación gravada, lo mismo que ellos según me dijeron. (hecho totalmente legal, dicho sea de paso)

Es legal si avisas antes de que vas a grabarla.
Si no, no.
Saludos.

No coincidimos.

Es totalmente legal, así lo ha establecido la doctrina del Tribunal Constitucional.
Otra cosa sería que no fueras participe de dicha conversación.


“Quien graba una conversación de otros atenta, independientemente de toda otra consideración, al derecho reconocido en el art. 18.3 CE. Por el contrario, quien graba una conversación con otro no incurre, por este solo hecho, en conducta contraria al precepto constitucional citado.”

ya le dije que si este año hay que ir más días a consumir se hará.

si este año hay que ir más días a consumir se hará.

Últimamente no dejo de pensar en un grupo de foreras que ofrecían performance
Además tanto encierro me está volviendo muy místico y creo que podríamos empezar un nuevo culto, hay much@s foreros para iniciarse en el mismo
Empezaría con un grupo de foreras y una performance, accederian a pasearme en un ataúd, ellas en bolas bailando palo enterradores de Ghana y luego follarme todas hasta mi _resurrección" después de tres días de sexo salvaje, y luego creamos una religión donde yo sea el Mesías y se diga en misa" toma y traga porque está es la leche de mi leche" y cosas del estilo..

Con diez, mandamientos del palo
1. Follaras al prójimo@ como a ti mixmo
2.No tomarás el sexo en vano
3. Desearas a la pareja del vecin@
4. Evidentemente follaras con la pareja del vecin@
5. Avisarás al resto de vecinos para participar de la orgía
6. Los pensamientos impuros , solo son pecado si no intentas ponerlos en práctica
7. Santificaras las fiestas, con sexo , claro!!
8. No hay acto impuro si las partes consienten
9. No tomarás el sexo en vano
10. Monogamia y castidad son pecados mortales

Como aún no los he grabado en piedra son susceptibles de modificación y abiertos a cualquier mejora o sugerencia
Eso sí, la Epifanía es mia y me pido ser el mesias

Romita, día 69 de confinamiento

Pues sí, a lo tonto, a lo tonto, como quien no quiere la cosa... llegamos al día 69 de confinamiento...

Medio Siglo, este va por ti...

Se coloca la escafandra de la concupiscencia y se zambulle poco a poco. El primer contacto es leve, lento, acompasado. La humedad escasea y es mejor recorrer los aledaños antes de lanzarse de cabeza. Admira el paisaje en primer plano que tiene ante sus ojos y suspira con fuerza. Cien veces visto, cien veces desconocido. La piel de gallina de las nalgas, suave pero rugosa. La mandorla del sexo, en este caso grande, carnosa, de labios mayores tersos y semiabiertos, con la promesa de otros menores lisos, oscuros, húmedos… El ojo que todo lo observa coronando la escena, rodeado en toda su circunferencia por deliciosas patas de gallo… El arranque de los muslos… Tensos, suaves, toboganes para sus manos, que se lanzan por su lisa superficie para encaramarse rápidamente y disfrutar de nuevo de la atracción…

Se aferra a sus muslos, depilados, y antes de nada estudia a fondo la escena que, no por conocida, deja de sorprenderla siempre. El falo enhiesto y latente, que se sacude a intervalos regulares como llamándola, como tentándola. Las venas en permanente pulsión que recorren su tronco, la punta granatosa, brillante, llamativa, coronada por esa ranura misteriosa que tarde o temprano expulsará su blanca viscosidad. Las bolsas de la semilla… Las recuerda en los formatos más variopintos: esféricas, duras como piedras y bien pegadas al tronco; grandes, colgantes, rugosas; lisas, pequeñas, mórbidas… Las que tiene delante son considerables en su tamaño, penden ligeramente y parecen dilatarse y contraerse tras cada pulsión del falo… Son como un imán para su mano; no puede evitarlo, no quiere evitarlo. Las acaricia con la punta de sus dedos justo cuando nota un estremecimiento en su entrepierna…

Nota un estremecimiento en su entrepierna provocado por el tacto de los dedos sobre sus testículos. Justo en el momento en el que, después de aspirar ese aroma inconfundible, sitúa entre sus labios el vértice bajo el que se oculta el grial de los gemidos. Extrae la lengua lo justo para recorrer su superficie y admirarse una vez más ante ese tifón de sensaciones que lo asalta cada vez que inicia la maniobra. El sabor entre salado y amargo que se pega a las paredes de su paladar; la textura casi crujiente y resbaladiza que parece querer escapar de sus atenciones; el tenue latido que, si deja quieta la lengua durante unos instantes, consigue notar dentro de su boca; el lento y delicioso irrumpir del flujo, esa miel ácida que es como el rocío sobre la brizna de hierba, y que bombea el fluir de la sangre en su miembro…

