¡¡¡Cartero!!!
Ya se que en estos tiempos modernos todo es via electronica.
Pero ...
¿Y las cartas del banco con vuestros recibos de la hipo, facturas?
O para enviar un anonimo via correo.
Como veo que hay tant@ "matarife" suelto por estos alrrededores.
Igual puede ser util.
Ademas de que el cartero al pisar calle ve [...]

Sursum era un hombre de todas partes y de ninguna en concreto. Con una innata inteligencia, aprendía de todo lo que veía. Y su mayor afición era ver mundo. Así es como aprendía más.

Cuando conocí a Sursum, éramos dos jóvenes dispuestos a forjar nuestro destino. Yo, en el lado de la justicia. Él, en el lado de la empresa.

Sursum tenía una obsesión con los gatos Después de muchos lloriqueos, a los 4 años le regalaron el primero. Solamente tenía ojos para él. Algunos niños tienen amigos imaginarios. Sursum tenía a su gato como su mejor y casi único amigo

Tenía un interés casi escatológico. Comía muchas veces la comida del gato, para tener aún mayor empatía con él. A pesar de las sonoras broncas de sus padres, continuaba con este vicio a escondidas

Acostumbrado ya a la comida gatuna, su mente cada vez más ágil e inquieta, le incitaba a experimentar. Tomaba de la basura los restos de comida para mezclarla y dársela al gato. La mayoría de las veces su gato la rehusaba (Pitus estaba muy bien acostumbrado), pero si en algún momento el gato la tomaba, Sursum recordaba la mezcla. Así, prueba a prueba, dio con los ingredientes fundamentales para que el gato disfrutara con su comida de detritus

Su mayor fracaso fue cuando le regalaron su primer juego de química Con las probetas iba ensayando fétidos preparados. Que si cloruro de cobalto mezclado con nitrato potásico… y así iba elaborando nuevos menjunjes que el gato rechazaba huyendo de aquellos infernales olores. Lo peor fue cuando adivinó un sabor que gustó al gato. A las 2 horas, Pitus yacía patas arriba tras dolorosos espasmos Lleno de remordimiento, Sursum tiró a la basura el juego de química. Seguiría probando siempre con restos naturales

Así fue creciendo y aprendiendo de los diversos gatos que fue teniendo. Lo sabía todo sobre ellos. Y en su adolescencia ya maduraba la idea de un pienso para gatos. Ya solamente debía recibir la formación idónea para montar una empresa y gestionarla.

No quiso atarse a una especialidad en concreto. Ya tenía muy claro que quería ser empresario. Y para ello no hace falta una carrera. Sencillamente se apuntó a diversos cursos de especialización (marketing, innovación, tecnología, contabilidad, aspectos jurídicos empresariales…). Quería saber un poco de todo. Luego, cuando las cosas le fueran bien, ya contrataría a los mejores especialistas en cada rama.

Nos conocimos los dos en el Puti’s Bar de Foroville. Un burdel de baja estopa, en sintonía con el villorrio. Barra de madera, sillas y mesas de plástico. Parecía más una taberna de pueblo que una casa de barrets. Pero allí nos sentíamos a gusto , fuera del mundanal ruido. Las chicas no eran las más preciosas ni las más glamourosas. Eran chicas sencillas, que buscaban el sustento para su hijo de soltera, su familia empobrecida o para planificar un futuro.

Era una época muy diferente a la actual, cuando a una chica cariñosa no se la llamaba GFE, cuando a una madurita no se la etiquetaba como MILF, y cuando el preservativo era un servicio opcional

Yo solía frecuentar aquel local en mis visitas a Foroville. Ya desde el primer día me conocían como “el tipo que quiere cerrar nuestra fábrica” En aquel momento Foroville era una pequeña ciudad y a los forasteros se les calaba rápido. Pero el trato amable de su encargada y mi trato correcto y cortés fueron los ingredientes para que siempre fuera bien recibido

Una tarde, mientras tomaba mi destornillador en la barra en muy buena compañía, entró Sursum. Me sorprendí al ver que fue recibido con jolgorio por todas las integrantes del staff. “¡Ha venido el gato!” “¡Qué bien, ya tenemos al Sursum!” Incluso mi acompañante me dejó plantado en la barra para darle un morreo a aquel joven caballero Él se dio cuenta en seguida de mi atónita mirada, vio mi traje, que aunque no era Armani, desentonaba en aquella ciudad obrera, y me saludó educadamente

Se sentó a mi lado, nos presentamos, le indicó amablemente a mi compañera que se sentara a mi otro lado, él escogió a la chica más mona para que lo acompañara y pidió para los 4 una botella de cava

Entre bromas y bromas con las chicas, Sursum y yo íbamos destilando nuestros proyectos. Yo le expliqué la parte pública del caso y él me contó su megaproyecto de la fábrica de comida gatuna. Me pareció extravagante su propuesta, pero su apasionamiento en el tema me dio a entender que no se trataba de una quimera de un loco.