Siente el fluir de la sangre en su miembro cuando lo cubre con sus labios. Ese simple gesto la llena de calma, pero también de tensión. Y la hace sentirse muy poderosa. Sabe en ese preciso instante que el fin está próximo, que el dedo sobre el gatillo de esa arma de fuego no resistirá la tentación de tensarse para ejecutar el disparo. Lo sabe porque el falo arde entre su paladar y su lengua a una temperatura más propia de un caldero del averno. Lo sabe porque sus labios se agitan con las pulsiones de los nervios y las venas del tronco enardecido. Lo sabe porque las bolsas que ahora oculta en la palma de su mano están rígidas y latentes… Pero no quiere… Desea que esta partida a la ruleta rusa se prolongue aún más, que el disparador no se active… Y por eso arquea el cuello y libera a su presa, al tiempo que se le escapa un gemido provocado por las artimañas de una lengua sobre el eje de su esencia…

Pone en juego todas las artimañas que es capaz de ejecutar con su lengua sobre el eje de su esencia centrando en él toda su atención, en parte para no derramar sus propios jugos en la boca de ella, que lleva ya un buen rato removiendo el guiso a fuego lento. Consigue retener la descarga y se lanza, ahora sí, impelido por la sed repentina que se ha apoderado de su garganta. Separa los labios ayudándose de los dedos, abre la boca y lame con el ancho de su lengua el sexo de la mujer, de arriba abajo, permitiendo a la punta que alargue el recorrido hasta el ojo inmisericorde. Repite el movimiento un par de veces hasta que, finalmente, hunde la lengua entre las carnes de la entrada. Con un movimiento ondulante remueve pieles y músculos, flujos y porosidades… Abre un poco más la boca y penetra. Sube la temperatura varios grados, la lengua descubre texturas que únicamente habitan en esta realidad paralela, la barbilla hace fuerza contra el vértice inflamado y la nariz se clava en la membrana que separa ambos pozos de lujuria. Nota la tensión en los glúteos de ella, que se endurecen como melocotones sin madurar, y en sus muslos, que se aferran a su cabeza como si ansiaran exprimirla…

Se arrepiente de haber liberado a su presa, porque de inmediato él ha conseguido centrarse en sus correrías por el desfiladero, y en estos momentos tiene los ojos en blanco y la boca abierta. Acaba de descubrir que es un auténtico experto en la exploración de terrenos desconocidos, pero cuando de esta práctica se trata, ella ha de hacer capitular primero a su contrincante porque, de lo contrario, luego le resulta imposible satisfacerlo como se merece… Así que vuelve a la carga, engulle el pene en su totalidad y saborea su salado sabor. Nota la punta candente hurgando contra su garganta y antes de propasarse en la inmersión afloja la tenaza y, simplemente, exprime con la cara interior de sus mejillas el inacabable caramelo que, viscoso, se remueve entre su saliva. De repente, los testículos se endurecen en su mano y retrocede ella con sus labios hasta abarcar únicamente la circunferencia de la punta. El pene se estremece y pulsiona, y se transforma en surtidor que esparce a empellones un licor acre y pegajoso que ella acumula a borbotones sobre su lengua arqueada. Dibuja la curva perfecta para evitar que la aspersión atore su garganta. Entre pulsión y pulsión, boquea ella para aligerar la carga y una baba blanquecina y semitransparente se desliza lentamente por toda la longitud del pene latente. Al mismo tiempo, sus piernas tensas se flexionan y se estiran con movimientos incontrolados… Cuando el cuerpo del hombre queda relajado, abre ella completamente la boca. De la comisura de los labios caen filamentos pegajosos y brillantes. Tiene los ojos cerrados y el cuello inclinado. Es su turno…

Él ha apartado por un momento la cara de su sexo para respirar y gemir a placer, puesto que la explosión que ha manado de su bajo vientre ha dejado en franca indefensión al resto de su cuerpo. Liberado de la carga, sin embargo, retoma la tarea con bríos renovados. Los jadeos que todavía hacen mella en su pecho le valen para impulsar a su lengua, que parece volverse frenética en el interior de una vagina húmeda e increíblemente receptiva. Su barbilla masajea el clítoris de forma involuntaria mientras meandros de flujo se abren camino por la rugosidad de su lengua hasta alcanzar un paladar que lo acoge gustoso. Su boca transformada en fauces hambrientas fuerza una escabechina entre las láminas carnosas del infierno que bulle entre esas piernas. Ella, con un movimiento de cadera repentino, aprieta glúteos y clava su sexo en su cara. Le falta el aire pero no se inmuta, sabedor de la pronta llegada de las fuerzas liberadoras. Como aquejada de una dolencia atávica y brutal, se arquea ella dibujando una curva imposible, gime como un cervatillo herido y sus piernas empiezan a temblar como un bebé aterido de frío. Clava él sus dedos en sus muslos para atemperar las sacudidas y eleva ella un ápice la cadera para permitirle respirar.

Los agitados jadeos de ambos se unen en una sinfonía lasciva y sincopada. Y entonces, cae ella rendida sobre su vientre, encarada al falo cabizbajo y blando. Y entonces, apoya él la cabeza sobre el cojín y acaricia con suavidad el sexo empapado de ella, rebañando los restos de la lujuria desatada…

69 latidos acompasados después, esta vez cara a cara, prosiguen con juegos de cama que intentan saciar el hambre acumulada…