Sursum había recibido una inesperada herencia de un tío de América. Había montado ya un plan de viabilidad con el que había convencido a varios financieros. Había visitado muchas fábricas de comida de gatos en todo el mundo. Ya tenía claros los proveedores: mataderos y diversa industria alimentaria que le proporcionarían los restos de los restos de los restos a muy bajo precio. Ya solamente le faltaba un detalle…

El emplazamiento de su gran fábrica

Y aquí entraba en acción Foroville. Sursum era conocedor del conflicto con la fábrica de amianto. Si finalmente retiraban la misma, Sursum dispondría de un gran solar a muy bajo precio, debido a la presencia de contaminantes en su suelo. Y a Sursum le interesaba, precisamente, que se mantuviera por tierra este precio. No quería la descontaminación del sitio. Él ya tenía planes para hacerlo por su cuenta

Aquella primera tarde, cada uno se fue a su reservado, folló a gusto , y luego cada uno a sus quehaceres. Pero coincidimos en más ocasiones.

Nos caíamos muy bien. Nuestras parejas edades juveniles, nuestras ambiciones, nuestro trato respetuoso hacia las chicas, nos hacían ser partícipes y cómplices de nuestros pequeños pecados. Pero también había un interés mutuo

Por mi parte, el hecho de que hubiera un empresario con ambición podría ser una gran noticia para la ciudad. Se desmantelaría una fábrica nociva y se crearía una nueva con los estándares medioambientales de la época. Y no se perderían puestos de trabajo. Ya podía ir sin ningún remordimiento a por el cierre de la fábrica de amianto

Por su parte, yo era una persona con información privilegiada. Y, aunque yo pretendiera ser muy estricto con la legalidad, dejaba salir algún apunte que pudiera seguir animando a Sursum en esta aventura. De alguna manera, yo comenzaba a saltarme las normas, pero en beneficio de todos

El tema de la fábrica de amianto se resolvió muy rápidamente. Demasiado para ser legal La empresa supo mover sus hilos y se convirtió en monopolio para la retirada de este material, con subvención estatal incluida. Tardaría más de 20 años en realizar este trabajo. El amianto estaba en todas partes. Ni le hacía falta innovarse

Además, había salido beneficiada al no tener que invertir un gran importe en la descontaminación de su fábrica. Ya había un empresario que se había comprometido a utilizar el terreno tal cómo estaba: Sursum. Presentó un plan ambiental, tan impecable como increíble , en el que justificaba, punto por punto, que el amianto residual no era nocivo para los gatos

Así que todos salieron ganando. Incluido yo, que me sentía partícipe de una solución satisfactoria para todos. Ya era conocedor de los maletines que habían ido en todas direcciones, pero si el final es bueno, el fin justifica los medios

Las piquetas entraron de inmediato en acción. A los trabajadores se les había prometido un subsidio para un año, el necesario para la demolición de la antigua fábrica y la construcción de la nueva, en la que todos serían readmitidos.

El día en que Sursum recibió el permiso para la construcción de su fábrica de alimentos gatunos, me llamó para quedar en el Puti’s Bar y celebrarlo a lo grande Aquella tarde Sursum estaba inspiradísimo. Invitó a todos al mejor cava y se alzó encima de la vieja tarima de madera a soltar unos versos en honor de las trabajadoras de aquel local Versos salidos del alma, en los que agradecía el magnífico trato que siempre le habían dispensado estas sencillas chicas.

Yo miraba el rostro de ellas. Estaban sorprendidas , con los ojos y las bocas abiertas sin dar crédito a lo que oían. Lo más seguro es que algunas no entendieran lo que decía el “gato”, bien por su baja formación, bien por no ser hispanoparlantes. Pero todo aquello sonaba tan bien… Una chica que estaba a mi lado me dijo, con lágrimas en los ojos, que nunca un cliente la había hecho sentir tan importante…

Al final de la fiesta, y tras una gran orgía de alcohol y sexo , Sursum se dirigió a mí, me dio un sobre y me dijo: “Gracias por tu colaboración. Sé que has trabajado muy duro para conseguir esto”

Al llegar a mi casa, abrí el sobre y vi 300.000 pesetas en billetes de 5.000 Mucho para un joven ayudante de fiscal como yo en aquella época Lo peor de todo es que yo pensé que me lo merecía

Una vez abierta la fábrica, a los 6 meses Sursum amortizó la inversión Y al año tuvo unos beneficios espectaculares Nadie sabe la fórmula exacta de su comida gatuna , pero tiene un éxito arrollador.

El dinero empezaba a fluir espectacularmente a Foroville. Y cuando hay hombres y dinero, ya se sabe qué viene después… :silvido:

... el SMB para gatos